jueves, 25 de febrero de 2010

Violencia de género y las estructuras patriarcales

Argentina
Por: Andrea Daverio
Fuente: POLITOLOGA, DOCENTE E INVESTIGADORA DE LA UNIVERSIDAD DE LANUS
Fuente: http://www.clarin.com/diario/2010/02/24/sociedad/s-02146622.htm

El episodio dramático ocurrido en la pareja conformada por Eduardo Vázquez, baterista de Callejeros, y Wanda Taddei evidencia la persistencia de dificultades y resistencias para reflexionar sobre la agresividad y la violencia de género. Existe una íntima imbricación entre las estructuras sociales y psíquicas pensadas desde la construcción de un orden de género patriarcal y las relaciones de género construidas sobre la base de la desigualdad, la jerarquía y la asimetría entre los géneros.

En otros términos, se vuelve recurrente la pregunta acerca del modo mediante el cual las estructuras sociales inciden e interactúan con las estructuras psíquicas de hombres y mujeres para que se desarrollen y sostengan relaciones de género marcadas por la violencia.

De la mano de esta perspectiva parece imprescindible superar la visión explicativa marcada por el episodio individual de desborde afectivo o pasional de un hombre trastornado o enfermo para pensar en términos de violencia patriarcal, esto es, violencia contra las mujeres enraizada en un sistema de dominación que ideológicamente vuelva inteligible al fenómeno.

Esta mirada puede contribuir a analizar en otra clave el episodio. De manera inmediata han emergido, como soporte a la idea del accidente, argumentos de defensa por parte de alguno de los allegados al marido de Taddei relativos al ser de Eduardo Vázquez -como una persona no violenta- y al modo en que éste ejercería su paternidad -su condición de padre increíble- como si esto último, de ser así, constituyera una garantía para la no agresión de una mujer por parte de su pareja.

Dicho de otro modo, las formas que puede adoptar la violencia contra una mujer por su condición de tal recorren un espectro que va desde la descalificación, la desvalorización o el amedrentamiento hasta el maltrato verbal y físico explícito, cuya expresión más extrema es el feminicidio.

En este contexto, los procesos de desnaturalización y deslegitimación de la violencia de género se enfrentan de modo sistemático a un entramado sinuoso de múltiples silencios, sospechas y oscuridades que conspiran contra la imprescindible recuperación de la voz de estas mujeres en la defensa de sus derechos humanos.

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