martes, 24 de julio de 2018

VIOLENCIAS: LAS HERIDAS PSÍQUICAS EN EL TRANSCURRIR DE LA VIDA

título Original: "Sin procesar, se repite"

“El 100 por ciento de las mujeres había padecido violencia en la infancia. Algunas, abuso sexual. Esto de que hayan vivido violencia desde la infancia hace que tengan menos recursos para la salida o que sean más vulnerables o que estén naturalizadas y piensen que es así como se vive y que luego lo repitan con las parejas. Lo cual no significa que siempre que hayan vivido violencia en la infancia lo van a repetir con sus parejas, pero si no hay algún procesamiento en el medio que las ayude a salir de ese grado de vulnerabilidad o las ayude a pensar lo que vivieron, tienen muchas probabilidades de repetir la historia”, dice la trabajadora social Elisa Mottini, autora de la investigación “Reconocimiento del impacto de la violencia en la salud de las mujeres. Diagnóstico precoz. Prevención de enfermedades crónicas, discapacidad y riesgo de vida por femicidio”. En esta entrevista repasa los entramados de la violencia y sus secuelas corporales, psíquicas y sociales en la vida de mujeres arrasadas por esta situación.



El trabajo surgió con la idea de “registrar los conocimientos y las vivencias tenidas en estos años con grupos de mujeres”, dice su autora.

–¿Y cuál era la hipótesis?

–Enfermedades crónicas y discapacidad, y riesgo de vida por femicidio, que es lo que a mí me interesaba investigar.

¿Eso, sin cuantificar, lo veía en los grupos?




Exactamente. Hay muchos estudios desde hace muchos años de referentes muestras magníficas, que han escrito sobre las enfermedades de las mujeres por la violencia. En este caso me importaba registrar qué pasaba con esto. Habían padecido todos los tipos de violencia que conocemos. Algunas cosas interesantes: cómo el hospital público, digamos, como todos los servicios de salud, es un lugar preferencial para la detección de la violencia. Puede tenerse esta mirada de abordarlo de manera oportuna en cualquier consulta que hagan las mujeres, de cualquier especialidad médica: apunta a eso esta investigación, a detectar.






–Por ejemplo cuando llega a un traumatólogo o a una guardia.

–Sí, por ejemplo a una clínica porque le duele la cabeza. Es interesante ver en cuanto a salud física se detectaron todas las enfermedades que están en el CIE 10 –que es la Categorización Internacional de Enfermedades–. Entonces, aparecen ahí los distintos grupos de enfermedades posibles y en ellas generalmente aparecían todas: cefaleas, dolores estomacales, ACV, tumores, cáncer, dolores de... Fundamentalmente el tema del dolor, siempre el tema del dolor como un factor predominante.

–El 87 por ciento sufrió amenazas de muerte.

–Sí, con un incremento de esas amenazas de un 27 por ciento en quienes tenían armas de fuego en la casa. Corrían un riesgo mayor. Y el 15 por ciento tuvo un intento de femicidio al que sobrevivió: habían intentado asesinarlas adelante de sus hijas y sus hijos. En todos los casos, los hijos o las hijas fueron quienes las salvaron de la situación. Si bien estaban en otra habitación, al escuchar vinieron o llamaron a la policía. Es muy fuerte.

–¿Y eso fue determinante para ellas?

–Sí. Ellas van y reconocen que están viviendo una violencia extrema cuando pasa algún acontecimiento muy grave, ya sea un intento de femicidio; cuando se meten las parejas con sus hijos o hijas; o cuando padecen una enfermedad terminal o muy grave. Necesitan una situación límite como para reconocer la situación de violencia. Tardaron 11,5 años, promedio, en reconocer que estaban viviendo en violencia y pedir ayuda. Es mucho tiempo. 

–¿Tiene que ver con la idea de que las mujeres estamos criadas para “soportar”? 



Siempre hay múltiples causas. Pero en el caso de estas mujeres, el 100 por ciento había padecido violencia en la infancia. Algunas, abuso sexual. Esto de que hayan vivido violencia desde la infancia hace que tengan menos recursos para la salida o que sean más vulnerables o que estén naturalizadas y piensen que es así como se vive y que luego lo repitan con las parejas. Lo cual no significa que siempre que hayan vivido violencia en la infancia lo van a repetir con sus parejas, pero si no hay algún procesamiento en el medio que las ayude a salir de ese grado de vulnerabilidad o las ayude a pensar lo que vivieron, tienen muchas probabilidades de repetir la historia. Algo interesante en cuando al abuso sexual en la infancia, hay un tema que yo investigué en cuanto al riesgo de vida de estas mujeres. Esto me surge a mí como hallazgo en la investigación porque si bien yo investigaba riesgo de vida por femicidio, aparece un riesgo de vida por ideaciones suicidas –en un 70 por ciento– o por intentos de suicidio –en un 27 por ciento sufrieron uno o dos intentos–. En todos los casos de los que pasaron intentos de suicidio, ellas habían sufrido abuso sexual en la infancia que no había sido procesado, que no lo habían podido contar en muchos casos. Aun participando de los grupos, lo habían podido contar en estadíos bastante avanzados del grupo.

–¿Cuánto tiempo están en el grupo?

–Algunas un año y medio, algunas dos. Dependiendo de los procesos que puedan hacer, no es un tiempo fijado. 

–¿Qué es lo que el grupo permite para las mujeres víctimas de violencia?

El grupo es magnífico porque, si bien ellas son muy diversas, la problemática común es la violencia y la situación que vivieron. Y lo interesante es como el contar su historia, por espejo, se identifica la otra y se da cuenta que aún siendo tan diferente, teniendo realidades tan distintas, la situación es exactamente igual.

–¿Acelera los procesos?

–Exactamente, porque la elaboración de lo que están pasando viéndolo reflejado en otra mujer hace que tengan un reconocimiento mucho mayor. Sin embargo, cuando realicé técnicas además de analizar las historias clínicas, hicimos entrevistas y crónicas semi-estructuradas. En todas las entrevistas, ninguna de ellas había tenido registro de que las enfermedades físicas que padecían podían tener una raíz en la violencia padecida. Sufrían múltiples afecciones físicas.

–¿Lo característico de estas mujeres es que tienen muchas combinaciones de síntomas?


Exacto. Y que al no tomarse tiempo, los síntomas se van agravando y se cronifican, entonces comienzan a padecer enfermedades crónicas, disminución de sus capacidades porque ya no son las mismas mujeres que tenían tantas posibilidades de ser las mujeres que antes habían sido si no que comienzan a sentir que ya no van a poder conseguir trabajo; que no pueden salir; que están siempre cansadas; que no van a poder hacer frente a la separación de la pareja; el tema de los hijos o la justicia. Y también aparecen discapacidades de por vida, no solo las que fueron por intento de femicidio...

–¿Las discapacidades son producto de la violencia?

–Producto de la violencia específica.

–¿Por ejemplo, por un acuchillamiento?

–Exactamente, una mujer que nunca más volvió a ser la misma persona. Sin fuerza para enfrentar, a pesar de que salía a trabajar o trataba de hacerlo. Con dolores continuos en el cuerpo, con intervenciones quirúrgicas continuas, con amenazas porque “si bien él está preso, después sale”. Tumores en los oídos no solamente por golpes. Fijate que notable: una mujer que los tenía decía “ya no puedo oír más violencia” pero no relaciona los tumores que ella tenía con su discurso. Entonces, esto me parece que es muy importante tenerlo en cuenta porque si bien la persona que la atendía, si pudiera detectar con una sencilla pregunta –porque no se necesita una excesiva capacitación, no se necesita ser experto en violencia, aunque sí capacitación de los equipos de salud– con poder mirar a los ojos, poder ver qué pasa, poder dedicarle unos segundos para saber qué le está pasando y luego de eso, sí pueden abordarlo. Con simple recursos, la médica o médico puede hacer una red y ahí estamos evitando las enfermedades crónicas, la discapacidad.

Fuente: Página 12 - Por Sonia Santoro

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