La teología feminista nació como un aspecto del feminismo de los años 60 del siglo XX, especialmente en los países europeos occidentales y en Estados Unidos. Muchos de los escritos teológicos feministas aceptan un presupuesto doble: por un lado, que la raíz de la opresión de las mujeres está en el patriarcado y por otro, que el judaísmo y el cristianismo constituyen la base del patriarcado Occidental. Las teólogas feministas también subrayan la conciencia de que la historia cristiana ha perjudica a las mujeres desde el momento que a Dios se le ha visto como masculino, lo que ha sido motivo para no considerar a las mujeres como hechas a su imagen.
En definitiva, el objetivo de la teología feminista cristiana es entender cómo las mujeres han estado subordinadas en los contextos teológicos y su meta consiste en iniciar cambios para transformar la teología de forma que no subordine a las mujeres. También hay teólogas feministas que buscan reconstruir una historiografía feminista teológica. Explican que en la misma Biblia, existen mujeres a las que se puede llamar “proto-feministas”, lo mismo que en la era monástica, la Edad Media, la Reforma y en los distintos movimientos religiosos del siglo XIX. Ya en el siglo XIII, Guillermine de Bohemia afirmaba que la redención de Cristo no había alcanzado a la mujer, y que Eva aún no había sido salvada. Así que creó una iglesia de mujeres a la que acudían tanto mujeres del pueblo como burguesas y aristócratas. Fueron denunciadas por la inquisición a comienzos del siglo XIV.
Aún antes, nacen las beguinas, mujeres cuya vida transcurre al margen tanto de la familia como de la autoridad religiosa. Su nivel cultural fue superior a la media de la población y de hecho, la característica principal de las beguinas era la de su saber propio, su adquisición de conocimiento y de relación con Dios por vía directa, sin la clásica mediación de los hombres, saltándose por tanto el orden jerárquico establecido. Su autonomía, de pensamiento y de acción, contribuyó a que fueran vistas como peligrosas por la jerarquía eclesiástica y estuviesen con frecuencia bajo sospecha. Las beguinas surgen en el siglo XII en la diócesis de Lieja y se entendieron por Europa occidental durante los últimos siglos medievales. Hacían voto de castidad durante su vida dentro de la asociación, tenían derecho a su propiedad privada y trabajaban para mantenerse .
El movimiento sufragista también produjo lideresas que llevaron la cuestión de los derechos de las mujeres a la Iglesia y a la teología. En Estados Unidos, Elizabeth Cady Stanton, quien escribió La Biblia de la Mujer en 1890, o Sojourner Truth, referencia tanto de su comunidad religiosa como del movimiento anti-esclavista y del sufragista. En América Latina se considera que “la primera feminista de América” fue Sor Juana Inés de la Cruz, monja del siglo XVII, poeta e intelectual. Explica Celia Amorós que Cady Stanton supo ver con lucidez que el éxito de la lucha feminista para conseguir el voto de las mujeres pasaba, en una sociedad de religiosidad protestante como Estados Unidos, por una reinterpretación de la Biblia en sentido racionalista, alentadora de los derechos de las mujeres. Y añade que difícilmente se podrá exagerar la importancia que tuvo, especialmente para las mujeres, la traducción de la Biblia a las lenguas vernáculas .
En la actualidad, siguiendo a Elina Vuola, la opresión de las mujeres y la conciencia que éstas tienen de esa realidad es una de las razones más importantes de la actual crisis de la religión. Voula asegura que: “La teología feminista revela tanto el carácter contradictorio de la mayor parte de la teología cristina como el alto grado de corrupción teológica en las iglesias”. La autora continúa explicando que el principio crítico de la teología feminista es la promoción de la plena humanidad de las mujeres. Porque todo lo que la disminuya o la niegue debe suponerse que no refleja lo divino y, por contra, lo que promocione la plena humanidad de las mujeres es lo que forma parte de lo sagrado.
El androcentrismo y la misoginia de la teología son los dos blancos principales de la crítica feminista. Las mujeres nunca aparecen en la teología patriarcal como representantes de la humanidad. Esto significa que “los padres de la Iglesia” defienden el derecho masculino de definir y controlar a las mujeres. Lo que hacen las teólogas feministas es poner en tela de juicio la autoridad de esta teología y llamar malvado al patriarcado.
En cuanto a las propuestas constructivas de la teología feminista, éstas buscan tradiciones alternativas, dentro y fuera de la cristiandad, que apoyen la humanidad plena y autónoma de las mujeres. Dado que “las mujeres han sido excluidas de lo sagrado, concreta y simbólicamente e incluidas en un principio femenino que funciona como la parte más baja, carnal y profana de una construcción de los dogmas teológicos”. La teología feminista también se ha centrado en el lenguaje y los símbolos y en la importancia que tienen en la práctica de la Iglesia. Y en este contexto está incluido el discurso católico sobre la ordenación femenina, cuestión que los jerarcas ni siquiera aceptan discutir.
FUENTE: NURIA VARELA
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