miércoles, 23 de febrero de 2011

" Papá tenía guantes y le pegaba a mamá en el cuello con el cuchillo"


El menor es el principal testigo de la causa. Luego del crimen, ocurrido en San Martín, el chico quedó encerrado en el auto junto al cadáver de su madre. Según los investigadores, la mató porque ella lo había dejado. El asesino está prófugo.

El relato del único testigo ocular del crimen de Roxana Beatriz Pacheco conmovió a los investigadores. “Papá tenía guantes y le pegaba a mamá en el cuello con un cuchillo.” Con esas palabras, el nene de cuatro años contó que desde el asiento trasero de un Peugeot 504 vio a Víctor Hugo Andrada degollar a su madre. Después agregó que su padre se bajó del auto y desapareció en la noche y que esperó junto al cadáver hasta que llegaron la policía y algunos familiares. Unos minutos antes del macabro hallazgo, el asesino –con antecedentes penales y todavía prófugo− llamó desde su celular a un sobrino de la víctima para confesar el crimen.
Desde la separación, hace unos 20 días, Andrada −39 años y apodado “El Pala”− nunca dejó de insistir para que se reconciliaran. Intentó con los llamados y los mensajes de texto a toda hora. Cansado de la indiferencia de su ex optó por sorprenderla en las paradas de colectivos y almacenes del barrio.
En la noche del último domingo, alrededor de las 23:30, la mujer al fin aceptó. “Sólo para hablar”, fue el acuerdo. Para no generar falsas expectativas, Pacheco salió de su casa en el 3641 de la Calle 13, de Villa Concepción, en el partido de San Martín, descalza y con el hijo de ambos en brazos.
En la puerta, estacionado, el auto de Andrada esperaba con las luces encendidas y el motor en marcha. Después de acomodar al nene en el asiento trasero y de ubicarse en el lado del acompañante, la mujer le pidió al hombre que moviera el auto unos metros, hasta la plaza que está frente a la Iglesia Inmaculada Concepción, para que su madre no la viera discutir.
A bordo del destartalado Peugeot 504 verde de vidrios empañados y chapa WET145 los reproches del despechado no tardaron en llegar. Los insultos que siguieron y las botellas de cerveza vacías amontonadas sobre el piso del auto convencieron a la mujer que debía bajarse. Pero ya era tarde.
Según la reconstrucción de los investigadores, y en base al relato aportado por el nene, Andrada extrajo un cuchillo y atravesó el cuello de Pacheco a sangre fría. Sólo después se bajó, abandonando a su hijo de cuatro años junto al cadáver de su madre.
Un sobrino de la víctima de nombre Nicolás declaró ante el fiscal de San Martín Carlos Insaurralde que a las 2 de la mañana del lunes, Andrada lo llamó desde su celular y le dijo: “Maté a tu tía. Fijate que esta en la plaza de la vuelta.” Acompañado por uno de sus primos el joven fue hasta el lugar y corroboró la veracidad de los dichos de Andrada. Sobre el cruce de la Calle 15 y Urquiza, el cuerpo desangrado de Pacheco esperaba desparramado sobre el asiento del acompañante. Atrás, su hijo de cuatro años intentaba distraerse mordiendo los puños de su campera.
Los investigadores, que vinculan el móvil del crimen a causas sentimentales o celos, confirmaron a Tiempo Argentino que existen vecinos que declararon haber visto a la pareja discutir dentro del auto minutos antes del hallazgo del cadáver. De confirmarse la versión del nene, que su padre usó guantes para matar a Pacheco, eso indicaría que el crimen estuvo premeditado.
Andrada, que al cierre de esta edición continuaba prófugo, había recuperado su libertad hacía sólo tres años, luego de purgar una condena por robo en la Unidad Penitenciaria de Ituzaingó. Antes estuvo unos años alojado en los penales de Mercedes y Olmos y según su prontuario, también tiene antecedentes menores por amenazas y resistencia a la autoridad. En la actualidad, estaba trabajando en una fábrica de grifería de Villa Maipú, también en San Martín.
Pacheco, en cambio, dedicó la mayor parte de su vida a criar a sus tres hijos. Además del hijo que tuvo con Andrada, también estaba a cargo de un varón de 14 y una nena de once, ambos de relaciones anteriores. La pareja vivió junta en la casa de la madre de ella, con algunas interrupciones, durante ocho años. Según lo declarado en la causa por su hijo mayor, de nombre Brian, la pareja discutía como cualquier otra, pero jamás presenció una agresión física de parte de ninguno.
Desde la separación, Andrada se instaló en una pensión muy cerca de la Villa La Rana, en Villa Ballester. Desde el crimen, el hombre no volvió a dormir en su cama.<

FUENTE:TIEMPO ARGENTINO

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