sábado, 4 de diciembre de 2010

PROGRAMA LAS VÍCTIMAS CONTRA LAS VIOLENCIAS: LAS BRIGADAS


La especialista Eva Giberti cuenta cómo funcionan las nuevas políticas de
contención

El plástico del auricular golpea contra la central del teléfono. En el
monitor y en la pantalla hay anotaciones. Marcas, palabras redondeadas.
Marcela Gutiérrez es psicóloga y acaba de ordenar la salida de la Brigada
Móvil Contra la Violencia Familiar hacia la comisaría 29, desde donde han
llamado por la denuncia de una mujer que ha sido severamente golpeada por su
marido. Gutiérrez acaba de cortar la comunicación pero abre un enlace que
acompañará a la víctima durante el trance difícil de enfrentarse a una
situación de maltrato.
³El martes se escucharon gritos y golpes en un domicilio, el señor sacó a la
señora a la calle, y le seguía pegando, entonces intervinieron los vecinos
que llamaron a la policía. Como la señora es epiléptica, tuvo una
convulsión. El Same la llevó al hospital, luego le dieron el alta y fue a la
comisaría a hacer la denuncia², cuenta Gutiérrez, que es operadora de la
línea 137, y acaba de escuchar el caso por el auricular.
La línea 137 es el número para llamar en la ciudad de Buenos Aires, ante una
situación de abuso, violencia, familiar, sexual, o infantil.
³¿Cuándo pasó?², pregunta Eva Giberti, la madre del invento. Cuando se
entera que tanto el hospital Durand como la comisaría que intervino la noche
del ataque ³se comieron² el aviso durante tres días, reclama que le den los
datos. Las instituciones tienen la obligación de dar aviso y justo Miradas
al Sur llegó para ver con qué debe lidiar aún el Programa Las Víctimas
contra las violencias, a pesar de su fama.
³Hay una particular tendencia a agarrarse a aquello que parecería tener más
renombre, como la 137, pero este es un programa entero², protesta Giberti,
con una reconocidísima trayectoria en el estudio y el trabajo con la niñez y
en el combate a las distintas formas de vulnerabilidades. ³El 137 es un
invento argentino, no se encuentra nada parecido en ninguna parte del mundo,
dicho sin la menor modestia, es un invento mío², cuenta con alguna picardía
la especialista. ³Está dentro de un programa que es una idea original de
Aníbal Fernández. Esto arranca en el 2006, por pedido concreto de Aníbal y
de Néstor Kirchner. Me llamaron para una intervención en el tema de
violencia sexual, porque no se daba con los violadores, por una razón muy
entendible, que las víctimas no mantenían o ni siquiera hacían la denuncia.²
Por experiencia ya sabía que si las víctimas no denuncian es ³para no pasar
primero por las preguntas de los policías, y el resto de las que se
encontraban en fiscalías o juzgados, en una situación de revictimización
constante².
³Yo lo que quiero, Eva, es que usted me invente un sistema para que en las
comisarías, ningún bigotudo como yo les haga preguntas inconvenientes a las
víctimas², cuenta que le dijo clarito el entonces ministro del Interior.
La noche del fallecimiento de Néstor Kirchner, Eva Giberti recordó que en
algún momento de aquella primera entrevista se hizo presente el entonces
presidente, saludó y pidió:
­Eva, por los chicos, con los tapones de punta.
Así fue que nació en 2006 la primera de las brigadas, la de Atención a
Víctimas de Violencia Sexual, el primer paso del programa.
³Esta es una idea de Kirchner, un segmento de su vida muy poco conocido. Un
ámbito donde las víctimas fueran directamente atendidas. No un ámbito donde
fueran a pedir ayuda sino que se trataba de generar un cuerpo de trabajo que
fuera al terreno², dice la psicóloga, psicoanalista, investigadora y docente
universitaria. Y así se hizo.
Hoy el Programa Las Víctimas Contra Las Violencias ha evolucionado a pasos
agigantados. Tiene una brigada móvil contra la violencia familiar, otra
contra la explotación sexual de niñas, niños y adolescentes, y ha
incorporado a su órbita un cuerpo interdisciplinario contra la violencia
familiar. Ese el único sector que tiene un lugar de trabajo fijo, ³porque
nosotros no trabajamos detrás de un escritorio, como otras instituciones,
todo lo nuestro es trabajo en terreno², añade Giberti.
Cada brigada tiene un protocolo, una capacitación y una especialidad
determinada para actuar con la mayor eficacia y celeridad posibles. Las
brigadas están compuestas por dos agentes de la Policía Federal, una
trabajadora social y una psicóloga, que actúan para sacar a las víctimas del
momento de la emergencia, la acompañan para que reciba atención médica, la
contienen también en las comisarías o las sedes judiciales. La línea 137 es
el corazón tecnológico del programa. Las operadoras reciben todo tipo de
llamados y consultas, las 24 horas, los 365 días del año.
En el caso de las víctimas de violencia sexual el programa logró suprimir la
entrevista policial, que hoy es realizada por personal especializado de la
brigada en un lugar reservado. Desde hace unos escasos 20 días las
revisaciones policial, judicial y forense se redujeron a una sola, también
para resguardo de la víctima, que se veía en un cuadro de ³revictimización
elevada a la exasperación², según describe Giberti.
­Yo hacía todas las gestiones posibles hasta que un día la fui a ver a (la
ministra de la Corte Suprema) Carmen Argibay, y después de muchas reuniones
se logró que haya una sola entrevista, en el hospital. El médico legista
tiene orden de dejar todo y salir inmediatamente para la revisación con el
médico del hospital. Y se arma un protocolo que se negocia con el cuerpo
médico forense. Esto es mérito de este programa.
En la actualidad, la línea 137 recibe entre 20 y 30 llamados genuinos
diarios. Un 25 por ciento de ellos terminan en intervenciones de las
brigadas. El resto suelen ser personas que desean hacer consultas. Las
operadoras, trabajadoras sociales o psicólogas asesoran respecto de
situaciones particulares e instituciones estatales a las que acudir a
reclamar que brinde la asistencia correspondiente. Esa es otra clave del
programa, que no casualmente se llama Las Víctimas Contra Las Violencias, la
idea de una víctima comprometida, no a la que se revictimiza. Recibe
asistencia y acompañamiento pero se necesita de la ratificación de la
denuncia para que se avance en este sentido.
Viviana Mendoza también es psicóloga y una de las supervisoras del programa,
y cuenta que el trabajo ³se sabe donde empieza y a qué hora pero nunca se
sabe dónde ni cuándo se termina. Acompañamos a todos lados pero siempre con
la víctima activa². Agrega que ³a veces los equipos se van relevando. Y a
veces paramos porque la víctima necesita descansar², se ríe. El trabajo del
operador es fundamental, a la vez que también se compromete, porque no sólo
hace el cuadro sobre el que trabajará la brigada, sino que también será un
testigo en la causa, algo que muchas veces se intentaba esquivar antes en
las instituciones.

Entre otros de los logros señalados por Giberti, destaca el hecho de que en
lo que hace a violencia sexual ³por primera vez se ha podido apresar a tres
violadores seriales². O que, respecto de la violencia familiar, la cantidad
de denuncias creció significativamente. El cuerpo interdisciplinario tiene
en estudio más de 4.800 expedientes y se encarga de realizar los
diagnósticos de violencia familiar que solicita la ley. Trabaja con la
información del historial del sujeto, entrevista al golpeador, a sus
parientes y, si aparecen afectados, a los niños.
Esta iniciativa estatal que pasó del Ministerio del Interior al de Justicia
logró, además, que se introdujera como asignatura obligatoria Violencia
Familiar en los cursos de cadetes, suboficiales y oficiales. ³¿Querés
ascender? Tenés que rendir estas asignaturas con coloquio oral y texto
escrito, que dictamos nosotros mismos², se enorgullece Eva Giberti. ³Tenemos
a esta altura unos ocho mil policías que para poder ascender tienen que
cursar cuatro meses, más trabajo escrito y oral. Que igual no alcanza, pero
nunca en la vida había sucedido esto², dice la especialista, que también
llama la atención sobre el hecho de que en las carreras de psicología no
aparecen estos temas en los programas.
Más del 50 por ciento de los llamados a la línea 137 son realizados por las
propias víctimas. En segundo lugar se ubican las instituciones que reciben
el caso o lo detectan: hospitales, escuelas, comisarías, etc. Más atrás
vienen familiares, amigos y vecinos, y en menos del 1 por ciento también
llaman los agresores, mintiendo sobre las causas del llamado,
victimizándose. ³Mientras nos abran la puerta, da lo mismo que lo haga la
víctima o el agresor², asegura Mendoza.
Todos estos datos muestran que a pesar del ejemplo del principio de esta
nota las instituciones se van comprometiendo fuertemente. Por eso Giberti
remarca a cada rato el nombre de Aníbal Fernández y el ³compromiso político²
como mantra. Hubo que trabajar mucho y aún se sigue trabajando en el cambio
de concepciones de ciertas instituciones, como la policial y la judicial, u
otras como la administración del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, que
aún no quiere dar brazo a torcer. Eso se nota en varios aspectos. Por
ejemplo, hay un sólo refugio para personas en riesgo de violencia hasta que
las medidas de exclusión del agresor entran en vigencia. Ese refugio es el
Mariquita Sánchez de Thompson y se encuentra en un lugar reservado. ³Tiene
muy poca capacidad y sus requisitos son muy exigentes², detalla Julia
Bermúdez, una de las cuatro abogadas que tiene el programa, quien cuenta que
otro de los problemas que existen es que el código contravencional porteño y
la ley nacional se dan de patadas a la hora de resolver casos de explotación
sexual de niñas.
Esa es la parte del vaso vacío. La otra ya es bastante alentadora. Lo
importante es que hoy, marcando el 137, ninguna otra víctima de la violencia
vuelve a quedar desamparada.

FUENTE: DIEGO LONG

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