domingo, 30 de septiembre de 2018

PERVERSA FALACIA : NATURALIZACIÓN DE LA PROSTITUCIÓN

Título original: Perversa falacia


Decía Mabel Lozano en Twitter recientemente que: “Si las mujeres son prostituidas, el demandante es un prostituyente, puesto que si es un putero , entendemos que ella es una puta y no una víctima. El lenguaje en muchos casos estigmatiza a las mujeres, por eso es el momento de los otros actores, proxenetas y prostituyentes”. Y yo comparto cada una de estas palabras.




Asistimos a un momento en donde el patriarcado adopta nuevas formas para sobrevivir y entre ellas busca dos elementos claves para demostrar su capacidad camaleónica, incluso sobre las mujeres. Esos dos elementos buscan esencialmente lo mismo: convertir sus deseos en derechos. De ese modo y, en el Estado Español de la mano de Albert Rivera y sus correligionarios, pretenden legalizar los vientres de alquiler que no es ni más ni menos que una forma de explotación reproductiva sobre las mujeres y un gran negocio de comercios de criaturas.

El otro elemento es la regulación de la prostitución. Si las voces que escuchamos siempre son las mismas, y nos explican que están ejerciendo la prostitución por voluntad propia y que para ellas es un trabajo y por tanto quieren tener derechos, acabamos naturalizando la esencia misma de la prostitución que es la dominación y la humillación a través de la satisfacción de un deseo.



Si no escuchamos voces como las de Amelia Tiganus, que es una superviviente de la trata y de la explotación sexual, cuando afirma que la prostitución es la esclavitud del mundo actual,

 también nos quedaremos con la sensación idílica que pretende hacernos creer el patriarcado, y es que la prostitución es un trabajo y que por tanto debe regularse como tal.

Y por supuesto, ¿Quien va a estar en contra del trabajo con derechos? supongo que nadie. Y precisamente ahí está la perversión de las palabras. En construir el mensaje de la regulación a partir de expresiones como “trabajo o empleo con derechos”.

La prostitución es, al menos para mí, una forma de esclavitud y explotación sexual con el fin último de seguir ganando dinero con los cuerpos de las mujeres como materia prima básica. Y, al mismo tiempo, reforzar las estructuras de poder patriarcal a través de la total y absoluta asimetría de las relaciones que se establecen entre el prostituyente y la mujer prostituida. Satisfacción del deseo sexual masculino a cambio de negar condición de persona a la mujer prostituida. En definitiva esencia patriarcal pura y dura: dominación masculina sobre las mujeres.

Lo más curioso del caso es que, al afirmar las mujeres que para ellas es un “trabajo”, le están haciendo el juego al sistema opresor y a quienes están detrás de las mafias de trata de mujeres para explotarlas sexualmente.

Con la falacia perversa montada sobre ese “trabajo” se normaliza y se excluye del relato a lo que seguramente sean el 95% de las voces de las mujeres prostituidas, puesto que esas voces no interesan a quienes pretenden regular esta lucrativo negocio. Son las voces de las mujeres esclavas que trabajan en clubes de carreteras, en pisos clandestinos, que son intercambiables y cambiables porque no importan, solo importa que aporten dinero al negocio. Mujeres que se drogan para poder soportar estar con varios hombres en una sola jornada. Mujeres que son maltratadas, puesto que se les ha negado su condición humana y son solo “algo” donde los prostituyentes satisfacen su deseo sexual, como un juguete sexual que respira y poco más.

Tuve la enorme fortuna de escuchar hace un par de años a una activista que fundó, hace unos veinte años quizás, una asociación que pretendía ayudar a estas mujeres ocultadas y silenciadas a dejar la calle. Su relato fue estremecedor y ella tuvo que dejar su casa y su ciudad y emigrar a otra provincia por las continuas amenazas que sufría y sigue sufriendo por intentar que estas mujeres salieran de las redes.




Nos contaba cómo los proxenetas esperaban a la puerta de las instituciones de protección de menores (insisto en que esto ocurría hace unos quince a veinte años) y captaban a las niñas, las enamoraban y las hacían creer que ellos las iban a sacar de aquella situación y cuando las tenían las vendían para que las explotaran sexualmente.
Con toda la fuerza que todavía conservaba aquella mujer decía “Vale, regulemos la prostitución y demos derechos a sus trabajadoras. Entre esos derechos está el de la formación, ¿Qué les vamos a ofrecer, cursos de cómo abrirse mejor de piernas, de cómo ser más ágiles o cómo gemir mejor? y por supuesto habrá que crear un sindicato para ellas ¿o no? Pues detrás de ese sindicato estarán sus “protectores” que serán sus proxenetas y quienes están detrás del lucrativo negocio de la prostitución”.  Cómo me acordé de aquella mujer este verano cuando se inscribió en el Ministerio de Trabajo el sindicato OTRAS!!!

Y hablando de sindicatos, exijo claridad en los posicionamientos de sindicatos y partidos políticos. Y la exijo porque como ciudadana he de votar en elecciones sindicales y políticas y quiero saber sus posicionamientos. Pertenezco a CC.OO. desde 1986 pero si el sindicato al que pertenezco se posiciona a favor de regular esta actividad, lo dejaré. Posiblemente sea la única causa por lo que abandone esta organización sindical. Pero si defiende la regulación, me iré porque no puedo entender que desde una organización sindical se le haga el juego al patriarcado con el negocio de la prostitución que es esclavitud y explotación de mujeres y niñas.

Como tampoco puedo entender la frivolidad con la que, alguna gente de la “gauche divine”, habla de este tema. Un tema que afecta a los derechos humanos de millones de mujeres a quienes silencian para mantener esclavizadas y al servicio absoluto del placer patriarcal a cualquier precio.
La falacia de naturalizar como trabajo la esclavitud sexual de tantas personas nos lleva a condenar a su suerte a millones de mujeres, niñas y algún hombre. Una fuente muy lucrativa para proxenetas y mercaderes de cuerpos. Cuerpos a quienes despojan de dignidad y convierten en meros objetos con los cuales comerciar y obtener pingües beneficios.

No, la prostitución no es un trabajo. La prostitución es el ejercicio del poder patriarcal sobre los cuerpos y vidas de mujeres a quienes tratan, explotan y a quienes niegan la condición de seres humanos.

Naturalizar esto es una terrible falacia patriarcal y no voy a ser cómplice de ello. ¿Y tú?

Fuente: Por mujeres, sabias y brujas . Por Teresa Mollá Castells.

RICARDO DARÍN: ESCENAS DE LA VIDA PATRIARCAL

Hace tres meses, la actriz Valeria Bertuccelli habló en un programa de televisión sobre una larga situación de maltrato que vivió con Ricardo Darín en 2014, cuando ambos encabezaban la obra Escenas de la vida conyugal. Erica Rivas, quien protagonizó la misma obra que Bertuccelli después que ella, la respaldó contando su propia historia de violencia casi calcada. Las dos fueron tratadas como las “mujercitas” de un sistema patriarcal que cruje y se derrumba, esas que pierden la cabeza por un galán y actúan después despechadas. ¿Qué mejor manera de dejar intacto al modelo del argentino medio, sensible y canchero –el que descuenta impuestos al comprar autos importados pero que lagrimea con los símbolos patrios–, el que de joven andaba con la diva pero después sentó cabeza? Pero Bertuccelli no tiene nada que ver con esa mujercita y por eso habla, por eso insiste.



A principios de 2015, la prensa gráfica y televisiva, los llamados programas de chimentos pero también todos sus satélites conformados por panelistas y opinadores, más la prensa del espectáculo en general, tomo a pie de puntillas el “rumor” que indicaba que Valeria Bertuccelli se había enamorado de su partenaire en Escenas de la vida conyugal, Ricardo Darín. Se dijo también, y basta usar cualquier buscador de Internet para comprobarlo, que Vicentico, pareja de Bertuccelli, se la había tenido que llevar de gira con él para que se desenamorara. Una foto de la pareja en el aeropuerto “confirmaba” el trascendido, el propio Darín se sumó al chusmerío con la chispa que lo distingue: “Yo también estoy enamorado de Valeria, de su marido y de su familia”, dijo en Perros de la calle, el programa de radio de Andy Kusnetzoff, de notable nostalgia machista. 

Escenas de la vida conyugal volvió a escena con otra actriz, Erica Rivas, y el cuento volvió a escribirse, idéntico. Al tiempo ella se bajó de la obra, los rumores hablaron de que Rivas también se había enamorado de él (“porque Darín es tan enamorable” como dijo una periodista de la tele) y ahí la razón romántica y despechada de su alejamiento. Ni una ni otra dijeron una palabra al respecto, sólo esquivaron el acoso del cotilleo de panelistas de farándula. Andrea Pietra, la siguiente partenaire de Darín, parece no haber caído en la atracción fatal, al contrario, se esmera en decir lo agradable que es trabajar con el actor en la misma nota en que el productor de la obra de Ingmar Bergman vuelve a sentar la sospecha entre guiños de los amores despechados de Bertuccelli, sobre todo, aunque también de Rivas. Es lo que merece decirse de ellas, o lo que se necesita decir de ellas; el énfasis de Lino Patalano lo dice.

Desde que Valeria dejó Escenas de la vida conyugal, hubo un Ni Una Menos -y dos y tres y cuatro- y el movimiento que produjo no paró de crecer, hubo una modificación en torno a la tolerancia frente a la violencia machista y sus muchas tramas y expresiones y hubo también el debut de Bertuccelli como actriz, directora y guionista de La Reina del miedo. ¿Y qué le preguntaron cuando presentó su primera película? Si había estado enamorada de Darín. 

Esa violencia se la calló, como se calló otras. Por priorizar su obra, por no pasar por lo que pasan tantas que denuncian por maltrato al hombre inesperado, ese que es respetado en su ámbito profesional, querido incluso como a los supuestos buenos padres, buenos vecinos, buenos compañeros. Quedar expuesta, no ser escuchada. O directamente tratada de loca o despechada. Vaya casualidad.

Hace tres meses, sin embargo, Valeria Bertuccelli se sintió fuerte como para decir basta. Se había logrado la media sanción para el aborto legal, la sororidad era una palabra que andaba de boca en boca, las actrices, sus colegas, se habían comprometido con esa causa y con la causa feminista en general; era un buen momento para sentirse amparada. Por eso, en aquel programa en el que Luis Novaresio la había invitado a hablar de aborto legal terminó diciendo que de Escenas de la vida conyugal se había tenido que ir por los maltratos constantes de su compañero y no por un enamoramiento indomable, versión que quedó instalada porque el patriarcado sigue sosteniendo sus guiones aunque tenga que atarse al mástil del barco que zozobra en la marea feminista. “Hablé porque empecé a sentir que me pesaba lo que había pasado, que fue tema de terapia mucho tiempo, años. Desde que terminé el teatro este es un tema que me atravesó, no hablar me pesaba más que hablar, venga lo que venga”.

–¿Y qué fue lo que vino?

La sensación fue como una golpiza, del tipo “te vamos a dar para que te calles y no se te ocurra volver a hablar”. Estoy volviendo a hablar por eso. A pesar de que me da mucho miedo, pero si no atravieso ese miedo, me va a destruir la vida igual. Simplemente porque estoy diciendo la verdad, y sobre todo porque no se detuvo ahí, porque si se hubiera detenido solo con lo que ocurrió durante la obra, y ese rumor posterior horrible, sería una cosa, pero es el día de hoy que yo no puedo hablar de mi trabajo sin que me pregunten por esto, entonces empecé a sentir que es una manera de reducirme, y de reducir a las mujeres, tremenda. Yo presenté mi película que escribí, dirigí y actué, me fue bien afuera, fue bien de público, tuvo un premio importante y me seguían preguntando por eso, entonces si no salgo a hablar estamos todas en el horno. Y la verdad es que me golpeó mucho, pero a la vez ahora, siento que hagan lo que hagan, inventen lo que inventen, nada cambia lo que sucedió.

–¿Pero qué pasó con Darín? Porque tal vez no esté del todo claro, o al menos se insiste en que no hubo violencia de género.

–Si lo invertimos y yo soy la actriz que mientras él actúa estoy atrás de escena diciendo la re puta que lo parió y tirando cosas por el aire y después voy y le pido disculpas pero lo vuelvo a hacer una y otra vez y en el medio le digo que está loco y demás. Y después el actor se va y viene otro y le hago lo mismo. ¿Te lo imaginás? Y a los dos les inventan que se enamoraron de mí y las parejas los sacaron de una oreja para que se olvidaran. Es imposible. No resiste de ninguna manera esa chance, entonces sí, es un problema de género, a un tipo no le hubiera pasado lo que me pasó.

–Un problema de género en un ámbito laboral con un actor que encarna el perfil de un argentino aspiracional que se infla mucho por televisión: el que va al club de barrio, que fue novio de Susana... 

Trabajaba en situaciones muy tensas: con gritos, puteadas, pésimo clima de trabajo. Alguna vez escuché decir a alguien en la tele “ay, pero por unos grititos” y pensaba que naturalizar eso, ese maltrato, es un error enorme. Nadie puede hacer su trabajo entre gritos e insultos. Hicimos muchísimas funciones, pero me ha pasado de estar en una escena muy difícil de hacer, a menos que alguien crea que la actuación no es un trabajo, donde yo tenía que caer al piso partida del llanto y a la mitad de eso él estaba al costado del escenario, en bambalinas por supuesto, la única que podía escucharlo era yo, puteando a los gritos. Obviamente eso atenta contra tu trabajo, traté de hacerlo como pude porque pensé que se había caído una luz o algo y cuando terminé y le pregunté qué pasaba me dijo “es que están tosiendo, te distraen, son unos hijos de puta”. Eso pasaba continuamente: estar en escena y escuchar puteadas de él atrás.

–¿Y vos no hablabas con él?

Yo volvía a mí casa, lo llamaba y le decía: “Ricardo yo no puedo trabajar así por favor no me lo hagas más”, y él me decía “estás loca, ¿qué te pasa? estás loca”. Al rato me mandaba un mensaje: “Perdoname, mañana hablamos”. Al otro día venía a mi casa, me pedía disculpas llorando, me decía “Yo te adoro a vos y a toda tu familia” y yo le decía “bueno, mirá, no estoy pudiendo trabajar, tiemblo mientras actúo” y él me daba la razón. Una vez llegó a decirme: “El problema es que sos demasiado inteligente”.

–¿Cuál sería el problema de que fueras demasiado inteligente? 

–No lo decodifiqué pero eso lo dijo una vez y yo me quedé pensando mucho en eso, porque no debería ser un problema. Entonces volvía el círculo de pedirme disculpas, jurarme que no iba a volver a ocurrir, y volvía a ocurrir. Pero volvía a ocurrir con diferentes situaciones conflictivas y yo decidí dejar la obra. Y desde que yo dije que me iba hasta que hice mi última función todo fue peor. Hasta que pasó esa última semana de la obra donde en una escena había un empujón y me empujó más fuerte de lo que debería haberlo hecho. 

–¿Te empujó en escena?

–La verdad es que para mí esto siempre fue complicado de decir porque sucede mil veces actuando que empujes, que te empujen más fuerte, y es parte del trabajo de la actuación dejar el cuerpo más flojo para no lastimarte, es algo delicado pero la lógica indica que si yo te empujo más fuerte de lo normal cuando ya hicimos esa escena mil veces, te pido disculpas enseguida. En ese momento, había una tensión tremenda, mi cuerpo estaba lejos de estar flojo y me asustó ver que se llegara a eso. No fue el golpe en sí mismo sino llegar a eso. Cuando volví a mi casa lo llamé a mi representante y le pedí que arme una reunión y que hablen con Ricardo. 

–¿Volviste a tener funciones después de eso?

–Él no me pidió disculpas por el empujón. Y yo pedí que en la próxima función hubiera alguien viendo porque si no, no me subía al escenario. Por supuesto, me llamó primero de la misma manera, diciéndome que yo estaba loca, y al otro día me llamó para pedirme de hablar antes de la función. Fui a su camarín y tuvimos una charla donde me dio una explicación y me dijo que le cambiaron la plantilla y se resbaló, por eso había caído más fuerte sobre mí. Me hubiera gustado que esa explicación fuera apenas pasó y no después de haberme dicho que estaba loca. A pesar de todo terminó el teatro y yo volví a mi vida.

DESTRATO ES MALTRATO

Desde que Valeria Bertuccelli habló en aquel programa se le pidió que diera detalles, se la tildó de exagerada y se enmarcó toda su descripción en un simple desacuerdo entre compañerxs de trabajo, aún cuando él se llevaba el 30 por ciento de la recaudación y ella el 6 ó 7 (de eso mismo se dijo también que era una locura que ella quisiera cobrar lo mismo que su partenaire estrella), pero sólo por este dato se puede deducir que Bertuccelli y Darín no eran pares. No tiene nada de malo, en principio, y es usual en cualquier relación de trabajo, pero ¿cuál es el peso de esa jerarquía en el roce diario? ¿Cómo puede una secretaria, por ejemplo, señalar a su jefe cuando él le grita o la insulta si Bertuccelli es señalada prácticamente como una histérica por haberlo hecho y siempre es la persona a quién se la interroga por lo que pasó? 

También empezaron a circular versiones sobre ella misma como una maltratadota profesional de colegas, como si eso anulara su experiencia con Darín, la réplica con Erica Rivas y el pedido generalizado de que el malestar se calle y no sea enmarcado en una cuestión de género. El apercibimiento a quienes denuncian nunca tarda en llegar. Y cierta incomodidad con el límite entre el flirteo y el abuso siempre sobrevuela las opiniones sobre los casos en que una mujer denuncia acoso sexual, mucho más cuando define un maltrato como “destrato”. Esta desorientación que los varones reintepretan con más violencia o con indiferencia tuvo un correlato muy visible en la respuesta de las intelectuales francesas contra el #MeToo, cuando escribieron en un manifiesto, mujeres como Catherine Deneuve o la escritora Catherine Millet, “es la característica del puritanismo tomar prestado, en nombre de un llamado bien general, los argumentos de la protección de las mujeres y su emancipación para vincularlas a un estado de víctimas eternas, pobres pequeñas cosas bajo la influencia de demoníacos machistas, como en los tiempos de la brujería”. La incomodidad existe y los límites todavía están en la bruma. ¿Será tarea del feminismo redefinirlos? ¿Es la sororidad enceguecida la única respuesta? ¿No hay forma de que el debate incluya a los varones que ostentan estos privilegios? Porque a las actrices que apoyaron a Darín con corazones verdes tal vez les pese la duda, o la pregunta sobre situaciones propias de maltrato “laboral”. Como dijo Lino Patalano en una nota al paso “destrato será que no te den bola”, volviendo a poner sobra la espalda de Bertuccelli el peso del conflicto. Ella se habrá enamorado, ella se habrá sentido destratada por el galanazo que ni la fichó. En el caso de Ricardo Darín además, pesan muchos otros predicados: el Actorazo argentino, seductor y canchero pero también prestigioso y for export. ¿Es acaso Valeria Bertuccelli una víctima o intenta serlo? Tal vez sea más útil comprender que la naturalización de las microviolencias es nociva y contribuye a que las más extremas se perpetúen. 

–¿Qué crees que le puede haber producido el cambio de actitud en relación a vos?

–Lo pensé muchas veces y no lo sé. Pero algo que pienso es que yo nunca accedí a escuchar las indicaciones y anotaciones que tomaba su amigo Pepe sobre la obra, porque siempre que hablé con Norma me dejó en claro que solo la escuchara a ella o a Dana, que era su asistente de dirección.

–¿Qué eran esas anotaciones?

–Chistes que se le ocurrían… 

–Volviendo a aquella pregunta sobre el feminismo actual que te hizo Novaresio, si vos estás atemorizada, pensar en otras víctimas te hace entender que esto es disciplinamiento puro, para todas. 

–Hasta eso me frenaba a hablar, porque pensaba que lo mío al lado de alguien que fue abusada o que fue golpeada no es tan grave, pero después entendí que son mecanismos que tejen poder. Por eso yo creía que con una disculpa nos limpiaba a mí y a Erica (porque somos dos actrices, con el mismo actor en el mismo teatro, haciendo la misma obra y explicando las dos exactamente lo mismo), y se supone que somos dos personas que él respeta, porque si nos llamó para trabajar debe ser que nos respeta, si él hubiera pedido una disculpa real, no esa disculpa de “ella me pidió que le pida disculpas aunque no esté de acuerdo con lo que dijo, porque ella está mal y como toda mujer que está mal merece ser atendida”, que es lo que dijo. Yo a pesar del miedo estoy mejor que nunca. Estoy reconstruyéndome y esto es parte de eso, pero si estos mecanismos machistas no salen a la luz es imposible que se puedan pensar maneras de desactivarlos. El tener que dar tantas explicaciones al respecto también es sintomático, eso de que nunca alcanza lo que expliques porque yo expliqué bastante, Erica explicó bastante y sin embargo siempre está puesta la mujer en el lugar de la duda. Aunque seamos dos.

–De 2014 cuando pasó esto a este momento pasó Ni una menos y la revolución feminista. ¿Vos sentís que cambiaste en este tiempo?

–Sí, por eso me da risa cuando dicen ¿por qué no salió a hablar antes? Primero porque intenté resolverlo sola y no pude. Y vuelvo a decirles a todos los que no les quedó claro: esto no fue un problema entre dos compañeros de trabajo, porque es un hombre contra dos mujeres, porque es más grande y más poderoso. Y el poder que tiene ya lo vimos cuando yo hablé. Al día siguiente había programas que debatían con videographs que decían “Bertuccelli, la reina del maltrato”. Así que esto es lo que le pasa a una mujer que, por más que vos sepas de su carrera, que no hace prensa con escándalos, que no le interesa salir en estos programas, bueno, la que te comés es esta. No lo puedo dejar de leer como un adoctrinamiento: mirá querida, si no decís los detalles, nadie te cree. 

–Es como “no uses pollera corta si no querés que te violen”

Sí. Desde ese contenido moralizador al de “¿Qué pretendés? ¿Cobrar lo mismo que Darín?” No, no soy idiota, no pretendo cobrar lo mismo, y sé que incluso trabajando con otra mujer que tenga más trayectoria que yo o fuera conocida internacionalmente, voy a cobrar menos. Lo que estoy diciendo y aparte lo dije como una reflexión, y que pude reflexionar mucho tiempo después y que como vos decís, pasaron las cosas que pasaron en el mundo y en nuestro país a partir del 2015 con el feminismo: una diferencia tan grande, en una obra donde tenés dos papeles del mismo talle, lo que hace es sellar un poder que se derrama en todo lo demás.

–Y además se trasluce en la relación de trabajo.

–Exacto, porque lo que pasás a ser es no una compañera sino una especie de accesorio que puede sacarse o ponerse según la necesidad, de hecho eso pasó. Entonces esas diferencias son para analizar, imprimen sellos de poder sobre todo el resto. Cuando acepté el papel, no sabía cuán bien lo iba a hacer, entonces sobre la brutal diferencia salarial pensaba “bueno, arranco así y después si veo que estoy bien voy a poder pedir y llegar a algo un poco más justo”. Y después creo que me subieron uno o dos puntos, aunque la obra iba bien, tenía buenas críticas, sala llena y demás. 

–¿Qué pensás del hecho de que Norma Aleandro dijera que no sabía de qué estabas hablando?

–Me sorprende mucho. No sé por qué lo dijo pero si sé que la obra sigue hasta el día de hoy: son un equipo de trabajo. Me da risa cuando los periodistas dicen “fuimos a hablar con tal” y con los que van a hablar son ellos. Si siguen todos trabajando juntos. Incluso hay gente que vio todo que no diría nada a favor mío porque trabaja ahí hace 50 años y andá a pedirle a alguien hoy, como está este país, que ponga en riesgo su trabajo para defenderte. Me dolió mucho sentir que todo fue reducido a un chisme de programas del corazón. Yo no dejo que nadie me maltrate, no hago nada con lo que no esté artísticamente de acuerdo y me bajé de un éxito y sobre eso nadie, absolutamente nadie, dice nada y reducen todo a una disputa entre machos. Imaginate si hoy pasa todo esto, ¿Qué hubiera pasado cuatro años atrás? 

–¿Puede ser que Darín se haya sentido amenazado por el lugar que vos estabas tomando en la obra, la trascendencia, el prestigio, o esa posibilidad de que lo opacaras? 

–No sé qué se le puso en juego pero sí había muchas discusiones. Cuando lo escucho decir que el problema es que es un obsesivo del trabajo, y… la verdad que no. Yo soy una obsesiva del trabajo, llego dos horas antes, sigo pasando la letra, y del otro lado no pasaba lo mismo, más bien creo todo lo contrario, y en el caso de Erica pasaba lo mismo: hacernos gestos de “me estoy durmiendo” o “vamos, apurate” en el escenario no es propio de un obsesivo. Si vos estás actuando y el otro está de espaldas al público y te señala el reloj y te hace un bostezo, claramente eso te va a afectar.

–¿Qué pasa con las compañeras actrices que no te apoyaron a vos sino a él, incluso con el corazón verde del aborto legal en un momento en que las actrices estaban muy visibles en sus expresiones mediáticas? ¿Cómo te sentiste con eso?

–Me dolió. Porque aparte ninguna estuvo ahí. Pero más allá de eso no quiero de ninguna manera verlas como enemigas. Entiendo que es como funciona el patriarcado: romper lazos de solidaridad entre las mujeres. Cuando yo hablé creo que Ricardo tuvo un primer impulso de salir a pedir disculpas de verdad y después le ganó el ego y no pudo, y no solo eso sino que cuando vio que yo me quedé callada se envalentonó. Y yo me esforcé mucho por llamarme a silencio, para poder escucharlo y reflexionar, entender y pensar. Y además estábamos a días del 8A, o sea que si salía a contestar yo hubiera sido doblemente oportunista. El salió a contestar y no solo no fue oportunista, sino que hizo toda la prensa de su película con esto cuando podría haber dicho “voy a esperar que pase mi película y el 8A y recién ahí voy a salir a contestar”. Pero a él nadie lo tildó de oportunista.

–También se volvió defensor del aborto legal. Incluso se reunió con Michetti. 

–Sí, me enteré. Y yo me obligué mucho a no decir nada. No podía creer cuando decían “ay, no sale a contestar”. Me están dando con todo y por todos lados y quieren que salga a contestar, ¿cómo se hace eso? Y me obligué también a no opinar de las compañeras por más que me da mucha tristeza. Yo sé por qué hablé y sé de todas las que me apoyaron a mí y la apoyaron a Erica, que creo que me ayuda a poder a hablar hoy, sentir ese apoyo y esa hermandad que no había sentido nunca. Me di cuenta que el “ahora que estamos juntas” es verdad, por más que todavía haya destellos de mucho machismo. 

–Pensás que se podrían haber quedado callados y dejar que se desarrrollen las cosas con calma…

–Sí, porque si sos inteligente te podés dar cuenta que alguien puede ser muy macanudo pero no por eso estar exento de otro tipo de comportamientos como el que yo describo, que no es acoso sexual, no es violencia física directa, pero fue maltrato igual. De hecho cuando yo dije la palabra destrato la dije tratando de ser suave aun cuando yo pensaba que lo que yo viví fue maltrato. Y él se agarró de esa palabra con manos y uñas, como diciendo “quizás no la mimé demasiado”. Dije “desacuerdos artísticos” cuando fue mucho más violento. Traté de dejar la puerta abierta porque pensé y sigo pensando que él tiene un poder muy importante en sus manos porque si bien me pueden decir “te puede hacer esto o lo otro por hablar” esas serían las maneras más fáciles de resolver esto, pero si reflexiona sinceramente, y escucha con atención que dos mujeres están diciendo lo mismo sobre él, quizás se da cuenta que esos modos que tuvo son arcaicos y ya no resisten más. Si él pudiera reflexionar va a ser tan escuchado que tal vez nos haría avanzar diez casilleros a todos y a todas.

–También hay mucho miedo de hablar de los ídolos, y ese también es un desafío, porque cada vez va a ser más común. Van a tener que tener cuidado con el te puedo boludear, puedo decir cualquier cosa sobre vos y si salís a decirlo puedo decir que estás loca. 

–En un programa llegaron a decir “con Darín, no” y yo pensaba ¿por qué? Es aceptar que hay vacas sagradas y también dar por sentado que con Darín no pero con nosotras sí. Yo soy una mujer grande, tengo 48 años, no tengo ganas de que nadie me boludee, punto. La sensación es que me cueste lo que me cueste y se entienda esto en 4 o 10 años, no se puede dejar pasar. Parece que la que se arma es que pase lo que pase, vos sos culpable. Eso se tiene que terminar. Cuando hablé yo estaba partida pero fue tal la ola de mujeres que me vinieron a hablar, a contener, gente que no conocía que apareció y me dijo yo te creo. Siento que me queda gigante la palabra feminista pero voy entrando y fue lo que me sostuvo, desde directoras, actrices, periodistas, mujeres en la panadería. No me pasó que una sola persona en la calle me dijera “no me gustó lo que dijiste”. Yo ya me siento rodeada por el escudo feminista.

Fuente: Página 12 - Suplemento " Soy" - Por Flor Monfor

UN MISÓGINO CON MICRÓFONO IMPUTADO

Título original: " Un cavernícula imputado"


Discriminación en “contexto de violencia de género”: El conductor Angel “Baby” Etchecopar deberá responder ante la Justicia por sus dichos misóginos, discriminatorios y violentos, difundidos desde su programa radial.



“Mugrientas”, “porreras”, “hijas de puta”, “atorrantas”, “villeras asquerosas”, “roñosas sinvergüenzas” e “infradotadas” fueron sólo algunos de los calificativos elegidos por el periodista Angel Pedro “Baby” Etchecopar para referirse a las mujeres que habían ido a manifestarse en la puerta de la radio que transmite su programa. El escrache se produjo a partir de que éste insultó durante una entrevista a una integrante del Movimiento Evita. Le dijo que era una “porquería, vividora, gusano”, después de llamarla para preguntarle por la asignación que recibe. Ahora, Etchecopar acaba de ser imputado por discriminación en contexto de violencia de género y fue citado a declarar para el miércoles 3 de octubre.

El conductor es famoso por hacer del lenguaje cavernario marca de estilo. “Si tu hija de doce años sale mostrando las tetas y haciendo trompita, hay una provocación”, dijo el año pasado tras el femicidio de Micaela García, de 21 años, violada y estrangulada en Gualeguay. Es autor de frases como “el único problema de esas marchas de mierda no es la mujer golpeada, sino que no se aceptan ellas mismas y te das cuenta en la pinta, en la mugre, que es gente que no puede salir a competir con las demás mujeres” (en referencia a las asistentes a las manifestaciones de Ni Una Menos). El conductor también propuso “un martillazo en la cabeza” a las mujeres de más de 40 años que no entran en su categoría de “algo comestible”. Y entre muchas otras declaraciones antiderechos expresó: “Me cago en los derechos humanos, porque acá los derechos humanos funcionan para los chorros”. Hace pocas semanas, después de insultar al aire a la militante del Movimiento Evita, aseguró “con los planes que cobran les sacan la guita a sus hijos”. Ahora acaba de ser imputado por sus constantes ataques verbales contra las mujeres, por discriminación en “contexto de violencia de género”.

Así lo consideró el fiscal Federico Villalba Díaz, a cargo de la Fiscalía Penal, Contravencional y de Faltas 18, especializada en violencia de género. El fiscal considera que Etchecopar incurrió en infracción del párrafo 2 del artículo 3 de la ley nacional 23592, que penaliza “actos discriminatorios por motivos como raza, religión, nacionalidad, ideología, opinión política o gremial, sexo, posición económica, condición social o caracteres físicos”. La Fiscalía le dio intervención al Inadi y a la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires “para que ejerzan la facultad de actuar en el proceso como terceros coadyuvantes y asistir a personas que allí eventualmente lo requieran”.

El 10 de septiembre, Etchecopar cruzó durante su programa radial a una dirigente del Movimiento Evita y la insultó por recibir una asignación social. “¿Cuánto cobrás vos?”, le preguntó Etchecopar a la mujer, quien respondió que recibe “un plan de 5500 pesos por mes”. Luego sobrevino la catarata de insultos y le cortó el teléfono. Desde el Movimiento Evita hicieron una presentación en el Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (Inadi), y ante la Fiscalía de Cámara especializada en violencia de género. Se le solicitó a la Justicia que sancione a Echecopar ya que su conducta “además de resultar discriminatoria, podría encuadrar en el delito de acción pública”.

Fuente: Página 12 




miércoles, 26 de septiembre de 2018

LAS OTRAS VÍCTIMAS DE LA VIOLENCIA DE GÉNERO

“Nos encontramos con niños, niñas y adolescentes con estrés postraumático, con trauma…”. Vanesa es el nombre ficticio de una de las psicólogas del Programa Mira de la Comunidad de Madrid. Una iniciativa que presta atención a los hijos e hijas de mujeres víctimas de violencia de género. El nombre de las profesionales se oculta por motivos de seguridad, igual que la ubicación del centro en el que trabajan y donde en 2017 fueron atendidos 194 menores. "Se trabaja mucho el juego, el juego terapéutico, mucha educación emocional…”




Como en Madrid, el Instituto Andaluz de la Mujer trabaja desde 2009 en el bienestar psicosocial de niños y niñas, de entre 0 y 17 años, con el objetivo, explica su jefa de servicio Montserrat Muñoz, de que madres e hijos consigan superar juntos esta situación. "Si, se puede conseguir, nosotras desde que empezamos este programa hemos atendido a más de 3000 niños y niñas, junto con sus madres, porque hay que hacer un trabajo conjunto…”.

Según el Ministerio de Igualdad, desde 2013, 25 menores han muerto en nuestro país por violencia de género y 207 han quedaron huérfanos. Pero, según Save The Children no existen suficientes datos para saber cuántos pueden estar sufriendo esta forma de violencia, que además tiene graves consecuencias. Carmela del Moral es analista de derechos de infancia de esta ONG: "Pueden desarrollar trastornos de la ansiedad y depresión con el paso de los años...”. Trastornos de conducta que se unen al riesgo de que estos patrones se repitan de mayores. "Es que la violencia es muy contagiosa. Dentro de todas las claves, la evolución psicológica, el aprendizaje, la sociedad en la que estamos…hace que a veces estadísticamente haya más niños que puedan ejercer la violencia luego de cara a sus parejas".


Según la macroencuesta elaborada en 2015 por el Gobierno, del total de mujeres que han sufrido violencia de sus parejas o exparejas el 63% afirma que sus hijos presenciaron alguna de las situaciones. De ellos, el 64 % habría sufrido a su vez violencia.


 Por eso, según Save The Children siguen existiendo pocos recursos especializados: “Seguimos pensando que no hay las suficientes medidas con un enfoque de infancia para estos niños y estas niñas”. Mientras psicólogos como Vanesa, siguen con un trabajo diario que acaba dando sus frutos para devolver la infancia a estas otras víctimas de la violencia de género.

Fuente: Cadena Ser - Por Javier Carrera

LA CRUDA COTIDIANIDAD DE LES ESTUDIANTES

Título original: Los días de les estudiantes 

La noticia apareció en Facebook. El 6 de agosto, en una escuela técnica del barrio de Barracas las autoridades comunicaron a lxs estudiantes de segundo año que una compañera se había suicidado. Lo que vino después es lo que narra esta crónica. La reacción de lxs estudiantes por la falta de respeto a una identidad trans y una necesidad de ampliar las redes y la escucha entre adultos y jóvenes. SOY conversó con alumnxs de dos escuelas del barrio y escuchó los reclamos de Educación Sexual Integral, de más feminismo y más amor para entender las emociones y los sentimientos.

Imagen: Alejandro Oropeza

Anotan en sus cuadernos las primeras noticias de la rebelión de Stonewall en 1969 y el concepto de “heteronorma”. Enarbolan los colores del arcoíris, los pañuelos verdes, las banderas violeta con el puño feminista en alto. Las comisiones de Género crecen en las escuelas secundarias de la Ciudad de Buenos Aires desde las últimas vigilias por la sanción de la ley de aborto seguro, legal y gratuito. Es una revolución feminista como hasta ahora no se vio y atañe a una generación que se ve a sí misma como la segunda generación del siglo XXI. Se trata de una revolución que lleva como principios el amor, la diversidad sexual, la lucha contra los modelos tradicionales de ser varón/mujer y contra la violencia de género.

“El tema del género está revolucionando a todxs lxs pibxs de nuestra edad, en lo cotidiano. Y lo más interesante es que está presente en el habla tanto en las personas que tienen perspectiva de género como en las que no la tienen”, cuenta Julieta Valsan (18), presidenta del Centro de Estudiantes de la Escuela Normal 5, de Barracas. 

La ESI (Educación Sexual Integral) es un derecho (por Ley 2110 de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires) ya no debería ser un reclamo estudiantil. Pero lejos está de implementarse con el alcance que lxs estudiantes requieren. Lxs jóvenes exigen que atraviese todas las materias, toda la vida escolar. No les alcanza con jornadas esporádicas donde no se profundizan los temas que a ellxs les interesan. 

La Comisión de Género del  Normal 5 se formó en marzo de este año y es autónoma respecto del Centro fundado hace más de 30 años y recientemente declarado feminista. La Comisión se comunica en las redes sociales únicamente por Instagram. Julieta Valsan saca la cuenta de les integrantes de la Comisión y detalla su composición, teniendo en cuenta si se trata de adolescentes cisgénero (cuya identidad de género coincide con el sexo asignado al nacer) o transgénero (cuya identidad de género difiere del sexo asignado al nacer). Cuando hablan de Comsión de Género se presentan de esta manera. “La mayoría en la Comisión somos mujeres cisgénero, hay algunos varones cis y un varón trans. En nuestra escuela, gays y lesbianas son visibles. A algunxs tal vez les cuesta o no quieren demostrar cariño en el ámbito escolar, pero se sabe que están saliendo abiertamente con tal chico o tal chica”. La escuela acompañó la transición de dos varones trans y permite usar lenguaje inclusivo en las evaluaciones. Lxs estudiantes valoran que lxs profesorxs pongan dinero de su bolsillo para los materiales de ESI “porque el Estado no baja un peso”. El acceso al gabinete psicopedagógico es directo, no necesitan pedir permiso para consultar. No es así en todas las escuelas. 

LAS PAREDES HABLAN

El 6 de agosto, en una escuela técnica ubicada a diez cuadras del colegio de Julieta, comunican a lxs estudiantes de segundo año –durante un trabajo práctico– que M se había suicidado. M tenía 14 años y era varón trans. “Había pedido que lo llamen con nombre de varón, se lo comunicó a lxs preceptorxs. Una psicopedagoga habló con el curso de M y se refirió a él como ‘compañera’ y nos dijo que el género no era algo importante”, cuenta Liz (15). El equipo de conducción de la escuela informó a través de la libreta de comunicaciones a los padres que el turno tarde tendría “una jornada de reflexión para poder sobrellevar el duro momento por el cual están transitando, debido al fallecimiento de una compañera”. Se refieron al estudiante varón trans, por escrito, en femenino. “Cuando les dijimos que no era ‘nuestra compañera’ sino nuestro compañero, nos contestaron que la ley dice que, para nombrarlo en masculino, tendría que haber cambiado su nombre en el documento”. La Ley de Identidad de Género en su artículo 12 dice lo contrario: debe respetarse la identidad de género y el nombre adoptado por las personas que utilicen un nombre distinto al que figura en su DNI, en especial tratándose de niñas, niños y adolescentes. 

Además se dieron otras situaciones que indican que no todos los adultos de la escuela acompañaban a M en su transición. “Una vez un preceptor dijo de mala manera: ‘Pero que vaya al baño de discapacitados’. Y un profe de taller nos dijo a nosotrxs que lo iba a llamar por el nombre del documento. Ya habíamos tenido el antecedente de un preceptor que llamó marica a un chico gay que ya egresó”, cuenta Nahuel (17). Es un grado de injusticia e ignorancia que no puede ser silenciado.

La noticia de la muerte de M y la negación de su identidad autopercibida llegó a los medios a través de una publicación en la página de Facebook del Centro de Estudiantes del Normal 5 en solidaridad con sus compañerxs. Nadie, ni sus compañerxs ni lxs estudiantes secundarixs de otras escuelas ni mucho menos Soy se arroga el derecho de decir ni de inferir cuáles fueron las múltiples posibles causas del suicidio de M. Lxs jóvenes piden que no se olvide a su compañero, que no seamos indiferentes, sienten una sensación de injusticia, de impotencia y de atropello. Esta no es la historia que no podemos narrar sino la historia que escriben lxs chicxs en las paredes, las voces que reflexionan sobre hechos de una educación precarizada, con profesorxs que se están cargando todo al hombro y otros que no. De estudiantes que sostienen que la educación privada no es la solución, porque en la escuela pública aprenden a defender sus derechos. Estxs jóvenes no buscan sacarse de encima a los adultos y ocupar su lugar sino hacerles comprender que las relaciones en el espacio escolar deberían basarse en el amor y en el respeto por las emociones y sentimientos.

Al cumplirse un mes de la muerte de su compañero, aparecieron estas pintadas en el paredón de la escuela: “No nos alcanzaría un monólogo para denunciar todas las injusticias que en el colegio se dan / exigimos ESI con perspectiva de género / a M lo mató la indiferencia / los dinosaurios van a desaparecer”. A la semana siguiente el paredón había sido limpiado. Una brocha gruesa tapó las pintadas el fin de semana del 16 de septiembre, aniversario de La Noche de los Lápices. Quedaron únicamente las consignas que no cuestionan a la autoridad, como por ejemplo “exigimos ESI con perspectiva de género”. Pero lo que se lee es lo que no está. Es lo que ocurre con las cartas que los regímenes totalitarios del siglo XX sometían a censura: lo que resalta son las tachaduras que pretenden tapar el texto. Arcoiris en la escalera, en las columnas, en el salón de actos, en la ropa, con papel adhesivo y cintas de colores, fue la respuesta, como intervención en homenaje a su compañero. “No nos resultó fácil. Primero nos dijeron que no, porque en la escuela en estos días iba a haber una ceremonia de entrega de certificados y esos colores no son formales. ¿Cómo que nuestros colores no son formales? Me pareció una falta de respeto porque soy bisexual y esos también son mis colores”, cuenta Liz. Liz es callada. Deja hablar a sus compañeros varones cisgénero mientras observa con paciencia y anota todo. No sabe viajar en colectivo, sus xadres todavía no la dejan.  Se mueve mejor en las redes sociales que en la calle. 

PERSONAS EN CONSTRUCCIÓN POLÍTICA

Patricio Achával (18) es el presidente del Centro de Estudiantes del colegio al que iba M, la Escuela Técnica 15 Maipú, de Barracas. Ubicada en el centro comercial elegante del barrio, Patricio (Pato) viaja todos los días desde Banfield para llegar a la escuela (son 17 kilómetros en tren y en colectivo). Usa siempre sombrero. “No hay ningún reglamento que diga que no se puede ir a clase con sombrero. Prohíben ir con gorrita. De esa manera estigmatizan a los pibes que la usan. Esta es mi manera de protestar frente a esas estigmatizaciones. Muchas veces pido que me atiendan para hablar del Centro de Estudiantes y me contestan: ‘No tengo tiempo para eso. Pero sacate el sombrero’. Voy a plantearles a las autoridades temas que reclaman lxs estudiantes y no me dejan hablar. Me tienen 20 minutos contándome sus problemas. Y no resuelven nada de lo que vamos a pedir”. 

Muchxs chicxs de este Centro de Estudiantes están comprometidxs con el trabajo barrial y de alfabetización que se realiza en la Villa 21-24. Tienen vínculos con otras organizaciones a través de la Unión de Centros de Estudiantes del Sur y Maestros Villeros. Prefieren reunirse en una escuela que está ubicada en ese barrio porque allí se sienten cómodos. “Nosotrxs no podemos ir a los bares porque nos echan. No nos alcanza para pagar una bebida cada uno”, cuenta Patricio. Luchan por la ESI obligatoria, contra el gatillo fácil y por mejorar las viandas en las escuelas. Todavía no saben cómo resolver la falta de viandas suficientes. “Suena el timbre, hacemos una fila y nos reparten un sánguche de queso, una fruta y a veces una barra de pochoclo. Pero las viandas no alcanzan para todxs. Lxs últimos se quedan sin comer”. Hablan entre ellxs del noviazgo de una de las chicas con un pibe de otro curso. Ella se ríe pero no les contesta. Cuando la chica se presenta como bisexual no hacen ningún comentario, para ellxs es de lo más corriente. 

Ellxs quieren que se recuerde a M. Lo evocan como “una persona en construcción política. Era un chico humilde, vino algunas veces a las marchas. Era comprometido. Tal vez no compartíamos sus gustos musicales, le gustaba escuchar Cerati y música japonesa. Dibujaba cómics”. 

Estxs chicxs sienten que no pueden confiar en muchos de los adultos de su entorno escolar (directivos, profesores, preceptores). Sienten que para estos adultos son casi invisibles hasta que “les causan problemas”. “No nos traigan problemas, no nos compliquen, estamos cansados”. Patricio dice que esta es la respuesta más frecuente a pedidos por parte de lxs estudiantes. Cuando ya no pueden más y –por ejemplo– se caen las aulas a pedazos, lxs estudiantes crean un hashtag y lo publican en Twitter. “Tienen una p... de laburar que es impresionante. Y nosotrxs reproducimos eso. Durante mucho tiempo no supimos luchar contra esa marea. Nos costó mucho detectarlo” –señala Lautaro (17)–. Y ahora nos damos cuenta de que la Comisión de Género es fundamental para recuperar las ganas. Porque el feminismo es una cuestión emocional de las relaciones entre las personas”. Formaron la Comisión de Género quince días después de la muerte de M., integrada desde un comienzo por 40 estudiantes de todos los turnos. Y crearon un hashtag para recordar a su compañero. 

La Comisión pidió a las autoridades espacio para realizar de manera urgente una jornada de conmemoración y concientización. La respuesta fue que esperen al cierre del trimestre y la convoquen para un sábado. “Esa misma semana, entró una profesora al curso y nos preguntó si conocíamos al chico que murió. Le dijimos: ‘Profe, era nuestro compañero. Se sentaba ahí’. Ese mismo día esa profesora nos tomó una prueba”, recuerda Naiara (14). Pero no solamente eso. Liz interrumpe y agrega: “Un preceptor nos dijo ‘nos exigen a nosotros, ¿y ustedes qué hicieron por él?”. Que un adulto tenga el poder de decirle a un grupo de adolescentes a su cargo “al final ustedes no hicieron nada” y se tome la atribución de trasladarles una culpa que de ninguna manera les corresponde, es de una gravedad tremenda y una manera de instituir bullying de parte de un adulto a un grupo de chicxs. El bullying es descendente, viene desde arriba, desde quien tiene el poder y habilita esas situaciones.

La jornada de concientización tuvo que esperar hasta este miércoles. No fue abierta a la comunidad como querían lxs estudiantes. Se realizó bajo el título Primera jornada de formación y concientización: implementación de la Ley de Educación Sexual Integral, diversidad y derechos de los y las estudiantes.

REVICTIMIZANDO AL EDUCANDO

Otro reclamo de lxs adolescentes es el acceso directo al gabinete psicopedagógico, sin tener que pedir permiso antes. Si unx estudiante padece abusos, violencia de género u otros problemas graves, o necesita ser acompañadx en su transición de género, o sufre presiones por calificaciones o inasistencias, y se lx obliga a buscar a un profesor o preceptor para que medie, se lx está obligando a exhibir que precisa ayuda. Se lx revictimiza en ese camino. Tal vez necesite que lx acompañen sus compañerxs o nadie, y no un adulto. O tal vez sí, pero no tiene chance de elegir. El reglamento interno de esta escuela técnica dice: “Los alumnos podrán consultar al gabinete psicopedagógico o por derivación, con previo aviso al docente y/o preceptor del curso”. Está impreso en la libreta de comunicaciones a los padres. Es reglamento interno de la escuela, en otros colegios no existe esta disposición. ¿Quién pensó este reglamento? ¿Quiénes los consensuaron? ¿Intervinieron lxs estudiantes en alguna instancia de redacción del reglamento que deben obedecer? ¿Qué ocurre si unx chicx precisa hablar con el gabinete psicopedagógico de manera urgente y el tutor que debe autorizarlo no aparece por ningún lado? ¿Nadie evaluó que no se les puede cerrar la puerta de esa manera? 

“Están haciendo circular en la escuela que hablamos así porque queremos desprestigiar al colegio”, sostiene Patricio. Lxs adolescentes se dan cuenta de que –en muchos casos– tienen enfrente a una generación formada en las aulas secundarias de la dictadura 1976-1983, cuando los medios de comunicación caracterizaban las denuncias de los organismos de derechos humanos como “campaña antiargentina”. Lo saben porque leen y están especialmente atentos a lo que ocurrió en su país en aquellos años. Intuyen que estos adultos reproducen el mismo esquema argumentativo que aprendieron en la adolescencia, para silenciar a quienes reclaman que se respeten los derechos humanos.  Pero en las escuelas también hay adultxs que lxs cuidan, lxs acompañan y arriesgan su trabajo por defenderlxs. 

“En estos días una persona con peso en el colegio me dijo que hay profesores que se dedican a darnos alas a los chicos más grandes y no nos preparan para la vida fuera del colegio. Que después no les pase lo que le pasó a M por darle alas’”, refiere Lautaro, el único de la mesa que pidió café. El bullying de adulto a adulto corre y si pasa, pasa. “Quieren deshacerse de lxs profesorxs piolas, de lxs que nos cuidan y nos dedican tiempo. Una vez a un profesor no le permitieron leer un discurso en un acto y a otro le cortaron el audio de la película de San Martín en el momento en que arengaba ‘Seamos libres que lo demás no importa nada’”. 

“Nosotrxs estamos luchando por mejoras para la escuela, no para destruirla. Lo que se tiene que corregir es lo que ocurre en la escuela pública que atenta contra ella. Algunos directivos no apoyan a lxs profesorxs que despiertan a la escuela pública. De esta manera, atentan contra ella. El feminismo es amor. Amor debería ser una materia”, concluye Patricio. Su escuela tiene buen nivel académico y dispone de equipamiento moderno para los talleres. Pero es evidente que con eso no alcanza.

EN PRIMERA PERSONA

La publicación del Centro de Estudiantes del Normal 5 en solidaridad con sus compañerxs de la Maipú me impactó cuando la vi por primera vez en Facebook. El caso de un chico del barrio donde crecí, al que muchos adultos negaron el reconocimiento a su identidad de género, me movilizó y me hizo pensar que no podía quedarme de brazos cruzados. Más allá de lo delicado del tema, había otrxs chicxs en ese entorno que reclamaban ser escuchadxs. Pasar nuevamente por las calles que rodean al Normal 5, que por suerte siguen siendo muy estrechas y empedradas, pintadas ahora de muchos colores por un artista plástico, me transportó a mis años de adolescente. Faltaba en el aire el olor a galletitas y chocolate de la fábrica El Águila, que cerró en los 90. En las calles ya no se ven las chicas con guardapolvo blanco tableado ni a los varones del industrial esperando a la salida. Yo fui una chica del Normal 5 desde jardín hasta final de la secundaria. Y también tuve 14 años. Era 1978 y en Buenos Aires continuaba la cacería de militantes estudiantiles en la clandestinidad. De aquel año lo que más me quedó grabado fueron los breves simulacros de oscurecimiento por una posible guerra contra Chile, no tanto el Mundial de Fútbol. Lo recuerdo como un año triste, sin brillo. Nosotras marchábamos a los cursos en fila de cuatro en fondo mientras en los parlantes del patio sonaba una marcha militar. Yo sabía que tenía que callarme la boca, mis padres simpatizaban con la izquierda peronista y me contaron que en el pasaje del fondo de mi escuela la Triple A había acribillado en 1974 a Julio Troxler, un muchacho que se había salvado de morir fusilado por la Libertadora (la peor palabra del mundo para mis padres). Y las cosas después se pusieron muchísimo peor.

Hasta los 13 años yo creía que me gustaban los chicos, los que se destacaban como más inteligentes o más revoltosos. Hasta que un día entró al aula una mujer bastante mayor que me dejó muda. Algo muy raro me estaba pasando y no sabía cómo describirlo. En aquellos años el feminismo no había analizado todavía las relaciones sentimentales entre profesores y alumnos como abuso o relaciones de poder, o al menos la mayoría no nos habíamos enterado porque el feminismo era un movimiento extremadamente pequeño en Buenos Aires y silenciado por los medios de comunicación. Los teleteatros de Alberto Migré nos habilitaban a full para enamorarnos de nuestros profesores, justamente aquel año 1977 “la novela” Pablo en nuestra piel idealizaba un romance entre un profesor y una estudiante secundaria. Pero lo de Migré no era ninguna audacia. La Jo de Louisa May Alcott había formalizado una relación con el profesor Bhaer. Sin embargo, que una alumna se enamore de una profesora para aquellos años era algo ininteligible, incluso para la propia enamorada. Pienso ahora en la ingenuidad de aquella adolescente y me produce ternura. Nosotras no conocíamos la palabra “lesbiana” ni lo que significaba. No me producía ninguna vergüenza mi enamoramiento. Al contrario, me sentía orgullosa de ser diferente. Y eso a algunxs adultxs no les caía nada bien. En mi casa tampoco.

La profesora esta era encantadora. Enseñaba de una manera que podríamos comparar con el método Jacotot (el maestro ignorante): nos mostraba fotos de viajes a las pirámides de Egipto o nos hacía leer cartas de Encarnación Ezcurra a Juan Manuel de Rosas sin dar su opinión. Si te ibas a llevar la materia a diciembre, te hacía visitar el cementerio de la Recoleta y contarle qué viste. Si el relato le resultaba interesante, aprobabas. 

El año siguiente, 1978, fue aburrido sin ella. Me dediqué a escribir poemas de amor en un cuaderno Rivadavia. Llevaba el cuaderno a todas partes. Hace poco encontré una foto mía de aquel año. Con algunas compañeras de división íbamos de paseo por otros barrios y aprovechábamos para fumar sin que nos vieran nuestros padres. En la foto estoy dándole parejo a un cigarrillo Jockey Club, apoyada en un farolito del Rosedal. Ya se me vía con total transparencia lo torta. Había llevado al paseo el cuaderno con mis rudimentarios poemas lésbicos, pero no salió en esa foto. 

Cual novela de Alberto Migré, me tocó ese año una profesora villana. Esta profesora aburrida no se apartaba del manual de Ibáñez e intentaba dar largas explicaciones sobre asedios a castillos. En una de esas, seguramente harta de mi cara de tedio, la profesora villana capturó el cuaderno Rivadavia de mi pupitre y se puso a leer uno por uno aquellos poemas en voz alta a toda la clase, riéndose a toda máquina, mostrando cuán ridícula podía ser esa alumna. Mis compañeras no le llevaron el apunte, el hecho no tuvo trascendencia para ellas. La profesora villana no pudo instalar en el aula el bullying que pretendía. 

Fue muy reparador para mí advertir, durante los años siguientes, que aquella profesora que me deslumbró no se escandalizó de mis sentimientos y –sin moverse de su rol de docente– me cuidó de la jauría de profesoras lesbofóbicas dispuestas a despedazarme. Gracias a su intervención, nunca más volvieron a molestarme en la escuela por ser así. Años después conocí por fin la palabra “lesbiana” y empecé a reconocerme con tal. 

Tenía yo 14 años y todo podría haber sido distinto. Por suerte no lo fue. Siempre hubo docentes comprometidxs que dan alas y estudiantes con derecho a crecer rodeadxs de amor y respeto. Cada opresión nace con su fecha de vencimiento grabada en la solapa. Más allá del dolor de aquello que nunca podrá ser reparado.



Esta pintada permaneció durante siete días en la Escuela Técnica, pero fue borrada 
el fin de semana del 16 de septiembre, aniversario de La Noche de los Lápices.





Fuente: Página 12 - Suplemento SOY - Por Adriana Carrasco.

INTERPELANDO LA VIOLENCIA POLÍTICA

Título original: debates sobre violencia política

Muchas veces nos preguntamos si hay o no más violencia contra las mujeres. Algo difícil de responder con plena certeza. De todos modos, no erramos al afirmar que existe una sostenida y persistente violencia de género contra las mujeres y personas de identidades no hegemónicas. La raíz histórica podemos anclarla en el sistema capitalista, patriarcal y racista de dominación. Pero necesitamos explicar un poco más cuáles son sus características en contextos de políticas neoliberales, que han dado como resultado en el mundo, una concentración fabulosa de la riqueza en poquísimas manos y niveles crecientes de exclusión, pobreza, desigualdad, violencia social y política. Incluso a pesar de las diferencias, resulta ser un fenómeno que afecta también a los países desarrollados.




En América Latina a partir del avance de las derechas neoliberales y el repliegue de los gobiernos populares, ha crecido la violencia política en general, pero con especial impacto contra las mujeres y sus liderazgos. No es casual además que esos gobiernos populares llevaron por primera vez a las primeras magistraturas a lxs olvidadxs de la historia: mujeres, indios, negros, obreros. Femicidios políticos, prisiones, persecuciones y hostigamiento judicial-mediáticos contra las principales mujeres líderes opositoras recorren las crónicas de los últimos dos o tres años. Pero esto no termina sólo en la violencia política a las principales figuras. Esa violencia derrama hacia espacios de la sociedad, que son habilitados desde las indulgencias modelizadoras estatales.




Es interesante analizar la diferencia de tono y carácter del debate del aborto, antes y después de la media sanción de la ley en la Cámara de Diputados de la Nación. La virulencia creciente de los sectores contrarios a la ley se expresó en amenazas, agresiones verbales y físicas a mujeres - especialmente jóvenes-, portadoras del pañuelo verde o hacia profesionales de la salud que garantizan los abortos legales. Vimos también con estupor como fue una dirigente docente mujer en Moreno la elegida para pasar de las amenazas a la acción. No es exclusivamente hacia las mujeres, pero es importante no perder de vista el sesgo misógino, patriarcal que también adquiere este tipo de violencia política. La respuesta desde el Estado y la dirigencia política en su conjunto debería haber sido inequívoca. Porque sabemos que desde episodios aislados, luego se han recorrido derroteros del terror. Tenemos una vasta y triste experiencia.

En un contexto general bastante desolador, hemos sido las mujeres las articuladoras de un grito global de denuncia y resistencia. Se hizo internacional, masivo y visible a partir del Ni una menos, contra los femicidios como forma extrema, pero rápidamente avanzó con los reclamos contra las desigualdades económicas, laborales, étnicas, raciales y otras injusticas sociales, como la ilegalidad del aborto. Salta a la vista el contraste entre la autonomía creciente de las mujeres y la persistencia de las formas de violencia machista, con su brutalidad material y simbólica.

Con una enorme capacidad de interpelación y rebeldía, el feminismo viene poniendo al desnudo los mecanismos de coerción de la violencia de género, tanto los superestructurales como aquellos que permean el entramado de las relaciones sociales, políticas y familiares. Este movimiento con toda su diversidad, pudo articular rápidamente la denuncia de la violencia femicida junto a las formas de la dominación neocolonial y patriarcal. Con una enorme potencia anti-neoliberal y una gigantesca capacidad de movilización. Se han podido sortear las estrategias de captación por parte del poder y el gobierno de turno: no existe el presidente de diseño “feminista menos pensado”. El neoliberalismo provoca y profundiza las desigualdades sociales y de géneros.

Desde las representantes legislativas se han comenzado a impulsar varias iniciativas para reformar la ley integral de violencia contra las mujeres, con el objetivo de incluir la figura de la violencia política. Es un clima de época que estemos abordando estos baches legislativos. Pero la respuesta central no es legislativa, es política. Necesitamos convocarnos a construir una respuesta desde las mayorías populares, que permita derrotar el proyecto de ajuste, hambre, deuda y desigualdad. Pero sobre todo, abrazarnos en la construcción de un proyecto popular, de justicia social e igualdad, que será ineludiblemente feminista.

 Fuente: Página 12 - Por Estela Díaz