lunes, 28 de mayo de 2012

28 DE MAYO, DÍA INTERNACIONAL DE ACCIÓN POR LA SALUD DE LAS MUJERES


EL PARTO RESPETADO 

La tensión que ya es histórica –aun cuando no tiene demasiados años de desarrollo– entre las asociaciones médicas y de profesionales que asisten a las mujeres en el momento del parto y quienes, desde diferentes ámbitos, trabajan por lo que se llama “parto respetado” no ha servido más que para dejar a las mujeres de parto en la grieta de tener que someterse a las rutinas médicas institucionales o bien buscar alternativas como el parto domiciliario. Sin embargo, otras brechas se están abriendo. Parto respetado no es sinónimo de domiciliario, sino que es aquel que se vive y se protege como un proceso fisiológico y emocional saludable que no requiere intervención médica, sino acompañamiento y sostén. Dos experiencias, una en Morón, en una maternidad pública, y otra en Vicente López, en una privada, dan cuenta de que es posible atender el parto y nacimiento con respeto por quienes son protagonistas: la mujer que pare, el hijo o la hija que va a nacer y la familia que los acompaña.
María Inés F. sonríe entusiasmada. Con una mano sostiene a su beba de diez días mientras que con la otra escribe en fibrón de colorado estridente “aquí nació mi hija el 4-5-12”. Lo hace en uno de los pasillos principales del Hospital Municipal de Morón, sobre una pared que se fue grafiteando durante años para dejar registrada la llegada de las criaturas al mundo. A María Inés ese nacimiento le regaló grandes motivos de festejo, porque es el segundo en esa institución, pero el primero que parió como quiso y con quien quiso. “Cuando llegué con mi pareja al hospital para tener a nuestra hija, la partera que me atendió nos comunicó que podíamos elegir cómo parir, en unos sillones especiales que hay en la sala de partos, ‘o en el banquito ése del rincón’, me dijo, y me mostró algo que nunca había visto en mi vida. Me la quedé mirando como si fuera de otro planeta y le pregunté si estaba segura de lo que decía, porque a mi primer hijo lo había tenido en este mismo hospital pero acostada en una camilla, con las piernas sobre unos estribos y con el famoso goteo. Se rió, me respondió que las cosas habían cambiado y que ahora yo era dueña de elegir. No sé cómo, el trabajo de preparto nos fue llevando de una cosa a la otra, y de ahí al banquito. Y fue increíble esa sentada: por primera vez en mi vida vi mi propio parto, sin sondas, y con mi compañero al lado. Lo cuento en el barrio y todavía lloro de la emoción.” Ella no lo sabe, pero su caso irrumpe entre los que vienen a marcar la cancha en las instituciones públicas y en unas pocas –muy pocas– privadas, donde se trabaja para instalar nuevas prácticas de nacimiento que prescindan de partos medicalizados, inducidos y/o conducidos. La experiencia es auspiciosa y da para el ejemplo en esta Semana Mundial por un Parto Respetado, de lema “El nacimiento y la economía” porque, precisamente, avisa que no sólo las mujeres de clases acomodadas tendrían derecho a gozar de esas prácticas, antiintervencionistas y humanizadas sí, pero siempre limitadas a los bolsillos más abultado.
“¿Por qué el parto debería ser domiciliario para que sea respetado y mínimamente invasivo desde lo fisiológico?”, se preguntó Delia Zanlungo Ponce, secretaria de Salud y Desarrollo Social del municipio de Morón, casi dos años atrás, cuando asumió en esa gestión. Había motivos de sobra para encontrarle respuesta al interrogante, desde su militancia feminista y a través del parto domiciliario que experimentó con su primer hijo, Facundo, parido hace cuatro años en una de las habitaciones de su casa, hasta hace apenas quince días con su beba, Juliana Eva, que nació en el agua templada de la bañera. Lo personal se alimentó de lo público en la promulgación en 2004 de la Ley 25.929, de derechos de padres e hijos durante el proceso de nacimiento, y desde que el entonces intendente Martín Sabbatella decidiera incorporar al municipio un área de Políticas de Género que Zanlungo Ponce dirigió. Hoy, con Lucas Ghi continuando esa traza, deberían alcanzarse en el ámbito hospitalario las metas que propone el parto humanizado. El hombre dejó clara la intención el 8 de marzo último, en el Día Internacional de la Mujer, cuando inauguró la misma sala que utilizó María Inés F. para facilitar el nacimiento de su hija. “Esta sala de preparto tiene que ver con un nuevo concepto de la maternidad centrada en la familia, humanizada y que expresa el perfil del hospital que estamos construyendo”, celebró Ghi. “El espacio añade la calidez, contención y seguridad que muchas veces trasciende a la pareja en este momento especial.”

En ocasiones, Delia explica a médicos y obstétricas (el nombre técnico de “parteras”) dispuestos a dialogar que “el embarazo y el parto son una de las pocas situaciones en las que una mujer ingresa al hospital porque está sana y vital. Es un cuerpo saludable, un cuerpo que se angustia, que necesita acompañamiento emocional y físico, mientras que el sistema de salud está preparado para recibir enfermos y, en cirugía, para trabajar con personas anestesiadas. El parto que irrumpe en la institución es un evento en el que hay que manejarse con la vitalidad del dolor; es un acto fisiológico, hormonal, físico pero principalmente emocional, en el que una tiene que abrir el útero y el pensamiento. El desafío es que el sistema aprenda a acompañar a las mujeres en sus tiempos”, aun cuando fueron perdiendo el poder memorioso de parir. “Si no hay complicación, nuestro cuerpo está preparado para esto. El tacto, los sueros, la episiotomía y la cesárea tienen que ser excepción.” ¿Pero cómo cuadrar los vaivenes del cuerpo y las emociones con el tiempo institucional? “Tiene que ver con los cambios culturales de todos y todas. Digo esto porque el hecho de que las parteras sean mujeres no garantiza que los modelos más instituidos, patriarcales, médico-hegemónicos no estén instalados. Creo que en la salud pública atravesamos un proceso en el que hay tanta resistencia a lo nuevo como adhesiones. En el caso del Hospital de Morón, las obstétricas, médicos y médicas van descubriendo que, cuando una mujer está acompañada, se practican menos intervenciones y resultan mejores partos. En este aprendizaje, lo rico del Estado es que tiene la posibilidad de garantizar los derechos al vulnerable.”

Los cambios son demasiado recientes y los tiempos aún cortos como para desterrar de un plumazo algunos síntomas de destrato hacia las mujeres, viejos conocidos del sistema hospitalario argentino. Las guardias que asisten los partos no son homogéneas y por tanto las experiencias de las parturientas siguen siendo variadas, aunque prima la decisión política del contacto humanizado. La episiotomía es una de las prácticas que dejó de realizarse con éxito por la decisión tomada hace unos cinco años, si bien no se la rechaza cuando suponen que peligra el desgarro. El fortalecimiento de derechos se profundizó en la creación de un espacio para los cursos o encuentros preparto. Unas 25 mujeres, con permiso de acompañamiento, se reúnen para escuchar a las parteras y escucharse ellas en sus dudas y anécdotas, con un refrigerio que las mantiene hasta la hora de la partida: muchas son adolescentes de entre 16 y 18 años. Otras vienen de distritos alejados, con poco refuerzo alimentario. Sólo las que pasen por una cesárea podrán gozar de compañía femenina porque la sala de internación reúne todos los casos que atiende el área de Tocoginecología y esa confluencia no da margen a pernoctadas. Parejas, familiares o aquella persona que la mujer requiera, podrá ingresar a la sala de partos. El horario de visita se amplió a dos horas y hasta no hace mucho los niños y las niñas tenían vedada la entrada para conocer a sus hermanos recién nacidos.

El director del hospital, Martín Latorraca, coincide en que “desde el médico se percibe la resistencia al cambio; algunos transitan esta experiencia por primera vez. Pero hay una decisión política de poner foco en el nuevo paradigma, y lo importante es el cambio que se va operando en todos los que trabajamos en el área de Salud. El hospital nuevo se construye pensando en este tipo de cosas y en el camino se van rompiendo ciertos prejuicios. Lo cierto es que tener a alguien al lado tranquiliza a la mujer y el parto se desarrolla de otra manera”. Sin embargo, la medicalización y mecanización de las intervenciones es una realidad que pesa y “estamos reevaluando, siempre cuidando la salud de la mujer y el bebé por nacer”. Prácticas incorporadas desde el inicio de los tiempos en la profesión, “ahora se están cuestionando y observando mucho, contra lo que uno creía antes”.

Ya empezamos a notar diferencias en lo que era parto medicalizado, conducido, instrumentado, que es lo que se hizo siempre, y este nuevo parto donde la mujer está acompañada, se le respetan sus derechos, sus decisiones, sus pedidos y sus creencias. Los mismos profesionales notan las diferencias en la satisfacción de esa mujer”. El familiar deja de ser un posible agresor o un observador crítico para convertirse en un par que va a experimentar un nacimiento. “Es bueno aprender a trabajar con intervenciones sólo cuando es necesario”, afirma Rodríguez. “El parto respetado es tratar de hacer las menores intervenciones posibles, observar muy bien el proceso y sólo actuar en el caso que se requiera.




FUENTE: PÁGINA 12 - Por Roxana Sanda

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