domingo, 24 de marzo de 2019

MUJERES EN DICTADURA; EL TERRORISMO DE ESTADO SOBRE NUESTROS CUERPOS




En el marco de los juicios por lesa humanidad llevados a cabo en el país, creemos necesario mirar con perspectiva de género los hechos que sucedieron en la última dictadura.
Según el Informe Nacional sobre Desaparición de Personas, el 33% del total de los desaparecidos y desaparecidas entre 1976 y 1983, fueron mujeres. A partir de los testimonios de las sobrevivientes, sabemos que existía una violencia específica hacia ellas. Fue sistemática, planificada y aplicada en casi todas las detenidas, en los diversos Centros Clandestinos de Detención (CCD) del país.

Torturas especializadas
En los CCD todos los maltratos estaban permitidos tanto para varones como para mujeres. Denigración, golpes, picana, submarino, violaciones, desnudez obligatoria. En el caso específico de las mujeres, además de todas las anteriores, incluían otros métodos. Por ejemplo, introducían objetos en las vaginas, cuando menstruaban no tenían acceso a protección, eran manoseadas por los torturadores, entre otras.

Además, como parte del plan de exterminio y desaparición, las mujeres embarazadas recibían los mismos tipos de vejaciones que todos. Los partos y nacimientos en cautiverio ocurrían incluso dentro de los CCD que contaban con salas especiales para ello. De hecho, muchas denunciaron que las torturas les produjeron abortos. Otras, que las condiciones de salud, higiene y limpieza eran pésimas. En muchos casos, a los siete meses de embarazo, aproximadamente, les inducían el parto, que en general eran cesáreas. Además de médicos, uniformados y civiles armados presenciaban los nacimientos. En otros casos, las detenidas empezaban el trabajo de parto y no recibían asistencia médica sino de sus mismas compañeras detenidas. Muchas veces se obligaba a las mujeres que acababan de parir, a limpiar el lugar donde habían dado a luz.

A todos estos métodos de tortura, se sumaba la incertidumbre sobre sus vidas y las de sus hijos, si iban a quedar juntos o si iban a ser liberados. Otra práctica común, era hacer que la detenida escribieran una carta para sus parientes, a quienes se la iban a entregar junto con sus hijos. Pero esto casi nunca ocurrió. Cientos de bebés expropiados fueron arrancados de los brazos de sus madres al momento del parto. De la mayoría de ellos, todavía no se conoce el paradero.

Lo que se calla
Sonderéguer, coordinadora de la investigación Análisis de la relación entre violencia sexual, tortura y violación a los derechos humanos, publicado por la Universidad Nacional de Quilmes, indica que el castigo de la dictadura hacia las mujeres era no sólo por “subversivas”, sino también por ir en contra de lo que la sociedad patriarcal esperaba de ellas por ser mujeres.

Según la investigadora María Sonderéguer, las mujeres que fueron víctimas de la última dictadura militar en Argentina, sufrieron un doble castigo: Por militantes y por transgredir el orden machista establecido.
Sonderéguer señala que el silencio respecto de la violencia específica sobre las mujeres en la última dictadura se relaciona con dos razones. Por un lado “es una cuestión postergada” y por otro, “su tratamiento pone en discusión el orden sociocultural actual y no sólo el del contexto del terrorismo de Estado”. Al respecto también apunta que la impunidad con la que se ejecutó la violencia sexual durante el terrorismo de Estado “pone de manifiesto todos los prejuicios sexistas que subyacen aún hoy en la valoración de los delitos sexuales”.

Desde el año 2000 la Corte Penal Internacional considera delito de “lesa humanidad” a las violaciones, la esclavitud sexual, la trata, la esterilización forzada y los abusos sexuales cometidos dentro de un plan sistemático contra una población civil.

En Argentina, recién en 2010, este tipo de delitos cometidos sistemáticamente por los represores durante la última dictadura militar, pasaron a ser considerados de lesa humanidad.

Nos gustaría agradecerle a esas mujeres, a esas madres, abuelas e hijas que han puesto el cuerpo y el alma, que nos han legado la lucha, la resistencia, la fuerza y la convicción para torcer lo dado, para pelear en contra de lo terrible y lo injusto. Nos han enseñados a pararnos firmes ante las atrocidades del poder y el Estado patriarcal. Hemos aprendido que a veces podemos cansarnos, pero nunca rendirnos y que todas juntas somos invencibles. Gracias.
En Córdoba
En la Megacausa La Perla/La Ribera sí se juzgaron los delitos sexuales como delitos de Lesa Humanidad, tratados como tales y no simplemente bajo la figura legal de tormentos. Hubo siete condenas por abuso deshonesto, figura jurídica que que se refiere a actos sexuales que atentan contra la libertad sexual y no necesariamente llegan a la penetración. También los militares fueron juzgados y condenados por primera vez en Córdoba, por el robo de bebés.

La violencia que se ejerció en esos años sobre el cuerpo de las mujeres, no se puede igualar a otras. Su particularidad radica en que es consecuencia también, de una estructura de poder machista que se repite hasta la actualidad con diferentes caras. Esta mirada hacia el pasado y hacia los crímenes de lesa humanidad cometidos sobre mujeres, aporta a la reparación del daño como sociedad, a los procesos de justicia y a la construcción de una memoria colectiva que repudie el terrorismo de Estado.

También afirmamos que es imprescindible seguir analizando así la relación entre mujeres y Estado para poder problematizar y transformar las violencias que son ejercidas cotidianamente sobre nuestros cuerpos. Cada vez que en un hospital nos niegan la posibilidad de un parto respetado, cada vez que un policía no nos permite amamantar en la calle, cada vez que un funcionario público es miembro de una red de trata, entre múltiples ejemplos de situaciones que vivimos a diario.

Nos gustaría agradecerle a esas mujeres, a esas madres, abuelas e hijas que han puesto el cuerpo y el alma, que nos han legado la lucha, la resistencia, la fuerza y la convicción para torcer lo dado, para pelear en contra de lo terrible y lo injusto. Nos han enseñados a pararnos firmes ante las atrocidades del poder y el Estado patriarcal. Hemos aprendido que a veces podemos cansarnos, pero nunca rendirnos y que todas juntas somos invencibles. Gracias.

 Fuente: Latinta

martes, 19 de marzo de 2019

LAS OTRAS. ABORTO CLANDESTINO Y MATERNIDAD INFANTIL

En Catamarca una joven falleció por un aborto clandestino, en Chaco una adolescente de 14 años parió un bebé resultado de una violación. ¿Quiénes son las Otras que aún en este siglo siguen viviendo en la precariedad absoluta?

I

Dicen los titulares en los diarios:



“Otra víctima de la clandestinidad”
“Otra nena violada”
“Otra persona obligada a parir”
“Otra muerte anunciada”



Otra vez la misma nota que se parece tanto a otra nota, que se parece tanto a aquella otra piba que también 
se murió.



En la clandestinidad la puesta en escena de la tragedia es un loop.

8M intervención del grupo “Impacto teatral”Fotos: Irina Lavallena

II

Esta semana se cumplieron siete años del fallo FAL, a partir del cual la Corte Suprema de Justicia exhortó al Estado Nacional, a las provincias y a la Ciudad de Buenos Aires a implementar y hacer que se cumplan protocolos hospitalarios para quitar los obstáculos que limitan o impiden que las personas accedan a su derecho a la interrupción legal del embarazo.

Sin embargo, la realidad no es tal: al día de hoy, 4 provincias argentinas no tienen protocolos ni adhieren al del Estado Nacional. Día a día el sistema de salud argentino, nos llena de noticias y de nombres de mujeres y niñas que deben elegir entre ser obligadas a parir o morir en el intento.

En Chaco una adolescente de 14 años dio a luz un bebé resultado de una violación. Ambos debieron someterse a un tratamiento de Mal de Chagas. A los 11 años ella había sido entregada a un hombre de 59 a cambio de una moto. Luego de tener al bebé, pidió no quedar a cargo de su padre alcohólico.

En Catamarca, una joven de 30 años falleció por una infección generalizada que se inició a partir de un intento de aborto clandestino. Vivía en un pequeño pueblo de 300 habitantes, tenía dos hijes. Sus amigas sabían que intentó abortar, pero no lo sabía su familia.

En Tucumán, una niña de 11 años violada y embarazada solicitó la interrupción legal de su embarazo. El Estado dilató la intervención para finalmente decidir realizarle una cesárea a la semana 23 de gestación. A los pocos días, la bebé muere.

Aparece entonces -entre la rabia- la pregunta por esas personas cuyas vidas están expuestas a la máxima vulnerabilidad posible. Sus cuerpos son forzados a atravesar cualquier límite y optar por meterse una rama de perejil en sus vientres, aunque las lleve a la muerte con tal de haber decidido en su vida por lo menos algo.

Nos preguntamos por esas “Otras” que aún en este siglo siguen viviendo en la precariedad absoluta y sufren a diario la imposibilidad de pensar siquiera en exigir su legítimo derecho a la vida.

¿Quiénes son las Otras? ¿Dónde están? ¿Qué lugar ocupan en nuestros medios, en nuestras notas, en nuestras organizaciones, en nuestras movilizaciones? ¿En qué se parecen las Otras a las pibas que posan con glitter verde en la cara para las fotos que llenan nuestras redes sociales? ¿En qué se parecen las Otras a nosotras?

III



Simone De Beauvoir plantea en El segundo sexo que las mujeres somos lo Otro en la Historia; que toda la historia de la humanidad está escrita y protagonizada por varones. Y las mujeres quedamos por fuera, en los márgenes, en las sombras de los relatos, de las grandes hazañas, de la guerra, el arte y la ciencia. Las cosas cambiaron mucho desde 1949. Ahora hay mujeres y (en menor medida) identidades disidentes en la ciencia, en las artes, en las fuerzas coercitivas del Estado. Sus historias comienzan a tomar protagonismo e incluso los discursos sobre equidad de género son un ítem obligado en la agenda política actual. Sin embargo, sigue quedando lugar para sombras. Siguen invisibilizándose relatos. Ahora, las Otras son las pobres.

IV



El intelectual italiano Giorgio Agamben habla del homo sacer: la figura del derecho por la cual, aunque sea ilegal quitarle la vida a las personas, hay veces que cuando esto sucede, no hay pena para quien comete el acto.

Es decir, vidas cuyos asesinatos son legítimos. Por su parte, Judith Butler refiere a la distribución desigual del derecho a duelo, da cuenta de  “aquellxs cuyas vidas no se ‘consideran’ susceptibles de ser lloradas, y por ende de ser valiosas, están hechxs para soportar la carga del hambre, del infraempleo, de la desenmancipacion jurídica y de la exposición diferencial a la violencia y la muerte”.



Bajo este paradigma: ¿Qué hace que una vida sea valiosa? ¿Qué hace que una vida no sea una cosa? Quizás la imposibilidad de vender ese cuerpo a cambio de una moto, la imposibilidad de violar ese cuerpo, la imposibilidad de forzar a ese cuerpo a gestar y parir… Esas atribuciones podrían servirnos como primer esbozo para pensar qué hace la diferencia entre lo humano y lo inhumano.

Las pibas pobres, trans, negras, niñas y originarias, quedan -sin dudas y con dolor- del otro lado de la frontera. Del lado de la violencia sistemática. Del lado de la compra y venta de cuerpos. Del lado de la hipocresía política y la vulneración estatal. Del lado de lo invisible. Son las Otras y se acumulan, se apilan sus iniciales en los titulares de los diarios. 
Las pibas pobres, negras, trans, travas y originarias quedan del lado del genocidio silencioso.

Fuente: El grito del Sur - Por Roma Barrientos.

viernes, 15 de marzo de 2019

LAS VIOLACIONES EN LA ESCUELA DE MECÁNICA DE LA ARMADA ARGENTINA

Título original: "Ellos podían hacernos los que quisieran"








“En la ESMA hubo una asimetría de poder que posibilitó todas las vejaciones que sufrimos como mujeres.” La que habla es la periodista y sobreviviente de ese centro clandestino Miriam Lewin. Lo hace ante un tribunal, en el marco de una de las tantas veces que dio testimonio por el secuestro, las torturas y las vejaciones que sufrió en ese centro clandestino. Le cuesta hablar de eso, pero sigue. Se esfuerza para que todos y todas en la sala tribunalicia entiendan que nada de lo que sufrieron ella y sus compañeras de cautiverio fue una casualidad o un exceso de algunos genocidas. “Nosotras éramos sus prisioneras y ellos podían hacer con nosotras, con nuestros cuerpos lo que quisieran. Eso fue lo que vivimos por el hecho de ser mujeres”, aseguró entonces Lewin. El extracto de su testimonio se repite en loop junto al de otras sobrevivientes de ese encierro proyectados sobre la pared de una de las salas del casino de oficiales de la ex Escuela de Mecánica de la Armada, convertida desde hace algunos años en sitio de memoria. En la pared de otra sala, aparecen y desaparecen los nombres de todas las que pasaron por allí. Y más allá, más extractos de testimonios ploteados y aunados bajo el título que le da nombre a la nueva muestra temporaria del museo: Ser mujeres en la ESMA. Testimonios para volver a mirar.

La flamante exposición se integró ayer a la permanente que habita el casino de oficiales desde que fue convertido en espacio de memoria y reflexión sobre las violaciones a los derechos humanos que allí tuvieron lugar. La titular del museo, Alejandra Naftal, la definió como “un desafío” para el espacio. “Tomamos una interpelación del presente hacia el pasado”, explicó. Y le hicieron frente a partir de un trabajo conjunto que integró a varias mujeres sobrevivientes del centro clandestino. Dos de ellas, Ana Testa y Graciela García, participaron de la inauguración y remarcaron la importancia de que el sitio hablara desde la perspectiva de género “por fin”, insistió García. 

“Es la tercera vez que piso este lugar desde que me liberaron. Me transpiran las manos”, contó la Negrita, que fue secuestrada en 1976 y hasta 1982 sufrió “controles” de parte de la patota de la Armada. Fue ayer porque le pareció oportuno celebrar que “por fin” se empezaban a hablar de “cosas que son tabúes”, como los delitos sexuales cometidos en la ESMA. Minutos antes, Testa había diferenciado las vivencias de las detenidas “más antiguas” de las que, como ella, habían llegado al centro clandestino desde 1979 en adelante. García apuntó que “siempre el propósito que tuvieron fue el de destruirnos. Y nos llevó muchos años reconstruirnos. No se salvó ninguna compañera y lo que es peor, luego a muchas las mataron. Algunas supieron cómo contarlo antes de desaparecer, otras enloquecieron”, sostuvo. Las primeras vejaciones que sufrían eran las de los “verdes” en Capucha, un sector en el último piso del casino de oficiales en donde se acumulaban los y las detenidos. Golpes, toqueteos, duchas sin intimidad y algunos casos de violaciones, reconstruyó.

Ella, como varias otras sobrevivientes, empezaron a relatar los abusos ante la Justicia, en los juicios. Ella, particularmente, sufrió un acoso de Antonio Pernía mientras dormía en uno de los camarotes, y abusos sistemáticos de Jorge “Tigre” Acosta, que la sacaba del centro clandestino y la llevaba a un departamento los fines de semana donde la mantenía encerrada. “Esta fue mi parte. Muchas compañeras han sufrido antes durante y después toda la gama de violencia sexual imaginable de parte de una patota de asesinos y locos que hacían lo que querían con vos y tu familia. A muchas las mataron. Otras sobrevivieron y han relatado en los juicios lo que no les habían contado ni siquiera a sus maridos. Para mí, los juicios en ese sentido fueron reparadores.” 

La apertura también contó con la asistencia de miembros del Juzgado Federal de Instrucción 12, a cargo de Sergio Torres –quien también estuvo presente–, del equipo permanente del museo, de la abogada querellante en la causa Carolina Varsky y de investigadoras, entre tantas otras colaboraciones. García señaló a Torres como el único juez en la causa ESMA que diferenció a los delitos sexuales del resto de los crímenes de lesa humanidad.

Durante el tercer juicio que se llevó a cabo por los crímenes en ese centro clandestino, la fiscalía a cargo de Mercedes Soiza Reilly insistió para que se ampliara la acusación contra los represores por delitos sexuales, sin éxito. Según cifras actualizadas de la Procuraduría especializada en delitos contra la humanidad, solo el 12 por ciento de las sentencias emitidas hasta hoy incluye este tipo de delitos. Esos fallos reúnen los casos de solo 86 víctimas y afectan a 98 represores de los más de 800 condenados.

“Los crímenes de violencia sexual fueron silenciados incluso por las propias víctimas. La Justicia durante muchísimo tiempo no dio lugar para que pudieran hablar de esto. Pero de repente algunas empezaron a hablar de todos modos, entonces empezamos a ver la sistematicidad en el delito. Descubrimos que era el plus de la violencia ejercida sobre las mujeres dentro de los campos”, mencionó ayer la fiscal, durante el recorrido por la muestra. La visibilidad de los crímenes en tanto tales, evaluó, “repercute de manera positiva en la reflexión tanto de la Justicia como de la sociedad civil sobre cómo hacemos para reparar a las víctimas del terrorismo de Estado y como hacemos para que no vuelva a ocurrir”.

Después de un año y medio de trabajo, el equipo del Museo Sitio de Memoria ESMA llegó a la exposición que se inauguró ayer. A partir de testimonios, investigaciones y libros que se preguntaron sobre el plus de violencia que sufrieron sobre sus cuerpos y espíritus las mujeres que fueron víctimas del terrorismo de Estado, se pone de relieve la perspectiva de género en la violencia institucional y genocida desplegada en ese centro clandestino, sus efectos y las estrategias para afrontarlos y, en lo posible, repararlos.

La exposición comienza en el mismo punto de partida de la exposición fija del museo con una autocrítica. Por un lado, todas las palabras que generalizan con el masculino en el texto de apertura habitual aparecen subrayadas, marcadas con un círculo y señaladas hacia “a”, “las”, “as”. Y al lado de ese texto aparece otro, nuevo, en el que se ofrece una explicación acerca del “silencio del guión museográfico acerca de la violencia sexual sobre las mujeres”. Allí, el equipo del sitio apunta que la muestra temporaria Ser mujeres en la ESMA dialoga con esa aparte de la historia reciente de nuestro país que fue “omitida” de la lucha temprana por la memoria, la verdad y la justicia y luego, los primeros juicios de lesa humanidad.

Fuente: Página 12 - Por Ailín Bullentini

martes, 12 de marzo de 2019

EL 31% DE LAS MUJERES DE EUROPA DEL ESTE HAN SUFRIDO VIOLENCIA MACHISTA





Es la primera vez que la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE) investiga la violencia de género de forma sistemática en el este de Europa. El secretario general de dicha organización Thomas Greminger declaraba al respecto de un estudio publicado la semana pasada que “la violencia contra las mujeres y las jóvenes es una violación persistente de los derechos humanos”. Los resultados de la investigación ofrecen un escenario muy grave, resume el informe. En él se calcula que unas 16 millones de mujeres que viven en la zona habrían sufrido algún tipo de maltrato mientras mas de tres millones de ellas habrían sufrido además agresiones y violaciones que les provocaron heridas o embarazos no deseados.

La investigación se ha llevado a cabo en ocho países del este de Europa: Albania, Bosnia y Herzegovina, Montenegro, Macedonia, Serbia, Moldavia, Ucrania y Kosovo. Según los datos extraídos, hasta el 70% de las mujeres de la región habrían denunciado ser víctimas de abusos sexuales, acoso y otros tipos de violencia desde los 15 años. Es por eso que Greminger pedía mejoras las correspondientes leyes nacionales así como políticas para facilitar la protección de las mujeres.

Esta violencia estaría muy presente en el día a día de las mujeres afectadas, ya que hasta un 31% de los abusos habrían tenido lugar en los últimos 12 meses y en el 23% de los casos el agresor habría sido la propia pareja.

La OSCE reconoce que la violencia de género es “una amenaza para ambos, tanto para la mujer como para la sociedad” y su jefe aseguró que este estudio “es un paso importante para erradicar la violencia contra las mujeres”. Asimismo, se reconoce que la violencia de género es un tipo de violencia específica que puede derivarse de los conflictos bélicos.

En estos países, la acción de la justicia y del Estado parece ser nula, ya que casi tres cuartas partes de las mujeres entrevistadas no saben a dónde acudir en caso de abuso y solo el 7% contacta a la policía en el caso de ser agredida por su pareja. Sin embargo, el problema es más que conocido, ya que seis de cada diez mujeres opina que la violencia machista es muy común en su entorno; una cifra que asciende hasta el 88% de las encuestadas en Albania.

Un mayor riesgo de ser maltratadas presentan las mujeres pobres, que dependen económicamente de su pareja, así como aquellas con cargas familiares. También sufren más abusos las mujeres pertenecientes a minorías o las jóvenes. Asimismo las mujeres cuyas parejas son alcohólicos, están en paro o han luchado en conflictos armados sufren en mayor medida malos tratos en el hogar. Sin embargo, las mujeres con educación superior también tenderían a experimentar mayores niveles de violencia, en especial por parte de hombres que no son su pareja.

“En esta región continúa habiendo una creencia en la sumisión femenina, la obediencia conyugal y el silencio alrededor del fenómeno de la violencia contra las mujeres y las niñas”, explica el informe. Es decir, que las mujeres emancipadas suponen una amenaza al sistema de valores tradicional machista y por ello son objeto de más ataques.

Un 55% de las mujeres entrevistadas en Moldavia, por ejemplo, cree que “la violencia doméstica es una cuestión privada”. En el informe se calcula que unos 850.000 hombres habrían violado a sus propias parejas. Una peculiaridad, sin embargo, es que el acoso físico, es decir, la persecución, arroja una cifra en la región más baja que en el resto de la UE. Mientras en la Unión un 18% de mujeres de media aseguran haber sido acosadas, en los países del este retratados en el estudio no se pasa del 13%. El uso de las nuevas tecnologías indica un mayor índice de acoso, de ahí que las mujeres de mayor edad aseguren ser o haber sido en el pasado menos acosadas.

Para la recogida de datos se entrevistó a unas 1.500 mujeres en la primavera y el verano de 2018, haciendo uso de un método tanto cualitativo como cuantitativo. La metodología empleada ha sido la misma que la llevada a cabo en 2014 en la mayoría de países europeos, por lo que los datos son comparables. Según la OSCE la encuesta trata de completar la información que se recogió entonces, en la cual no se estudió a estos países, que en parte han pasado a ser candidatos a formar parte de la Unión.

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Fuente: El Salto - Por Carmela Negrete.

lunes, 11 de marzo de 2019

QUÉ ES EL MACHISMO: ESTEREOTIPOS, PATRIARCADO Y MUJERES COLONIZADAS

El patriarcado tiene sexo, es masculino y es bajo esa mirada que se organizan las diferentes sociedades en el mundo. Mientras tanto el machismo como su expresión extrema surge del sistema de creencias, actitudes y conductas que recrean el poder, la dominación masculina y la subordinación femenina. Machismo son esas conductas, mensajes y acciones cotidianas que ubican a los varones en una situación de supremacía en relaciones a las mujeres y otras personas feminizadas por el patriarcado. El estereotipo de varón machista es occidental, blanco, heterosexual y propietario, condiciones básicas en el imaginario social para expresar y ejercer poder.

Cada día es más claro para la sociedad que son las mujeres las que lideran la lucha antipatriarcal porque son las que sufren la asimetría socio-económica-cultural a la vez que sus necesidades tienen poca o nula respuesta de las instituciones republicanas de los Estados de toda América.
El movimiento de mujeres viene diciendo NO y ese NO suena y resuena cada vez más fuerte, lo que produce la contraofensiva de los macho-activistas, ya sea en Argentina o en cualquier país donde las mujeres conquistan y fortalecen derechos e irrumpen en el espacio público, lugar donde hasta hace un tiempo los machos circulaban impunemente.

A muchos varones es inútil explicarles que los derechos de las mujeres nunca pueden perjudicarlos porque ellos con su mentalidad machista evalúan como perjudicial la pérdida de sus históricos privilegios. Ese colectivo machista está conformado por los hombres que tratan consciente y activamente de sostener, cualquiera sea el costo que les imponga el patriarcado, la dominación masculina y la subordinación de las mujeres. Cuentan con el acompañamiento de esas mujeres colonizadas por el patriarcado, que gozan por extensión de los privilegios masculinos y que tienen palabras descalificatorias hacia la lucha de sus congéneres.

Quienes integran esos grupos machistas van desde los que con aire de ingenuidad afirman y preguntan “A ellas no se las entiende, ¿y ahora que quieren?”; o los “humoristas” que con poca inteligencia solo relatan chistes sexistas, homófobos, racistas y clasistas; o los macho-explicadores que aconsejan a las mujeres ”pará chiquita, yo te voy explicar lo que es la vida”, o intentan decirle a las feministas cómo deben comportarse mientras ponen cara de expertos en la liberación femenina, hasta los que ejercen violencia de género extrema contra las mujeres, golpeando, violando y asesinando.
Encontramos también a los que intentan dividir a las feministas con el amplio movimiento de mujeres acusándolas de “hembristas”, “feminazis”, “feministas radicales”, “gestapo feminista”, “fanáticas feministas”, “feministas que odian a los hombres”; o aconsejan que “las feministas deben cuidar que su brazo fundamentalista no se los coma”. En general son “varoncitos” que antes no hablaban de las injusticias sufridas por las mujeres pero, desde hace un tiempo, no pierden oportunidad de intervenir. Sus afirmaciones ocultan la histórica y mundial asimetría estructural que existe en beneficio de los hombres, mientras que con sus gestos “benévolos” tratan de mostrar que quieren lo mejor para la humanidad (o sea ellos) y proponen un discurso supuestamente ético y siempre mentiroso. Queda claro que estos machos solo cambiarán o aceptarán la nueva realidad por el sostenido NO de las mujeres.

La inmensa mayoría de varones está aún muy atrás de la pacífica revolución feminista y esa lejanía mantiene la dramática realidad de la violencia hacia las mujeres y su máxima expresión, los femicidios, pues es en esa masa de hombres y de mujeres colonizadas por el patriarcado el contexto en donde se juegan las violencias contra las mujeres, niñas y niños.

También son políticamente muy fuertes los varones prostituyentes; los que alquilan cuerpos de mujeres pobres convirtiendo sus deseos de ser padres en derecho y los que con poder político y religioso impiden que las mujeres decidan sobre sus cuerpos.

En nuestra sociedad hay hombres que simpatizan con la lucha de las mujeres. Muchos profundizan esa empatía modificando creencias y conductas logrando configuraciones familiares más democráticas e igualitarias.

Fuente: Clarín - Por Enrique Stola

jueves, 7 de marzo de 2019

DINAMARCA FRENTE A LA VIOLACIÓN Y LA IMPUNIDAD ENDÉMICA

Título original: Amnistía denuncia la " impunidad endémica" frente a la violación en Dinamarca.

Dinamarca es visto como un país ejemplar en lo que a igualdad de género se refiere pero esta imagen oculta otra realidad, la de uno de los índices de violación más altos de Europa y la de una “impunidad endémica” de quienes cometen las violaciones, ha denunciado Amnistía Internacional.

En un nuevo informe, ‘”¡Queremos respeto y justicia!”. Superar los obstáculos de las supervivientes de violación a la justicia en Dinamarca’, la ONG denuncia que mujeres y niñas se encuentran desprotegidas debido a las “leyes desfasadas” vigentes en el país. Asimismo, pone de manifiesto que muchas de ellas no denuncian las agresiones sufridas por temor a que no las crean o a sufrir estigma social o por falta de confianza en el sistema de justicia.

El informe es el resultado de entrevistas con 18 mujeres y niñas de más de 15 años que han sufrido violación, así como con ONG, especialistas y autoridades pertinentes. Según ha podido constatar Amnistía, en Dinamarca se denuncian muchas menos violaciones de las que realmente se comenten y la probabilidad de condena de los culpables es “muy pequeña”.

En 2017, se produjeron entre 5.100 violaciones, según los datos del Ministerio de Justicia, y 24.000, según un estudio reciente, sin embargo solo 890 mujeres denunciaron violación ante la Policía. De estas denuncias, aunque 535 dieron lugar a procesamiento solo 94 terminaron con una sentencia y sólo 94 se resolvieron con sentencia condenatoria.

A pesar de la imagen de Dinamarca como país con igualdad de género, la realidad es muy distinta para las mujeres, debido al grado terriblemente alto de impunidad de la violencia sexual y a anticuadas leyes sobre la violación que no cumplen las normas internacionales”, ha lamentado el secretario general de Amnistía Internacional, Kumi Naidoo.

NO SE TIENE EN CUENTA SI HUBO CONSENTIMIENTO

Aunque Dinamarca ratificó el Convenio de Estambul en 2014, el cual sostiene que la violación y todos los demás actos de naturaleza sexual no consentidos deben ser calificados como delitos, la legislación danesa no se basa aún en la falta de consentimiento para definir la violación sino que lo hace en base a si hubo violencia física, amenazas o coacción y en si se puede determinar que la víctima no pudo resistirse.

“Lo cierto es que el sexo sin consentimiento es violación”, ha defendido Naidoo. “No reconocerlo así en la ley deja a las mujeres expuestas a sufrir violencia sexual y fomenta una peligrosa cultura de culpabilización de la víctima e impunidad, que se ve reforzada por mitos y estereotipos muy extendidos en la sociedad danesa, desde el terreno de juego hasta el vestuario, y desde la comisaría de Policía hasta al banquillo de los testigos”, ha subrayado.

Según Amnistía, la existencia de prejuicios profundamente arraigados en el sistema de justicia es una de las razones del bajo índice de condenas en el país, unido a la desconfianza en el sistema junto con el miedo a no ser creídas o a ser culpadas de quienes han sufrido una violación y que las lleva a no denunciar.

La investigación ha permitido a la ONG constatar que muchas mujeres se encuentran con actitudes de desprecio, culpabilización de la víctima y prejuicios durante el proceso para denunciar lo que les ha ocurrido. Kristine, una periodista de 39 años, ha asegurado a Amnistía que el proceso de denuncia supuso “soportar más miedo, vergüenza y humillación”. “Si hubiera tenido 20 años, no habría seguido tras el primer intento”, ha añadido.

Amnistía considera que el hecho de centrarse en la resistencia y la violencia en vez de en el consentimiento de la víctima ha afectado no sólo a la denuncia de las violaciones, sino también a la sensibilización en general sobre la violencia sexual, aspectos, ambos, que “son clave para prevenir las violaciones y abordar la impunidad”.

HACEN FALTA MEDIDAS MÁS AUDACES

En este sentido, la ONG ha celebrado que el Gobierno danés haya puesto en marcha un grupo de expertos para que recomienden iniciativas que puedan ayudar a las víctimas de violación a recibir apoyo adecuado y tratamiento profesional cuando accedan al sistema, si bien ha sostenido que el Ejecutivo “tiene que tomar medidas mucho más audaces y modificar la legislación para que esté basada en el consentimiento”.

Además, ha subrayado que aunque reformar las leyes actuales sobre la violación “sería un paso esencial para cambiar las actitudes y conseguir justicia”, hace falta “hacer aún mucho más para generar un cambio social e institucional”.

Esto pasa, según Amnistía, por adoptar medidas legales que garanticen que “los mitos sobre la violación y los estereotipos de género son cuestionados en todos los niveles de la sociedad y que los profesionales que trabajan con supervivientes de violación reciben formación adecuada y continua”. También hacen falta programas de sensibilización y educación sexual en general a edad temprana.

“Reformando sus anticuadas leyes y poniendo fin a la perniciosa cultura de culpabilización de la víctima y aplicación de estereotipos negativos existente actualmente en los procedimientos judiciales, Dinamarca tiene la oportunidad de sumarse a la oleada de cambio que está recorriendo Europa”, ha incidido Naidoo.

“Esta oleada, encabezada por mujeres valientes, ha llevado a ocho países de Europa a adoptar definiciones de la violación basadas en el consentimiento”, ha añadido el secretario general de Amnistía. Según la ONG, estos países son Suecia, Reino Unido, Irlanda, Luxemburgo, Alemania, Chipre, Islandia y Bélgica.

“Esta oleada de cambio de Dinamarca y otras partes de Europa puede ayudar a garantizar que las mujeres están mejor protegidas y supondrá que las generaciones futuras de mujeres y niñas no tengan nunca que preguntarse si la violación es culpa suya ni que dudar de que los violadores sean castigados”, ha remachado Naidoo.

fuente: Tribuna Feminista

SEMANA DE LA MUJER: PREJUICIOS EN EL MUNDO DE LOS AUTOS




A más de cien años de que una mujer obtuviera en la Argentina por primera vez una licencia de conducir –fue en 1912, en la ciudad de Buenos Aires, según cuenta la historia–, todavía la presencia femenina al volante sigue siendo minoritaria. Se estima que apenas 2 de cada 10 conductores son mujeres, aunque un 30 por ciento de las licencias las sacan ellas. ¿Es el auto y su mundo –el automovilismo, incluido– el último reducto machista a conquistar? Los prejuicios sobre la relación de las mujeres con los autos son moneda corriente. Se escuchan en las calles, los padecen las con-ductoras y se sostienen en mitos sexistas más que en evidencias científicas.

Si se pone en Google la frase “mujeres manejando” lo primero que aparece son videos de youtube con títulos como: “Mujer al volante peligro constante”, “Mujeres torpes y peligrosas conduciendo”, “Las peores mujeres manejando” o “Choques y estupideces de mujeres manejando”. Los videos condensan una sucesión de situaciones que pretenden ser graciosas, y que van desde malas maniobras para estacionar y choques burdos hasta atropellar barreras bajas en un parking o irse de una estación de servicio con la manguera todavía colocada. Llama la atención que no siempre se puede ver quien conduce. Se asume que es una mujer.

Pero si en cambio se hace una búsqueda en Internet con la frase “hombres manejando” lo que surge en primer lugar son imágenes de varones conduciendo un vehículo. Nada más. Fotografías y no videos. Situaciones bien alejadas del ridículo. Parecen modelos posando.

El experimento casero y fácil, refleja uno de los estereotipos de género fuertemente arraigados en la cultura argentina –y el mundo occidental, me atrevería a decir–, y es aquel que afirma que la población femenina es más torpe y está menos capacitada para estar al frente de un volante, especie de okupas en un mundo históricamente masculino. ¿Cuánto hay de mito y de realidad?

CONQUISTA

El auto condensa el deseo masculino. Es símbolo de status y un imperativo para los más jóvenes. Es la proyección de su propio ser. Para las mujeres es distinto. Ellas más que seducir, buscan comodidad, seguridad, que el vehículo sea confiable, que no las deje: quieren un objeto funcional, que les permita, por ejemplo, ahorrar tiempo, y a la vez, les de libertad y autonomía. Aunque también el auto puede terminar siendo una sobrecarga: madres al volante convertidas en remise-ras de sus hijos e hijas, en la rutina diaria.

En otras geografías el acceso al auto puede significar para las mujeres igualdad de derechos. Como en Arabia Saudita, donde recién en junio de 2018 las autoridades gubernamentales levantaron la prohibición que les impedía conducir automóviles. Algunas de las mujeres que pelearon por esa conquista fueron encarceladas arbitrariamente y sufrieron campañas de desprestigio. El ejemplo saudí es extremo, pero deja a la luz –con claridad– la idea de que el auto ha sido dominio masculino y una “concesión” a las mujeres. Basta husmear en el automovilismo para ratificarlo: sigue siendo reducto de machos –incluso mucho más que el futbol–, y el principal rol y casi único que se le otorga a las mujeres es el de adornos sexuales, las tradicionales “grid girls”, o acompañantes de quien sigue alguna categoría o participa como parte de un equipo, salvo pocas excepciones. Hasta la palabra pilota suena mal, aunque su uso está aceptado. Nos parece rara porque como hay pocas, se emplea poco. No solo es cuestión de autos, la discriminación es más profunda en la conducción de otros vehículos. En Salta, por ejemplo, una mujer, Mirta Sisneros, viene luchando hace una década en la Justicia y llegó hasta la Corte Suprema, para que la contraten como colectivera: las empresas de transporte local la excluyen por ser mujer.

¿NO NOS VEN?

Hay múltiples ejemplos de lo poco amigable que es la industria de los autos con las mujeres. Para empezar, la mayoría de los vendedores en las concesionarias son varones. Y las mujeres les descon-fían. Porque les hablan en difícil. Parece que quieren enredarlas con la información; los costos: nunca son claros. Por eso muchas eligen ir acompañadas de un varón, –pareja, amante, amigo, padre o hermano–, y en esos casos, el vendedor le va a dirigir a ellos la palabra. Ellas desaparecen de la escena. Su opinión, parece, no resulta relevante. Una encuesta de 2018 del portal de origen inglés de compra-venta de automóviles Auto Trader1 encontró que el 94 por ciento de las mujeres –que participaron del cuestionario– no confían en los vendedores de coches, y el 37 por ciento cree que deberían existir más mujeres en la industria.

Casi un tercio de las personas que compran autos en el país son mujeres: 31 por ciento (contra 69 por ciento, de varones). Y si se analizan los datos en relación a los autos más económicos (Gol, Onix, Clio, Ka) la distribución es más equilibrada: 45/552. Pero todavía la industria nos registra poco y mal. Como quedó en evidencia con el “Manual del buen uso” que una popular marca de autos empezó a repartir en 2015, sin tomar nota del cambio de época con el surgimiento del movimiento Ni Una Menos. Se trataba de un compendio sexista y, literalmente, machirulo. Se entregaba con cada auto 0 km a modo de “souvenir chistoso” como complemento del manual técnico. Además de referirse a un conductor, siempre heterosexual y machista, se ejemplificaban situaciones donde la intimidad de la mujer y sus deseos aparecían vulnerados. Un ejemplo era el apartado sobre las ventajas de la calefacción, donde aconsejaba “inducir a una chica que le guste para que se saque algo de ropa” y, en cuanto al uso de la bocina, se sugería para “piropear a una chica que nos alegre el día”. En la sección “Ceder el paso”, por ejemplo, la guía recordaba la importancia de hacerlo “allí donde corresponda, aunque se puede hacer una concesión especial si la otra conductora está realmente buena”. En otro de los apartados donde se resaltaban las virtudes de un buen copiloto se señalaba que en caso de ser mujer “por lo menos que tenga lindas piernas”, dando a entender que ya que no reuniría ninguna capacidad ni intelectual ni automovilística, por lo menos que sirva a los ojos del conductor: un objeto más a lucir, como el volante forrado en cuero, las cinco puertas o el nuevo auto. El sexismo del manual lo denunció una mujer en Fecebook al año de la primera marcha de Ni Una Menos, y la fuerte repercusión –negativa– que tuvo en redes sociales, obligó a la firma automotriz a retirarlo. El librito había sido redactado por una de las agencias de publicidad más renombradas del país, Leo Burnett Argentina, filial de Leo Burnett Internacional. ¿A ninguno de los “creativos” les hizo ruido semejante contenido discriminatorio?

Las concesionarias podrían pensar en incorporar espacios infantiles, por si la compradora está acompañada por sus hijos pequeños. Sería un servicio muy valorado, junto con la posibilidad de interactuar con otras mujeres como vendedoras.

Por otra parte, las marcas siguen recurriendo a la joven de cuerpo escultural para posar al lado de su nuevo modelo en los salones internacionales. Les siguen hablando a ellos. Casi que ignoran a las mujeres como compradoras.

Y cómo olvidarse de los clásicos almanaques con fotografías de mujeres desnudas en talleres mecá-nicos. A veces, se pierde de vista el terreno hostil que han tenido que transitar las mujeres, en este como en otros campos: la cosificación y la discriminación han sido una constante.

CUPO FEMENINO

Lentamente –muy lentamente– las publicidades van dejando atrás un enfoque demasiado mascu-lino. Aquí, como en otros países, algunas campañas incluso tuvieron que ser levantadas luego de ser cuestionadas por organismos gubernamentales o las audiencias, por sus contenidos sexistas. El rol de las mujeres en los anuncios ha sido como objeto de conquista del propietario del auto, o acompañantes; raramente al frente del volante. Recién en los últimos años, al compás del reflore-cimiento feminista, las agencias empezaron a sacarlas de ese lugar y cada vez se cuidan más de colocar a los hombres en posición de superioridad frente a las mujeres. Los anuncios van incor-porando una “cuota” de mujeres. En la última publicidad de la pickup Ford Ranger, que siempre fue protagonizada por varones, aparecen mujeres en roles no tradicionales y una conduciendo la camioneta en el campo. El título del comercial es “Los mandatos fueron hechos para romperse”. Es de la agencia GTB Argentina.

Otro comercial reciente para destacar es el de Peugeot 2008 “Mensajito de las 2:08”, que muestra mujeres jóvenes al volante que no responden al estereotipo heterosexual, con estéticas no tradicionales. De todas formas, todavía se observa cierta desorientación sobre el rumbo que debería tomar la publicidad, en un contexto en el que movimiento de mujeres, lesbianas, travestis y trans está haciendo estallar los sentidos comunes más instalados socialmente. No queremos autos rosas. A veces esa es la única idea que ofrecen algunos publicistas para interpelar a un público femenino. Las “creativas” son escasas o no tienen lugar en las agencias. En la actualidad, en el país, hay una sola gerenta creativa. Es decir, la mirada que se plasma desde el mundo publicitario es casi exclusivamente de varones.

PÚBLICA Y PRIVADO

¿A qué mujer no le han gritado alguna vez en la calle “andá a lavar los platos” luego de una mala maniobra? La expresión, siempre lanzada desde una voz masculina, reafirma la división histórica del uso del espacio público y privado: el primero para ellos, el segundo, para ellas. “Andá a lavar los platos” dice demasiado: señala que esa mujer no tendría que haber salido nunca del ámbito doméstico, adonde históricamente se ha confinado a la población femenina. La calle, el espacio público, fue dominado desde tiempos inmemoriales por los varones: solo las mujeres en situación de prostitución ganaban la calle; se les decía callejeras, mujeres públicas. Las otras, las decentes, debían reinar en el hogar. Esa división sexual del trabajo se rompió, pero no tanto. El feminismo la viene denunciando hace décadas. Sin embargo, todavía las mujeres dedican el doble de tiempo que los varones a las tareas domésticas y de cuidados, no remuneradas, según la Primera Encuesta del Uso del Tiempo (2013, Indec): seis horas diarias en promedio, contra tres de ellos.

Otra frase típica: “Estacionás mejor que un varón”. El parámetro siempre es el hombre.

Una creencia arraigada sostiene que las mujeres tienen menos habilidades innatas para conducir. En realidad, no hay dos cerebros, uno masculino y otro femenino, tal como advierte Lucía Ciccia, doctora en Estudios de Género, investigadora asociada al CIEG-UNAM. “Los estudios demuestran que las habilidades visoespaciales, relacionadas con la conducción de autos, se mejoran con entrenamiento. Hay tantos cerebros como personas y en tal caso hay una presión social y de gé-nero de que la mujer lo va a hacer mal, peor que el varón. Y eso organiza a la sociedad para que después suceda, pero no tiene que ver con una incapacidad biológica. Hay mujeres que pueden manejar tan bien o mejor que los varones: eso depende del aprendizaje y de cómo se socializaron esas mujeres”, explica Ciccia4. Es decir, hay un atravesamiento de género, estructural, para que se cumpla la regla de que las mujeres están más exigidas para conducir bien. Y en tal caso, no están estimuladas de la misma manera que los varones. Lo fundamental, es entender que no hay una predisposición innata para manejar mejor en la población masculina. Esa diferencia no existe.

Hay mujeres y varones que manejan muy bien y también, hay hombres y mujeres que lo hacen mal. A conducir se aprende. Se trata de sumar experiencia. Pero el terreno de la conducción está atravesado también por el patriarcado. Hay familias, donde el padre empuja al hijo varón a conducir incluso, antes de los 16 años, pero a la hija mujer, nunca le ofrece enseñarle y llega al volante años más tarde, temerosa, porque escuchó en su entorno que las mujeres manejaban mal. Todavía hay maridos que le ponen trabas a la esposa para que maneje. O cuando se sube la familia al auto, prefiere conducir él porque se pone nervioso cuando lo hace ella.

Desde niñas, se les mete a las mujeres en la cabeza que los autos de juguete tampoco son para ellas. Aunque se va rompiendo lentamente ese sexismo, un análisis reciente del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) sobre el consumo de juguetes con perspectiva de género, encontró que mientras los autos y accesorios representan un 19 por ciento de los juguetes categorizados para varón de la oferta en el país, esa categoría no existe para las niñas. La cultura nos va moldeando. A las niñas se les regala muñecas y cocinitas, mayoritariamente. El 40 por ciento de la oferta identificada para nenas son juguetes asociados a las tareas de cuidado. Desde chicas sabemos cómo acunar un bebé o dar una mamadera. Son siglos de formateo socio-cultural. Lejos de los autos, cerca de la cocina.

UN LARGO CAMINO POR DELANTE

A la hora de analizar las estadísticas de siniestros viales, surge que mueren más varones como consecuencia de siniestros viales que mujeres: Las cifras relevadas desde 2010 muestran que 7 de cada 10 víctimas mortales en incidentes viales son varones, con una preponderancia de los usuarios más vulnerables, motociclistas, peatones y ciclistas, sobre los ocupantes de rodados de 4 y más ruedas5. Estas cifras hay que leerlas teniendo en cuenta que casi 8 de cada 10 conductores son varones6, por lo tanto es esperable que tengan más incidentes viales. No obstante, las investigaciones muestran que ellas se apegan más al cumplimiento de las medidas de seguridad: con respecto al cinturón de seguridad, lo usan el 58,4 por ciento de las conductoras contra el 48,6 por ciento de los varones que manejan vehículos de cuatro ruedas (o más). También si el copiloto es femenino es mayor el uso (46,3 por ciento contra 35,9 por ciento). Y cuando el conductor es de género femenino se incrementa el uso del cinturón en todas las posiciones, según revela el Estudio Observacional del comportamiento de conductores y ocupantes de vehículos de 4 (o más) y 2 ruedas, realizado en 2016 y publicado por la Agencia Nacional de Seguridad Vial, del Ministerio de Transporte. También cuando el conductor es femenino “aumenta significativamente” el uso de sistema de retención infantil entre menores de 0 a 4 años que viajan en posición trasera (58,6 por ciento contra 42,3 por ciento). El relevamiento encontró además, que a mayor uso del cinturón de seguridad, se da un mayor uso de luces diurnas.

Al mismo tiempo, los varones que declaran haber conducido un vehículo luego de beber alcohol en los últimos 30 días, es cuatro veces mayor que las mujeres en la franja de 17 a 35 años –33 por ciento contra 8,1 por ciento de las mujeres—y seis veces mayor que ellas entre los de 35 a 49 años (23,9 por ciento contra 3,4).

Un estudio de 2012 del Centro de Experimentación en Seguridad Vial (CESVI) concluyó que las mujeres manejan mejor que los hombres. Son más prudentes y ellos, más agresivos y transgresores.

En momentos en que el grito de las mujeres está haciendo temblar al mundo, a las mujeres les queda todavía un largo camino para empoderarse en el terreno de los autos en condiciones igualitarias en relación a los varones. Sin dudas, falta una masa crítica de mujeres en diferentes territorios atravesados por los autos: al frente del volante, periodistas, diseñadoras, ejecutivas en las firmas automotrices, vendedoras, creativas publicitarias que piensen campañas de las marcas, más pilotas y menos promotoras. Romper las barreras culturales, los estereotipos de género y los prejuicios. La habilidad, finalmente, se gana con la experiencia.

Fuente: Autoblogs.com.ar - Por Mariana Carbajal



miércoles, 6 de marzo de 2019

MUJERES SIN HOGAR: INVISIBILIZADAS Y EXCLUÍDAS

Tras la última crisis económica, uno de cada 6 hogares de clase media entró en situación de pobreza, y muchos de ellos no se han recuperado hasta la fecha. Ello implica que cada vez hay un número mayor de familias que se intervienen desde los Servicios Sociales, creando una compleja y preocupante radiografía de la pobreza en España.
Pero si analizamos los datos exhaustivamente, vemos que la pobreza es predominantemente femenina. En este 2019, por primera vez la tasa de pobreza femenina supera a la de los hombres: 6,4 millones de mujeres en riesgo de pobreza frente al 5,9 millones de varones.



¿Cuáles son los factores que explican esta situación?

Son varias las causas que explican ese sesgo de género. Los profesionales que intervienen con familias en riesgo de exclusión social cada vez se encuentran con un mayor número de familias monomarentales a las que atienden individualmente. El 83% de ellas se encuentra en riesgo de exclusión social, lo que hace que la intervención social con familias sea clave como factor de prevención para evitar que sus integrantes puedan terminar viviendo en las calles.
Pero si además atendemos a otros factores que influyen en los procesos de exclusión de estas mujeres, vemos que en cualquier metodología de intervención social con ellas es clave entender el peso de la violencia de género, que sufren o que han sufrido muchas de ellas, además de que entendemos que la violencia económica es una forma más de violencia de género:
Porque ejercer tareas de cuidados y que no sean reconocidas, es una manifestación de violencia de género sobre las mujeres que empeñan su tiempo, su trabajo y su dedicación, en esos cuidados (cuidar de sus hijos, cuidar de sus mayores, cuidar de sus hogares)
Porque la existencia de una brecha salarial, de una división sexual del trabajo y la falta de una mejora en los derechos laborales en el terreno de la maternidad es una manifestación más, de la violencia de género.
Y porque, por todo ello, las mujeres nos volvemos cada vez más precarias y más pobres; por el simple hecho de ser mujer; es decir, por procesos específicos derivados de nuestro género.
Por lo tanto, la violencia de género influye en los procesos de exclusión social y más concretamente, en los de las mujeres, de ahí que la intervención individual con ellas que se pueda llevar a cabo desde el trabajo social siempre tenga que tener presente un enfoque de género específico.

¿Y qué sucede con las mujeres que sufren más exclusión, las mujeres sin hogar?

Cuando hablamos de mujeres sin hogar hablamos de aquellas que pernoctan en la calle y también de las que tienen una vivienda inadecuada o insegura (chabola, pisos con orden de desahucio, pisos okupas…).
Y no, no podemos hablar de un perfil específico, pues son de todo tipo: mujeres que han sufrido violencia de género, jóvenes, estudiantes, con familias de origen de clase media, alta y baja, con adicciones, con discapacidad, trabajadoras, en paro, con formación universitaria…
Sin embargo, el común denominador que tienen todas ellas es que su “sinhogarismo” es mucho más sombrío y oculto que el de los hombres. Son mujeres invisibles e invisibilizadas. Sobre ellas se ejerce una doble violencia: la de su condición de mujer y la derivada de su situación de exclusión.
Las mujeres sin hogar en España solo representan el 11% sobre el total, pero los datos no son reales, porque las estadísticas generalmente las ofrecen los recuentos nocturnos o la red asistencial de personas sin hogar, y muchas de estas mujeres ni se encuentran durmiendo en la calle ni acceden a estos recursos de la red. Por tanto, la cifra real podría ser notablemente superior.

¿A qué se debe la poca presencia de las mujeres sin hogar en los recursos?

Hay una clara falta de feminización de estos recursos, y por tanto, las mujeres no se encuentran cómodas en ellas y a menudo deciden no emplearlos. Los albergues y los recursos residenciales están masculinizados y no están pensados para la atención integral de ellas.
Por eso, es necesario incluir la perspectiva de género desde todas las áreas de acompañamiento social. Ya no solo es preciso repensar los espacios incluyendo la mirada feminista, sino que la atención integral, se lea, se piense y se actúe con perspectiva de género y de cuidado.

fuente: Periféricas - Por Marina Granizo.

domingo, 3 de marzo de 2019

FEMICIDIOS: UN ESTADO QUE NO PROTEGE Y BUROCRATIZA

Falta de cifras actualizadas, establecidas a partir de una metodología uniforme y criterios definidos de antemano; estadísticas dispares; botones antipánico que no funciona o no son suficientes para proteger a las víctimas: un paradigma que privilegia lo securitario y punitivista por sobre otras definiciones relacionadas con las políticas sociales cuando se trata de violencias machistas. Laurana Malacalza, Sofia Caravelos, Carolina Racak, Josefina González y Sofia Sesin Lettieri son Integrantes del Observatorio de Violencia de Género de la Defensoria del Pueblo de la provincia de Buenos Aires- OVG-. Analizan los femicidios ocurridos en Argentina en lo que va del año y las respuestas estatales a estos crímenes. Las expertas proponen un enfoque interseccional que pueda dar cuenta y abarcar las múltiples violencias que atraviesan a las mujeres, lesbianas, travestis y trans.
Un interrogante que invariablemente aparece ante la noticia de un nuevo femicidio, es si la violencia machista ha “aumentado” en estos últimos años. Una pregunta que si bien es necesaria no alcanza a dar cuenta del sentido que cada una de esas muertes adquiere. Para responder la pregunta, necesitaríamos, por un lado, poder contar con cifras actualizadas, establecidas a partir de una metodología uniforme y criterios definidos de antemano, que permitieran armar tablas comparativas entre los mismos períodos de tiempo . Por lo tanto deberíamos poner en foco cómo los organismos públicos y las organizaciones feministas construyen las estadísticas. Los registros estatales dan cuenta de la disparidad de criterios utilizados para producir información sobre los femicidios.

Revisando los registros públicos, observamos que los datos más actualizados son del año 2017, a excepción de algunos datos parciales del año 2018 del Defensor del Pueblo de la Nación. Si se pone el foco sólo en territorio bonaerense, la jurisdicción más poblada del país, el Registro de Femicidios de la Oficina de la Mujer de la Corte Suprema de Justicia, arroja un total de 113 femicidios ocurridos en la Provincia de Buenos Aires, mientras que la Procuración de la Suprema Corte de Justicia bonaerense, señala que fueron 98 las víctimas de femicidio. Por su parte, el Observatorio de Femicidios del Defensor del Pueblo de la Nación relevó 119 femicidios ocurridos a nivel provincial. En su informe parcial del año 2018, basado en un análisis de las coberturas periodísticas, señala que hasta el 15 de noviembre, ocurrieron 88 femicidios en la provincia de Bs. As. En tanto el Registro Nacional de Casos de Femicidio elaborado por el Observatorio de Marea Feminista “Ahora que si nos ven”, estableció que serían 76 las víctimas en el territorio bonaerense a partir del relevamiento de medios gráficos y digitales.

Esta disparidad en los números no solo da cuenta de los diferentes criterios para establecer qué muerte es definida como femicidio, sino también de la imposibilidad de conocer si aumentan o no la cantidad de muertes, en tanto se utilizan distintas metodologías que no permiten comparar los datos. Mientras que algunos registros toman los datos de las causas judiciales otros lo hacen de las noticias periodísticas.
Por otro lado, creemos que tan necesario como contar con estadísticas confiables es poder avanzar en la comprensión del significado de estos femicidios. Es preciso desentrañar sus diferentes sentidos e interrogarnos sobre los modos en qué estas formas de violencia se entrelazan con otras. Con la violencia sexual o con las violencias promovidas por las organizaciones criminales o de las fuerzas de seguridad, para dar solo algunos ejemplos. Todo esto en un contexto de profundización de los proyectos neoliberales que se combinan paradójicamente con una fuerza movilizadora inédita del feminismo como actor político y una oleada neoconservadora de las derechas que avanzan sobre nuestro continente.

Analizando los últimos femicidios no podemos dejar de señalar los altísimos niveles de crueldad que expresan. Como siempre nos recuerda Rita Segato, hay un orden que busca instalar la crueldad como paisaje de normalidad,  por eso no solo los cuerpos de las mujeres y las niñas aparecen como desechos, como “objetos” posibles de ser desmembrados y arrojados a los basurales sino que la forma en que se cometen estos femicidio dan cuenta de altísimos niveles de letalidad e impunidad: cometidos en lugares públicos a plena luz del dìa, utilizando el arma reglamentaria, asesinando a mujeres embarazadas a martillazos, a mujeres enfermas en los hospitales públicos. Un mensaje de poder y soberanía absoluta sobre nuestras vidas.
Entendemos que los significados que expresan estos femicidios pueden contribuir a definir qué tipos de demandas debemos exigirles a los gobiernos en materia de políticas públicas. Realizando una lectura de los casos ocurridos en lo que va del año 2019 a nivel nacional, se vuelve evidente que requieren la implementación de políticas públicas diferenciadas por parte del Estado. Sólo de este modo será posible incidir en los contextos que habilitan el despliegue de las violencias femicidas. Tenemos casos de mujeres jóvenes de entre 15 y 25 años, víctimas de agresores desconocidos. Por otro lado, mujeres que han denunciado a sus parejas o ex parejas reiteradamente y cuentan con medidas de protección; dentro de los cuales cobran especial trascendencia los casos de femicidios ocurridos mediante el uso de armas confiadas por el Estado a los agentes de seguridad. Por último, los femicidios vinculados y aquellos que ocurren luego que fueron denunciadas las desapariciones de niñas/adolescentes/mujeres, sin haber podido el Estado encontrarlas antes de que fueran asesinadas. Un dato no menor, también resulta ser el desenlace suicida de los agresores que obstaculiza el desarrollo de las investigaciones penales.

Hasta el momento, la forma en cómo se define el abordaje de las violencias contra las mujeres, personas trans y travestis desde lo estatal, está atravesada por la centralidad que ocupan las políticas de seguridad y de control penal en la resolución de los conflictos sociales. En este marco, las intervenciones estatales para la prevención y asistencia de las violencias contra las mujeres, y personas trans y travestis -específicamente las ocurridas en el ámbito intrafamiliar- se han sustentado en un paradigma que privilegia lo securitario y punitivista por sobre otras definiciones relacionadas con las políticas sociales. Así, se ha ido consolidando una forma de abordaje estatal centrada en criterios de gestión de los casos de manera individual, fragmentada y desarticulada, por parte de las distintas agencias del Estado. Esto se pone de manifiesto en aquellos femicidios en los cuales a pesar de que las mujeres denunciaron y pidieron ayuda, el Estado no logró protegerlas.

Las decisiones que se han venido tomando en las políticas de seguridad, se proyectan al campo de las políticas públicas para la atención y prevención de la violencia contra las mujeres. En estas lógicas securitarias se inscriben medidas como la entrega de botones antipánico a mujeres que han denunciado, la propuesta de utilizar “tobilleras para agresores” y la reciente aplicación de seguridad para teléfonos celulares, dispositivos presentados por el Estado como políticas de prevención de la violencia contra las mujeres. Es decir, se extiende la implementación de políticas públicas que se concentran en la atención de la emergencia a partir de definiciones de políticas de seguridad y no del abordaje de las condiciones estructurales que promueven las situaciones de violencia.  Pero, además, se profundiza la burocratización, lo que deviene en la existencia de una gran cantidad de instancias institucionales que las mujeres deben atravesar solas, sin que esos recorridos que realizan por distintos organismos les garanticen protección.

Como se pone en evidencia con la mediatización de las cifra de femicidios ocurridos en las primeras semanas de 2019, los dispositivos securitarios o de emergencia no han sido capaces de dar una respuesta efectiva ante la demanda de protección. Existe  un ineficaz y único modelo de abordaje frente a la heterogeneidad de los casos que no responde a las necesidades de protección que las mujeres buscamos y exigimos encontrar en el Estado. Ante el creciente número de femicidios dónde estos dispositivos han fallado, una sobrevaloración de este tipo de abordajes podría conducir a exigirle al Estado mayores mecanismos de seguridad. Sin dudas, el reclamo por la implementación de políticas integrales forma parte de la necesidad de formular un ¿nuevo? paradigma de políticas públicas alejado de las definiciones de las políticas de seguridad. Cuando hacemos referencia a la integralidad en las políticas públicas queremos significar que el abordaje no debe centrarse en el caso a caso en forma individual, sino que requiere de la puesta en funcionamiento  de programas de atención a víctimas, de políticas sociales y laborales para mujeres, personas trans y travestis. Significa que debe atenderse a un diseño de las políticas públicas bajo metodologías que, superando la desconexión entre temáticas que necesariamente están entrecruzadas, apunten a establecer instancias de articulación entre los actores estatales, como manera de pensar en forma conjunta acciones preventivas y de asistencia.
En ese sentido, entendemos que resulta necesario incorporar a las políticas públicas un enfoque de interseccionalidad que permita dar cuenta y abarcar las múltiples violencias que nos atraviesan a las mujeres. Las violencias que nos afectan están determinadas también por las diferencias económicas, culturales, etarias, raciales. La sentencia de Lucia Pérez, ocurrida en Mar del Plata, es elocuente en este sentido: cuando estas dimensiones no han sido tenidas en cuenta consagrando la impunidad. El análisis interseccional resulta imprescindible para realizar el estudio de las formas de violencia que pudieron haber afectado a la víctima de un femicidio, antes, durante o después del hecho delictivo.

Estas deudas en materia de derechos de las mujeres se agravaron en los últimos tiempos con el deterioro y el desmantelamiento de programas gubernamentales, los recortes presupuestarios y la reducción de los equipos de profesionales en las áreas de género y de otras áreas con incumbencia para definir líneas de abordaje integrales, por ejemplo los Servicios Locales de Promoción y Protección de los Derechos de Niños, Niñas y Adolescentes de la provincia de Buenos Aires y la falta de implementación de la ley de educación sexual integral.

Las políticas públicas deben abordar otras dimensiones más allá de las propuestas por las agendas securitarias en contextos globales de creciente fragmentación social y de profundización de las desigualdades económicas. Por eso, no se trata de medidas represivas o punitivistas sino de políticas que apunten a ir transformando las estructuras sociales, políticas y económicas que las promueven y las sostienen en cada nuevo femicidio.

FUENTE: LATFEM -  

Por:
LAURANA MALACALZA, SOFIA CARAVELOS, CAROLINA RACAK, JOSEFINA GONZÁLEZ Y SOFIA SESIN LETTIERI