
Una vez por hora, durante las 24 horas del día, una persona pide ayuda en la Oficina de Violencia Doméstica de la Corte Suprema de Justicia de la Nación (OVD). No es fácil, para los ajenos al universo judicial, trasponer las puertas del Palacio, las imponentes columnas, los pasillos laberínticos. Sin embargo, entre enero y octubre, 5.928 personas se animaron para encontrar esa oficina donde -con solvencia profesional y calidez- van a escucharlas, brindarles contención, ofrecerles asesoría jurídica y contarles dónde más pueden ayudarlas. Ocho de cada diez fueron mujeres. Del 20% de varones, la mayoría eran chicos y adolescentes violentados. También algunos ancianos, maltratados por familiares sin distinción de sexo. Y algunos pícaros que contestan la denuncia por agresiones denunciando por lo mismo a la agredida. La OVD se fundó en 2008 para facilitar el acceso a la Justicia, disminuir "los efectos de la dispersión jurisdiccional" y elaborar estadísticas que permitan medir el alcance de la problemática. Este año, la OVDrecibió un 20% más de denuncias.
El mismo incremento registró el 0800-68537 (MUJER), el número del Gobierno de la Ciudad que ofrece contención y orientación, interviene en casos de emergencia y deriva a centros asistenciales. En el primer semestre de 2010 el 0800 atendió a 4.397 personas. Las previsiones del Gobierno para 2010 es que pasarán por algunos de estos programas unas 20.000 mujeres.
Del mismo modo, el Programa las Víctimas contra las Violencias, del Ministerio de Justicia, Seguridad y Derechos Humanos de la Nación, que dirige la prestigiosa psicoanalista Eva Giberti, informó que casi el 70% de las llamadas del último año corresponden a mujeres maltratadas (atiende también otras violencias). El programa, que actúa en la Ciudad, cuenta con abogados, psicólogos, trabajadoras sociales y una brigada móvil para asistir a la víctima en situación de emergencia, sea en la calle o en su casa. El equipo viaja en un móvil no reconocible de la Policía Federal que frena al agresor. Ellos contienen a la víctima, la acompañan durante 72 horas e informan al juez interviniente. Hasta octubre recibieron 9.115 llamadas, 4.659 fueron comunicaciones realizadas a la línea por primera vez y 4.456 fueron llamadas recibidas en veces subsiguientes. Esto indica, en promedio, un 16% más de llamadas que en 2009.
Las maltratadas son invariablemente mujeres y, a veces, chicos. El término violencia familiar encubre la violencia de género, la violencia contra las mujeres. Su lugar subalterno en la sociedad hace que muchos hombres consideren que ellas son de su propiedad y están autorizados a "corregirlas", ergo, a maltratarlas. La escalada de violencia de género fue señalada con cruda ironía por el juez Eugenio Zaffaroni hace unas semanas, cuando dijo que más peligroso que una salidera bancaria es circular por la calle o alternar con la familia, aludiendo a que mueren más personas por accidentes de tránsito y mujeres a manos de sus parejas o ex parejas que por obra de delincuentes. Según La Casa del Encuentro -una organización feminista que registra los asesinatos de mujeres y niñas informados en los medios gráficos- hasta el 30 de junio de este año hubo en el país 126 asesinatos: dos cada tres días. O un aumento del 40% respecto de 2009. Zaffaroni dio en el clavo al mencionar que las inseguridades más mortíferas todavía tienen mucho de invisible para los medios, para la sociedad y para las políticas públicas.
Años en el infierno
La violencia suele instalarse durante el noviazgo: una frase áspera, una descalificación, una escena de celos. Después llegan el empujón, el primer golpe. Todo se borronea con pedidos de perdón, flores, promesas y una disculpa que suena a amenaza: "Si no fueras así, si no me volvieras loco, seríamos felices". Un período de paz. Otra descalificación. La crítica implacable a los amigos y la familia. Otro golpe. Otro perdón y más flores. Un período de paz, más breve. Otro golpe. Otro perdón. Otro golpe. Otro golpe. Otro golpe. Y, entretejida, la frase que desmorona progresivamente la autoestima de la víctima: "No servís como mujer, no servís como madre, no servís para nada".
La espiral de la violencia se despliega rápidamente, hasta integrarse a la vida cotidiana. Para entonces, probablemente ella se haya apartado de sus afectos para evitar el enojo y los celos, para que no sospechen o la vean marcada. Por vergüenza. Por culpa. Porque se creyó que no sirve para nada y que, si ella no fuera así, "hubieran sido felices". Porque tiene miedo: siempre tiene miedo. Y no sabe qué decirles a los hijos. "Yo caminé sobre huevos cada minuto durante 15 años para evitar la explosión. Pero igual venía", dice E.
Una mujer maltratada -coinciden los especialistas- tarda seis años o más en animarse a denunciar. Antes eran alrededor de 20. Recién cuando los hijos obtenían autonomía, ellas se atrevían a "contar la verdad", a buscar ayuda y a sortear la imputación de querer "dejar a sus hijos sin padre", como le dijeron a E. en la comisaría la primera vez que fue con la cara trompeada.
Los efectos psicológicos de la violencia doméstica son devastadores, y sus secuelas han sido comparadas con las de la tortura. "Mirá que pasaron años, pero si me gritan todavía se me encoge el alma", dice E., y nadie diría que esa sesentona fornida y sonriente les tuviera miedo a muchas cosas.
Fueron las campañas de las organizaciones de mujeres desde fines de los 80 las que desmintieron las dulzuras del hogar dulce hogar y desnaturalizaron la violencia doméstica, mostrando que era una conducta tan frecuente como silenciada. También impugnaron que los golpes puertas adentro fueran un "problema privado", individual o de pareja. Si un asunto "privado" afecta a una de cada cuatro mujeres, de privado ya no tiene nada. Estamos ante un escalofriante problema social. Los medios, gradualmente, se hicieron eco de esta evolución y aunque no falta el imbécil que titula "crimen pasional" para contar que el marido le prendió fuego a una chica, la difusión fue decisiva para que muchas pensaran que era posible huir de la barbarie.
Si la violencia de género es un problema social, va de suyo que el primer responsable de combatirla y de socorrer a las víctimas es el Estado. En el ámbito de la Ciudad actúan tanto la OVD de la Corte Suprema como la Dirección de la Mujer del Gobierno de la Ciudad y el Programa las Víctimas contra las Violencias, de Nación. También organizaciones no gubernamentales y del movimiento de mujeres, vinculadas o no a organismos oficiales. Una fragmentación que suele conspirar contra la eficacia de los recursos invertidos.
En lo que atañe al Gobierno de la Ciudad, el presupuesto asignado a la Dirección de la Mujer -responsable de las políticas públicas contra la violencia de género- sólo representa el 1,7% del presupuesto del Ministerio de Desarrollo Social, área de la que depende. Y ese Ministerio tiene adjudicado sólo el 6% del presupuesto total de la Ciudad. Una cifra, a veces, dice más que mil palabras. Quien acuda a pedir ayuda para sí o para una familiar encontrará profesionales dispuestos a darle una mano pero también una inocultable escasez de recursos.
Los problemas empiezan por el 0800, que debería atender las 24 horas pero a veces no atiende o da largamente ocupado. "Estamos previendo hacer más rotaciones a las operadoras y capacitar a más personas para que se integren a la línea; se necesita más gente para extender el horario", admitió a Diario Z la directora de Mujer, Sonia Stegman. Es elemental, con lo que le cuesta a una mujer violentada decidirse a pedir ayuda no está bueno que sienta que del otro lado no hay nadie.
La operadora puede derivar a alguno de los siete Centros Integrales de la Mujer (CIM), donde se brinda asesoramiento jurídico, atención psicológica y, más tarde, talleres de reinserción laboral. Entre enero y junio, los CIM atendieron 2.193 personas.
Para quienes no pueden pagar un abogado, la Dirección de la Mujer tiene convenios con la Universidad de Buenos Aires, el Colegio Público de Abogados y la Asociación de Abogados.
Otro ámbito de asistencia son los hogares y refugios. La mayoría de las mujeres recientemente asesinadas en el país por sus parejas o ex parejas habían requerido la intervención del Estado. Pero quedaron a merced de las represalias del golpeador, enfurecido por la denuncia. Y pagaron con su vida la ineficacia de la respuesta pública.
"Sólo un ínfimo porcentaje de las amenazas se cumple -indica Analía Monferrer, coordinadora de la OVD-. Pero los juicios orales por lesiones graves o gravísimas, homicidio o tentativa de homicidio, siempre están precedidos por denuncias previas, en el fuero civil o en el penal, que no tuvieron respuesta adecuada: no se adoptaron medidas, o se adoptaron y no se cumplieron."
Aunque lo aconsejable es que la mujer permanezca en su casa con sus hijos y el juez dicte el perímetro de exclusión del violento, a veces lo indicado es que la mujer y sus hijos se resguarden en un hogar o refugio. El Banco Interamericano de Desarrollo (BID) sugiere un refugio cada 80.000 habitantes. Si siguiera esa norma, la Ciudad debería tener 37.
Pero sólo existen un refugio y un hogar de medio camino, el Juana Manso, que recibe también a hijos hasta los 12 años e hijas hasta los 18. Había otro hogar, el Eva Duarte, pero desde principios de año está cerrado por refacciones. "En ese momento había sólo cinco madres -explica Stegman-: tres se fueron a otros hogares y dos prefirieron el subsidio habitacional." ¿A dónde fueron las tres primeras? ¿A hogares privados?
La Dirección de la Mujer se sostiene con una dotación de 270 trabajadores. El 0800, el hogar, el refugio y los CIM dependen del Programa de Asistencia a Víctimas de Violencia Doméstica, con un presupuesto de $12.973.415 para 2010 (72% del total de la dirección).
El resto de los recursos se destina al Programa de Fortalecimiento Políticas Igualdad de Oportunidades -con $4.923.100 para el año en curso- que debería articular políticas de "empoderamiento" de las mujeres.
"La Dirección de la Mujer está ninguneada en el ámbito del Gobierno de la Ciudad. No le asignan presupuesto suficiente, no les dan un subsidio económico específico, y eso habla de la voluntad política real que hay para solucionar la violencia que se ejerce sobre mujeres, niñas y niños", dijo a Diario Z Mabel Blanco, médica y presidenta de la Fundación para Estudio e Investigación de la Mujer (FEIM). Fabiana Túñez, coordinadora de La Casa del Encuentro, opina algo parecido: "Se necesita más estructura para dar respuesta. El trabajo que se realiza es bueno, pero faltan más hogares, refugios, más profesionales... más presupuesto". La que no coincide es Stegman: "Nos han dado una prioridad bastante importante", aunque no puede evitar decir: "Y ojalá nos den más".
Las mujeres golpeadas necesitan ayuda terapéutica para rehacer su vida y el vínculo con sus hijos, que también atravesaron años de vivir en el temor, en la violencia, en la desautorización de la madre. Y necesitan una vivienda y un trabajo. Aunque Stegman afirma que "los subsidios del Ministerio de Desarrollo Social dan respuesta a cualquier tipo de problemática en términos generales y tenemos prioridad en la entrega de cualquier tipo de programa de asistencia", las organizaciones de mujeres reclaman políticas públicas y subsidios específicos, adecuados a las especificidades de la violencia de género.
¿Qué debería garantizar el Estado? En primer lugar, acceso a la Justicia, esto es, un abogado que haga un efectivo seguimiento de las causas. Refugios suficientes donde las mujeres no sean separadas de sus hijos adolescentes. En palabras de Mabel Bianco: "Es fundamental reclamar la vigencia plena de la Ley Nacional contra la Violencia de Género y esto requiere más presupuesto, mejorar y ampliar el único refugio existente, articular con el Ministerio de Educación para incorporar la prevención de la violencia, capacitar a la policía para mejorar la denuncia y acción policial, creación de subsidios, entre otras. Se necesitan políticas públicas".
Y, sobre todo, se necesitan enérgicas campañas de prevención de la violencia de género, indisociables de una ley de educación sexual que la contemple. La Ley 1.688 contra la violencia (2005), ya exigía incluir esta cuestión en la currícula educativa. Nada se hizo. Hace falta educar desde el jardín de infantes contra el sexismo, en el respeto al otro. O, para ser precisas, a la otra.
FUENTE: DIARIO Z
DZ/KM
Olga Viglieca y Paula Soler Redacción Z
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