lunes, 25 de octubre de 2010

LA EXISTENCIA DE POBREZA Y DE UNA INFANCIA DESAMPARADA ES UNA DECISIÓN POLÍTICA


El psicólogo Fernando Osorio aborda la conducta de niños y jóvenes como reflejo de una sociedad, y afirma que no se les da un mínimo bienestar que asegure la salud mental para el futuro.
Para el psicólogo Fernando Osorio, quien desde hace dos décadas trabaja con menores en conflicto con la ley penal y con jóvenes con problemas de conducta y sus familias, las maneras en que se conjugan la psicología individual y la psicología social generan fenómenos colectivos que se traducen en experiencias individuales sobre el conjunto de la sociedad. Desde su visión, esto genera aspectos de la conducta humana en situaciones grupales, focalizándose en fenómenos violentos que se desarrollan sin razón.

¿De qué manera los episodios de violencia actuales están relacionados a las antiguas vivencias de nuestra comunidad?

La violencia social es un reflejo de la violencia individual no tramitada ni elaborada por el humano. Las experiencias traumáticas, de sometimiento, de aniquilamiento en un niño, quedan registradas en su mente y proyectadas en la memoria colectiva de las comunidades. En la Argentina de hoy queda demostrado con los antecedentes investigados, los modos en los que se desarrolla la violencia están íntimamente vinculados con los modos en los que se desarrolló, en los orígenes, la violencia sobre esa misma población. Y las circunstancias que la detonan tienen vinculación con lo que antiguamente tampoco pudo contenerse.

¿Por ejemplo?

Si el legislador propone leyes absolutamente arbitrarias y no puede adecuarlas a los usos y costumbres ni a las necesidades de la gente, y sólo prioriza un interés económico de beneficio personal, esas leyes terminan siendo violentas para la comunidad que las debe acatar.

¿Cuál es el detonante para que emerja la violencia social e institucional?

La falta de credibilidad en la Justicia, la falta de confianza en las instituciones y la perversión de muchos funcionarios y legisladores. Esto no ocurre sólo en la Argentina sino también en Latinoamérica.

¿Qué huellas de violencia individual y social provocó el genocidio perpetrado por el conquistador?

Lo sucedido con los pueblos originarios y los ciudadanos africanos, en nuestro continente, fue un genocidio. Esto no es considerado por los estudiosos. Las instituciones latinoamericanas se constituyeron sobre una estructura que resultó de la matanza indiscriminada, la violación, el secuestro, la apropiación de territorios y la humillación de los pueblos que habitaban desde hacía siglos, estas tierras.

¿Esto persiste en la memoria individual y colectiva de los argentinos?

Es imposible que lo que un individuo o un pueblo hayan vivido en el momento de su nacimiento no perdure como bagaje de experiencia social. Es imposible que no perdure la experiencia infantil de un sujeto. Esa experiencia es lo que hace singular al sujeto; lo hace ser lo que es y lo que se ve y se sabe de él. Con los pueblos pasa lo mismo; su experiencia germinal define muchas cuestiones vinculadas a la identidad colectiva.

¿Por qué al referirse a los institutos de minoridad los define como “temibles”?

Son de temer por el hacinamiento, la superpoblación y el modo en que conviven asesinos con ladronzuelos; violadores con violados o abusados y niños abandonados con otros huérfanos o con niños de la calle. A pesar de la incorporación de la Convención Internacional sobre los derechos del niño, y de leyes que amparan a los menores no se logra modificar la mentalidad de dominio y control social que detentan algunos policías, jueces y legisladores. Se sigue utilizando el recurso de la detención y el encierro de sujetos menores de edad bajo la discrecionalidad del juez de turno; cuándo esta debe ser la medida de último recurso.

¿Hay intereses económicos que no permiten que se tome una decisión sobre los menores en situación de riesgo social?

Cuando se habla de riesgo social parece que lo que se dice es que se trata de salvajes, como se los definía a los indios originarios y los ciudadanos de raza negra o africanos esclavizados, que pueden atentar contra un orden instituido. Y no fueron los pueblos originarios los que rompieron con lo instituido sino los conquistadores. Siempre se transmite la acción de la conquista como un acto de encuentro de culturas. Y nada de eso ocurrió. No fue un encuentro de culturas sino la destrucción y el sepultamiento de una cultura en favor de una foránea.
Si yo declaro que hay una población en riesgo social y lo hago desde una esfera política puedo ejercer control sobre ella porque dispongo de los medios para hacerlo. Desde el punto de vista político ejerzo un poder y tengo una población cautiva que responde a mis órdenes. Y desde el punto de vista económico tengo que disponer de presupuestos para “proteger” esa población que se ha definido como de “riesgo social”. Las decisiones políticas no van a hacer que esta población desaparezca porque políticamente conviene tener una población cautiva que asegura poder económico y derivación de recursos.

¿Qué sucede con los niños y jóvenes que crecen en un contexto de riesgo social?

Ocurre, en primer lugar, que no se los protege ni se le garantiza un mínimo de bienestar que asegure salud mental para el futuro. Luego, que los niños que crecen en el marco ideológico de la llamada “minoridad” no se transforman en ciudadanos libre pensantes ni autónomos. En general se transforman en sujetos resentidos contra un mundo adulto que los condenó a una orfandad institucionalizada, desafectivizada, abandónica y perversa; y a los que al cumplir la mayoría de edad se les exige que se comporten como ciudadanos “normales” y buenos. Este sistema sólo puede sostenerse desde una decisión política de que así sea. Existen niños caídos del sistema que son pobres porque no han podido hacer otra cosa para no serlo. Cada país tiene los pobres que necesita. La existencia de pobreza es una decisión política; la existencia de poblaciones en riesgo material y afectivo es una decisión política; la existencia de una infancia desamparada es una decisión política. Lo que se juega en este modo mercantilista de entender a la infancia es que puede convertirse en una usina proveedora de recursos económicos, dado el riesgo del que hay que preservarlos, a ellos y a la comunidad. Y como esto se construye a lo largo de la historia, pervive a lo largo del tiempo y en la conciencia individual como un bagaje de experiencia. Luego ya no se sabe cómo se fundó esa idea, la de la infancia en riesgo social. Después de todo esto, finalmente los adultos se preguntan por qué los niños y los jóvenes de hoy están tan violentos.

Su visión es bastante escéptica.

Sí, aunque muy perseverante. Mi trabajo clínico desde hace veinte años con niños, jóvenes y familias me han demostrado que existe la capacidad de cambio. Para ello debemos exigirles a nuestros gobernantes que prioricen, en la administración de los recursos y en el armado de los presupuestos, la educación y la salud.
Con estos dos elementos tendremos trabajo, seguridad y bienestar colectivo e individual. Si hay paz social las familias tramitan mucho mejor sus crisis ya que cuentan con un contexto social que las contiene y las acompaña en la crianza de los que serán futuros ciudadanos.
Hay que volver a rearmar redes sociales y organizaciones intermedias que contengan a los más jóvenes. La escuela debe transformarse en un lugar de referencia de los niños y sus familias, no en el lugar de paso. No es tan complejo.

FUENTE: LA MAÑANA DE NEUQUÉN - Por PABLO MONTANARO

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