jueves, 2 de octubre de 2014

LA TELEVISIÓN ARGENTINA ES UNA PEDAGOGÍA DE LA CRUELDAD QUE SE EJERCE SOBRE EL CUERPO DE LAS MUJERES




La antropóloga argentina, Rita Segato, señala que existe un abismo entre los avances conquistados por las mujeres desde el discurso de derechos y la cultura de masas fuertemente identificada con la televisión. La investigadora se pregunta: ¿De qué nos sirve hacer leyes, hacer instituciones, trabajar en el cuerpo del Estado si estamos todo el tiempo perdiendo la batalla con la televisión? ¿Por qué el movimiento de mujeres no sale a la calle y toma las televisiones?

                        

 ANDAR en debates, (Agencia). Rita Segato reside en Brasilia, pero actualmente visita la Argentina, su país de nacimiento. Entre otros motivos, la antropóloga se encuentra dictando el seminario de posgrado Estructuras elementales de la violencia en la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la UNLP. Ante las repercusiones mediáticas del homicidio de Melina Romero, ANDAR la consulta para reflexionar sobre los crímenes de género, causas y consecuencias de un escenario cotidiano.

Segato: "¿De qué nos sirve hacer leyes, hacer instituciones, trabajar en el cuerpo del Estado si estamos todo el tiempo perdiendo la batalla con la televisión?"
¿Cuál es la situación actual de los crímenes de género?

Pienso que hay un aumento de casos de asesinatos de mujeres, en general jóvenes, y cuyos cuerpos se encuentran como basura. Tendríamos que pensar por qué hay una distancia tan grande entre la valorización de la mujer en las luchas cívicas y la desvalorización de la mujer en los medios, la música popular, la cultura de masas.

La característica de mis análisis siempre fue ver la dimensión expresiva de los crímenes de género: ¿qué se dice?, ¿qué se lee?, ¿cuál es el mensaje de estos crímenes? Cuando pensamos la violencia de género tenemos que pensar en la dimensión expresiva de la violencia. Hay una enorme distancia (en aumento) entre el discurso feminista, el discurso del propio estado, el discurso cívico sobre las mujeres (una cantidad de derechos, el acceso de las mujeres a posiciones, a recursos, a cargos) y la cultura de masas, donde se está yendo en una dirección contraria. La explicación que aparece más frecuentemente sostiene que la masculinidad está reaccionando, está contraatacando porque está vulnerada por el avance de los derechos de las mujeres. Y es una dimensión posible. Pero esa explicación me preocupa por su simplicidad, porque es monocausal, y siempre temo a las soluciones simples, reduccionistas de problemas complejos. Y también le temo por lo que viene después de esas explicaciones: las mujeres se salieron de su lugar. En el fondo hay una atribución a la mujer de su propia victimización.

¿Cuál es su propuesta entonces?

Mi propuesta es que los medios basurean a la mujer. Las propias señoritas que conducen los programas en el fondo se presentan a sí mismas como basura: inclusive las figuras exitosas de las presentadoras son figuras desechables de mujer: unos seres totalmente oxigenados, adelgazados y operados. Es asquerosa la figura de la mujer que se presenta en la televisión argentina, como en ninguna otra televisión que yo haya visto en ningún país. Es una figura enlatada, artificial, histérica, horrorosa, pintada de rubio, unas sujetas realmente horrendas, en el mejor de los casos. Y en el peor de los casos es Tinelli, carne de cañón, carne para ser rapiñada, depredada, y le dice al publico vení, ponete de este lado del lente de la cámara. La televisión argentina es una pedagogía de la crueldad que se ejerce sobre el cuerpo de la mujer. De qué nos sirve hacer leyes, hacer instituciones, trabajar en el cuerpo del Estado si estamos todo el tiempo perdiendo la batalla con la televisión. Hay que escrachar los canales y salir a la calle a protestar contra la televisión, no por leyes. Hay un abismo entre el discurso de los derechos y la realidad de esa masa generada por la televisión, ese rebaño cruel generado, construido y multiplicado por el lente de la televisión, de mañana, de tarde y de noche.

 Hay un abismo entre el discurso de los derechos y la realidad de esa masa generada por la televisión

¿Por qué el movimiento de mujeres no sale a la calle y toma las televisiones? Es una cosa que me deja realmente furiosa cuando paso por acá y veo algunas imágenes de la televisión esos seres, esas presentadoras son seres horrendos, de donde los sacan. Son mujeres que se han cortado la carne para poder estar delante de la televisión. Yo nunca he visto un espectáculo así en Italia ni en Japón, que tienen una televisión terrible. Uno ve las atrocidades que comete el lente televisivo en el ojo de las mujeres, las exitosas y las que son carne de carnicería. Las mujeres jóvenes están cada día más expuestas porque se está volviendo trivial, rutinario, agarrar una mujer tirarla en una zanja, tirarla en un arroyo o tirarla en un basural. El gran basural de mujeres es la sociedad argentina trabajada por el lente mediático.

¿A qué intereses responde este tipo de figura de la “mujer basura”?

Responde a un interés capital. El mercado global, que está en un momento apocalíptico, necesita de personas, necesita de una humanidad con un umbral de sensibilidad muy bajo al sufrimiento humano. Y donde se ejerce esa pedagogía de la crueldad, donde se enseña a disminuir la sensibilidad ante el sufrimiento humano es en el cuerpo de la mujer. La mujer no es el otro contra quien peleo: la mujer y el niño están en otro lugar en el imaginario colectivo. Por lo tanto enseñar crueldad en ese cuerpo simplemente disminuye el umbral de sensibilidad frente al dolor. Hay hechos históricos que lo corroboran. La sociedad de masas no tiene individuos en soledad sino en aislamiento; es muy grande la diferencia entre soledad y aislamiento que hace Hannah Arendt en los Orígenes del totalitarismo. Ese sujeto aislado es un sujeto que no tiene empatía hacia el sufrimiento del otro y eso se consigue con la pedagogía de la crueldad, cuyo bastidor es el cuerpo de la mujer.

El poder de los medios fue muy discutido en la academia de las ciencias de la comunicación; se relativizó su efecto y se puso a la altura de otros discursos sociales.

Nunca me entregué a esa tontería. Eso es lo que en mi libro La Nación y sus otros yo llamo el “weberianismo panfletario”: el individuo que elige racionalmente. No es exactamente lo que Weber dijo pero se instala en la academia, en los ‘80, cuando cae el muro de Berlín; se sustituye el Marx de los años ‘60 y ‘70 por un Weber que tampoco es enteramente Weber: es un Weber leído panfletariamente, un Weber que le sirve al neoliberalismo. Y la crítica de los medios tiene esa influencia también: las audiencias son libres los digieren de acuerdo con su subjetividad, entonces los medios no tienen todo ese poder. Me pareció siempre canalla enseñar eso. Claro que hay una dimensión de la recepción pero es muy pequeña. Creo que finalmente los estudios de comunicación han abandonado esa perspectiva ridícula que en la enseñanza de la teoría de la comunicación es lo que en la sociología, la antropología y las ciencias sociales llamo el “weberianismo panfletario”. También entro en los estudios de comunicación diciendo que el receptor no es libre porque hay un anzuelo, el anzuelo del gozo, que le dice: vení, compartí con nosotros este lado del lente que es el lado del poder. Eso es Tinelli ¿Por qué Tinelli ha atraído a las masas? Porque las ha engañado diciendo que las masas están del mismo lado del lente que él. Pan y circo. Es una estructura simple y clásica del circo romano.

¿Hay un solo tipo o distintos crímenes de género?

No son lo mismo los crímenes de celos, de control sobre el cuerpo de la mujer, que los crímenes de pandillas, las violaciones, o los crímenes de las nuevas formas de la guerra que tiene que ver con al trata, los tráficos, los crímenes organizados, con ese submundo de la sociedad, que estos crímenes, como en el caso de Melina y de Ángeles, que yo llamaría crímenes fortuitos. Este caso no es como el de Candela que es un resultado de las nuevas formas de la guerra, un conflicto entre corporaciones armadas, entre intereses del mundo del crimen organizado. La mayor parte de estos crímenes son expresivos. Son mensajes a la sociedad, a la corporación enemiga, al grupo mafioso enemigo, pandilla enemiga. Son todos crímenes de género pero para poder investigarlos debemos tener en claro en qué escena se perpetran.

¿Dentro de qué categoría entra el crimen de Melina?

El crimen de Melina es como el de Ángeles y me parece un crimen fortuito, aunque no pueda probar lo que digo. La impresión que yo tengo es se trata de un pacto entre hombres, un pacto entre la corporación masculina, casi un pacto sacrificial; y ella en algún momento percibió que eso no terminaba bien, quiso zafar y ya no pudo. Quizás ya estaba en el propósito llegar a ese final como una forma de goce entre esos hombres, como un pacto, que ella podría servir como esa víctima sacrificial que está en al estructura de las relaciones género, la mujer como el chivo expiatorio. La víctima en cual se sella un pacto masculino. Lo que sí me gustaría decir -no lo veo dicho en ninguna parte y no tengo miedo a decirlo- es que así como nadie merece morir asesinado, ser maltratado o ser torturado, tampoco debemos glamorizar el personaje de Melina. Porque por un lado decimos: no debía morir, esos asesinos tienen que ser encontrados, juzgados y castigados, sentenciados. Por otro lado, transformar a Melina en una heroína es muy peligroso para la sociedad y para las personas jóvenes: Melina no fue una heroína; Melina fue una persona que no supo cuidar adecuadamente su vida. No pudo entender la sociedad que vivía, la época que vivía y no supo preservarse en un medio realmente peligroso, a no ser que Melina haya sido una suicida, que es algo que no surge en las entrevistas. A mí me parece que se está yendo de un extremo al otro. Lo más difícil es el punto medio: entender que todo el mundo tiene derecho a gozar, a sentir placer, a divertirse a ser libre pero tiene la obligación de entender la política del momento presente, entender cómo son las circunstancias de su propia existencia. Y evidentemente a Melina le faltó algo fundamental: entender la escena en que vivía.

Las soluciones que se dan a este tipo de casos muchas veces apuntan a la tortura, mutilación, y sufrimiento del violador. ¿Que pensás de esto?

Lo que pasó con Ángeles y con Melina no es un caso de violación serial: es una estructura que captura a las personas. La solución a esto no es castrando a los hombres. No puede haber una solución puntual para los diferentes crímenes de género. La sociedad de masas embrutecida quiere una solución simple, que no modifique nada, que se vuelque solamente contra los culpables, pero que no modifique ninguna estructura, ningún molde. Nunca la solución puede venir de esa forma. La solución comienza con la modificación radical del discurso mediático y la relación de la cámara y sus objetivos en los medios. Un rencaminamiento de esa masa argentina que se está brutalizando de una manera asustadora. La desbrutalizacion de la gente es la única solución.

Fuente: Andar 

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