domingo, 4 de agosto de 2013

Rejas, suspiros y llaves. Documental completo. Formato difusión (baja re...

MEDIOS: ENTRE LA LIBERTAD DE EXPRESIÓN Y LA NO DISCRIMINACIÓN




Desde el año 2009 vienen implementándose en Argentina políticas públicas de comunicación y género tendientes a prevenir y sancionar la discriminación de género, y especialmente aquella dirigida a las mujeres, en los medios de comunicación. Mediante un proceso que incluye normas, decretos, acuerdos y creación de nuevos organismos, desde el Estado se propuso -aunque sin explicitarlo- un entramado que, fuertemente apoyado por la sociedad civil, está generando nuevos consensos en relación hasta dónde puede avanzar, en nombre de la libertad de expresión, la discriminación en los medios. En el artículo El debate entre la libertad de expresión y la no discriminación a partir de la nueva normativa sobre comunicación y género vigente en Argentina, Sandra Chaher -directora de la agencia de noticias COMUNICAR IGUALDAD y del Diploma de Comunicación y Género que dicta la Asociación Civil Comunicación para la Igualdad- analiza este nuevo entramado jurídico y sus posibilidades de acción concreta. A continuación desplegamos la introducción y los comentarios finales y luego la posibilidad de descargar el artículo completo.


El nuevo marco normativo vigente en Argentina en relación a comunicación y género desde el año 2009 es un campo fértil para reflexionar acerca de la violencia simbólica –como un entramado que constituye y reproduce la desigualdad de género- y la violencia mediática –como una forma de manifestación de ese entramado- y la posibilidad de regulación de esta última en el marco del debate entre el derecho a la no discriminación y el derecho a la libertad de expresión.

Se trata de un debate que excede la discriminación específica de género pero la contiene. El poder que adquirieron los medios de comunicación en las últimas décadas generó por parte de muchos sectores de la sociedad el reclamo sobre la necesidad de que la comunicación sea considerada un derecho humano que no puede permitirse la discriminación invocando el derecho a la libertad de expresión.

En este contexto, desde mediados de los años ’90 el movimiento de mujeres y los organismos internacionales de cooperación vienen llamando la atención sobre la necesidad de que los medios de comunicación, en aras de la “libertad de empresa”, no vulneren ni discriminen los derechos humanos de las mujeres.

Si bien se trata de un reclamo que quedó plasmado en diversos documentos internacionales, aprobados por los gobiernos en el marco de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), en pocas naciones se generó normativa local acorde a estos compromisos internacionales y a un marco de protección de los derechos humanos.

En Argentina, y en el contexto de una gestión gubernamental que viene promoviendo la ampliación de derechos en diferentes ámbitos, fueron sancionándose y aprobándose desde marzo del 2009 diferentes mecanismos institucionales que permiten actualmente regular y prevenir la violencia mediática en los medios de comunicación.

(…)

 Algunos comentarios finales


La experiencia de regulación de medios que se está dando en los últimos cuatro años en Argentina –entendiendo por regulación tanto la sanción como las propuestas que, aunque no impliquen sanciones, apuntan a mejorar el funcionamiento del sector desde una óptica de derechos- es desde nuestro punto de vista enormemente positiva y tiene muchísimo potencial para desarrollar.

Si bien se pueden señalar aspectos sobre los que aún no se avanzó, entendemos justamente que esto tiene que ver en parte con la juventud del proceso y esperamos que en el futuro se implementen.

Entre los temas pendientes señalamos la necesidad de un fuerte proceso de capacitación de periodistas y de sensibilización de las empresas medios por parte de distintos organismos del Estado; campañas que instalen el concepto de violencia mediática en la población; la creación de un organismo del Estado en que pueda denunciarse la violencia mediática en gráfica e internet, más allá de los avisos de prostitución; la mejora de la implementación del proceso sancionatorio de AFSCA; y la promoción de un fuerte debate cultural que motive reflexiones en torno al vínculo entre las formas de violencia más tangibles –como la física, la emocional o la verbal- y las formas más sutiles de violencia simbólica que son las que sustentan los demás tipos de violencia.

A la vez, una valoración crítica de los primeros años transcurridos de implementación de estas políticas no puede dejar de observar el aumento en el país del debate y la producción teórica sobre violencia mediática; la movilización de diferentes sectores que  ante la justicia o el Poder Ejecutivo comenzaron a denunciar diferentes situaciones de este tipo de violencia; el enorme avance logrado en la disminución de la  publicación de avisos de oferta sexual; el intento –siempre difícil- de comprometer a los medios en el marco de los derechos humanos, específicamente en lo vinculado a la discriminación de género; y el potencial aún por desarrollar por la Defensoría del Público, un organismo con una enorme tarea educativa y de persuasión por delante.

FUENTE: COMUNICAR IGUALDAD - Por Sandra Chaher

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viernes, 2 de agosto de 2013

SÍNDROME DE ESTOCOLMO EN MUJERES MALTRATADAS

A pesar de que en la actualidad las cifras de incidencia en lo relativo a la violencia contra la mujer ejercida por esposos o compañeros sentimentales, o en el marco de relaciones afectivas de otro tipo, están ganando en publicidad progresivamente con respecto a épocas anteriores, lo cierto es que aún queda mucha realidad oculta por conocer.



Al tiempo que varios son los factores que han contribuido a que los contornos del fenómeno se expongan a la luz pública denunciados por la mujer, diversos son también los elementos que ayudan a que el silencio de la víctima sea un obstáculo en la búsqueda de vías de solución para numerosos casos de violencia contra las mujeres. Entre estos últimos, entre los elementos que mantienen a la mujer en silencio sobre el maltrato que está sufriendo, se pueden contar diversos procesos paralizantes relacionados y generados por el miedo, la percepción de una ausencia de vías de escape o salida por parte de la víctima, y la carencia de recursos alternativos, sobre todo en el caso de mujeres con hijos que no vislumbran, por causas variadas, un apoyo externo viable.

Sin embargo, quienes trabajan buscando explicaciones y líneas de actuación para sofocar el fenómeno de la violencia y atajar sus consecuencias, conocen que en no pocas ocasiones mujeres a las que se supone una independencia personal o económica y una posibilidad de acceso a recursos alternativos continúan en relaciones donde sufren violencia. Estas mujeres, que desarrollan actividades que hacen pensar que no están sometidas a una parálisis o retracción por miedo y que incluso llegan a emprender con éxito iniciativas en varios ámbitos de sus vidas, parecen sin embargo incapaces de denunciar a sus agresores, con quienes siguen conviviendo, y mucho menos de abandonar la relación. Por otra parte, este tipo de mujeres, de perfil social considerado más independiente, y aquellas otras de dependencia más ligada a un núcleo familiar del tipo que sea, comparten la reacción paradójica de desarrollar un vínculo afectivo todavía más fuerte con sus agresores, defendiendo sus razones, retirando denuncias policiales cuando han tenido un momento de lucidez y las han presentado, o deteniendo procesos judiciales en marcha al declarar a favor de sus agresores antes de que sean condenados.  Estos efectos paradójicos se producen y quizás sea tiempo de ir buscando sus mecanismos y líneas de intervención.

TEORÍAS

1)
Algunos teóricos han tratado de arrojar luz sobre la ocurrencia de estos vínculos paradójicos entre víctima y agresor, fundamentalmente apelando a claves afectivas o emocionales que aparecen en el contexto del entorno traumático. Dutton y Painter (1981) han descrito un escenario en el que dos factores, el desequilibrio de poder y la intermitencia en el tratamiento bueno-malo, generan en la mujer maltratada el desarrollo de un lazo traumático que la une con el agresor a través de conductas de docilidad. Según Dutton y Painter, el abuso crea y mantiene en la pareja una dinámica de dependencia debido a su efecto asimétrico sobre el equilibrio de poder, siendo el vínculo traumático producido por la alternancia de refuerzos y castigos. Sin embargo, esta teoría descansa aparentemente sobre la base del condicionamiento instrumental que, desde nuestra perspectiva, es válido para dar cuenta de algunos aspectos del repertorio de victimización (principalmente de aquellos referidos a la indefensión aprendida), pero falla en cubrir el complejo aparato psicológico asociado con este tipo de vínculos paradójicos. Según nuestro entendimiento, la incertidumbre asociada a la violencia repetida e intermitente es un elemento clave en el camino hacia el desarrollo del vínculo, pero no su causa única. Además, la teoría no toma en consideración que alguna esfera de desequilibrio de poder es en cierta medida inherente a muchas relaciones humanas: en las parejas traumáticas no parece ser una consecuencia sino un antecedente al abuso.

2)

Otro modelo que busca una explicación para el comportamiento paradójico de las mujeres maltratadas es el tratamiento factorial de Graham sobre reacciones tipo síndrome de Estocolmo en mujeres jóvenes que mantienen relaciones de noviazgo (Graham, Rawlings, Ihms, Latimer, Foliano, Thompson, Suttman, Farrington y Hacker, 1995). Su modelo factorial toma la forma de una escala de evaluación de 49 ítems alrededor de un núcleo caracterizado por distorsiones cognitivas y estrategias de coping, y dos
dimensiones secundarias denominadas ‘daño psicológico’ y una más ambigua ‘amor-dependencia’. La teoría de Graham, de propósitos evaluativos, perfil topográfico y metodología correlacional, fue diseñada para detectar la aparición de síntomas del síndrome de Estocolmo en mujeres jóvenes sometidas a abuso por parte de sus compañeros sentimentales, y está basada en la idea de que el síndrome es el producto de un tipo de estado disociativo que lleva a la víctima a negar la parte violenta del comportamiento del agresor mientras desarrolla un vínculo con el lado que percibe más positivo, ignorando así sus propias necesidades y volviéndose hipervigilante ante las de su agresor (Graham y Rawlings, 1991). Sin embargo, mientras esta explicación puede ser válida para describir alguno de los procesos globales implicados en el síndrome, no proporciona una hipótesis teórica sobre la naturaleza del proceso traumático más allá de algunos de sus elementos constituyentes.

Por nuestra parte, ante el déficit de teorías que den cuenta con la mayor precisión de los procesos y dinámicas psicológicas en este tipo de efectos paradójicos, y trabajando en una estructura teórica similar para el Síndrome de Estocolmo (Montero, 1999), hemos desarrollado un modelo aplicable al ámbito de la violencia ejercida contra la mujer.

3)

La hipótesis, presentada bajo el título ‘FEATURING DOMESTIC STOCKHOLM SYNDROME. A COGNITIVE BOND OF PROTECTION IN BATTERED WOMEN’ en el XIV Congreso de la International Society for Research on Aggression, celebrado en Valencia entre el 9 y el 14 de julio de 2000, trata de exponer una estructura secuencial de reacciones psicofisiológicas que, de un modo dinámico, acaban por generar en la mujer una variante del Síndrome de Estocolmo clásico (Montero, 2000).

Sin entrar en descripciones demasiado técnicas, el Síndrome de Estocolmo Doméstico (abreviadamente SIES-d) sería descrito como un vínculo interpersonal de protección, construido entre la víctima y su agresor, en el marco de un ambiente traumático y de restricción estimular, a través de la inducción en la víctima de un modelo mental (red intersituacional de esquemas mentales y creencias). La víctima sometida a maltrato desarrollaría el SIES-d para proteger su propia integridad psicológica y recuperar la homeostasis fisiológica y conductual.

La caracterización del SIES-d vendría determinada por un patrón de cambios cognitivos, su funcionalidad adaptativa y su curso terminal como resultado de un proceso reactivo acaecido en la víctima ante la situación traumática. El proceso abarcaría cuatro fases: desencadenante, reorientación, afrontamiento y adaptación. En la fase desencadenante, las primeras palizas propinadas por el esposo romperían el espacio de seguridad previamente construido por la pareja sobre la base de una relación afectiva, espacio donde la mujer había depositado su confianza y expectativas: esta ruptura desencadenaría en la víctima un patrón general de desorientación, una pérdida de referentes, reacciones de estrés con tendencia a la cronificación e, incluso, depresión. En la fase de reorientación, la mujer busca nuevos referentes de futuro y trata de efectuar un reordenamiento de esquemas cognitivos en base al principio de la congruencia actitudinal, todo ello en orden a evitar la disonancia entre su conducta de elección y compromiso con la pareja y la realidad traumática que está viviendo. La mujer se autoinculpa de la situación y entra en un estado de indefensión y resistencia pasiva, llegando así a una fase de afrontamiento, donde asume el modelo mental de su esposo y busca vías de protección de su integridad psicológica, tratando de manejar la situación traumática. En la última fase de adaptación, la mujer proyecta parte de la culpa al exterior, hacia otros, y el Síndrome de Estocolmo Doméstico se consolida a través de un proceso de identificación y alrededor del modelo mental explicativo del esposo acerca de la situación vivida en el hogar y sobre las relaciones causales que la han originado.



El SIES-d, como un tipo de trastorno de adaptación, sería el responsable del efecto paradójico encontrado en muchas mujeres que sufren maltrato en sus hogares, según el cual las víctimas defenderían a sus agresores como si la conducta agresiva que exhiben hacia ellas fuera el producto de una sociedad injusta, y estos mismos esposos fueran víctimas de un entorno que los empujara irremediablemente a ser violentos. Las mujeres maltratadas afectadas por el SIES-d, sobre la base de la asunción de las explicaciones esgrimidas por sus esposos o compañeros, retardarían indefinidamente la denuncia de la situación a las autoridades, observándose una gran proporción de casos de agresión en este ámbito que no salen del entorno donde se producen por la incapacidad de la víctima de denunciar los hechos. Incluso en numerosas de estas ocasiones, las denuncias por  vía penal presentadas ante la autoridad judicial o policial son retiradas por las propias víctimas antes de que se traduzcan en sanciones efectivas para los agresores, creándose un círculo vicioso que mantiene las agresiones y sume a la víctima en un progresivo estado de deterioro personal.





El adjetivo ‘doméstico’

Montserrat Boix, coordinadora de Mujeres en Red, ha llamado acertadamente mi atención sobre los condicionantes semánticos que podrían derivarse de la utilización del término ‘doméstico’ para calificar la manifestación del síndrome en el entorno que estamos analizando. En realidad el modificador ‘doméstico’ ha sido elegido por dos razones: una de precisión conceptual y otra de economía, mitad clínica, mitad cognitiva. Nos explicamos.

Si entendemos doméstico como referido únicamente al recinto limitado por el domicilio, es cierto que las mujeres no son únicamente maltratadas en el entorno doméstico y, además, no sólo por sus maridos, sino también por parejas con las que no conviven. El uso del término no niega esta realidad y tampoco deseamos que la categoría se aplique a elementos dentro del fenómeno de la violencia contra la mujer que no incluyan exactamente las características de un síndrome de Estocolmo. Si presuponemos, en cambio, que es en el ambiente doméstico donde más probabilidades tiene de gestarse en SIES-d, asumiendo implícitamente que se puede dar en otras configuraciones ambientales. Pero es que ‘doméstico’ no se utiliza en sentido restrictivo, sino aceptando que la acepción no se circunscribe de modo reductivo al espacio físico de la vivienda, sino que se amplía a un espacio más amplio de experiencias vivenciales que ejercen de elementos autorreferenciales. ¿Es posible negar que en la mayoría de los casos que se observen, de modo simbólico, la pareja afectiva pasa a formar parte del entorno doméstico entendido como anillo referencial primario para la identidad de la persona?.

Por último, desde una perspectiva clínica, la denominación apunta exactamente hacia lo que quiere definir, igual que desde un punto de vista de comprensión rápida por cualquiera que reciba el concepto SIES-d y sepa qué es el síndrome de Estocolmo clásico: la asociación entre doméstico, SIES y violencia contra la mujer es automática.

Por Andrés Montero
Sociedad Española de Psicología de la Violencia
AMontero@sepv.org
http://www.sepv.org


REFERENCIAS

-Dutton, DG; Painter, SL (1981). Traumatic bonding: the development of emotional attachments in battered women and other relationships of intermittent abuse. Victimology: an International Journal, 6: 139-155.
-Graham, DL; Rawling, EL (1991). Bonding with abusive dating partners: dynamics of Stockholm syndrome. In B. Levy (ed) Dating Violence, Women in Danger. Seattle, WA: Seal Press.
-Graham, DL; Rawlings, EL; Ihms, K; Latimer, D; Foliano, J; Thomson, A; Suttman, K; Farrington,
M; Hacker, R (1995). A scale for identifying Stockholm syndrome reactions in young dating women: factor structure, reliability and validity. Violence and Victims 10 (1): 3-22.
-Montero, A (1999). Shaping the etiology of the Stockholm Syndrome: hypothesis of the Induced Mental Model. IberPsicología, 5 (1):4
-Montero, A (2000). Featuring Domestic Stockholm Syndrome: a cognitive bond of protection in battered women. Proceedings of the XIV World Meeting of the International Society for Research on Aggression.

FUENTE: MUJERES DEL MEDITERRÁNEO

SÍNDROME DE ADAPTACIÓN PARADÓJICA A LA VIOLENCIA DOMÉSTICA

SíNDROME DE ADAPTACIÓN PARADÓJICA 
A LA VIOLENCIA DOMÉSTICA




A pesar de que en la actualidad las cifras que intentan mostrar un perfil de la violencia íntima contra la mujer en el marco de relaciones afectivas recogen los beneficios de un progresivo aumento de la publicidad y la concientización social con respecto a épocas anteriores, lo cierto es que aún queda mucha realidad oculta por conocer.



Diversos factores han contribuido  a que los contornos del fenómeno se expongan a la luz pública   pero en muchas ocasiones el silencio de la víctima y el mutismo, a pesar de observar el problema, de quienes le rodean, obstaculizan la búsqueda de soluciones. Entre  los elementos que mantienen a la mujer en silencio sobre el maltrato que está sufriendo se encuentran diversos procesos paralizantes generados y mantenidos por el miedo, la percepción por la víctima de una ausencia de vías de salida de la situación de tortura, y la carencia de recursos alternativos, sobre todo en el caso de mujeres con hijos que no vislumbran, por causas variadas, un apoyo externo viable.

En muchos casos puede observarse que tanto mujeres de perfil social considerado más independiente como aquellas otras de dependencia más ligada a un núcleo familiar del tipo que sea, comparten la reacción paradójica de desarrollar un vínculo afectivo gradualmente más fuerte con sus agresores, llegando al punto de asumir las excusas esgrimidas por el agresor tras cada paliza y de aceptar sus arrepentimientos, retirar denuncias policiales cuando han tenido un momento de lucidez y las han presentado, o detener procesos judiciales en marcha al declarar a favor de sus agresores antes de que sean condenados.El síndrome de Estocolmo es un conjunto de reacciones psicológicas observadas en personas sometidas a cautiverio mediante las cuales las víctimas acaban manifestando una paradójica adhesión a la causa de los secuestradores, estableciéndose cierto tipo de procesos de identificación entre rehenes y captores e, incluso, desarrollándose lazos afectivos y de simpatía en el marco del contexto traumático del secuestro. En muchos aspectos, es posible establecer un paralelismo muy claro entre la emergencia de vínculos paradójicos en experiencias de personas sometidas a secuestro y en mujeres que sufren violencia en la intimidad, a modo de un Síndrome de Adaptación Paradójica a la Violencia Doméstica.

Igual que las personas en períodos prolongados de aislamiento durante un secuestro, las mujeres maltratadas sufren una exposición constante al miedo que provoca la agresión física continuada en su espacio íntimo. Los iniciales estados agudos de ansiedad se cronifican pasando a generar cuadros depresivos que se unen a las claves traumáticas del escenario de violencia para producir una configuración en donde la mujer, cada vez más aislada del mundo seguro que conocía junto a su pareja íntima, comienza a perder la noción de una realidad que ya no reconoce. La ruptura del espacio de seguridad en su intimidad, consecuencia de la conversión de su pareja de referente de seguridad y confianza a fuente de agresión y peligro, será el eje de desorientación sobre el que pivotará la incertidumbre acerca de cuándo y porqué se producirá la siguiente paliza. La mujer, ante estas perspectivas, pierde la capacidad de anticipar adecuadamente las consecuencias de su propia conducta y cede, cada vez más, a la presión de un estado de sumisión y entrega que le garantiza unas mínimas probabilidades de no errar en su comportamiento. El agresor mostrará momentos de arrepentimiento que contribuirán aún más a desorientar a la víctima y a incrementar la auto-culpabilización de la mujer. La incapacidad de la víctima para poner en práctica recursos 
propios u obtener ayuda externa para disminuir el riesgo de agresión impulsará a la mujer a adaptarse, vinculándose paradójicamente a la única fuente que percibe de acción efectiva sobre el entorno: su pareja violenta. Para ello, disociará las experiencias negativas de las positivas y se concentrará en estas últimas, asumiendo la parte de arrepentimiento de su agresor, sus deseos, motivaciones y excusas, y proyectando su propia culpa al exterior de la pareja, protegiendo así su debilitada autoestima y modificando su identidad. Después, cada una de las percepciones e informaciones que reciba la mujer pasarán por el filtro del nuevo modelo mental que ha asumido para explicar su situación, complicándose en gran medida las probabilidades de extraer a esa víctima del entorno de violencia. En mujeres con relaciones personales muy limitadas al espacio doméstico, cuyas oportunidades de intercambio en otros ámbitos estén restringidas, la percepción de su espacio vital puede ser bastante similar a la de un cautivo.

El Síndrome de Adaptación Paradójica a la Violencia Doméstica es, pues, un proceso generado por el miedo, potenciado por el aislamiento y la carencia de apoyo externo perceptible, y mantenido por ciertos estilos de personalidad en la víctima.

Este síndrome de adaptación crea un nuevo modelo para entender la realidad de violencia. Desde la Universidad Autónoma de Madrid se está desarrollando una investigación de campo, dirigida por el profesor José Antonio Carrobles, con el objetivo de 
aportar un marco científico que lo defina, establecer medidas de psicología preventiva en los protocolos de atención a las víctimas y encontrar los procedimientos de intervención especifícos para desactivarlo.

Detectar la presencia de este síndrome no es complicada pero contrarrestar sus efectos sí puede serlo. La actitud de quienes mantienen  el primer contacto con las víctimas de violencia doméstica  como pueden ser centros de atención sanitaria o social, juzgados o comisarías de policía, es esencial  para identificarlo e introducir elementos de apoyo que permitan a la mujer salir de la dinámica circular que la mantiene expuesta a la agresión.

Los indicadores del síndrome no son, en realidad, nuevos en los ámbitos de atención a la mujer: se trata de víctimas que se autoculpabilizan, que guardan silencio sobre el maltrato, que justifican cualquier golpe racionalizando los motivos de su agresor y apelando al vínculo afectivo que les queda. Sin embargo, hasta que dispongamos de instrumentos terapéuticos que se puedan aplicar con efectividad, conocer el significado e implicaciones de esos signos, quizás introduzca prácticas que sirvan para sacar a más víctimas de sus contextos de violencia. La intervención del Síndrome de Adaptación sobre el mantenimiento del estatus de violencia requiere reforzar determinados parámetros en los servicios de atención a la mujer y nos demuestra que el maltrato en la intimidad es un problema social complejo que requiere cuidar y evaluar de modo sistemático los mecanismos de asistencia y atención a las víctimas.

 El apoyo social y la calidad de la información que reciban las mujeres sometidas a maltrato son ingredientes básicos, pero pueden ser  contraproducentes si son administrados con descuido o rutina.

Cuando en nuestro entorno tenemos la sospecha o detectamos una situación de maltrato, más importante que hablar del problema en sí mismo con la víctima es exponer nuestra disposición para ayudarla  y difundir señales de confianza. Generar espacios de seguridad alternativos, que sustituyan a los fragmentados en la víctima, puede ser la llave para la apertura de un canal de comunicación que será determinante para extraer a la mujer del núcleo de la violencia.

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 Por Andrés Montero Gómez -      Presidente de la Sociedad Española de Psicología de la Violencia  (http://www.sepv.org) 
Miembro de la International Society for Research on Aggression 
Psicólogo Clínico. Investigador en la Universidad Autónoma de Madrid 
AMontero@sepv.org 

FUENTE: MUJERES DEL MEDITERRÁNEO
  
  

jueves, 1 de agosto de 2013

REP. DOMINICANA: CASAS DE ACOGIDA, NECESARIAS PERO INSUFICIENTES

Santo Domingo. El Ministerio de la Mujer cuenta en la República Dominicana con dos "refugios" o Casas de Acogidas, destinadas a recibir a las mujeres maltratadas, cuyas vidas corren serio peligro en ese período inmediato en el cual han sido agredidas y la justicia no ha detenido aún a sus perpetradores.

FOTO: SEMLac. La coordinadora nacional de las Casas de Acogidas, Gloria Peralta.

Aunque la cifra de feminicidios y violencia de género en el país merece un número mayor de estos lugares, la coordinadora nacional de las Casas de Acogidas, Gloria Peralta, subraya, con satisfacción, que "al menos las que han llegado ahí no han muerto a manos de sus ex o actuales parejas. No han aumentado las tristes cifras de los feminicidios", asegura.

Se requiere de una actitud muy particular, "de ponerle ganas al asunto" -señala-, "nos hemos convertido en herramientas poderosas para socorrer a las que piden auxilio. Es un trabajo que te hace consumir muchas energías; pero, cuando atendemos una llamada de un fiscal acerca de una mujer muy golpeada, con tres niños que han presenciado todo, y no han comido nada, nos ponemos enseguida en movimiento y la rescatamos a ella y a los muchachos".

La también Psicóloga expone que cuentan con un equipo multidisciplinario, integrado por una abogada, enfermera, trabajadora social, psicóloga, seguridad y un chofer, los cuales dan apoyo a la madre y a los hijos e hijas hasta que el agresor sea apresado.

Acerca del número de albergadas que admiten, observa: "Eso va a depender, porque de las dos casas existentes, una la nombramos Casa de Acogidas o Modelo y la otra, Casa de Emergencia, que funciona similar al cuerpo de guardia de un hospital, donde pueden permanecer de 12 a 48 horas hasta que su agresor sea puesto tras las rejas, lo cual puede extenderse a una semana y más. Esto hace que la tengamos hasta un mes prorrogable y también, si es necesario, que permanezca más tiempo".

Explica la entrevistada que la Casa de Emergencia está estipulada para unas seis madres con sus hijos menores de 14 años, aunque en ocasiones sobrepasan las 20.

La Casa de Acogidas las admite por un tiempo de 12 a 48 horas, o hasta tres meses prorrogables, para darle tiempo al Ministerio Público a que obtenga la orden de arresto del juez, que sea entregada a la Policía Nacional y se ejecute el apresamiento. Hospeda hasta 12 madres con sus hijos menores de 14 años, con un total de unas 40 personas refugiadas, dado el índice tan alto de violencia intrafamiliar existente.

"El objetivo es que tengamos una casa de este tipo en cada región. Si la Justicia, el Ministerio Público y la Policía Nacional hicieran los apresamientos en el tiempo establecido, las sobrevivientes solo permanecerían uno o dos días en ellas. Hasta ahora, nos ha costado lograr eso. No obstante, tenemos la satisfacción de que todas las que han pasado por aquí están vivas", reitera.

Estas instituciones se rigen por un consejo que lidera el Ministerio de la Mujer, en voz de su titular Alejandrina Germán, quien es su presidenta, e integrado por el Consejo Nacional para la Niñez, Procuraduría General de la República, la Fiscalía, Salud Pública, Educación y Profamilia.

Gloria Peralta insiste en que la familia de la sobreviviente debe constituir el soporte primero de las víctimas de violencia, "sin embargo, es de los parientes de quienes muchas veces tenemos menos respuestas", subraya.

En tal sentido, precisa la Coordinadora que, para lidiar con tal situación, la trabajadora social realiza un diagnóstico y si la refugiada cuenta con una red primaria, es decir, padre, madre, hermanos, hermanas fuera de la comunidad o provincia donde sucedió el hecho, se valora la posibilidad de ser enviada allí, sin que el agresor la descubra.

- ¿Cómo consideran la decisión de la mujer agredida que desea volver con el agresor?

Muchas veces, cuando no se ha hecho la investigación a tiempo, no ha salido la orden de arresto o la Policía no la ejecutó, ellas se desesperan, ya que de una manera u otra se sienten como presas, debido a que no pueden salir si su verdugo no es aprehendido.

Pero su decisión hay que respetarla. Por eso tenemos tres tipos de egresos: uno voluntario; otro, por violar las normas de la casa, y el último, por término del proceso. Si dice que se va, la psicóloga trata de convencerla y nos ponemos en contacto con la fiscal que la refirió, o la entregamos al familiar que hemos identificado; pero, jamás la dejamos desamparada.

Si ella sale y el agresor está apresado, la abogada está ahí para gestionar la medida de coerción, hacer las revisiones y hasta juicio de fondo si es necesario, sin cobrar un centavo. Además, se les entregan todos los teléfonos de los distintos profesionales con quienes puede comunicarse.

- Pero aún corren peligro… ¿Les advierten?

Claro, sí. Es en ese momento que la cuestionamos sobre si está consciente de las veces que la han maltratado y si se ha mostrado a sí misma las marcas que él ha dejado en su cuerpo. Tratamos de que entienda que su reacción es producto del círculo de la violencia; pero no podemos oponernos a su decisión.

- ¿Qué otros servicios les brindan en las Casas de Acogida?

Como sus hijos no pueden ir a la escuela, les solicitamos a los profesores que nos manden las tareas y una maestra asignada a la entidad se encarga de ayudarlos. También se les envía una carta certificada a los patronos de las que trabajan para que no las cancelen. Unido a esto, les ofrecemos terapias psicológicas, cuidamos y alimentamos a sus hijos.

Sin clase social

En los últimos cinco años, República Dominicana sufrió 600 feminicidios, de ellos, la mayoría de clase baja. Pero la coordinadora nacional de la Casa de Acogidas del Ministerio de la Mujer apunta que han tenido internas esposas de diputados, contables, abogadas: "Son más las pobres, porque las de clase media alta no denuncian si el esposo es un hombre influyente y también por otras razones, casi siempre económicas".

El presupuesto con que cuentan para esta compleja labor es mínimo, pues "las casas" se manejan con el uno por ciento de las multas por porte de arma ilegal y de la garantía económica que deben pagar los propios agresores. "En verdad, resulta insuficiente; aunque esto no ha sido óbice para que salvemos vidas cada día. Hemos contado en ocasiones hasta 500 mujeres durante un año con la misma partida presupuestaria".

"¿Satisfacción? Ver como decenas de mujeres salen del círculo de la violencia, rehacen su vida y deciden dedicarse a estudiar y superarse, porque aprende a valorarse. Esa es la mayor satisfacción y paga que recibimos", concluye.

FUENTE: AMECOPRESS -  

SE DESCONOCE EL PARADERO DE 180 MIL MUJERES EMIGRANTES EN MÉXICO

México, DF. Alberto Xicotencatl, director de la Casa del Migrante de Saltillo, informó que se desconoce el paradero de 180 mil mujeres migrantes que entran al país por la frontera sur de México cada año (90 por ciento del total), situación que atribuye a secuestros de las redes de trata de personas y bandas delictivas, que las ubican en su paso por territorio nacional.







Según datos de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH), al país entran 400 mil migrantes al año, mientras que los albergues y centros de Derechos Humanos en el sur de México reportan que la mitad son mujeres, por lo que se estima que 200 mil intentan llegar a Estados Unidos.

Sin embargo, Xicontencatl detalló que la Casa del Migrante de Saltillo y otras agrupaciones defensoras calculan que de esas 200 mil mujeres, sólo llega el 10 por ciento a la frontera norte de México, ya que por cada 10 hombres atendidos sólo hay una mujer, y del resto se desconoce su paradero.

“No sabemos dónde está (esa población) y cuál es su situación”, dijo el activista. Asimismo dio cuenta de que estas mujeres utilizan otras vías de traslado, como los autobuses, rutas en apariencia menos riesgosas que el tren de carga conocido como “La Bestia”.

Asimismo Alberto Xicotencatl detalló que en su trayecto las migrantes reciben amenazas contra sus hijas e hijos, son sometidas a violencia sexual, acoso y tocamientos, por lo que las definió como un grupo vulnerable e invisibilizado, blanco de las redes de trata con fines de explotación sexual y laboral.

El defensor participó en la presentación del informe “Saltillo, Coahuila. México, un lugar de tortura a personas migrantes”, en el que se documentan 35 casos de migrantes torturados y en los que se incluye el testimonio de una mujer centroamericana que fue golpeada, amenazada y sacada junto con sus tres hijos y su prima de su casa por policías municipales, quienes agredieron al padre de los niños y violaron a su prima.

Aunque la mujer ya abandonó Coahuila y no quiso denunciar, en el informe se acusa que la policía preventiva municipal tortura y detiene a migrantes para sembrarles droga, y así obligarlos a inculparse ante el Ministerio Público, situación que va en aumento, informó Xicotencatl.

Cabe destacar que Saltillo es un lugar de tránsito para las y los migrantes y aunque Coahuila es un estado fronterizo, para estas personas no representa un territorio en el que decidan quedarse a radicar; sólo pasan por ahí en su rumbo a Reynosa o Nuevo Laredo, Tamaulipas, y así llegar a Houston, Nueva York o recientemente se ha sabido que a Carolina del Norte.

FUENTE: AMECOPRESS - Foto: Retomada del sitio somosmigrantes.org

DESARTICULAR LA VIOLENCIA DE GÉNERO: EDUCAR SIN BARRERAS PATRIARCALES

ANDAR en diversidad

Dos funcionarias públicas y un colectivo de varones antipatriarcales explican qué se puede hacer para no criar futuros machistas.

(AC-FACSO). “Yo no soy Johana y quiero que me digan Johnny”. En una secundaria de la Provincia de Buenos Aires la determinación de un estudiante movilizó las estructuras educativas tradicionales. Conmovidas, las docentes empezaron a preguntarse: “¿Cómo lo registramos en el libro de asistencia?, ¿Cómo se vestirá?, ¿A que baño irá?”. Las concepciones machistas impregnan el lenguaje, las prácticas y todas las relaciones sociales que inciden en la construcción identitaria de las personas. Una educación con perspectiva de género permite contribuir con la conformación de una sociedad menos patriarcal.

“Un chico o una chica en un registro de asistencia puede adoptar el nombre que quiera, porque es un reconocimiento interno de la escuela. Y cuando uno plantea ésto, la institución se alivia y dice ‘¡Ah bueno, se puede!’”, explica la Subdirectora de la Dirección de Psicología Comunitaria Pedagogía Social, Claudia Lajud, refiriéndose a la situación planteada por Johnny. “Las docentes y la planta directiva aceptaron llamarlo así pero no toleraban la idea de que se vistiera como varón”, recuerda.



 La Antropóloga Social y docente ClaudiaLajud./AC-FACSO

Así comenzó uno de los muchos acompañamientos educativos enfocados en que se reconozca e incluya a las personas con identidades de género diversas. “Con la vivencia de Johnny, la escuela hablaba desde un sujeto de poder, donde se puede o no aceptar al otro; y no se trata de aceptar o tolerar sino de reconocer a un sujeto con condiciones de igualdad”, plantea la antropóloga y docente Claudia Lajud. La subdirección de Psicología Comunitaria y Pedagogía Social lleva adelante procesos en las escuelas con datos obtenidos de la Mesa de Violencia de Género. Esa articulación, según Lajud, marca la diferencia porque “hay docentes travestis y chicos o chicas que han asumido otra identidad de género en las escuelas”.

“La cuestión de género se da en el marco de las relaciones sociales y la escuela tiene preponderancia en la formación de los sujetos, porque los chicos ingresan en un momento de construcción subjetiva, por lo tanto todo lo que sucede deja sus marcas. En gran parte de su historia la escuela ha perpetuado relaciones de género del orden patriarcal”, explica Lajud. La antropóloga y docente destaca que desde el Ministerio de Educación se está poniendo la atención en tener una educación inclusiva, “sacando estereotipos y roles patriarcales de los textos escolares y de la formación inicial y continua de los y las docentes porque estuvieron atravesadas por relaciones históricas patriarcales que los y las configuraron como sujetos”.

La cultura que da predominancia al rol masculino y al varón atraviesa todos los ámbitos sociales. “Al patriarcado lo tenemos internalizado hasta los huesos”, resume Cristian Prieto, uno de los integrantes del colectivo de Varones Antipatriarcales. “En la forma en que preformatea nuestras maneras de relacionarnos con las mujeres, con otros varones y con personas con identidades de géneros diversas”, explica Prieto. El eslogan que proclama el espacio que él integra es “¡Ni Machos, Ni Fachos!”. La idea surgió de la necesidad de algunos de sus compañeros por tener un grupo de discusión entre varones sobre las cuestiones de género.

Se aprende a ser varón identificándose e interactuando con otros y otras

El Colectivo de Varones de origen Platense sostiene que se aprende a ser varón identificándose e interactuando con otros y otras. Ellos apuestan a la pedagogía popular emancipatoria, al trabajo cultural y creativo, como formas de resistencia y transformación. También promueven relaciones de cooperación, solidaridad, afecto y confianza, como modo de construir nuevas formas de ser masculino. La agrupación se expandió a otros puntos del país como Mendoza, Neuquén, San Luís, Rosario, Buenos Aires, Haedo y Capital Federal.

En Olavarría funciona, desde hace cuatro meses, un espacio terapéutico nuevo que pretende trabajar la violencia de género con los agresores. Funciona en el SUM del área pediátrica del Hospital Municipal y está coordinador por la psicóloga Ana Lausher, directora de Salud Mental Municipal. Ella intenta abordar el tema teniendo en contra “toda una impronta cultural y de crianza donde los varones no lloran, si se quejan son maricones y con la idea de que los hombres arreglan todo a las piñas. Son educados para no manifestar los sentimientos y con menos posibilidades de poner en palabras lo que les pasa, mayor posibilidad de descargar todo en un impulso, por sentir angustia, bronca, desesperación y no poder ponerlo en palabras”.

La violencia de género es una problemática que está atravesada por lo cultural, pero también hay que resaltar los factores individuales

Lausher explica cómo puede influir la educación familiar y cultural cuando no se tiene en cuenta el respeto propio y por el otro. “Todo esto se sigue escuchando y a veces de la boca de las mujeres, porque el machismo no solo lo ejercen los varones. La violencia de género es una problemática que está atravesada por lo cultural, pero también hay que resaltar los factores individuales”. Al espacio que ella coordina llegan hombres denunciados y otros por voluntad propia que buscan ayuda para canalizar de una forma no violenta lo que sienten. “Automáticamente donde empiezan a hablar de lo que les pasa bajan el nivel de ansiedad, bajan el nivel de impulsividad y pueden poner en palabras lo que podría haber sido una acción violenta”, explica la psicóloga.

Existen hoy leyes como la de femicidio, la de identidad de género, la de matrimonio igualitario y hay avances en la protección contra la violencia familiar, contra la trata de personas y la contra explotación sexual, que representan pasos importantes en favor de una sociedad menos patriarcal. Esto no siempre fue así. “En los ’90 yo trabajaba en Inicial, cuando un niño jugaba en el ‘rincón de la casita’ era visto como un problema y empezábamos a entrevistar a los padres y si era posible lo mandábamos a una consulta psicológica. Hoy esto está superado porque se ha empezado a romper con ciertos estereotipos culturales que agregaron valor a qué es ser hombre y mujer”, recuerda Lajud.

La educación familiar y la cultura influyen sobre la construcción de la subjetividad de los niños y niñas, de ahí la necesidad de que exista una legislación que ampare lo derechos humanos de las niñas y mujeres, pero también que desde el ámbito educativo (el familiar, el formal y el no formal) se continúe acompañando el proceso de desnaturalizar la violencia de género camuflada en prácticas cotidianas.

FUENTE: ANDAR