El Servicio Nacional de Menores (Sename) a raíz del caso de Belén, la niña de 11 años abusada por su padrastro en 2013 y que sin opción debió llevar a término su embarazo en diciembre del año pasado, realizó un estudio sobre hechos similares ocurridos en el país entre enero de 2012 y octubre de 2013.
Según datos del estudio, Sename asistió a 58 niñas menores de edad embarazadas producto de una violación en sus programas de la red de protección dentro del periodo señalado. Ocho de ellas tenían entre 11 y 12 años.
Según Rodrigo Venegas, sicólogo del área de violencia sexual y abusos del Sename, los agresores son hombres heterosexuales, con vínculos familiares, esposa e hijas/os, que abusan de niñas o niños cercanos. “El fenómeno, por lo que vemos, se encuentra presente en todas las clases socioeconómicas”, sostiene.
Añade que “el alcohol es un desinhibidor, pero no gatilla estos comportamientos; lo observado es que suele haber una planificación. El agresor selecciona a la niña y la presiona con secretos, como que el papá y la mamá se van a poner muy tristes si se enteran. Y, cuando es descubierto, siempre niega el hecho. Muy pocas veces lo reconoce”.
Las principales regiones en donde se concentraron los casos fueron la Metropolitana (11), Los Lagos (9), Biobío (9) y La Araucanía (7). Además, cinco de las ocho niñas menores de 12 años residían en la zona sur: dos en las regiones del Maule y Biobío y tres en Los Lagos. (Fuente: latercera.com).
Según datos del Ministerio de Salud, en el año 2012 hubo 873 niñas entre 10 y 14 años de edad que fueron madres y 34.033 entre los 15 y 19 años.
Para la Red Chilena contra la Violencia hacia las Mujeres estas cifras son una parte de la realidad que develó en el año 2008 el estudio “Violencia sexual y aborto. Conexiones necesarias”, que permitió relacionar la violencia sexual contra las mujeres y niñas con otras formas de discriminación, específicamente aquellas que niegan su libertad sexual y reproductiva.
Así también, revelar que la violencia sexual está naturalizada en la sociedad chilena y no se identifica como ejercicio de poder de los hombres sobre el cuerpo y la sexualidad de las mujeres. En el lenguaje común es “normal” y “obvio” que sean manoseadas en el transporte público, “piropeadas” en las calles y que las que se “exponen” sean violadas. En la familia, la violación de las niñas y el incesto tienen comúnmente una explicación en las “patologías” de los agresores o se mantienen en un pretendido secreto toda la vida.
La denegación del aborto somete a las mujeres y a las niñas a vivir la tortura de continuar el embarazo para cumplir con el ideario materno y evitar la condena social que significa decidir por su propio bienestar. Por eso es imperativo visibilizar las conexiones entre las distintas violencias que viven las mujeres, desde niñas, como formas extremas de discriminación y negación de sus derechos, su autonomía y su libertad.
FUENTE: Comunicaciones Red Chilena Contra la Violencia hacia las Mujeres.
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