Susana Chiarotti –integrante de CLADEM E INSGENAR- es una de las autoras de Grietas en el silencio, un libro publicado en el 2011 sobre las distintas formas de violencia sexual que la dictadura implementó como parte de su plan de exterminio. En diciembre del 2012, como consecuencia de esa investigación, declaró como testigo experta en la causa Arsenales de Tucumán. En esta nota relata esa experiencia y se refiere a los desafíos que existen para que la justicia argentina incluya la violencia sexual como un delito de lesa humanidad independiente de la tortura.
“Quiero contar la experiencia de haber presentado un testimonio ‘experto’ en la megacausa Arsenales de Tucumán. Fue el desafío más grande que tuve en los últimos años” dijo al comienzo de su exposición la abogada argentina Susana Chiarotti, durante el panel “Violencia sexual y testimonios” realizado en el marco de la reunión regional sobre Violencias de género en contextos de terrorismo de Estado y conflictos armados, organizada por la Universidad Nacional de Quilmes en la Biblioteca Nacional el 16 y 17 de mayo.
El testimonio “experto” fue presentado por Chiarotti en el marco de la causa Arsenales II – Jefatura II que se lleva adelante en Tucumán en relación a los crímenes cometidos durante la dictadura militar por parte del Estado en los centros clandestinos de detención que funcionaban en el Arsenal Miguel de Azcuénaga y en la Jefatura de Policía de esa provincia; y se refirió a la violencia sexual como parte de los demás delitos de lesa humanidad cometidos contra las personas detenidas en esos lugares.
La especialización de Chiarotti en el tema se remonta al 2010 cuando un grupo de personas de la agrupación H.I.J.O.S., que eran querellantes en otro de los juicios por delitos de lesa humanidad pero en Campo de Mayo, les piden a las integrantes de CLADEM (Comité de América Latina y el Caribe para la Defensa de los Derechos de la Mujer) –organización de la que Chiarotti forma parte-que presentaran un amicus curiae en la causa ya que había dos mujeres víctimas que, venciendo la resistencia, contaron las situaciones de violencia sexual de las que habían sido víctimas en el barco Murature, en Zárate. Las integrantes de CLADEM presentaron el amicus, pero de todas formas el juez a cargo de la causa dictó la falta de mérito para incluir el tema en la sentencia porque “las violaciones no eran muchas ni sistemáticas”.
“Con la bronca por la injusticia que se volvía a cometer contra estas dos mujeres que se animaban a declarar, decidimos trabajar en función de la carga que nos dejó ese rechazo –relató Chiarotti-. Una sola violación en el marco de un delito sistemático y generalizado como fueron las violencias de la dictadura ya es un delito de lesa humanidad.” Las integrantes de CLADEM comenzaron una investigación en cinco provincias entrevistando a mujeres y varones, pidiéndoles que relataran sus experiencias de violencia sexual como víctimas de la dictadura militar. “Sólo cuatro varones hablaron –contó la abogada-. El estigma de la pérdida de la masculinidad debido a una violación está vigente. Pero además tenían muy identificada la violencia sexual con violación. Cuando les explicábamos que entendíamos por violencia sexual desde la desnudez hasta la esterilización forzada, muchos decían ‘Ah, si, me desnudaron’ ‘Nos desnudaron y nos tiraron los perros’, lo cual incluía por ejemplo desgarro de genitales…”
Con los testimonios recogidos fue escrito el libro Grietas en el silencio- Una investigación sobre la violencia sexual en el marco del terrorismo de Estado, publicado por CLADEM e INSGENAR (Instituto de Género, Derecho y Desarrollo) en el 2011 y del que próximamente saldrá una segunda edición.
“Y nos pusimos a militar el libro: nos íbamos con los paquetes a los lugares donde estaban los juicios, hablábamos con fiscales, jueces –relató Chiarotti-. Y como parte de una de esas experiencias, familiares y sobrevivientes del juicio de Arsenales me pidieron que participe como testigo experta en esa causa.” El 13 de diciembre del 2012, Chiarotti se presentó en Tucumán a declarar. “Si en algún lugar tuve la noción de que en Argentina hubo un genocidio fue en Tucumán. La gente en el juicio estaba del lado de los represores, apoyaban al hijo de Bussi. No era como en otras ciudades en las que en los juicios hay militantes de derechos humanos. Y dije ‘acá liquidaron a una generación’.”
Sobre la experiencia de la presentación relató: “Destaqué el significado de la violencia sexual y de las distintas formas de opresión. Inmediatamente el Tribunal me interrumpió y preguntaron si los varones también habían sido víctimas de este tipo de violencia. Relaté entonces todas las formas de violencia sexual contra mujeres y contra hombres: pirámides humanas, parvas de apilamiento, desnudos, lamidas y frotamientos, impedir la higienización cuando menstruaban, falsas revisaciones médicas con tacto, violaciones, y las amenazas de hacerles todo esto. Esto sorprendió al Tribunal que esperaba que hablara sólo de mujeres”.
Luego dio cuenta de toda la normativa regional e internacional que avalaba sus argumentos y por qué la violencia sexual es un delito de lesa humanidad, “expliqué la diferencia entre un delito común y uno de lesa humanidad y por qué la violencia sexual es un delito de lesa humanidad específico, autónomo de la tortura: si ponemos la violencia sexual dentro de la tortura se invisibiliza. Un represor que se presenta como torturador, muchas veces sigue pareciendo un facho puro que limpia al país de la escoria roja y no pone el cuerpo; en cambio, cuando viola, la imagen se desdibuja, aparece la rigidez de la disciplina pero también la libertad que se tomaron para ejecutarla”.
Unos meses después de dar este testimonio, Chiarotti fue convocada desde Tucumán para colaborar en la redacción de un protocolo para tomar testimonios a las víctimas de violencia sexual en el marco de estos juicios de lesa humanidad. Actualmente, en el momento de estas declaraciones, las salas suelen ser vaciadas para protección de las testimoniantes. “Esto las protege, pero se pierde el proceso de visibilización del tema” señala la abogada.
“Yo veo dos desafíos por delante –concluyó-: la redacción de un buen protocolo que garantice la protección de la víctima pero que a la vez permita la difusión del tema, por el impacto fuertísimo que esto tiene; y cómo lograr influir en los 250 juicios que se están llevando adelante en todo el país y que se van terminando. Nosotras hasta ahora pudimos influenciar menos del 5% de la sentencias, ¿cómo hacemos para llegar a las demás causas?”
FUENTE: COMUNICAR IGUALDAD - Por Sandra Chaher
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