viernes, 25 de enero de 2019

EL ESTADO IMPOTENTE

Después de un diciembre en el que la escucha sobre la violencia sexual fue amplificada masivamente, el primer día del año empezó con tres violaciones en banda en distintos lugares del país y dos femicidios. Desde el 1 de enero los nombres de las asesinadas no han hecho más que acumularse y en paralelo, en Jujuy, una niña violada y embarazada de 12 años se convirtió en el campo de batalla de los fundamentalismos religiosos que quisieron impedir que se le realizara un aborto legal. Esta concurrencia de la crueldad misógina parece amparada por un Estado que ritualiza la respuesta a las mujeres que victimizadas -medidas de restricción, botón antipánico y poco más- y que ha sido incapaz de utilizar las herramientas que ya tiene -Educación Sexual Integral, Ley de Salud Sexual y Reproductiva, entre otras- para la prevención de las violencias machistas. ¿Qué clase de protección ofrecen los botones antipánico? ¿Siempre se impone la criminalización de las que se defienden? ¿Hasta cuando niñas, mujeres y personas gestantes serán rehenes de la clandestinidad del aborto?








No es un ritmo nuevo, estamos acostumbradas a decir que una mujer o una travesti es asesinada cada 30 horas; la estadística se acelera a veces, este enero que no terminó hay una semana que tiene anotados siete femicidios. Una niña, dos profesionales, una empleada, otras ocupadas en el trabajo no pago del encierro doméstico. La constante es el género que encarnaban. La constante, también, es la crueldad que se les impuso hasta la muerte; la crueldad como lenguaje, como código común y aleccionador sobre cuerpos cuyo valor es de uso, descarte y ejemplo: la niña abusada en Jujuy y todos los discursos que se sobreimprimieron sobre su cuerpo y su deseo serán fantasma del desmesurado porcentaje de niñas que son abusadas y obligadas a gestar. Ese territorio escaso sobre el que se disputó otra vez la palabra vida, puesta a funcionar para abastecer a “una familia importante” como antes ella sirvió a un vecino mayor, es pasto quemado ahora que el feto no fue viable y sirve para alentar y describir la nueva teoría de los dos demonios que juegan una supuesta guerra de la que quedan expulsadas las mayorías, esas que prefieren dejar de lado la grieta del aborto porque el hambre arrecia, porque el neoliberalismo expropia recursos, vidas y tiempo. Como la clandestinidad del aborto, como el ordenamiento moralista, racista, clasista de la importancia de unos sobre otras. Desde Jujuy, el gobernador salomónico, el que ordena que se haga el aborto y dice que unas le pedían que “mate al bebe” y otros que no cumpla con el protocolo de interrupción legal del embarazo, da su clase, pone en juego su pedagogía, no ahorra crueldad porque la crueldad es la que cuenta cuando hay tan poco de todo. De comida en la mesa, de imaginación de futuro, de autonomía para las decisiones vitales, de experimentación y disfrute del deseo; tan poco y lo que hay, castigado. 

El ritmo de femicidios parece acelerarse este enero, aun cuando las estadísticas históricas digan que la constante se mantiene. Pero la sensibilidad social es otra, se viene construyendo desde hace años pero en los últimos el hartazgo frente a la claridad de que la violencia machista es política se convirtió en masivo y son pocas las que quedan fuera de este convencimiento de que estamos frente a una violencia que es instrumental - para mantener el estado de cosas en el que las mujeres y los varones estamos en compartimientos estancos y modelades por las exigencias del modo de producción capitalista- y que también es política. Porque organiza no sólo un modo interpersonal de relacionarse si no jerarquías entre los cuerpos, acceso al poder, a las decisiones cotidianas y las macropolíticas; organiza un modo de distribución del trabajo y también del acceso a los recursos. Es política porque esa constante de las estadísticas habla de un modo particular de disciplinamiento sobre todos los cuerpos y las experiencias rebeldes, disidentes, deseantes. 

No importa entonces si son más que el año pasado las asesinadas, importa que sean asesinadas y que aun cuando masivamente se dijo ¡basta! y la memoria feminista sea capaz de abrazar a las muertas que considera propias, prácticamente nada haya cambiado: el Estado parece inerme frente a la pandemia de la violencia machista. Su respuesta es menos que insuficiente: medidas de restricción, botones antipático -de todo, además, poco-, algunos refugios para el momento de la emergencia extrema y la redacción de grandes promesas no cumplidas. Claro, también el aliento a los sectores moralizadores de los fundamentalismos religiosos para que expandan el terror, para que tergiversen en muchos casos la Educación Sexual Integral, para que digan lo que no se puede decir desde el Estado; por traer un recordatorio a la mesa: los fondos para la fundación de Abel Albino para que luche contra la desnutrición cuando considera a la pobreza como una enfermedad y a la sexualidad libre como un engaño del demonio.

El Estado es responsable de amparar la crueldad y se aprovecha de esa crueldad para generar mayor disciplinamiento. Los femicidios que contamos en tiempo real porque los sacamos a fuerza de movilización y generalización de la conciencia feminista del armario de los crímenes pasionales, de las reyertas del morbo y el discurso del amor extremo y romántico se cuentan al mismo tiempo que se institucionaliza cada vez más el gatillo fácil y que nos empobrecemos todos y todas al punto de temer sobre la capacidad de supervivencia de cada quien. 

Diciembre no tuvo su estallido frente a la brutalidad del ajuste, el aumento de tarifas, una inflación que supera cualquier índice en los últimos 27 años; tuvo otro estallido, el de la exposición de la violencia sexual, el del hartazgo de callar esa violencia como si fuera parte de la educación sentimental de las mujeres y las lesbianas y las travestis y las maricas. Ese estallido es peligroso, el poder lo sabe, rápidamente organiza la contraofensiva, los feminismos son el demonio que pelea con el demonio machista, se exhibe el exceso: están en contra de los varones. Los discursos sociales no son solo columnas en los diarios o charlas de café, son también acuerdos que amparan conductas, las alientan, les dan un marco. La “familia importante” que iba a adoptar al producto de la interrupción del embarazo que le practicaron a la niña en Jujuy es algo más que una imagen: es el botón que pone en marcha una producción de sentidos, de jerarquías. Y ya sabemos quiénes están del lado del descarte. 

El Estado no está impotente frente a la violencia machista, al contrario, parece aprovecharse de la fragilidad que provocan sus escasas o nulas acciones para seguir aplicando la pedagogía de la crueldad, el disciplinamiento. El Estado es responsable.

Fuente: Página 12 - Por Marta Dillón

viernes, 18 de enero de 2019

MAPA DIGITAL DE ACOSOS Y ABUSOS

Pensando en cómo combatir el acoso y el abuso en la ciudad de Cipolletti, estudiantes de la carrera de Criminología de la Universidad Nacional de Río Negro (UNRN) lanzaron un proyecto para registrara esta clase de situaciones: el Mapa Interactivo del Acoso y Abuso (MIAA).



Lo crearon en La Plata dos arquitectas interesadas en saber cómo estaba planificada la ciudad bonaerense desde esta perspectiva. Luego esta experiencia se replicó en Santa Fe y desde hace dos meses se puso en marcha en Cipolletti, adaptada a la ciudad por las tres estudiantes.

El proyecto fue lanzado en la sede de la UNRN Cipolletti. “Apenas lo pusimos online la respuesta de la gente fue inmediata”, cuenta sorprendida Marcia Muñoz, una de las impulsoras. La estudiante asegura que junto a otras dos compañeras compartían la inquietud e interés de trabajar sobre temas relacionados a la perspectiva de género y que cuando supieron de MIAA enseguida sintieron que era su gran oportunidad.

“A los pocos minutos de haber puesto el sitio web en funcionamiento tuvimos muchas respuesta. No lo podías creer”, cuenta Marcia aún asombrada.
La propuesta llegó a sus oídos de casualidad. “Un amigo nos contactó con las arquitectas de La Plata. Y cuando nos comunicamos con ellas supimos que hablábamos un mismo idioma. Fue muy loco”, asegura la estudiante de Criminología.

Un año después que esta propuesta fue lanzada en La Plata llegó a Cipolletti de la mano de las tres estudiantes de la UNRN. Jamás creyeron que iba a tener tan buena receptividad en la ciudadanía y que a poco de haberlo puesto on line iban a cosechar tantos relatos. “Fue increíble cómo empezaron a sumarse relatos de todo tipo e incluso muchos nos llamaron la atención porque desterraban eso que uno siempre cree, como que el acoso ocurre de noche y en zonas alejadas. Todo lo contrario porque hemos registrado que la mayoría de los casos ocurren a plena luz del día en el centro cipoleño”, explicó.

Dos etapas

Tras haber puesto en marcha el proyecto se registraron dos etapas. Según cuentan sus impulsoras, en la primera quedaron registrados relatos sobre el acoso callejero o situaciones ocurridas en la vía pública. En la segunda, muchas mujeres se animaron, por primera vez, a contar que habían sido víctimas de abuso.

“Lo que surgió instantáneamente de los relatos fue mucho sobre acoso callejero. Contaban que pasaban por obras y que les gritaban algo. Suele tratarse de miradas o piropos. Eso era lo más común. Y después, en un segundo momento, tuvimos más relatos sobre espacios de acceso privado como casas, boliches, consultorios –obstétrico/ kinesiológicos–, en donde contaban hechos de tocamientos indebidos”, afirmó Marcia.

La estudiante indicó que muchas veces quienes llenan la encuesta hacen referencia a que no han sido víctimas de una sola situación, sino de varias. Pero siempre recomiendan que denuncien aquella que más les impactó, que quedó registrada en su memoria y que aún recordándola nuevamente les incomode.

Naturalizado

El principal objetivo del proyecto es poder visibilizar lo que ocurre en la ciudad, lo que muchas mujeres atraviesan a diario y que no tienen a quién contárselo, ni dónde denunciarlo.

Un segundo paso será poder realizar estadísticas y así proponer un plan de políticas públicas al municipio. Pero ahora se encuentra en la primera etapa donde están recabando toda la mayor cantidad de información posible.

“Lo bueno es visibilizar esto. En la calle está naturalizado. Muchos de los relatos coinciden en que cuando se les pregunta qué sensación tuviste sobre lo que les pasó, nos escriben: ‘Nada, me pasa siempre’. Esto nos da la pauta que todas tenemos muy naturalizado estas situaciones”, subrayó la futura criminóloga.

A su vez, señaló que el mapa dejó a la luz cómo interpela a las mujeres por mucho tiempo haber sido víctima de acoso. “Lo paradójico es que es muy efímero el acoso, pero en nuestra memoria queda plasmado. El mapa sirvió mucho para visibilizar. Hay relatos de hace 10 años y recuerdan lo que les pasó como si fuera hoy y hasta les incomoda pasar por ahí, evitan ciertos lugares. Y hasta pasa que modifican su conducta, dejan de tomar ciertos transportes públicos por lo que les pasó y buscan diferentes estrategias para evitar estas situaciones”, aclaró Marcia.

¿Querés contar lo que te pasó? Podés hacerlo ingresando al mapa interactivo que vas a encontrar en la página oficial del
proyecto: miaacipolletti.wixsite.com/miaacipolletti o directamente en Facebook en la cuenta MIAA Cipolletti. Toda la información brindada se hace de manera anónima y lo que se busca es recabar información sobre situaciones de acoso y abuso para proponer estrategias que ayuden a desterrar esta realidad. 
Fuente: Diario Jornada

EL MACHISMO BUSCA QUE TENGAS MIEDO

El machismo busca callarte y que tengas miedo”, relata sobre el juicio de Juan Darthes que tuvo que enfrentar por daños y perjuicios. Ella denunció el machismo en la televisión y siente que el feminismo es su hogar. Volvió a trabajar en la televisión después de cinco años de proscripción tácita, en una novela que interpela sobre el amor y la violencia de género. Calu Rivero está segura, no se calla más.





La presencia de Calu Rivero en la pantalla no la muestra solo a ella, sino, la fuerza del feminismo que también irrumpió en la pantalla con la novela Campanas en la noche, por Telefe. A pesar que el programa fue amenazado con un boicot arengado por los grupos anti derechos, tuvo un muy buen arranque con 11 puntos de rating. “Es otro el escenario”, define Calu. Hace seis años sufrió machismo en la televisión cuando grababa Dulce amor. Durante cinco años no pudo trabajar. Se sintió completamente desdibujada. La respuesta a la pregunta “¿Quién soy?” no arrojaba respuestas, sino miedos. Pero se animó a viajar sola y a hacerse más preguntas. Hasta que llego la respuesta: “una mujer digna” y no una, sino muchas, muchas que son todas. Marchó el 8 de marzo del 2018 en el Paro Internacional de Mujeres y se envalentonó por los abrazos que la alentaban a no bajar los brazos. Los brazos en los que sostenía la consigna “No es no y no me hace una chica caprichosa”.  

Además de la novela quiere filmar una película con su mamá, Rita Martínez, para no esperar que le escriban las historias que quieren contar y confiar en el poder de su propia mirada. También va a sacar un libro con Editorial Planeta, en marzo, con fotos, textos, historias y un recorrido que ya no es lineal. “Se va a mostrar mi parte más real, más genuina, sin intermediarios”, cuenta. Y el cielo encapotado de Buenos Aires, en un verano de agua endemoniada, no la amilana entre los gritos de las chicas que la alientan y de un micro escolar que abre sus puertas en receso con varones que gritan mientras los graffitis muestran todas las formas de decir qué hay en disputa. “No entienden nada”, dice. Y sonríe. Porque el cambio nunca deja todas las batallas ganadas. Pero la calle es parte de una pulseada que no se gana a las escondidas, sino con una visibilidad que –con todos los embates– la muestra a ella como parte de las que ya no quieren desdibujarse ni esconderse de nada. 

–¿Qué sentís después de la denuncia de Thelma Fardin? ¿Qué le dirías a ella?

–Lo peor ya pasó. Es importante saber que no hay nada peor que lo que ya viviste y que no estás sola. 

–¿Te parece importante haber hablado para que otras puedan hablar hasta llegar a la denuncia de Thelma sobre Juan Darthes?

Yo registraba que él no registraba el límite, que no me escuchaba cuando le decía “no es no” e identificaba que me hacía un mal físico que no lo podía explicar. En mi cabeza no existía que haya llegado a hacer lo que cuenta Thelma en su denuncia. Es fuerte que salió todo esto después de hablar. Hay personas que están encubiertas y temas que están invisibilizados. Agradezco mucho y valoro mucho que se acompañe la denuncia. Es importante estar unidas. Lo más importante es que él no lo hace más y muchos no lo van a hacer más. 

–¿Qué balance hacés después de tanta vorágine ante no sólo hablar sino ser denunciada por contar tu experiencia?

–Es impactante resaltar todo lo que paso en tan poco tiempo. Me vi juzgada en situaciones muy injustas y si bien sentía, muy adentro mío, que en algún momento la verdad iba a buscar la luz paso todo tan rápido que terminó siendo una sorpresa inesperada. Viví todo lo que paso desde que Thelma habló como a una chica que le estaba pasando algo, pero sin poder creerlo, sobre todo cuando me pidieron disculpas. Llegué más lejos de lo que creí que podía llegar. Nadie se imaginó que íbamos a llegar tan lejos y nos íbamos a unir, cambiar, activar empatía y escucha. Hubo un cambio en la Argentina ante este caso. No hay lugar donde no se hable del tema y del rol de la mujer hoy. Se desató algo que queremos que pase. Las marchas de Ni Una Menos lo vienen haciendo y dijimos “basta”.

–¿Cómo fue que decidiste hablar por primera vez?

Desde la inconsciencia o la valentía lo decidí contar porque yo no lo aguantaba más adentro mío. Yo sentí que algo no estaba bien, que una persona no ponía un límite y que yo no lo iba a aceptar porque soy una persona digna. Era impensado que se desate todo esto. Es muy fuerte que como sociedad podamos pensar. 

–Hay sectores que reaccionan contra las denuncias por violencia machista. ¿Cómo tomás esas expresiones descalificativas?

–Siempre le voy a dar más importancia a la gente que hizo el click que a la gente que no. A la gente que no entiendo, creo incluso, que les falta amor. Yo siempre voy a estar del lado de la gente que cree y que quiere que esto no le pase a ninguna mujer ni hombre más. Si bien la sociedad está violenta porque se ve cuestionada e interpelada hay que pasar el momento para llegar a un lugar de entendimiento y armonía. Los cambios se hacen con amor.

–Vos te fuiste de la novela Dulce amor y decían que te ibas a estudiar inglés y que eras engreída. No agachaste la cabeza. Decidiste hablar. Y participaste de la marcha del 8 de marzo. ¿Cómo fuiste decidiendo subir los escalones en la apuesta contra la violencia machista?

–Yo creo que fue una decisión muy interna mía de decir “a la mierda”. ¿Por qué dejo de ir a una marcha de Ni Una Menos porque me van a decir que soy de este partido o del otro? ¿Por qué voy a dejar de hablar porque la gente va a pensar que lo hago por fama? ¡Basta! Decidí empezar a vivir la vida que yo quiero vivir y de la manera en la que yo quiero vivir. Es la única manera de sembrar algo porque sino somos títeres de lo que la gente espera. Y cuando la gente pensaba que yo la estaba pasando mejor, en un programa de súper éxito, peor la estaba pasando. Por supuesto, la gente no quería que yo deje ese personaje, los productores querían que siga generando ese éxito, todo un sistema quería que siga ahí. Y en un momento tuve que priorizar mi dignidad y decir “hasta acá aguanto. No me interesa todo esto”. Por eso, cuando hablo con Catalina Dlugi, por primera vez sobre lo que me había pasado, que ni siquiera lo tenía pensado, porque era una bomba que en cualquier momento iba a salir, decido ir a la marcha del 8 de marzo e ir a ver a Thelma cuando contó su verdad públicamente, son momentos en donde decidí lo que quería ser sin importar lo que pase. Por no ser fiel a lo que quería hice cosas que no quería. ¿Tendría que haber hablado antes? Sí. Pero no quería traer problemas a la productora. Y el callar enferma y hablar sana. Te das cuenta de que no estás sola, te das cuenta que hay gente que te puede ayudar.

–¿Marchar con el feminismo el 8 de marzo te sacó de un lugar singular y sentirte parte de un movimiento colectivo?

–Cuando fui a la marcha me salí de mí. Por eso es tan importante hablar. Porque lo sacas de tu cabeza, donde es enorme, y lo haces de todas. Cuando lo compartís con las mujeres te das cuenta que te dicen “me pasó algo parecido”. Ahí lo haces una lucha de todas. Sentí que el feminismo era mi segundo hogar y que lograba borrar los comentarios que me habían hecho tanto daño. Me salí de mí para ser todas. Es una lucha de todas. Está buenísimo que se hable y se escuche. De golpe estas en el supermercado y vine una señora y te dice “sufrí un abuso de chica”. Pero es importante leer de feminismo, ir a charlas y a marchas. No lo entendés hasta que sos parte. 

–¿Te sentís parte de la pluralidad del feminismo?

–Sí. Yo me siento una más. Por ejemplo, fue increíble el recital de Tita Print en Casa Brandon y poder leer con ella. Yo soy una persona que nació en un pueblo chiquito, en Recreo, en Catamarca y que se formó en Córdoba y vino a Buenos Aires para actuar. Hay que involucrarse en espacios desde la música y la lectura. Nos estamos moviendo. Tal vez en la televisión no se veía pero está sucediendo en lo social. 

–¿La televisión era o es el ámbito de mayor resistencia a los cambios de género?

–Costó mucho, pero se habló y se mostró. Dejaron de poner el graph de “la catarsis de Calu Rivero”. Y no era una catarsis. Pero hay que poner el foco a lo que está bien y a las que hace tanto años pelean para que esto cambie, no a lo malo. 

–No todas las personas deciden o necesitan lo mismo, ni sienten las reparaciones de la misma manera. Vos siempre dijiste que las disculpas te importaban. Y después de la denuncia de Thelma varios actores (Sebastián Estevanez, Florencia Vigna, Mariano Martínez, etc.) te pidieron disculpas. ¿Cómo viviste las disculpas en un sentido personal y social?

–Las disculpas cuando son reales y sentidas son actos que nos engrandecen como sociedad. Es tanto el daño que a una le causo ver que tal persona lo avalaba que solo quiero que las disculpas sean reales y que esto no se haga más. Después de lo de Thelma yo quiero que ella no sufra más, que sane y que nadie más lo viva. El tema es que no vuelva a pasar. Antes de juzgar hay que ponerse en los zapatos de la otra persona. Hay que ser más consciente del dolor ajeno y escuchar a la mujer. Queremos tener los mismos derechos, ir tranquilas a trabajar, movernos tranquilas por la calle. 

–El decía “que esto se aclare en la Justicia”, pero te demandó a vos en una causa que no está cerrada y en la que no estaban en discusión los hechos que vos denunciabas. ¿Cómo fue tu decisión de enfrentar esa causa judicial?

–Yo fui a Tribunales y tuve que ponerle el cuerpo a algo que sufrí y él no fue. Yo tuve que pedir el día de mi trabajo para poder ir, poner los abogados, es todo un movimiento. Es indignante e injusto. ¿Hasta dónde vamos a seguir siendo nosotras las que vamos a pagar por todo esto que no lo buscamos? Me hace un juicio por daños y perjuicios. Nada va a determinar que es culpable o inocente. La Justicia va definir si le hicimos daño o no. Porque lo mío está prescripto. El ni siquiera fue. No le interesaba que la justicia defina, sino callarme. Pero lo que buscan es asustarte. Porque te asusta que te lleguen cartas, poner abogados, que te llamen a mediación. Si las mujeres contaran con abogados y apoyo psicológico hablarían más. Nos cuesta hablar porque el machismo mete miedo. Pero el tiempo acomoda las cosas. En la ola gigante no ves más que la ola que se te viene encima y hay que atravesarlo. Pero también la Justicia tiene que dar soluciones. No es un lugar cómodo para ninguna mujer exponerse a decir estas cosas porque es volver a revivir todo. Ahora tiene que cambiar desde otro lado. 

¿Cómo vivís, después de sentirte desdibujada, volver a protagonizar una novela en Telefe como un emblema de una mujer empoderada en Campanas en la noche?

–En las grabaciones estaba feliz y cuando llegó el momento de la presentación de Campanas en la noche me dieron el micrófono para darle la bienvenida al programa. Ahí me cayó la ficha de todos los años que no estaba ahí, en ese lugar...

–Sin tener voz...

–Me empezó a latir el corazón que no lo podía manejar. Le tuve que decir a Esteban (Lamothe), coprotagonista de la novela, “tocame el corazón” porque no lo podía creer. Fui consciente de que volví y que volví digna. Me siento entera y eso es lo más hermoso. Fueron cinco años muy angustiantes, de los 24 a los 31 años, estaba desdibujada, no sabía quién era, no sabía si era actriz, estaba ensimismada en el dolor.

–¿Cómo es el personaje de Campanas en la noche?

–Es una víctima de violencia de género pero lo que más me interesó de ponerle el cuerpo al personaje de Luciana es que se cuenta cómo la pueden hacer mierda y todo el proceso que lleva salir de la oscuridad. A veces no se puede pegar el grito de “basta”. Es interesante que se cuenta lo difícil que es hasta que se hace click. Y entender que lo que vivía no es amor, sino control y manipulación. En la sociedad en la que estamos viviendo hoy matan, violan, manipulan. Por eso la novela interpela. 

–¿Cómo ves los cambios generacionales y los cambios con tu propia mamá (Rita Martínez) y tu hermana (Mariou Rivero)?

–El diálogo cambia el diálogo. En la dictadura se decía “el silencio es salud” y hoy estamos con mi madre con toda la energía en hacer una película con un guión que ya escribimos para contar otro tipo de personajes. A mí sólo me daban personajes de la chica sexy y atrevida. Antes no era consciente y ahora sí. Hicimos una unión creativa con mi madre. Y nos preguntamos: “¿Si somos power por qué vamos a esperar que ese personaje venga? A la mierda con todo, no voy a esperar que llegue ese guión, lo voy a hacer para mostrar nuestra sensibilidad, inteligencia, contar las historias que queremos contar, de la manera que queremos contar”. Con mi hermana socióloga tenemos conversaciones muy hermosas. Y lo mejor que nos pasó es que se generaron otras conversaciones más profundas. La revolución de los hijos viene con otra cabeza: que se puede gustar de quien se quiera gustar, vestirse como se quiere vestir y lo mejor es que las niñas no entienden el maltrato.

fuente: Página 12 - Por Luciana Peker

miércoles, 16 de enero de 2019

LA VIOLACIÓN ES UN ACTO DE PODER Y DOMINACIÓN

Rita Segato, antropóloga especialista en temáticas de género, propone repensar la violencia de género y la violencia sexual como parte de un conjunto de relaciones de poder. Un análisis polémico, duro y complejo sobre los violadores, sobre la sociedad patriarcal y sobre una estructura de derecho que sigue pensando a la justicia sin vincularla a las relaciones sociales de dominación.





Durante los últimos días, la sociedad se ha conmocionado por la violación y el femicidio de Micaela García. ¿Cuál es su primera impresión sobre este caso tan dramático?

Debo decirle que este caso tan terrible forma parte de una secuencia de femicidios y de agresiones. La escalada tanto en número como en formas de crueldad es impactante. La forma en que se está tratando a las mujeres es realmente terrible y produce una gran inseguridad. Esto lo he repetido muchísimas veces: mi hija no puede tener hoy la libertad de circulación que yo tuve, hace años, cuando era joven. Este es un mundo en el que todo le indica a la mujer que su libertad de circulación, y su misma libertad de existir, está comprometida.

¿Y cuál es la causa de este fenómeno?

Creo que hay varias razones. La primera es que la violencia contra las mujeres, de la forma letal en la que la estamos presenciando en la Argentina, es un síntoma de un momento del mundo y, sobre todo, de nuestras sociedades. Al referirme a esta época suelo utilizar el concepto de “dueñiedad”. Este concepto excede al de desigualdad, porque marca la existencia de figuras que son dueñas de la vida y de la muerte. Esto, evidentemente, irrumpe en la realidad, en el inconsciente colectivo, en la manera en que los hombres que obedecen a un mandato de masculinidad (que es un mandato de potencia), y en la forma en la que realizan y prueban su potencia mediante el cuerpo de las mujeres. El sistema, por tanto, no se explica solamente en la relación entre hombres y mujeres sino en esta situación tan particular. En América Latina, el contexto es particularmente hostil para las mujeres que viven, como decía, un momento de especial inseguridad. Es evidente que en el mundo entero existen problemas de género, pero en nuestro continente -cada vez más controlado por formas paraestatales de control social no regidas exactamente por la ley- la vulnerabilidad de las mujeres es mayor.

Durante estos días, el debate periodístico y social ha girado también en torno a la cuestión jurídica. Se puso de manifiesto la mala praxis de un juez que seguramente va a recibir una sanción porque desoyó recomendaciones que le desaconsejaban tomar la medida que tomó, la libertad anticipada del asesino de Micaela. Pero también hay un aspecto que no es jurídico, y que quizás usted nos puede ayudar a entender: ¿qué se hace con una persona que comete este tipo de crímenes? Porque, de hecho, si no salía en libertad a los cuatro años, hubiera salido a los siete o a los nueve.

En principio, considero que es obligatorio y es un acto de fe indispensable para la historia, pensar que todo ser humano puede cambiar. Es muy difícil a veces, y en el caso de la violencia sexual, más aún. Pero es un principio ético fundamental pensar que revisar actos y desinstalar chips de programación que nos hacen actuar de una determinada forma que hace daño al mundo, es posible. Esa desinstalación de la conducta puede ser efectuada por todo ser humano. Ahora bien, para lograrlo es necesario dar las condiciones que permitan hacerlo. Un sistema de justicia que piensa que la cárcel es la solución para los problemas es un sistema absurdo. La amenaza de la sentencia no causa comportamiento y no modifica comportamiento. La ley tiene que persuadir y disuadir. Y el trabajo de rehabilitación de cualquier ser humano requiere tiempo, porque la vida es cambio y el cambio es tiempo tanto en la historia individual como en la historia colectiva. En este sentido, planteo que debe haber condiciones para un cambio para mejor y no para peor. Ese es un punto de partida: las personas pueden ser mejores de lo que son.

Por otra parte, creo que existe un error de magnitud. Yo, por ejemplo, a la figura de Eugenio Raúl Zaffaroni la respeto mucho, lo considero un amigo y tengo un gran respeto académico e intelectual por él. Sin embargo, creo que comete un error importante al entender los crímenes sexuales, porque éstos no son similares ni equiparables al resto. El crimen sexual es un crimen del poder. Y eso en la cabeza de una persona formateada por el Derecho, no entra. Porque el juez Carlos Alfredo Rossi, al igual que el juez Axel López, han sido formados en una fe ciudadana que está equivocada. La mujer, y esto es fáctico, no es un ciudadano igual que el hombre. En tal sentido, la ley no puede ser aplicada de la misma forma. Tiene que haber una adaptación de la aplicación de la ley a un campo distinto que es el campo del poder. Debe entenderse que es un error hablar de crímenes sexuales: son crímenes del poder, de la dominación, de la punición. El violador es el sujeto más moral de todos. En el acto de la violación él está moralizando a la víctima. Yo he trabajado años entrevistando violadores. Los abogados, los jueces, no están formados, no tienen educación suficiente como para entender qué es un crimen sexual.

“El crimen sexual no es del mismo tipo que los otros: es moralizador, castigador”

La pregunta es qué se hace entonces con un violador.

Con un violador, no. Con la sociedad. Hay infinitas formas de violar. Esto que sucedió con Micaela, como con Lucía, son ataques a la sociedad y a la vida en el cuerpo de una mujer. Entonces el problema no es el de un hombre y una mujer. O el de un violador como un ser anómalo, como un ser solitario. Ese es un error que ya el pensamiento feminista eliminó hace muchísimo tiempo. El violador no es un ser anómalo. En él irrumpe un contenido y determinados valores que están presentes en toda la sociedad. Cuando eso sucede nos espantamos y transformamos al violador en un chivo expiatorio, pero él en realidad fue el actor, el protagonista de una acción de toda la sociedad. Por lo tanto, no es con la cárcel y mucho menos con la castración química con la que se resuelven este tipo de situaciones. Y no es así, porque la violación no es un hecho genital sino un hecho del poder. La violación puede realizarse en forma genital pero puede realizarse de muchas otras maneras. Existen diversas modalidades de agresión -algunas no son crímenes siquiera- que también constituyen violaciones. Sin un cambio de esta atmósfera de poder en la que vivimos, el problema no va a desaparecer. Los Estados Unidos son uno de los países con penas más severas contra las violaciones y la incidencia de las violaciones es máxima. La violación, por ende, constituye una problemática social y no la conducta de un criminal “raro”. Por lo tanto, yo lo siento mucho, pero no te puedo dar una receta fácil. Lo que sé es que ni la cárcel, ni la castración química, ni la pena de muerte, ni la cadena perpetua resuelven el problema.

¿Hay alguna experiencia concreta que resulte interesante y que trabaje en estos aspectos?

América Latina y Europa son, evidentemente, muy distintas. Nuestro continente está muy comprometido debido a una suspensión de la institucionalidad que se verifica en países como México, Guatemala y Honduras pero que está avanzando hacia el sur. Nuestro continente, contrariamente a lo que pareciera porque no hay guerras declaradas en él, es el más violento del mundo en términos de homicidios. Eso se refleja en una falta de regulación de las ansiedades y de las aspiraciones de omnipotencia de algunas personas más vulnerables. El violador es el sujeto más vulnerable, más castrado de todos, que se rinde a un mandato de masculinidad que le exige un gesto extremo, un gesto aniquilador de otro ser, para poder verse como un hombre, para poder sentirse potente y verse al espejo y pensar que merece el título de la hombría. Es un tema que merece estudiarse mucho más. Resulta indispensable dialogar sobre el concepto mismo de violación, discutir sobre las agresiones sexuales, reflexionar sobre la agresión íntima en el mundo de las relaciones íntimas. Es preciso pensar que implica y que es una agresión anónima como ésta, de calle, como la que sucedió con Micaela. Pensar, de hecho, en la violación como un arma y una estrategia de guerra, en un mundo en el que las guerras se han vuelto informales. No existen recetas fáciles que puedan prescindir de estos análisis.

Usted entrevistó a muchos violadores en Brasil. ¿Qué dicen ellos?

Efectivamente, durante mucho tiempo he entrevistado a violadores en condiciones de diván psicoanalítico con equipos de estudiantes mujeres y hombres. Mis entrevistas se produjeron siempre después de que sus sentencias estuvieron cerradas, por lo que ellos que sabían que nada de lo que dijeran serviría para perjudicarlos, pero tampoco nada los beneficiaría en términos judiciales, de modo que era inútil cualquier intento de convencernos de su inocencia. De esa manera hacer una investigación profunda. Y a partir de eso resaltaría tres cosas. La primera, el acto de la violación atraviesa al violador. No le es totalmente inteligible lo que lo lleva a hacer eso. Segundo, es un acto de moralización: él siente y afirma que está castigando a la mujer violada, a su víctima, por algún comportamiento que él siente como un desvío, un desacato a una ley patriarcal. Por ende, él es un castigador, él no siente que actuó contra la ley, sino a favor de una ley que es una ley moral. Eso es, evidente, muy raro y provoca perplejidad. Finalmente, y en tercer lugar, el violador nunca está solo. Aunque actúe solo, está en un proceso de diálogo con sus modelos de masculinidad, con figuras como su primo más fuerte, o su hermano mayor. Está demostrándole algo a alguien (a otro hombre) y al mundo a través de ese otro hombre.

“El violador no siente que actuó contra la ley, sino a favor de una ley moral”

Por lo tanto, diría que hay dos ejes en la relación de la violación: uno es el eje moralizador, castigador, punitivo, con relación a la víctima. Y el otro es un eje de exhibicionismo indispensable, del violador frente a los otros hombres que son sus “otros” significativos. La gran dificultad de la sociedad es comprender que la violación no es un acto utilitario, no es el robo de un servicio sexual. Hay violaciones de mujeres de 70 u 80 años. No es un acto erótico. Y es muy difícil de entender. Todos los grandes juristas, los grandes conocedores de la ley, no consiguen desvincular el acto de la violación de la intimidad, del erotismo, del deseo. No es un deseo sexual, es un deseo de dominación, de poder. Que en nuestro mundo está muy entreverado. Hay una gran impregnación de la sexualidad por el deseo de dominación y por aspectos de poder, pero el interés del violador es la potencia y la exhibición de esa potencia frente a otros hombres, para valer frente a ellos como un “verdadero hombre”. Esto es lo que les escuché a los violadores. No de esta manera, por supuesto. Debe comprenderse que el acto de la violación es un acto expresivo, es un tipo de crimen que enuncia algo, es un crimen que le dice algo al otro, pero no es un crimen instrumental, utilitario. No es como matar a alguien para robarle, por venganza, o por encargo como el caso de los pistoleros contratados. No tiene una utilidad. Por eso creo que la mejor forma de describirlo es como un crimen de poder, de dominación. En el acto de violación hay una libido dirigida no al deseo ni al cuerpo de la víctima sino al poder. Hay que corregir, por tanto, el sentido común, el imaginario colectivo sobre este tema.

Crédito: Esta entrevista fue realizada en el programa La inmensa minoría (Se publica por gentileza de Radio Con Vos).



Fuente: Diario femenino/ La Vanguardia



martes, 15 de enero de 2019

LA VIOLACIÓN ES UNA PRÁCTICA CULTURAL

Título original: Los violadores no son enfermos, la violación es una práctica cultural que se produce en todo el mundo.

En los últimos días se conocieron diversos casos de violaciones grupales en diferentes puntos del país que conmovieron a la Argentina. Para el médico psiquiatra Enrique Stola, se trata de una práctica en la que los hombres por lo general "se miran entre sí".


El experto, que es psiquiatra y psicólogo clínico y suele definirse como "feminista, activista político y de derechos humanos", actuó en varios casos de abuso como perito, intenta dar un marco a un fenómeno que, según su visión, "es una práctica cultural que se produce en todo el mundo".

"Los machos se miran entre sí, no les importa lo que sienta la mujer", afirma en diálogo con Infobae y agrega: "Sí les importa que haya humillación, aplaudirse entre sí, contarlo, que puedan volver a repetirlo porque es un ritual que lo fortalece a ellos como grupo".

-¿Desde qué momento, históricamente, se empieza a hablar de violación?

-Creo que es un término que cobra trascendencia gracias a las feministas en el mundo. En la década del '60 fueron las mujeres feministas, las compañeras norteamericanas las que hicieron visible cómo la violencia hacia las mujeres sucedía adentro de sus propias casas, y además hicieron visible lo que era el abuso sexual y la violación de las amas de casa, de las mujeres confinadas en sus casas para atender a la familia, ese gran proyecto de los monoteísmos, y del capitalismo. A partir de eso, de la revolución sexual, comienza a hacerse muy notable la violación como práctica sexual masculina y se comenzó a hablar de la cultura de la violación.

-Pero la violación no es pura y exclusivamente sexual.

-En la medida en que los varones hemos sido sociabilizados de tal forma que suponemos que tenemos que tener el control de todos los espacios y los cuerpos pasamos gran parte de nuestras vidas controlando cuerpos y violando sus espacios. Hay una inmensa cantidad de varones que, además de violar espacios con el control, violan cuerpos, de mujeres, de niños, niñas, y también de otros hombres.
¿Es una patología, un trastorno psicológico?
-No es una patología. Si lo fuera, a través de test podríamos hacer diagnóstico preventivo y decir: "es un abusador". Cuando se descubre un violador, porque es una mínima cantidad la que se descubre, se puede hacer una evaluación diagnóstica y se dice que no hay control en los impulsos, canaliza la angustia de esta forma, etcétera. Pero otra persona con ese mismo resultado en un psicodiagnóstico no es violador. No son enfermos y es una práctica cultural que se produce en todo el mundo.

 En la medida en que los varones hemos sido sociabilizados de tal forma que suponemos que tenemos que tener el control de todos los espacios y los cuerpos pasamos gran parte de nuestras vidas controlando cuerpos y violando sus espacios

-¿Episodios concretos?

-Los soldados, cuando avanzan sobre un territorio, saben que perjudicar a otros hombres es violando a las mujeres. Lo hicieron los yanquis, los rusos, en la guerra de los Balcanes, se siguen produciendo en todos los conflictos como método de tortura. Lo sufrieron las presas políticas en Argentina. La sociedad patriarcal nos produce como hombres, como mujeres y otros cuerpos disidentes LGTBIQ. Modela nuestro cerebro, enseña cómo son las jerarquías y cómo hay cuerpos privilegiados, que son los de los hombres, y cuerpos subordinados, que son los de las mujeres y los del movimiento LGTBIQ que son feminizados por el patriarcado.

-¿Cómo se expresa?
-En la socialización de cada varón, en la educación, en que los espacios y los poderes son gestionados por los varones. Hablamos de dominación masculina que viene desde hace mucho tiempo porque si tomamos la sociedad occidental y los cambios socioeconómicos, en el feudalismo, la dominación era masculina. En el capitalismo de estado era masculino, en el capitalismo de estado de bienestar era masculina, en los estados socialistas era masculina y en el neoliberalismo es masculina. Los hombres manejamos, gestionamos todos los espacios de poder.

-¿Y la socialización cómo opera?

-Una cantidad de hombres muy importantes en el mundo avanza en esa socialización y dice "estos cuerpos nos pertenecen totalmente y podemos hacer lo que se nos antoja". Entonces castigamos y nos divertimos. Puede ocurrir como ese violador solitario que hace unos meses atrás violó a una jovencita y dijo "para que aprenda a que no tiene que estar sola a estas horas de la noche".

 La sociedad patriarcal nos produce como hombres, como mujeres y otros cuerpos disidentes LGTBIQ. Modela nuestro cerebro, enseña cómo son las jerarquías y cómo hay cuerpos privilegiados, que son los de los hombres, y cuerpos subordinados, que son los de las mujeres y los del movimiento LGTBIQ que son feminizados por el patriarcado

-Aleccionando.

-Aleccionando, moralizando, como investigó Rita Segato y otras investigadoras feministas. Porque todo lo hemos aprendido gracias a ellas, no a los investigadores hombres. Hay otro tipo de violaciones, las correctivas, para "enseñarle" que se goza con la heterosexualidad obligatoria que existe en todo el mundo. Y violaciones como las que van detrás del comentario "ésta dice que no le gusta, pero bien que le gusta que nosotros estemos sobre ella". Mientras tanto, los machos se miran entre sí, no les importa lo que sienta la mujer. Sí les importa que haya humillación, aplaudirse entre sí, contarlo, que puedan volver a repetirlo porque es un ritual que lo fortalece a ellos como grupo.

-Rita Segato habla mucho de eso y de cómo la violación es un juego de machos entre machos.

-Exacto. Lo que pasa es que se da en la violación pero también en la práctica cultural cotidiana. Cuando vemos un grupo entre tres o cuatro hombres o dos en donde pasa una mujer y le dicen cualquier cosa, no les importa lo que siente la mujer, lo que importa es que el otro macho responda y se sonría. Y se sienta creativo y vivo como macho y ahí están demostrando su potencia ellos.

-¿En qué generación se empezará a desarmar esto?

-Por un lado se viene desarmando, gracias al amplio movimiento de mujeres y a los feminismos, y también a la lucha del movimiento LGTBIQ, porque eso produce resquebrajamiento y somos muchos los hombres que no adherimos a ese tipo de visión. Pero hacia las nuevas generaciones uno tiene que preguntarse ¿a quién beneficia que todo siga como está? Beneficia a los sectores que tienen el poder.

-¿Cuáles son esos sectores?

-Los que tienen el poder de la dominación masculina y sus instituciones, las religiosas, políticas, los diferentes tipos de iglesias, y en occidente a la iglesia católica con su poder político. Estas organizaciones de machos son las beneficiadas, que se oponen a la educación sexual integral, a que a niños y niñas puedan ponerle palabras a su crecimiento, a su cuerpo, y que puede generar nuevas configuraciones sociales y nuevas formas democráticas de estar con otros cuerpos y respetarlos.

-¿Esa ruptura puede empezar con la Ley de Educación Sexual Integral, que no se aplica?

– Con la aplicación de la Ley de Educación Sexual Integral y con la continuidad de lo que está produciendo el movimiento de mujeres. Hay algunos filósofos europeos que dicen que la revolución no es posible, algún filósofo especialista en Heggel que anda por Alemania. Esto lo puede decir gente que no tiene idea de lo que son los movimientos sociales, ni de lo que está produciendo el movimiento de mujeres en el mundo, que es un cambio revolucionario sin muertos, sin heridos. Están modificando las relaciones sociales, las formas de relacionarse entre hombres y mujeres y LGTBIQ.

-¿Cómo se puede graficar esa modificación?

-Los hombres no hemos cambiado haciendo cursos ni leyendo libros. Hemos cambiado históricamente porque las mujeres dijeron "no" y "basta".
 Lo que está produciendo el movimiento de mujeres en el mundo es un cambio revolucionario sin muertos y sin heridos

-¿Qué lugar tiene el punitivismo y qué pasa con la justicia en el caso de las violaciones?

-Está claro que el aumento de penas no sirve para nada. Supongamos que de cien violaciones y abusos sexuales, solamente se esclarecen cinco por ciento. Si aumentás las penas en ese cinco por ciento, no modifica el panorama. Solamente a muchos que piden ojo por ojo y diente por diente los deja tranquilos. El Poder Judicial, que es el más conservador en todos los países, lo que conserva es el poder masculino. Si bien se rige por las leyes que se producen en el Congreso, todavía seguimos eligiendo varones que son conservadores y machistas y mujeres, muchas de ellas absolutamente colonizadas por el patriarcado, que responden a esos patrones.

-¿Por ejemplo?

-A las compañeras feministas, los partidos, por más "progres" que parezcan, les dan muy poco espacio. Pero aún así necesitamos que haya más mujeres en el Congreso y en esta democracia que tenemos, y que se produzca mayor resquebrajamiento dentro del poder judicial porque es hegemónicamente machista pero hay algunos sectores que trabajan bien, que tienen una perspectiva de género y empatizan con la víctima y tratan de ajustarse a derecho. Lo que llamamos Justicia normalmente, que es hegemónicamente patriarcal, lo que hace es aplicar sus conceptos religiosos y su visión machista de lo que son las relaciones entre hombres y mujeres.

-¿Cómo ve el rol de los medios de comunicación en el tratamiento de los temas como la violación? ¿Existe la posibilidad de contagio?

-No creo que haya contagio, lo que creo es que las mujeres cada vez están más fortalecidas, y las víctimas tienen un contexto en donde se dan cuenta de que van a ser escuchadas por otras mujeres, y por organizaciones de mujeres. Hoy se atreven a denunciar más. Lo que pasa es que nos encontramos con un Poder Judicial que no ha cambiado lo que tiene que cambiar. Y no facilita que todas las mujeres que han denunciado y que vienen denunciando en las redes sociales se acerquen al poder judicial y denuncien.

-¿Por qué?

-Porque el acceso a la Justicia por parte de las mujeres está limitadísimo. Si sos de clase media alta o clase alta, podés pagar un buen abogado y tenés necesidades básicas satisfechas, podés acceder mucho más rápidamente. Pero aquellas que son de otro sector social, no. O sea: hay un problema de clase, hay un problema de racismo, hay varios problemas que impiden a las mujeres acceder a la Justicia.
 Los hombres no hemos cambiado haciendo cursos ni leyendo libros. Hemos cambiado históricamente porque las mujeres dijeron ‘no’ y ‘basta’

-El punitivismo en sí mismo no mejora la condición de lo que está pasando.

-No mejora la condición, pero no tengo muy claro debería estudiar un poco más el tema. Pero me parece que la punición que hay al acoso callejero es súper suave, casi un tirón de orejas y un llamado de atención. Eso no le va a joder la vida a nadie.
-Nadie va a dejar de instrumentar el acoso callejero por la pena que se le va a aplicar.
-Más bien pienso que es un llamado de atención que instala el tema. Pero, sobre todo, las mujeres se sienten con mayor empoderamiento, saben que eso está mal y que hay una legislación que las protege, pero además, los machos saben que ya no pueden acosar impunemente.

-¿Algún momento que recuerde en torno a ese debate?

-Cuando surge la primera manifestación de Ni una menos y los debates que se daban, estábamos hablando en varios programas sobre los asesinatos machistas y saltaba el tema del piropo. Yo me preguntaba: ¿por qué razón pasarán de ahí al piropo? Y me sorprendía en que algunos periodistas de distintas ideologías coincidían en que "una palabra agradable no la tiene que ofender a una mujer". Ahí me di cuenta cómo el piropo y el acoso callejero es un instrumento de control de los varones.

-Es una violación, también.

-Claro, como lo ejercían en el espacio público que era masculino y se daban cuenta de que ya no iban a poder circular impunemente como jueces que dicen cualquier idiotez sobre la mujer. Lo pueden hacer pero como pasó en Tucumán que una jovencita paró su bicicleta frente a un taxista y le dijo "chabón, repetí lo que estás diciendo". Estos tipos que circulan impunemente le tienen pánico al ridículo, son muy machos en la medida en que el cuerpo está sometido, pero si pierden un poco de poder, se asustan.

Fuente: infobae - Por Gisela Marziotta

sábado, 12 de enero de 2019

26% DE DESIGUALDAD ECONÓMICA

Título original: Ganan menos, bancan más

El 18,3 por ciento de las mujeres no tiene dinero propio. Las que trabajan, ganan el 26 por ciento menos que los varones. Falta mayor igualdad de género en la política, pero el acceso creciente de las mujeres a esos ámbitos no implica un avance real. Mientras que los hogares que antes eran llamados monoparentales, en realidad, son monomarentales y están bancados por mujeres y madres solas.


El 18,3 por ciento de las mujeres mayores de 14 años no trabaja ni percibe ingresos propios. La autonomía económica, te la debo. El principio básico de tener con qué para poder decidir no se cumple para casi dos de cada diez mujeres en la Argentina. Ellas están más condenadas a aguantar la violencia porque no cuentan con recursos para irse a vivir a otro lado o mantenerse por sus propios medios, situaciones de acoso si llegan a conseguir trabajo o hacen alguna changa esporádica (ser mozas, promotoras, atender una barra, cajeras, expendedoras de nafta, vendedoras, empleadas domésticas, etcétera) o a postergar sus necesidades, ganas de aprender algo o hacer deportes y/o salir. Los varones que están atados a la misma situación (no contar con dinero en sus bolsillos, ni ingresos que les permitan autofinanciarse, ni estudiar para proyectar otro futuro) también es preocupante pero es casi la mitad: 9,9 por ciento, según Indicadores Nacionales de Género, difundidos el 3 de enero del 2019, por el Instituto Nacional de las Mujeres (INAM) y publicados en la web oficial Argentina.gob.ar.

La postergación económica por razones de género tiene que estar en la agenda electoral en un año en que el voto debería incidir en el reparto de billetes en cada billetera. Es importante que no solo lleguen mujeres, sino mujeres, lesbianas, no binaries y trans con perspectiva de género. Pero los datos marcan, de todos modos, un mapa de la deuda política. Hay solo un 16,7 por ciento de gobernadoras en todo el país (más allá que una mandataria como María Eugenia Vidal cuenta con una cifra todavía menor de ministras) pero, todavía menos autoridades locales ya que solo el 9,5 por ciento de las intendentas son mujeres, según datos de las gobernaciones y proporcionados por el Ministerio del Interior y actualizados a septiembre del 2018. 

Un dato que interpela sobre la relación entre género y política es que la cifra más alta de proporción de mujeres se da en el Senado con un 41,6 por ciento de mujeres, justo en la cámara que freno el aborto legal, seguro y gratuito. El dato alerta sobre la necesidad de que el cupo implique un compromiso de quienes llegan a través de herramientas de fomento de la participación de género a defender la vida, la salud y la autonomía de mujeres y cuerpos gestantes. Las diputadas, mientras tanto, son el 38,9 de la Cámara legislativa nacional. 

En Argentina cuatro de cada diez personas que ganan más o llevan adelante la mayor cantidad de cuentas y gastos en el hogar son mujeres. Pero cuando en la casa hay una sola persona a cargo (que vive sola o mantiene a hijos/as o personas mayores) la jefatura femenina asciende al 55 por ciento. En cambio, en las familias más clásicas el 45 por ciento de la mayor responsabilidad y autoridad económica está en mano de los varones y el 16 por ciento en la espalda de las mujeres, según las cifras publicadas el 6 de diciembre del 2018,  por el Observatorio Nacional de Violencia Contra las Mujeres, dependiente del INAM, en base a cifras de la Encuesta Permanente de Hogares (EPH).

En Economía Feminista están fogoneando una palabra clave: hogares monomarentales que identifica y visibiliza a las madres que bancan solas sus casas y a sus hijos, a sus madres, hijastras, suegras o tías. “El 26,7 por ciento de las mujeres jefas de hogar son jefas de un hogar monoparental y el 3,7 por ciento de los varones conduce ese tipo de hogares, según los datos del INAM. Pero cuando se ve toda la población de hogares con una sola persona a cargo (llamados monoparentales) encuentra que el 85 por ciento está a cargo de una mujer y eso quiere decir que son monomarentales. Casi nueve de cada diez hogares que eran llamados monoparentales, en realidad, son monomarentales”, resalta la doctora en Economía y autora del libro Economía feminista, Mercedes D’Alessandro. 

La trampa es que las mujeres ganamos un 26 por ciento menos que los varones. Entonces, cuando son jefas de hogar ese hogar está empobrecido y cuando comparten su vida es difícil que puedan alcanzar la misma injerencia en la vida económica que sus maridos, novios o padres porque están condenadas a contar con menos disponibilidad financiera por razones de género. La licenciada en Economía e integrante de Economía Femini(s)ta, Florencia Tundis, señala: “Las mujeres ganamos un 26 por ciento menos que los varones y, teniendo en cuenta tanto el trabajo remunerado como el trabajo doméstico no remunerado, trabajamos más horas semanalmente que nuestra contraparte masculina (cincuenta y siete horas por semana, siete más que los varones)”. Ella destaca que las estadísticas oficiales son fundamentales para seguir pidiendo políticas y acciones que lleven a reducir la brecha salarial y las diferencias de género, tanto en el ámbito público como en el privado.

“La tarea de cuidar, sea remunerada o no remunerada, continúa siendo asignada a las mujeres”, enfatiza la socióloga Eleonor Faur, autora de El cuidado infantil en el siglo XXI y coautora de Mitomanías de los sexos. “La información confirma la importante dedicación femenina al trabajo doméstico y de cuidados no remunerado, la cual duplica a la dedicación masculina. Al mismo tiempo, subraya la relación de esta tarea y la complejidad de participar en actividades remuneradas, que en el caso de las mujeres se observa a partir de una menor participación en el mercado de trabajo cuando se tiene hijos pequeños. Desde el punto de vista del trabajo remunerado de cuidados, se agrupan actividades en una categoría que muestra que alrededor de un 17 por ciento de las mujeres se ocupan en este tipo de empleo (con una altísima participación de servicio doméstico) frente a sólo un 0.5 por ciento de los varones.” 

Faur enfatiza los vínculos entre menos derechos económicos y mayor vulnerabilidad a la violencia. “La participación de las mujeres en los niveles menos rentables de la actividad remunerada y la dificultad de acceso a espacios de toma de decisiones implica una limitación en la autonomía económica y en la toma de decisiones de las mujeres. Eso no deja de ser relevante a la hora de analizar su mayor vulnerabilidad física, en un contexto en el cual los femicidios y travesticidios siguen presentando escenas de enorme crueldad y escasas respuestas institucionales efectivas”. 

“El gobierno nos propone mirar la agenda de género separada de la agenda económica, cuando el reclamo feminista es exactamente el contrario”, resalta la economista Lucía Cirmi Obón, del Centro Interdisciplinario para el Estudio de las Políticas Públicas (CIEPP). Ella apunta: “Las brechas de género no se cierran solo con “aumentar la inclusión laboral/financiera” como dice el FMI y el gobierno, sino que se necesita una perspectiva más feminista de la economía y un Estado que no recorte. En Argentina entre los hogares pobres e indigentes hay mucha más presencia femenina que masculina. Este escenario es una situación que ocurre a nivel global y que tiene una relación directa con el cuidado. En nuestro país según la ENES (otra encuesta oficial), los hogares más pobres son los que tiene mayor tasa de dependencia, es decir mayor cantidad de niñes y abueles que dependen del ingreso y del cuidado de un adulte en edad laboral. Del trabajo de cuidado se terminan encargando mayoritariamente las mujeres, sin remuneración, protección o valoración social por ello. En los hogares más ricos las mujeres pueden pagar por otras mujeres que se encarguen. En los hogares más pobres, sin acceso a esa opción y sin alternativas de cuidado públicas, las responsabilidades de cuidado terminan ocupando el día completa sin posibilidad de generar otros ingresos o tener un trabajo parcial. Así las cosas, es lógico que las mujeres aparezcamos al fondo del tarro”. Y ella advierte: “Para romper con la feminización de la pobreza no solo se necesita distribuir mejor el cuidado con los varones sino mayor reconocimiento económico de la tarea y un Estado que ponga alternativas públicas para todos los tipos de familia”.

Fuente- Página 12 - Por Luciana Peker

viernes, 11 de enero de 2019

HAY UN ENOJO MACHISTA POR EL AVANCE SOCIAL DE LAS MUJERES

Marcela Lagarde. La reconocida feminista y antropóloga mexicana habla con El Nuevo Diario sobre los factores que pueden estar influyendo en el crecimiento de los crímenes contra mujeres y brinda claves para ayudar a disminuirlos.





El detonante de la violencia contra las mujeres que se ha observado este año en Nicaragua y en otros países de Latinoamérica podría estar relacionado con el empoderamiento de las mujeres, sostiene la investigadora mexicana Marcela Lagarde. 

Este año en Nicaragua se registran al menos 43 mujeres asesinadas y la saña ha ido en aumento. Una mujer fue decapitada, una embarazada fue mutilada y posteriormente acuchillada, dos ancianas han sido violadas y asesinadas. En varios casos las mujeres fueron asesinadas porque decidieron terminar una relación violenta con sus agresores.

“El empoderamiento de las mujeres está siendo lamentablemente un detonante de la violencia que padecen, a eso se le suman los avances sociales o personales que estamos teniendo”, explica la experta en temas de violencia.- -


La feminista mexicana fue quien introdujo el feminicidio como delito en el Código Penal y la Ley General de Acceso de las Mujeres a Una Vida Libre de Violencia, en México. Entre sus principales logros está haber presidido la directiva de Derechos de la Asamblea Constituyente de la Ciudad de México, que tuvo como fin dotar a esta ciudad de una nueva Constitución en la que plasmaron ideas de igualdad de género en todos los ejes. 

Esta semana se encuentra de visita en Nicaragua como parte de las expositoras del encuentro centroamericano: “Mujeres y hombres caminando hacia la equidad de género”, organizado por la organización Cantera.

Este año en Nicaragua han sucedido asesinatos CONTRA mujeres mucho más atroces en comparación con los ocurridos en años anteriores. Ha habido decapitación, ancianas violadas y asesinadas, una mujer embarazada fue mutilada. ¿Cómo se explica este fenómeno?

No sé, si es que ahora hay más saña o es que nos estamos fijando más. Antes, como que se ocultaban los crímenes o no se sabía mucho de qué había pasado. Pero no es raro que haya más saña cuando las ideologías son tan machistas y tan misóginas. La gente que ve televisión, por ejemplo, recibe una exaltación de la violencia contra las mujeres como nunca antes se había dado. Ahora se ve cómo violan a una mujer ya en plano “close up” (de cerca) y eso es un factor importante. Pero no solo en la televisión, sino que como parte de la vida diaria los hombres aprenden esa saña, ya no es solo el imaginario. Quien agrede a una mujer ya vio una escena de violencia y ya se ha sentido tentado a ejercerla en más de una ocasión.


¿Qué otros factores influyen además de los mensajes que se reciben a través de los medios?

Hay ideológicamente una enorme alimentación de ideas de violencia, pero también hay un enojo machista al avance social de las mujeres: se enojan por las leyes a favor de las mujeres, porque haya un presupuesto de género, porque ocupemos espacios en política; cada espacio genera una resonancia fuerte de ira que como no hay contención se vuelca contra las mujeres. 

¿Qué es lo que está fallando?

Si hubiera un control social más fuerte, si hubiera un rechazo a la violencia contra las mujeres, disminuiría. Si la comunidad, la familia, la Policía y la Iglesia reprueban este tipo de violencia habría menos casos. Sin embargo hay una gran tolerancia y las familias tienen miedo porque el hombre violento que le pega a la madre de familia puede pegarle a los hijos o a los hermanos. Uno de los objetivos de la violencia a parte del daño que causa, es generar miedo


¿Hasta qué punto el empoderamiento de las mujeres podría estar siendo un detonante de la violencia contra la mujer? Lo pregunto porque este año en Nicaragua muchas de las mujeres que han sido asesinadas habían dejado a sus parejas YA QUE no querían seguir siendo violentadas, rompieron el silencio.

Muchísimos femicidios ocurren precisamente por eso, cuando las mujeres se separan, se divorcian o denuncian a veces terminan muertas. En ese sentido están fallando las instituciones adonde las mujeres acuden para denunciar. 

El empoderamiento de las mujeres está siendo lamentablemente un detonante de la violencia que padecen, a eso se le suman los avances sociales o personales que estamos teniendo. Cuando las madres, por ejemplo, deciden no darles más dinero a sus hijos porque se cansaron de la extorsión, las terminan matando porque se creen dueños de la mamá y del dinero o los bienes que ella tiene. 

Hay personas que quizás oyen que una mujer está siendo golpeada, pero no intervienen porque siguen creyendo que las discusiones de parejas son un problema de asunto privado.

¿Cuál es su postura al respecto?

Todavía se considera que lo privado es un mundo en el que puede pasar de todo y nadie tiene derecho a meterse. Eso se remonta a cuando se dividió la sociedad entre lo público y lo privado y consideraron que lo público era de los hombres: las calles, los parques, las calles. Mientras que lo privado era el espacio de la familia donde las mujeres tenían su lugar. Eso influye muchísimo, los vecinos y la familia misma defiende eso, que nadie se meta en lo privado. Mientras que el feminismo sostiene que lo privado debe ser un espacio de respeto y de convivencia pacífica y si una persona es testigo de un episodio de violencia contra la mujer debe alertar a las autoridades.

¿Qué está provocando que estas ideas machistas se mantengan vigentes?

Hay muchos factores, pero sobre todo las instituciones públicas y privadas son parte de un sistema que reproduce ideas machistas. El papel de las iglesias, por ejemplo, a lo largo de la historia en relación con el patriarcado ha sido importantísimo. Las iglesias han reproducido un esquema moral de valores, han reproducido normas sexuales durante toda la historia y han sometido a las mujeres a la obediencia y la sumisión. 

Afortunadamente ha habido movimientos dentro de la iglesia que han creado la Teología Feminista, como Católicas por el Derecho a Decidir, que han sido claves para combatir la violencia contra las mujeres y han logrado la garantía de muchos derechos, como la despenalización del aborto en varios países. Creo que es importante dirigirnos hacia un cambio del orden social existente.

Hay quienes critican a las organizaciones de mujeres porque sostienen que solo se dedican a contribuir al empoderamiento de las mujeres y no trabajan con los hombres. ¿Usted qué piensa de eso?

Cuando se dice trabajar con hombres me da la impresión que la gente piensa que tiene que ser con hombres que han violentado o con hombres en comunidades y es cierto, hay que trabajar más con los hombres. Pero las feministas vivimos trabajando con ellos todo el tiempo, ¿quiénes aprueban los proyectos?, ¿quiénes dan el financiamiento? Son los hombres. Todo el tiempo trabajamos con hombres y además son poderosos. 

Me parece que tenemos una visión distorsionada de qué es trabajar con hombres. En el caso que sea atención y prevención de la violencia es muy importante hacerlo, pero son los mismos hombres quienes tienen el deber de desaprender estos comportamientos machistas.

¿Cómo podemos prevenir la violencia?

Todas las instituciones y la sociedad en su conjunto debe cambiar porque el orden social actual interpuesto refuerzan esa tolerancia a la violencia, refuerzan el papel de las mujeres a la obediencia, refuerzan ideas como la no denuncia y el sometimiento.

Hay mujeres que por miedo aún no se atreven a denunciar la violencia en que se encuentran ¿cómo pueden romper con ese círculo?

Deben acercarse a las instituciones de mujeres o a la más confiable institución de Estado que las proteja. Se debe promover la denuncia para que estas miles de mujeres encuentren un grupo que las proteja mientras se empoderan y pierden el miedo. No basta con solo decirle que denuncie, sino que se debe buscar la forma de ayudarla para que sea libre y autónoma.

Fuente: Mujer del mediterráneo