lunes, 15 de abril de 2013

EL MODELO HEGEMÓNICO DE SALUD NO TIENE COMO CODIFICAR LO QUE NOS SUCEDE A LAS MUJERES


La psicoanalista Mabel Burin -autora del libro El malestar de las mujeres, la tranquilidad recetada- analiza en la siguiente entrevista el modo en que los estereotipos de género atraviesan la consulta médica y – muchas veces – naturalizan malestares y condenan a las mujeres a la medicalización innecesaria. 
“Hay un modo de enfermar específico de las mujeres y hay también un modo de expresar nuestro malestar diferente al de los varones. Es una diferencia basada en una larga historia social de acumulación de experiencias que constituye nuestra posición en el género” observa.

 En un consultorio médico, ante un clínico de cabecera, una persona de entre 45 y 48 años plantea que no tiene deseo sexual, que le cuesta levantarse a la mañana, dormirse por la noche y no siente entusiasmo por su trabajo.

Las respuestas posibles son dos:

  •  Trate de diversificar su vida sexual, haga actividades recreativas, algún deporte, tome vacaciones, haga cambios en sus condiciones de vida y vuelva en unos meses a ver cómo sigue.


  •  Es normal a su edad que tenga estos síntomas, podemos hacer algunos estudios clínicos para descartar alguna patología, pero le puedo indicar algún ansiolítico para irse a dormir a la noche y algún antidepresivo para poder levantarse a la mañana.

En el primer caso, el paciente es un hombre y en el segundo, la paciente, una mujer. 

De este modo ejemplifica Mabel Burin, psicoanalista, autora del libro El malestar de las mujeres, la tranquilidad recetada, el modo en que los estereotipos de género atraviesan la consulta médica y – muchas veces – naturalizan malestares y condenan a las mujeres a la medicalización innecesaria.


“Hay un modo de enfermar específico de las mujeres y hay también un modo de expresar nuestro malestar diferente al de los varones. Es una diferencia basada en una larga historia social de acumulación de experiencias que constituye nuestra posición en el género”.
Será por eso de que un hombre macho no debe llorar y de que las minas enseguida te hacen puchero y sueltan la lágrima, vinculado lo macho con la fortaleza y el llanto con la debilidad, que históricamente las mujeres han manifestado sus emociones y – en consecuencia – han sido quemadas en la hoguera, internadas por histéricas o acalladas con la píldora de la felicidad. “Se espera de nosotras que hagamos saber a los otros lo que nos pasa; es raro que podamos quedar calladas y ser impasibles ante algunas formas de sufrimiento. Nuestro modo de constituirnos es acercarnos, contactar, hacer empáticamente un vínculo con el otro” observa la especialista.

- En el modo en que profesionales de la medicina responden de modo diferente a una mujer que a un varón por iguales síntomas, queda claro el déficit de la escucha. ¿Por qué se dice que la incomunicación es de doble vía?

- Es que cuando nos ponemos a  analizar con más detalle los modos de expresión de lo que se ha llamado el malestar de las mujeres, entendemos que estamos tratando de expresar algo para lo cual no hay muchas palabras. Entonces, usamos el cuerpo como formas de expresión: llanto,  suspiros, gritos. Un lenguaje que no es el típico, racionalizado al estilo predominantemente  masculino. Esto suele irritar a las personas que atienden la salud de las mujeres y hace que nos diagnostiquen o nos observen como para sacarnos rápidamente de encima.  Los estilos de salud predominantes, el modelo médico hegemónico tiende a acallar esas formas de malestar. Les molesta porque no tienen cómo codificar en clave clásicamente masculina lo que nos pasa como mujeres. Así,  muchas veces nos sentimos frustradas cuando acudimos a una consulta médica. Percibimos que no están captando exactamente lo que queremos trasmitirá. Y a menudo no tenemos los lenguajes suficientes para trasmitirlo.

Así como el patriarcado está asentado sobre binarismos: hombre – mujer;  mundo público – mundo privado;  proveedores – cuidadoras y tantos más, el ámbito de la medicina, como parte del mismo sistema, no está exento de la segmentación y las cosas se dirimen en salud – enfermedad.  Sin embargo, cuando aparecen síntomas que no tienen como correlato una patología específica,  la ciencia positivista, que debe saber y responder, los subestima o los silencia, sin entenderlos. Burin, para escapar de la trampa dicotómica utiliza el término malestar. “El malestar sin nombre, lo llamó Betty Friedan en la mística de la feminidad.  Malestar, a diferencia de estar enferma, implica un sentimiento íntimo, subjetivo, de no estar enferma, pero tampoco saludable. Es un término a medio camino. A veces es muy difícil hacer una descripción del síntoma; muchas veces el dolor es dolor psíquico que se expresa en el cuerpo. Pero lo que hay previamente a construir ese síntoma en el cuerpo es un estado psíquico de insatisfacción, de frustración.”



La expresión “estas somatizando” ha ganado popularidad en los últimos años y, a través de su repetición automática, ha contribuido a naturalizar – una vez más – el malestar de las mujeres como algo propio de sí mismas.  Todo proceso de naturalización de un hecho construido consiste en la escisión del hecho y las causas que lo generan, con la consecuente imposibilidad de cambio. Al naturalizar el malestar de las mujeres, se las condena a la cronicidad de sus síntomas.

- ¿Cuáles son las causas del malestar de las mujeres?

- Esos estados muchas veces devienen de lo que llamamos las condiciones de vida de las mujeres.  Existe lo que se llama la neurosis del ama de casa, que consiste en la frustración de estar encerradas en un escenario doméstico. La obligación – en tanto mandato -  al ama de casa de mantener el equilibrio y la armonía del hogar se ha desplazado, como un hecho natural y, entonces, una mujer que trabaje de maestra, secretaria, o la profesión que sea, tiene el deber de mantener y conservar la armonía y el equilibrio emocional del entorno.  Muchas mujeres, incluso, dicen que es su ventaja comparativa a la hora de buscar trabajo, el ser conciliadoras, amables y agradar a todos. Esto implica un esfuerzo emocional difícil de soportar que a veces se expresa como situaciones de estrés. Cuando se fracasa – ante una expectativa tan alta –  pueden sobrevenir estado de depresión con predominancia de tristeza, pesimismo y auto reproche. Los estados depresivos son una verdadera epidemia en este momento de todas las mujeres de todos los ámbitos y sectores sociales, amas de casas y no amas de casa.

Si se continúa la línea de escuchar dichos populares y frases reiteradas, es común entre mujeres preguntarse: ¿tu marido te ayuda?  Y en el mejor de los casos, responderse: “sí, colabora en todo lo de la casa”. Ayudar, colaborar, implica – de forma muy clara – de qué lado está la obligación. Porque si bien la mujer ha roto la barrera del mundo privado y se ha insertado en el mundo público, lo doméstico no se ha extendido al área de responsabilidad de los varones.
En consecuencia,  la mujer está sometida a la doble y triple jornada de trabajo.  

Así como en su momento, las primeras feministas concluyeron en que lo privado es político a partir del compartir en grupo sus experiencias, hoy la resistencia está, al modo de ver de Mabel Burin, en agruparse: “solas no vamos a poder, es necesario que nos juntemos para poder fortalecernos y reclamar por nuestros derechos.”

-  Además de los y las profesionales de la salud, ¿hay un contexto que facilita o promueve la medicalización del malestar de las mujeres?

- Sí, hay toda una industria farmacéutica y de laboratorios que encuentra en las mujeres un mercado consumidor preferencial y hacia ellas dirigen muchos de los remedios que fabrican. Suelen convencer a los médicos de que son buenos para sus pacientes y muchas veces los médicos redondean sus presupuestos por esa vía. Hay todo un sistema al que enfocar en su totalidad. Los psicofármacos, en medios urbanos, son hoy de prescripción preferencial, en especial los ansiolíticos y antidepresivos. También hay que decir que se ha avanzado mucho en medicamentos de última generación, que cuando están bien indiciados en tiempo y dosis, son muy efectivos. Según la OMS (Organización Mundial de la Salud) la tendencia indica que la prescripción de psicofármacos a las mujeres es de 3 a 1 respecto a los hombres. El problema es que  son todos potencialmente adictivos. Generan dependencia y hay que hacer un tratamiento especial para poder dejarlos.

- ¿Se puede pensar la prescripción abusiva de psicofármacos como estrategia de control social?



- Muchos sostiene que los psicofármacos  son estrategias de control social sobre algunos ciudadanos rebeldes, disidentes de los modos de comportamiento esperable. A falta  de chaleco de fuerza,  como en otros tiempos, ahora se recurre al chaleco químico. En algunos casos es cierto. Por ejemplo,  si se trata de una sociedad  o una cultura en donde se precisa que las mujeres de mediana edad se comporten como buenas madres, esposas y amas de casa, es probable que haya mucha mayor prescripción de estos medicamentos que en otras culturas en donde las mujeres tengan otras opciones y puedan recurrir  a otras condiciones de vida que mejoren su estado de ánimo.  Esto también tiene un corte por grupos religiosos, que imponen sus modos de vida a las mujeres  y que la única manera que encuentran de disciplinarlas es darles remedios. A veces, se complementa con ejercicio de violencia. Y si no,  estas formas también  son recursos de violencia,  para silenciarlas o acallarlas. Es lo que llamamos los nuevos modos de opresión de las mujeres.




Burin insiste en la necesidad de empoderar a las mujeres como forma de resistir: “apoyarse unas a otras, confiar, conocer las flaquezas pero apuntar a reforzar las fortalezas, en forma grupal”.  Para contrarrestar la noción internalizada de ser el sexo débil y no para “sentirnos frágiles y esperar a que el médico extienda su receta”.

Es claro que privatizar el malestar de las mujeres no lo desaparece ni mucho menos erradica sus causas.  Y que su atención adecuada excede al sistema médico y depende del contexto social más amplio en el que se inserta. El derecho a la diversificación de la vida sexual, la recreación, el deporte y las vacaciones, no es privativo de los varones, sino que es inherente a las personas, sin distinción de género.

FUENTE: COMUNICAR IGUALDAD - Por Lourdes Landeira.-

ESPAÑA. BURDELES SIN SALIDA



  • Muy pocas víctimas de la explotación sexual logran escapar de la mafia y retomar la vida común
  • Ni las operaciones policiales ni los procesos judiciales les ayudan a romper las cadenas





Una mañana, Marcela se despertó en otra cama. Sábanas limpias. Se desperezó y pensó en las últimas horas. Había llamado al teléfono de emergencias en mitad de la noche. No podía escapar del club porque estaba en medio de la carretera, en ninguna parte. Los trabajadores de la ONG fueron a buscarla en coche. Las únicas posesiones que se llevó en la huida eran lo que tenía puesto. Cuando salió del prostíbulo todavía le escocían los golpes del proxeneta. “Se acabó la violencia”, pensó, y cerró la puerta.

Pasó seis meses en ese primer piso de acogida. “Empecé a sentirme acompañada. Antes vivía rodeada de 50 mujeres y estaba muy sola. Tiraba de alcohol y drogas para salir adelante”. Todo había comenzado un año antes, en 2005, cuando Marcela, hoy con 34 años, llegó de Brasil animada por una vecina que le propuso un trabajo en España con el que ahorrar para terminar sus estudios de derecho. “Me dijeron que iba a cuidar niños. El viaje fue de São Paulo a Francia y Vigo, y después en furgoneta hasta Portugal. Al llegar me quitaron el pasaporte y me dijeron que les debía 5.000 euros. Me prostituyeron en clubes de Portugal y luego de Sevilla, todos del mismo dueño. Me llevaron a Madrid y hubo una redada en mi prostíbulo. Nos tenían aleccionadas para que dijéramos que estábamos allí voluntariamente y nos amenazaban con atacar a nuestras familias. Así que no conté nada y en cuanto salí del calabozo volví al mismo sitio a hacer lo mismo. No veía alternativa”. Durante ese tránsito, Marcela tuvo su primer contacto con APRAMP, una asociación de ayuda a víctimas de explotación sexual. “Al principio no me fiaba, pero me ofrecieron asistencia sanitaria y empezamos a hablar”, cuenta en conversación telefónica.

Hasta que el día en el que arranca este relato recibió una paliza. “Me dije: ‘Hasta aquí’, y llamé”. Iniciaba un camino que desde la distancia se ve tan empinado como el de la propia explotación: la dura convivencia con mujeres nerviosas, heridas; digerir recuerdos y humillaciones; buscar trabajo con un decreto de expulsión pendiendo sobre la cabeza desde su paso por el calabozo. El proceso psicológico duró tres años. “Cuando vi que podía hablar de ello sin llorar, me di cuenta de que lo había asimilado”. Su primer trabajo fue cuidando ancianos, y ahora, después de cinco años de formación como mediadora social, cada noche recorre con la unidad móvil de APRAMP los polígonos industriales, clubes y pisos invisibles por los que penan las víctimas de trata. Les explica cómo se da el portazo.
De las miles de mujeres con las que he trabajado, habrá logrado salir apenas una docena”, comenta un policía


La sofisticación de la industria sexual ha creado un mercado mundial de 11 millones de explotadas, según la ONU. Un estudio de Eurostat sobre trata publicado el viernes asegura que entre 2008 y 2010 las víctimas aumentaron el 18%. Las noticias sobre operaciones policiales contra la trata en España, uno de los principales receptores de mujeres llegadas con engaños y abusos de todos los rincones pobres del planeta, se detienen en la foto fija de los proxenetas esposados. The end. Pero ese efecto cinematográfico no se da en la vida de las mujeres. La mayoría, como ocurrió con Marcela tras su redada, vuelven al día siguiente al club, desorientadas en un mundo del que desconocen las reglas: ¿dónde se busca trabajo?, ¿qué me va a hacer la policía si me encuentra sin papeles?, ¿quién va a ayudar a una puta? Otras se lanzan a la libertad saltando barreras administrativas y miedos. Miedo como el que ha paralizado a importantes testigos de la operación que hace unas semanas desarticuló en Andalucía una red que explotaba a 400 mujeres. La investigación concluyó con 52 imputaciones y el cierre de seis clubes. Los 10.000 folios del sumario del caso desvelan un universo violento y retorcido. Un negocio de carne con sucursal en Brasil.

Y al final de la cadena, mujeres, algunas sin papeles, que debían dormir en el club, en las mismas habitaciones en las que tenían relaciones sexuales y rodeadas de gorilas y mamis. Los jefes las amenazaban con domesticarlas “a palos” y les obligaban a acostarse con ellos, y cuando lo hacían con un cliente, el dinero del primer encuentro iba íntegro al club. Trabajaban 12 horas diarias y debían abonar 50 euros por descansar cuando menstruaban y entre 150 y 200 por abandonar el recinto. Pese a todos estos horrores, las testigos protegidas han comenzado a vacilar en su primera declaración, algo frecuente con los proxenetas. Esas mujeres han sentido el tirón de las cadenas invisibles que describen las protagonistas de este reportaje.




Las prostitutas a las que Marcela logra convencer para que escapen de las mafias acaban pasando por las oficinas de su ONG. La asociación tiene en el centro de Madrid un taller en el que aprenden costura ejecutando arreglos para boutiques del barrio. Un martes de marzo, una asistente social acompaña a las alumnas, la mayoría testigos en protección, mientras diseñan delantales. Una de ellas tiene 14 años; otra, 16, como muestra de que las redes están tratando con víctimas muy jóvenes (“es lo que está de moda”, cuenta Marcela; “en mi época éramos las brasileñas, pero ahora el mercado de carne pide esto”). Mientras las máquinas de coser traquetean, se puede visitar la sala de cursos, vacía. Está forrada de murales con dibujos de apariencia infantil. En uno se ven dos monigotes: uno femenino y el segundo masculino con un cuchillo y un bocadillo que dice “mátala”. Otro mural identifica los alimentos con vitaminas y minerales. Ana Delgado, la trabajadora social, explica que tratan con mujeres de perfiles heterogéneos: “Algunas llegan muy formadas, pero hay otras que tienen que aprender todo desde cero. Han vivido aisladas, y al romper se encuentran con un país, un idioma y una vida que desconocen”.

Los cursos que imparte la asociación (castellano, cuidados geriátricos, costura…) son una toma de contacto con la formación profesional, pero también una terapia. “En los talleres aprenden a no frustrarse y adquieren disciplina y horarios, que a veces les cuesta mucho. Como conocemos su situación, sabemos que hay que ser flexibles”, cuenta Delgado, detallando lo elástico que es el concepto de flexibilidad: “Algunas que llegan con la unidad móvil tienen cargas y facturas, y al principio siguen en la calle, con lo que eso implica”. Unas 40 asociaciones trabajan con víctimas de trata en todo el país. Sus prestaciones son confidenciales y gratuitas, e intentan ofrecer un servicio integral que comprende alojamiento, tratamiento psicológico, de inserción sociolaboral y asesoría jurídica. El proceso dura hasta año y medio.

La ley establece un periodo de reflexión para que la víctima denuncie. Solo 98 de 763 lo hicieron en 2011

Las mujeres llegan por vías diferentes: las mediadoras, los servicios sociales, policía, hospitales y, en casos excepcionales, por clientes de prostíbulos que detectan que son explotadas.

El proceso mediante el que la policía identifica a una víctima es el más fácil de explicar por su carácter rutinario. Tras una intervención, por ejemplo en un club de carretera, los agentes de la Unidad Central contra las Redes de Inmigración y Falsedades Documentales (UCRIF) pasan entrevistas individuales de tres o cuatro minutos a las prostitutas. Un apartado del cuestionario en el que reseñan los indicios de trata que han apreciado revela la dureza de los casos. Además del miedo o la mentira compulsiva, uno de los indicios más visibles es la “dificultad para caminar o sentarse, lesiones, desgarros, magulladuras en los órganos sexuales, irritación del área anogenital”, o en menores, “conductas y conocimientos sexuales impropios para su edad, como conductas sexualmente obsesivas o seductoras”. Aun con indicios, la identificación es muy difícil si la mujer niega los hechos. En 2011, 14.730 fueron consideradas posibles víctimas de trata, pero solo se llegaron a identificar 1.082, según el Ministerio de Interior.

Incluso las identificadas suelen negarse a presentar una denuncia. Lo hagan o no, la ley ofrece a toda víctima un periodo de reflexión (un mes renovable por un segundo) para decidir si colabora con la policía. Como la inmensa mayoría son extranjeras, denunciando acceden a los beneficios que acuerda el artículo 59 bis de la Ley de Extranjería a quienes colaboran con la justicia: permiso de residencia y trabajo. Aun así, de 763 periodos de reflexión ofrecidos en 2011, solo los aceptaron 98 mujeres.

Dado que la denuncia abre un mayor abanico de posibilidades de inserción, las ONG suelen recomendarla, pero no siempre. “A veces no es lo más adecuado. Nosotras asesoramos sobre las ventajas e inconvenientes, y algunas mujeres consideran que no es lo adecuado para ellas”, explica una trabajadora de la asociación catalana SICAR. Colaborar con la policía no solo puede suponer un calvario de interrogatorios y recaídas anímicas. También entraña peligros, especialmente para los familiares que quedan en el país natal de las víctimas a merced de los tentáculos locales de las mafias.

Frustración y reveses

Los esfuerzos para generar confianza en las mujeres y animarlas a denunciar sufren un revés cada vez que se conocen hazañas como las de José Manuel Pulleiro Núñez, el violento jefe del club La Colina y uno de los implicados del caso Carioca. Hace unos días volvió a prisión después de que la juez Pilar de Lara dictaminase que había utilizado sus cuatro meses de libertad condicional para ir visitando a las mujeres que declararon contra la trama mafiosa que en Lugo hermanaba a guardias civiles, policías y proxenetas. Pulleiro no ha sido el primero en acosar a testigos del caso. Desde el primer día, las extrabajadoras del burdel han recibido amenazas. Muchas han regresado a sus países de origen, y otras, a la vida de club.

Luis se ha topado con más de una historia como esta. Luis es el seudónimo tras el que se oculta un miembro de la UCRIF en Madrid. En su trabajo ha aprendido lo intensa que puede ser la palabra frustración. Ha visto disminuidas psíquicas esclavizadas por familiares; ha descubierto que, para dominarlas mejor, los proxenetas prefieren a mujeres vulnerables, las más pobres, las que tienen un hijo enfermo; ha comprendido que las chinas o las nigerianas amenazadas mediante vudú se niegan a denunciar por terribles que sean los abusos; ha visto compañeros que perdían testigos a las que las mafias chantajeaban enviándoles vídeos de violaciones de amigas; ha participado en redadas en locales con 200 mujeres de las que no ha salido ningún testigo. Luis habla, y sus palabras suenan llenas de desencanto. “Y eso que ahora estoy más positivo, pero hay épocas en las que es muy duro”, cuenta frente a un menú de bar. “Algunos juzgados pasan de estas operaciones porque requieren muchísimas escuchas y permisos y los colapsan. También hay casos que se basan en el testimonio de una chica que después de tres años se echa atrás cuando se rompe el secreto procesal y teme represalias”.

No se ha implantado aún la norma europea que declara innecesario que haya denuncia para asistir a la mujer
Luis coincide con el resto de entrevistados en que la ley de protección de testigos hace aguas, pero cree que sigue siendo otra vulnerabilidad la gran razón de que demasiadas mujeres se queden paradas frente a la puerta de la jaula abierta. Algunas han vivido tanto tiempo aisladas entre las paredes del club que temen hasta alejarse unos pasos de él. “El amor también las hace vulnerables. A muchas sus proxenetas las trajeron con engaños románticos o las mantienen atadas con lo que ellas creen que es cariño, y que a veces es lo más parecido que han conocido”, cuenta. La operación policial andaluza le da la razón. Las escuchas capturan conversaciones de proxenetas con mujeres con las que mantienen relaciones sentimentales. En una, el hombre amenaza a una novia con que lo que le hace falta es que les den “caña”, unos golpes para que se quede “más suave que un guante”, necesita que le metan “una polla en la boca y le den unos pocos de bofetones”. Después de colgar, el hombre recibe un SMS cariñoso de otra prostituta con la que también se acuesta.




Prostitutas exhibiéndose para los clientes en un club. / GILLES MINGASSON (GETTY IMAGES)
Pese a una tristeza que le arquea los hombros al hablar del tema, Luis intenta ser positivo: “De los miles de mujeres con las que he trabajado, habrá logrado salir una docena”. El cálculo es demoledor, pero para quien ha palpado el espanto de la trata, colaborar en el rescate de 12 personas es un logro. Él ya no espera mucho más. A veces los controles y las operaciones sirven para que las condiciones en los clubes mejoren o para que algunas mujeres dejen las redes y ejerzan la prostitución autónomamente, y eso le parece un pequeño avance. “Es un mundo de abusos. Las ves con 40 y están hechas polvo después de años pagando la deuda que les imponen. Adicciones, intentos de suicidio, enfermedades… Por mi experiencia, pueden intentar salir las que llevan poco tiempo con la red, son jóvenes y tienen esperanzas. Las otras es casi imposible”.

Los que han convivido más tiempo con la trata han asumido lo excepcional que es ver a una víctima escapar. Lo atestigua Sònia Martínez, alcaldesa por CiU de La Jonquera, una de las localidades de España en las que la prostitución está más presente como consecuencia de los macroprostíbulos en la frontera con Francia que proveen de diversión a clientes de los dos lados de la línea, a los que no les preocupan las historias de horror recogidas en los sumarios judiciales: golpes, extorsión, esponjas en la vagina para seguir rentando durante la menstruación… Martínez se ha enfrentado decenas de veces a la negativa de las mujeres a alejarse de sus proxenetas. “Nunca aceptan. Les proponemos otro trabajo, pero en esta comarca lo que hay para ellas es limpiando o en restaurantes muchas horas y poco remuneradas, y nos dicen que con esos sueldos no pueden. A veces no les llegan para cubrir sus necesidades si tienen hijos o se han metido en gastos”.

Nos aleccionaban para que dijéramos que estábamos de forma voluntaria o atacaban
a nuestras familias”

Precariedad en el camino 

Isela sí consiguió marcharse. Tras este nombre falso se encuentra una rumana de 26 años que se presta a una entrevista en una casa de la ONG Proyecto Esperanza, en una zona de chalés madrileña. Isela está en la segunda fase del proyecto, cuando las víctimas salen del estado de emergencia y comienzan a construirse una vida autónoma en apartamentos con menor supervisión de las educadoras. Desde hace cuatro meses busca un trabajo “de lo que sea”, aunque preferiría en la hostelería. En Rumanía estudió filología románica. Su sueño es ser educadora, abogada o periodista.

Llegó al proyecto hace siete meses de mano de la policía. No sabía una palabra de español. Al principio en la casa se comunicaba con mujeres de África, China o América Latina “un poco en inglés, en italiano o con las manos”. Fueron días “fatales” para esta chica hiperactiva. “No conocía a nadie, tenía la cabeza muy mal, muy preocupada por mi familia, estaba histérica. Mi carácter es muy fuerte y la convivencia con algunas mujeres me parecía difícil: los olores, las actitudes… Pasaba muchas horas en la casa porque no me atrevía a salir, pero no entendía las reglas del piso”, cuenta. Su experiencia ilustra las dificultades de reunir a mujeres de edades, procedencias y niveles socioculturales distintos, muchas en estado de choque. Pero Isela se fue abriendo. “Después de estos meses, soy yo misma. Y en la casa he hecho amigas muy importantes para mí”. En España, de momento, ellas son su único apoyo social. “Necesito tiempo para abrirme. No hago amistades rápido”, cuenta. En sus ratos libres pasea por Madrid y lee libros de Verne y Federico Moccia. “Me gustan las historias de amor, aunque yo con los hombres soy…”, y hace un gesto indicando lo dura que se considera.

A pesar de su preparación universitaria, Isela necesitará paciencia para encontrar un trabajo que las estadísticas indican que no estará bien pagado. Según estudios de Proyecto Esperanza entre las mujeres con las que colabora, el 62% de las que encuentran empleo no llegan al salario mínimo interprofesional. “Muchas están abocadas al servicio doméstico”, cuenta Iris Rodríguez, coordinadora de intervención de la ONG y de nuevo mujer, como todas las trabajadoras que asisten a las víctimas de trata encontradas para este reportaje. “Las trabas burocráticas y la crisis alargan el proceso para independizarse. Antes, en ciertas provincias, a los 20 días ya trabajaban compaginándolo con la formación. Ahora la estancia en pisos de acogida se alarga por encima del año”.

La creciente precariedad no es solo consecuencia de la coyuntura económica. Los recortes sociales por la crisis y las trabas administrativas a los inmigrantes ralentizan la integración de las mujeres y actúan como disuasorio para alejarlas de las mafias. Sin papeles se cierra el acceso a derechos como la sanidad o a las formaciones ocupacionales a las que intentan derivarlas las ONG de acogida. Ni los cursos del Inem ni los módulos que se imparten en los institutos las aceptan. La oferta se reduce a un puñado de cursillos en sectores poco lucrativos, como limpieza o cuidados geriátricos.


Una víctima de explotación sexual en un taller de costura. / CRISTÓBAL MANUEL

La urgencia por encontrar empleo es grande. A muchas mujeres siguen necesitándolas sus familias en el extranjero y les piden dinero, en ocasiones sin saber en qué estado viven en España porque ellas no quieren contar lo que les ha ocurrido, ya sea por miedo al estigma del sexo o, entre las que llegaron a Europa para prostituirse, pero no sabían que iba a ser en régimen de esclavitud, por no preocupar.

“Incluso en el caso de mujeres bien preparadas, es complicado que vuelvan a ocupar un puesto al nivel de su formación. Por un tiempo asumimos que trabajen en situación muy precaria, en la economía sumergida, porque les quita la ansiedad y les da confianza”, explica Beatriz Lorente, de SICAR, donde gestionan proyectos que incluyen prácticas de cajera o camarera. Las que tienen papeles y suerte llegan muchas veces a la economía formal, pero no siempre las empresas les ofrecen condiciones óptimas para arrancar una vida autónoma. Se ven entonces en un estado de semidependencia de los recursos públicos o sus parejas.

Ekaterina, de 31 años y rusa, explica sin abandonar una elegante sonrisa en qué se materializa esa precariedad. Lleva tres meses de dependienta en una tienda de Barcelona con un contrato indefinido “especial”, que no deja de ser “una gran oportunidad”, acota entusiasta. “Son 590 euros al mes por 30 horas semanales. Solo libro el domingo, y me pueden llamar a cualquier hora”. Ekaterina trabajaba de responsable de una tienda en su país y quiere volver a hacer lo mismo en España. Con unos modales suaves que no despistan de su carácter firme, asegura que está contenta pese a que las condiciones “limitan mucho”. Como no puede independizarse, vive en un piso de SICAR con su hijo. Cuando le preguntan qué quiere en la vida, yergue la espalda y habla convencida: “Un piso para mí. Y una hija más”.

Ha pasado dos años con la ONG, adonde llegó de la mano de la policía en condiciones “muy duras”, sin un solo objeto personal, nerviosa y hostil, y acompañada de dos amigas de las cuales una regresó a Rusia con ayudas públicas. “Después de todo lo que me había pasado no confiaba en nadie. No había razón para que me ayudaran”. Ahora solo le falta el permiso de residencia de su hijo, pero el proceso legal no fue sencillo a pesar del artículo 59 bis. “Lo pasé muy mal porque no me daban papeles y él estaba solo en Rusia. Tardaron nueve meses. Yo ya trabajaba cuidando a una persona mayor. Llamaba al niño por teléfono llorando y él pensaba que no quería traérmelo. La verdad es que hace falta ser fuerte”.

Cuando te pasa una cosa tan fuerte como la que me ha ocurrido a mí, valoras cada instante
en el que estás libre”
“En tres años hemos avanzado mucho, pero faltan aún cosas importantes”, cuenta Marta González, coordinadora de Proyecto Esperanza. Da fe de ello Marcela, que hace siete años fue tratada como una simple irregular. Un paso trascendente en la situación de las víctimas se dio en 2008, cuando todos los grupos políticos españoles coincidieron en lanzar el Plan Nacional contra la Trata, que, entre otras cosas, concedía estatuto de protección a las víctimas que denunciasen. Este plan concluía en 2012, y ahora que la Comisión de Igualdad del Congreso de Diputados está evaluándolo, parece que el consenso es igualmente amplio en que hay que ir más lejos, trasponiendo la directiva europea que asocia la protección no a la colaboración policial, sino a la identificación de la mujer como víctima de una violación de derechos humanos. El 6 de abril debería haberse implantado la directiva de la Unión Europa, según la cual la denuncia dejaría de ser necesaria para asistir a las mujeres. “Para adaptarse habrá muchos cambios en la legislación española”, asegura Marta González Vázquez, portavoz del grupo popular en la Comisión. “No se ha llegado al plazo del 6 de abril porque esto va a implicar a varios ministerios y reformas del estatuto de las víctimas, el Código Penal, el enjuiciamiento criminal… Pero estamos en ello”.

Las diferencias entre partidos se encuentran en la dotación económica para asegurar que la ley no quede en papel mojado, como asegura la oposición que pretende el PP. Ampliar la cantidad de víctimas reconocidas equivaldrá a más ayudas sociales y elementos políticamente controvertidos como los permisos de empleo. González explica que “es difícil calibrar cuánto se gasta ahora en los programas de apoyo a las víctimas” porque estos costes están transferidos en gran medida a las comunidades autónomas. Las únicas ayudas estatales son los dos millones de euros anuales que destina Asuntos Sociales a las ONG especializadas.

Hacia una vida autónoma

La calidad de las ayudas marca hasta qué punto las mujeres que escapan de la explotación pueden reconquistar una vida equilibrada. Iskra Orrillo, psicóloga de Proyecto Esperanza, considera que hace falta tiempo y dinero para recuperar mujeres, en muchos casos traicionadas por familiares, que han sufrido abusos bestiales, encierros y vejaciones: “El impacto para algunas ha sido tan fuerte que siempre les queda esa vulnerabilidad, pero son casos excepcionales. Con una buena atención, casi todas pueden retomar una vida normal”. En SICAR, 14 de las 101 mujeres que han asistido este año están en tratamiento psicológico y 2 han requerido del ingreso en un psiquiátrico.

En el otro extremo, Darya, de 33 años, ilustra una progresión perfecta. Trabaja de encargada en una tienda mientras estudia turismo e idiomas. “Quiero tener mi negocio y ganar dinero para viajar y ver sitios”, dice tímidamente. Tras entrar en SICAR, empezó de limpiadora sin contrato, pasó a dependienta y sigue subiendo en la carnívora escala laboral. Lleva dos años saliendo con un chico y desde hace unas semanas viven juntos. “En su piso, con hipoteca”, aclara. “Irme de la asociación ha sido como independizarme de los padres”, bromea. Se ha adaptado a la vida de una gran ciudad. Corre de un curso a otro y del trabajo al gimnasio. Habla de su vida con una mezcla de sencillez y trascendencia, como si fuera consciente de que tocando ciertas cuerdas las fuerzas oscuras siempre podrán despertar un demonio. “Cuando te pasa una cosa tan fuerte como la que me ha ocurrido a mí, valoras cada instante que eres libre. Los fines de semana no quiero dormir hasta tarde: quiero hacer cosas”. Darya, que obtuvo sus papeles en nueve meses, ha seguido varias formaciones. “Hasta hice un curso en catalán de agente comercial, ¡y fue tan difícil! Ahora sé que puedo con lo que sea”.

Las mujeres de la última red desarticulada en Andalucía trabajaban 12 horas diarias y dormían en los clubes
La mujer habla un castellano tan correcto que cuesta creer que proceda de la antigua URSS y que los primeros días, hace solo dos años, tuviera que comunicarse con las educadoras mediante dibujos. De rasgos aniñados, cuando se ilusiona desgranando sus proyectos juega con la trenza que le cae en el hombro izquierdo. En los momentos en que revive algún pasaje amargo mira al suelo y se le traban las palabras. Por ejemplo, al referirse a su llegada al centro de emergencias, cuando todo parecía negro: “Esos días yo solo rezaba mucho”, dice invitando a cambiar de tema. Habla de la amistad y apoyo que encontró en Ekaterina, a la que no conocía. Cuenta que ahora está leyendo libros de historia y escribiendo sobre las diferencias entre España y la ex-URSS.

Darya, Ekaterina, Marcela e Isela rompieron las cadenas invisibles. Lo consiguen unas pocas mujeres entre miles gracias a una mezcla de suerte, valentía y apoyo. Estadísticamente son un grupo ínfimo. Hombres y mujeres como Luis lo saben y aspiran a que eso cambie. Mientras, el policía se consuela con cada paso. “Recuerdo a una chica. Cómo estaba de destrozada cuando la encontramos y cómo la vi al cabo de un tiempo. Solo por eso, merece la pena”.

FUENTE: EL PAÍS -  Con información de Javier Martín-Arroyo.


MÉXICO: LAS MUJERES HISTÓRICAMENTE HAN SIDO EXCLUIDAS DE LA PROPIEDAD DE LA TIERRA


DIÁLOGO CON ALMA PADILLA, COORDINADORA DEL CENTRO DE LA MUJER INDIGENA¨¨ EN CHIAPAS, MEXICO

En esa zona rural se entrecruzan tres sistemas legales. El tradicional de las comunidades, las leyes oficiales y las del zapatismo. Las mujeres deben resolver sus problemáticas, sobre todo la violencia de género, en ese contexto complejo.



El despojo de la tierra, el monocultivo promovido por las trasnacionales, la falta de políticas públicas en favor de la salud y de la educación están debilitando fuertemente a las comunidades indígenas y campesinas mexicanas. En Chiapas, cuna del Movimiento Zapatista, se encuentra ubicado el Centro de Derechos de la Mujer Indígena. Su coordinadora, Alma Padilla, insiste en que el trabajo realizado con las mujeres apunta a fortalecer en ellas la idea de que la violencia que sufren es parte de un problema estructural. De manera que el centro es un espacio fundamental para alojar, asesorar e informar a las mujeres de Chiapas.

–¿El centro de derechos de mujeres de Chiapas nació como consecuencia de la organización de las mujeres, o reunió un reclamo disperso?

–La construcción del centro de derechos de la mujer de Chiapas surge como una manera de organización de varios grupos de mujeres ya organizadas y algunas independientes. En 2004 hay una asamblea de diferentes mujeres de Chiapas y de otros territorios. Ahí, a partir de la exigencia de las mujeres, aparecen muchas denuncias de violaciones a los derechos de las mujeres, sobre todo denuncias como formas de contrainsurgencia que se estaban dando desde el Estado, a raíz del levantamiento zapatista del ’94. Entonces se dan cuenta de que en este espacio se construye por las mismas mujeres y se alojan los numerosos reclamos, que previamente no contaban con un espacio donde resolver o donde construir otras alternativas. De ello surge la idea de construir un centro de derechos humanos que atienda y pueda trabajar en el proceso de transformación de la violación a los derechos de las mujeres. Entonces se crea el centro de derechos de la mujer de Chiapas y, a la par, el Movimiento Independiente de Mujeres, que durante mucho tiempo generó el proceso de organización y de transformación del trabajo con las mujeres.

–¿Cómo está organizado el centro?

El centro tiene una mezcla de mujeres indígenas y de mujeres mestizas trabajando. Principalmente defensoras de los derechos humanos, conformando un equipo de veinte personas aproximadamente. Además existen diversas profesiones y procedencias. Tenemos un trabajo comunitario y cooperativo entre las diversas disciplinas. El centro tiene una organización horizontal guiada por una conciencia política que orienta el trabajo hacia la defensa de los derechos humanos, hacia la defensa de una vida digna, hacia la transformación del lugar de la mujer y la eliminación de la violencia. Este es un centro construido teórica y políticamente en torno a esa cuestión.

–Entiendo que en Chiapas existen distintos tipos de sistemas jurídicos ¿Cuáles son los que contemplan en el trabajo del centro?

–En Chiapas existen tres tipos de sistemas jurídicos que son: el sistema tradicional, que es el que está dentro de las comunidades indígenas y campesinas; el sistema autónomo, que es el que se ha construido a través del movimiento zapatista y que tiene su base en el sistema tradicional, y el sistema oficial o positivo a través de las instituciones oficiales del gobierno mexicano. Entonces el centro de derechos utiliza y valora en el mismo nivel de fuerza política y de capacidad de resolución a todos estos sistemas. Entonces el centro de derechos utiliza los tres sistemas en igualdad y usando estos tres sistemas se resuelven los problemas de violación de los derechos de las mujeres. Las mujeres realizan sus denuncias dependiendo de su propia experiencia en cada sistema. Por ejemplo, las mujeres que vivían en comunidades indígenas y campesinas en su mayoría resuelven sus problemáticas en los sistemas tradicionales que competen a sus comunidades. En el caso de las mujeres que pertenecían al Movimiento Zapatista lo resolvían internamente. Desde este proceso hay una participación y una exigencia de justicia propia. Una cosa que es muy importante que se da tanto en el sistema tradicional como en el sistema autónomo es que se otorga mucho valor a la voz de las partes involucradas.

–Es muy interesante el cambio de una posición subjetiva de la victimización a la posición más implicada con la que trabajan.

Desde el centro trabajamos con sus propios procesos, para que ellas busquen la justicia en primera persona, es decir que logren resolver sus casos como propios. El centro en este sentido se vuelve un acompañante y un impulsor en relación con esta justicia. Este es el proceso que llamamos de “defensa participativa”. Es importante marcar el lugar de agente que tienen las mujeres, para sacarlas del lugar de victimización, porque si nos quedamos con eso no va a haber ninguna transformación. Entonces ellas tienen que reconocer cuál ha sido su aporte en ese proceso para poder transformarlo.

–¿En que consiste la “defensa participativa”?

–Esta idea consiste en que las mujeres sean agentes de sus propias vidas. Pero además consideramos que la resolución jurídica no es la única resolución, sino que tiene que haber una transformación en lo que llamamos la autodeterminación. Es decir que el proceso jurídico de resolución de su caso se vuelva un proceso impulsor de transformación de su vida, de su entorno, de sus afectos, en relación con cómo se vive la vida. Si una mujer vive una situación de violencia de género porque, por ejemplo, su pareja la está violentando, el proceso no se resuelve con el hombre en la cárcel. Entonces la idea es hacer una transformación más profunda, para que se modifique no sólo esa relación en particular sino el modo de relacionarse, el modo de vivir de esa mujer. Luego de un largo análisis, las mismas mujeres afectadas determinan cuál es la vía jurídica por la que el caso se tiene que resolver.

–La defensa participativa implicaría el reconocimiento de los derechos violados, el reconocimiento de que las mujeres tienen derechos y deben reclamar por ellos.

–Pero quiero destacar que el centro no viene a resolver problemas: asesora y acompaña a las mujeres en sus procesos de resolución de problemas. Incluso realiza denuncias jurídicas y políticas, denuncia los sistemas que no reconocen los derechos de las mujeres o que deciden reproducir la violencia a través de los mismos sistemas. La violencia tiene una historia, y nosotras trabajamos para que las mujeres sean consientes de ello. Esto permite poner la violencia en contexto y transformar el problema en una regla y no en una excepción. Creemos que esta violencia está asociada a problemas intrínsecos del sistema neoliberal, patriarcal, con una base estructural e histórica.

–¿Cuál es la relación del centro con el Estado?

El Estado mexicano tiene una tendencia neoliberal, por lo tanto todo el proceso de construcción de políticas públicas para la población depende de la dinámica del mercado neoliberal. En el ’94, cuando se firma el tratado de libre comercio (ALCA), emerge el Movimiento Zapatista denunciando este tipo de políticas durísimas para la población. A su vez ciertos métodos contrainsurgentes se generalizan apuntando a las comunidades indígenas. Junto con esto se produce un auge de programas asistencialistas, con base contrainsurgente, que limita la organización política de los pueblos. Es decir, estos organismos, en lugar de proveer una buena educación y una buena salud, optan por impulsar estos programas que no son la solución y lo que la gente realmente necesita. Esto genera dependencia pura. En realidad, es necesario proteger el campo, proteger los alimentos y la tierra del avance de las trasnacionales junto con políticas públicas reales. Nosotras estamos en total desacuerdo con estas políticas y nuestro trabajo apunta a informar a la población sobre cómo estas políticas son completamente contrainsurgentes, son desmovilizadoras de las procesos organizativos, y sobre todo sustentan la economía de las grandes trasnacionales. Se está impulsando desde el Estado la producción de monocultivo de palma africana, de soja y el uso de agroquímicos que dejan infértil a la tierra por muchos años. Esto trae como consecuencia la interrupción del autoabastecimiento de las comunidades sumergiendo a familias enteras en la miseria. Uno de nuestros trabajos fundamentales, entonces, es la información respecto de estas políticas estatales. Estos son procesos de sensibilización y de formación de las comunidades que son paulatinos y que nosotras realizamos permanentemente.

–¿La ley agraria no otorga el derecho de la mujer a poseer la tierra?

–Existen procesos de discriminación dentro de las comunidades, ya que las mujeres son las que menos van a la escuela, las que en general no saben hablar español. Esto lleva a un proceso de discriminación de género pero también de clase. De la misma forma, ellas no puede heredar la tierra, ni poseerla, porque es el hombre el que la trabaja. La ley agraria reconoce el derecho de las mujeres a poseer la tierra, pero en la práctica esto no sucede. Los núcleos ejidales no son capacitados para que estos derechos sean reconocidos. Pero esto está claramente ligado a la voluntad por parte del Estado de llevar a cabo un plan de privatización a gran escala.

¿Cuáles son las estrategias de despojo de la tierra?

–Nosotras consideramos que el ejercicio de los derechos humanos está en relación con la naturaleza. La educación está asociada a la soberanía alimenticia, a la agro-ecología, etc. Si no existe esto, difícilmente se van a poder hacer valer los derechos humanos. Entonces trabajamos mucho poniendo la tierra en relación con los derechos humanos. Hay que tener en cuenta que las mujeres históricamente han sido excluidas de la propiedad de la tierra, por eso para nosotras es tan importante poner en la base el derecho de estos pueblos a usufructuar la tierra, a subsistir cultivando y fundamentalmente a no ceder jamás este derecho. Por otra parte, la privatización es el objetivo último, que muchas veces se da por medio de estrategias legislativas, educativas y demás. Junto con esto, se dan formas de paramilitarización, que son grupos de la misma población indígena que son preparados por el ejército para atacar a sus propios vecinos. Entonces en apariencia es el mismo pueblo indígena que se está atacando. Esto disuelve la organización política y genera un doble daño porque es una matanza entre los mismos pueblos.

–¿A qué llaman “guerra de baja intensidad”?

–Yo creo que ya no es de “baja” intensidad, pero bueno, es el término que se utiliza. Este término se refiere a que no hay una guerra de enfrentamiento armado permanente, pero hay acciones que van menguando la vida y la posibilidad de transformación con diferentes estrategias. La escasa inversión en salud y en educación produce un debilitamiento muy fuerte de la sociedad. A la par, se impulsan programas asistencialistas que proponen ayuda económica a las familias con la condición de que éstas se alejen del Movimiento Zapatista, o bien cooptando su tiempo para que no vayan a las reuniones. De manera que estas políticas asistencialistas vienen a tapar la desinversión en salud y en educación. Como consecuencia, por ejemplo, en Chiapas la gente todavía se muere por enfermedades gastrointestinales que por lo general son muy fáciles de curar en nuestra época.

Se registran muchísimos desaparecidos en los últimos años, ¿cuáles son las causas?

–En México se ha generado el Tribunal Permanente de los Pueblos, donde se denuncian varias violaciones a los derechos humanos a raíz de la guerra contra el narcotráfico, que fue impulsada por el gobierno de Calderón. Donde las fuerzas del orden y los narcotraficantes han desaparecido a miles de personas y donde han quedado desamparados miles de huérfanos. Hay comparaciones estadísticas que ahora no tengo a mano, pero que muestran que la guerra contra el narcotráfico ha generado muchas más muertes que guerras abiertamente realizadas. En realidad, esto no fue más que una guerra contra el pueblo que se basaba en el terror. Este tipo de políticas apuntan fundamentalmente a la desterritorialización de los pueblos, expulsando a la gente de sus tierras para poder usarlas en beneficio del mercado. Y, en este contexto, los medios de comunicación, cuya línea editorial en general está marcada por el Banco Mundial y los grandes poderes trasnacionales, no informan claramente con cifras, con estadísticas, sobre lo que sucede.

¿Qué relación tiene el centro con el MZLN? El Movimiento Zapatista incluyó desde el inicio mujeres en su ejército.

Yo creo que ahí hay un proceso muy interesante porque es el mismo pueblo organizándose. Nosotras acompañamos el proceso, pero no somos las actoras de este proceso, son ellos. El Movimiento Zapatista es una organización independiente, nosotras somos adherentes a la Otra Campaña, asumimos la sexta declaración de la selva Lacandona. Obviamente creemos en la transformación que está realizando el movimiento. Aun así nosotras tenemos nuestra propia línea de trabajo. Retomamos y coincidimos con fundamentos del movimiento alineándonos en un proceso antisistémico, anticapitalista y antipatriarcal. Apoyamos el proceso que están realizando con la agro-ecología, y apoyamos la autonomización que ellos impulsan. El centro trabaja de manera independiente fundado en una línea claramente feminista y en defensa de los derechos humanos.

FUENTE. PÁGINA 12 -  Por Julia Goldenberg.-

****: Desde una perspectiva de DDHH denominamos " originarios/as".

SANTA FÉ: CIFRAS NEGRAS DEL PRIMER TRIMESTRE DEL 2013


CRECIERON LOS CASOS DE FEMICIDIO RESPECTO AL MISMO PERÍODO DEL 2012

Así lo reveló un informe de situación elaborado por el equipo de género de la concejala Norma López. "Este año los datos son muy preocupantes, porque los femicidios empezaron peor que el año pasado", lamentó Mercedes Pagnutti.



En Santa Fe hubo tres femicidios por mes, en enero, febrero y marzo. La cifra de nueve casos para este primer trimestre es preocupante para lo que queda de 2013, y ya supera al mismo período de 2012, cuando se contabilizaron siete mujeres asesinadas por cuestiones de género. En los primeros quince días de abril, ya hay al menos dos hechos más, en Rosario y el departamento La capital. Así lo reveló un informe de situación elaborado por el equipo de género de la concejala Norma López, del Frente Para la Victoria. "Este año los datos son muy preocupantes, porque los femicidios empezaron peor que el año pasado. Notoriamente, los hechos son más macabros", lamentó Mercedes Pagnutti. La recolección de datos de medios de comunicación incluye el caso de la transexual asesinada en Reconquista, el pasado 29 de marzo, de manera brutal y aberrante (ver aparte). Además, desde el Municipio rosarino indicaron que entre enero y marzo, se atendieron 532 llamados de mujeres al Teléfono Verde (0800 444 0420, durante las 24 horas) que solicitaron asistencia por cuestiones de violencia; de las cuales 25 debieron ser trasladadas a alguno de los refugios con los que cuenta el Ejecutivo, frente al peligro que genera que estén en sus casas, y cerca del agresor.

Las situaciones en las que murieron estas mujeres son aún más estremecedoras frente al dato de que en más de la mitad de los casos, los agresores son parejas o ex parejas de las víctimas.

Casuística

Enero
  • el primero de los casos fue el de Argentina Gabriela Cabral, de 35 años, baleada en la cabeza, en un campo de la ciudad de Vera.
  •  Al día siguiente, Magdalena Sagona, una anciana de 90 años fue asesinada en su casa de la localidad de Casilda. 
  • El 20 de enero, Andrea Viviana Ortiz, de 32 años, perdió la vida en Vera, de 20 puñaladas que le asestó su pareja, Adrián Vega, de 40 años, estando la mujer embarazada.



Febrero
  •  el domingo 3, Elsa Teresa Sanmartino, de 67 años, fue hallada sin vida en su casa de la localidad de Piamonte, con cortes en el cuello, cara y brazos; además de un fuerte golpe en la cabeza. La policía descartó que el móvil fuera un robo, ya que no faltaba nada, y las puertas no habían sido violentadas.
  •  El 20 de febrero, Natalia, de 19 años, fue apuñalada en un confuso episodio en Villa Gobernador Gálvez, y su ex pareja quedó detenida.
  •  Al día siguiente, Marta Graciela Lencina, de 41 años, fue degollada en Granadero Baigorria, por su hijo de 25 años, con problemas de adicciones.


Marzo

  • la primera de las víctimas fue también de Granadero Baigorria: Romina, una joven madre de 25 años, recibió un fierrazo en la cabeza por parte de su ex pareja, y en presencia de su hija de 5 años. El agresor se colgó a una viga del techo.
  •  El 26 de ese mes, en la zona de Empalme Graneros, Zulma Paula Enrique, de 62 años, fue asesinada de un escopetazo en el pecho y su hijo culpó al padre, con quien la mujer había discutido antes de recibir el disparo.
  •  En tanto, la madrugada del Viernes Santo se tiñó de sangre en Reconquista, donde fue brutalmente asesinada Vanesa Zabala, de 31 años. La transexual se encontraba ejerciendo la prostitución cerca de la rotonda de barrio Guadalupe, donde fue encontrada, agonizando, por una compañera.


De esta manera, fueron cuatro los femicidios en el departamento Rosario; dos, en Vera; y uno en las localidades de Caseros, General Obligado y San Martín. En 2012, durante el mismo período, el informe del equipo reveló que en enero fueron asesinadas tres mujeres; en la provincia; dos, en febrero y otras dos, en marzo.





"Se habla mucho, pero no se hace nada, en una provincia y una ciudad donde hablan de seguridad para las mujeres, donde el tema de la mujer está supuestamente muy trabajado", se quejó Pagnutti, quien apuntó también a la Justicia: "En Tribunales ni siquiera se controlan las órdenes de exclusión de hogar que tienen muchos hombres".



Con estos datos, Santa Fe continúa segunda en femicidios, en el país, detrás de provincia de Buenos Aires, donde fueron asesinadas 24, de las 77 mujeres muertas por cuestiones de género en Argentina, en el primer trimestre del año. Le siguen Salta, con seis; y Córdoba y Entre Ríos, con cinco femicidios cada una.

Pagnutti explicó además que el crimen de la transexual Vanesa Zabala fue considerado femicidio y lamentó las "cuestiones de patriarcado que todavía están incorporadas en la sociedad. Quien la haya matado, mató a una mujer".

FUENTE. PÁGINA 12 -  Por Lorena Panzerini

domingo, 14 de abril de 2013

PICO TRUNCADO: ABUSO, MALTRATO Y AMENAZAS CON ARMA A NIÑA POR DOCENTE


Luego de que trascendiera a principios de semana la denuncia por maltratos y abuso realizada a un docente de la Escuela de EGB N° 8 de Pico Truncado, la madre de la presunta víctima del ilícito dialogó de manera anónima con el periodista Fredy Páez, de 5 Visión Noticias, donde narró el difícil momento que está pasando su familia.



“Nos empezamos a dar cuenta porque mi hija cambió su forma de ser, no quiere salir a la calle ni de día ni de noche, y eso me llevó a preguntarle cosas. Por qué no quería salir, qué le pasaba que pegaba, hacía cosas que nunca había hecho, contestaba, todos los días se hacía pis, y empecé a preocuparme” relató, con la voz a punto de quebrarse.
“En ese momento no me dijo nada, me dijo que se hacía pis porque sí, que contestaba porque sí, y no dejaba que le pregunte más nada, salía corriendo, no quería hablarme”, testimonió.
“Yo me preocupé porque vino golpeada del colegio, en el ojo, no podía cerrar el párpado, tenía todo rojo. Le pregunté qué le pasó, y me dijo que fue un compañerito, pero preguntando y viendo en el colegio, hablando con el profesor y todo, después me enteré que fue el profesor el que le pegó. Y después me dijo mi hija que era verdad” argumentó la mujer, que prefirió mantenerse en el anonimato para no revelar la identidad de su hija.
“Ella no me especificó bien, tiene mucho miedo, no quiere hablar. Hoy está más relajada, pero a la vez está con mucho miedo, al hablar tiene mucho miedo. El recuerdo siempre lo va a tener, no sé cómo se lo va a olvidar. Ella tiene miedo porque piensa que va a venir gente y la va a matar” complementó, visiblemente conmovida.
“Ella tiene 6 años. Es una situación difícil, para ella y para la familia. Yo hice dos denuncias a dos profesores, así que vamos a ver qué es lo que pasa. Es eso y todo: hay abuso, hay todo, maltrato verbal, todo. Hay un profesor que los amenazaba con cuchillo”, señaló.
“Me gustaría que atrapen a las personas que perjudicaron tanto a mi hija, y si quedan sueltos, porque la Justicia piensa que no hicieron nada malo, que me expliquen por qué, porqué mi nena está muy traumada. Yo jamás dudaría, porque si alguien ve a mi nena o escucha a mi nena no dudaría. Ella era muy ayudante, siempre me decía: mami en qué te ayudo, ponía la mesa, todo, nunca se hacía pis, jamás”, complementó.
“Fui al Hospital a querer sacar turno para la psicóloga, y me dijeron que hay una sola, hay mucho trabajo, y la tienen en lista de espera. A veces ella me cuenta cosas y yo no doy abasto, no la puedo ayudar porque yo no soy psicóloga, no estoy tan preparada para eso. Más que contenerla y escucharla, a veces le tengo que decir que estoy ocupada para sacarla del tema”, puntualizó.

 Fuente 5 Visión Noticias y La Opinión Austral

jueves, 11 de abril de 2013

BUENAS NUEVAS...LUEGO DE TANTO TIEMPO

hola a todos y todas!!!! hemos recuperado nuestro primer blogs , igualmente ya tenemos un segundo blog: 




desafiosycompromisos2.blogspot.com.ar
( éste está al día con las noticias).-





Estamos ante nuevos desafíos tecnológicos, así que seguiremos con los dos, pero les pedimos unas semanitas para ver cómo re-orientamos las noticias.

Gracias a todos y todas por la paciencia y ya nos encontraremos con novedades!.


ONG DESAFIOS Y COMPROMISOS
RIO GALLEGOS - SANTA CRUZ
            ARGENTINA



martes, 6 de noviembre de 2012

NUEVO BLOGS DE LA ONG DESAFIOS Y COMPROMISOS

Estimad@s seguidores/as:

Informamos que luego de llegar a casi 200.000 visitas y 52 seguidores y seguidoras de este blogs, hemos creado:




www.desafiosycompromisos2.blogspot.com.ar

Ong Desafíos y Compromisos
Río Gallegos - Santa Cruz
Patagonia Argentina