lunes, 27 de febrero de 2012

LA IMPORTANCIA DE DENUNCIAR A TIEMPO


Psicóloga y responsable del programa de violencia doméstica del Ministerio de Desarrollo Social, Marina Pacheco sostiene que es posible pensar en una salida a las situaciones que a diario viven miles de mujeres en la provincia. Dice que desde el momento en que un miembro de una familia ejerce violencia física o emocional sobre otro de sus integrantes se está en presencia de un problema que tiene que ver con la socialización y con mandatos culturales, pero no con una enfermedad.
¿Desde cuándo funciona el programa?
En 1987, Azucena Olmos, Nara Osés y Natalia Capelino fueron el primer equipo. En un primer momento se vio la necesidad de crear un espacio de contención a mujeres víctimas de violencia. El equipo se fue fortaleciendo con más profesionales, y en 1994 se armó un equipo para atención de niños y niñas víctimas de violencia. En 1995 se creó la tercera pata, que es el hombre que la ejerce.
¿La violencia doméstica es un tema cultural?
En la sociedad que vivimos, el hombre es el que ejerce el poder dentro de una familia, porque culturalmente hemos sido socializados de esa manera. El hombre como jefe de familia, como el que “lleva los pantalones”. Y la mujer, con el rol de sumisión. Estos dos componentes sientan las bases para que en una familia sea el hombre el que tiene ese poder, y en algunos casos pueda abusar de ese poder.
¿Se puede hablar de causas o disparadores?
Hablamos de factores multicausales que tienen que ver con la cultura y la socialización, en la familia y en las instituciones, que va marcando diferencias entre hombres y mujeres, en detrimento de estas últimas, llevando a que las mujeres sean consideradas por debajo del hombre. Estamos hablando de generalidades, por supuesto. Entonces sí, la violencia se puede revertir con un trabajo psicoeducativo. Por eso hablamos, no de tratamiento, sino de abordaje psicosocial que es individual o grupal, tanto en mujeres como en hombres.
¿La denuncia puede derivar en que el problema se solucione?
Sí, porque cuando no hubo violencia grave -cuando sí, la fiscalía inicia una causa penal por lesiones graves- la ley no busca el castigo. Por eso la denuncia es civil, en el Juzgado de Familia, y tiene como objetivo la protección del grupo familiar. Las medidas que se toman son cautelares, de protección, y al hombre no le queda un antecedente penal que le impida o dificulte buscar trabajo. Y una de las cosas que busca es la inclusión de la familia en el programa, con el objetivo de que puedan renovar el vínculo y comprender que pueden tener otro tipo de relaciones en las que no busquen someter ni ser sometidos, sino que sean relaciones absolutamente democráticas. No sólo con el vínculo conyugal, sino con los hijos.
¿Cuál es el final de ese abordaje?
No damos el alta, porque nadie puede garantizar que no pueda volver a suceder. Pero muchos hombres vuelven, esta vez por su cuenta, cuando sienten que puede volver a pasar. Cuando toman conciencia, vuelven por cuenta propia. Tenemos entre 30 y 40 hombres que vienen por mes, aunque no todos terminan el tratamiento. Son los menos los que terminan, pero siempre decimos que aunque sea sólo uno, no es sólo una familia la que va a estar protegida, sino también la descendencia, porque cortás el círculo intergeneracional.
¿Y con las mujeres?
Algunas abandonan por vergüenza cuando continúan con el vínculo conyugal, a pesar de que les aclaramos que no es nuestra función ni separar ni unir a la familia, sino que esa es una decisión individual. Pero sienten vergüenza cuando luego de haber renunciado vuelven a la casa. Es parte del proceso, porque muchas veces lleva años hasta que una mujer toma una decisión de poner fin a una situación de violencia. Hay muchos factores: presiones sociales que cuestionan lo que pueda hacer una mujer sola, sin trabajo, sin que alguien las mantenga. Todos mitos respecto de una familia, porque la mujer también puede trabajar, igual que el hombre, o llevar adelante una familia.
Pero, por ejemplo, una mujer de 40 años que tiene tres hijos y nunca trabajó ¿no tiene un escenario complicado?
Sí, pero además de esa dificultad debe superar la cuestión interna, porque durante años le dijeron que no iba a poder hacerlo, que no servía para nada, minando su autoestima. Diciéndole que era una mantenida, cuando muchas veces son los hombres los que le dicen a la mujer que no trabaje. Eso, ante un conflicto, se vuelve en contra.

FUENTE. LA MAÑANA DE NEUQUÉN

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