viernes, 31 de agosto de 2018

DIVERSIDAD, FEMINISMO Y PATRIARCADO

Título original: ¿ De qué tenemos miedo?








Hace unos días se presentaba una vez más ante mi el debate entorno al género y la inclusión de las personas trans dentro de las luchas sociales, especialmente dentro del feminismo.

Si bien no me corresponde hablar a mí por el colectivo de personas trans, considero que sí es necesario que como activista feminista me posicione y de mi opinión sobre un tema que a día de hoy parece dividir a las mujeres.

Este no es un texto que busque generar un conflicto sino poner de manifiesto que muchas veces operamos desde cierto privilegio sin ser conscientes de la realidad sobre la que opinamos. Esto es una llamada a la responsabilidad, a la unión y a la igualdad.

Se me hace necesario volver la vista atrás, hacia la década de los setenta, cuando el feminismo de la segunda ola entendió junto al colectivo LGTBI que era natural unir fuerzas. La lucha se focalizaba en la liberación de la sexualidad y la identidad, el derecho a ser de las mujeres pero también el derecho a ser libre para vivir, identificarse, amar y desear.

La comunidad LGTBI venía organizándose políticamente desde hacía tiempo pero Stonewall es, innegablemente, el acontecimiento que pone el acento en la historia del movimiento. Es ahí cuando las mujeres trans enfrentan en primera fila la redada. Entre ellas estaba Sylvia Rivera.

Sylvia Rivera fundó el Gay Liberation Front y la Gay Activist Alliance y dijo sobre los disturbios de Stonewall “No me quiero perder ni un instante de esto. ¡Es la revolución!”. Bajo ese espíritu revolucionario se entendió, a medida que avanzaba la década, que la lucha LGTBI y feminista estaban hermanas.



Sin embargo, las mujeres trans han sido excluídas en algunas ocasiones por la misma comunidad pues las acusaban de reforzar estereotipos de género. Es curioso, teniendo en cuenta que la mayoría de las feministas lesbianas focalizaron su acción en desvincular los estereotipos de las identidades de género, pues entendían que reforzaban ideas patriarcales binarias. ¿Dónde estaba el problema?

Quizás el conflicto no haya desaparecido ya que en la actualidad seguimos viendo que ocurre, no solo dentro de la comunidad LGTBI en algunos casos, sino dentro del feminismo en general.



Un sector dentro del feminismo sigue considerando que las mujeres trans no son mujeres. Consideran que estas no son conscientes de la opresión que atraviesa el colectivo porque fueron asignadas hombres al nacer. Además, lejos de empatizar con la realidad de las mujeres trans, subraya la vieja idea de que perpetúan estereotipos de género,

Nos olvidamos de varias  cosas cuando caemos en este planteamiento estanco. En primer lugar, las mujeres trans son mujeres. Aunque se les haya asignado un género diferente al nacer, siempre lo han sido y han luchado por ser reconocidas como tal. Su activismo está implícito en su identidad, puesto que no es normativa.

 Esto nos lleva al segundo punto.  Lo femenino siempre ha sido sinónimo de débil dentro del simbólico patriarcal, de suciedad, de impureza. Las mujeres trans, así como las personas homosexuales, han sido consideradas por el patriarcado y su tradición como personas traidoras a su género. Nada más lejos de la realidad, pues en este caso, las mujeres trans buscan ser fieles a lo que sienten y a quienes son.

Desde el feminismo y la sororidad nuestro papel reside en apoyar a todas las mujeres, no solo a las que nacen asignadas mujeres por tener una vagina. Una vagina no nos hace más mujeres, ni más feministas. Marine Le Pen, Margaret Thatcher o Carmen Polo, por poner, no son un ejemplo de feminismo.

Y es que ya lo decía hace un tiempo la gran pensadora Simone de Beauvoir “no se nace mujer sino que se deviene mujer”. Todas cabemos dentro de esta máxima que las feministas hemos repetido, y repetimos aún, hasta la saciedad.




Llegamos a ser mujeres y a ser feministas a través del autodescubrimiento y del apoyo de la comunidad y el movimiento feminista. Hablamos de un cambio global e igualitario para todas las personas, porque a diferencia del patriarcado creemos en la libertad y el respeto.

Las mujeres trans son el colectivo con mayor riesgo de morir, especialmente a una edad prematura, a causa de su identidad. Se castiga que se atrevan a no tener miedo a vivir libres, a expresarse como mujeres. Ellas, al igual que las mujeres cis son asesinadas, violadas, maltratadas, acosadas, por el patriarcado. No obstante, su condición como personas transgénero las expone mucho más a la discriminación laboral, a la violencia, al asesinato, al suicidio… El hecho de no representar la norma se castiga con las técnicas machistas que ampliamente conocemos.

Me gustaría que cuando se acusa a las mujeres trans de perpetuar roles de género empatizáramos más con todo lo que conlleva una transición. Un proceso nada fácil, donde dentro del sistema sanitario, para poder avanzar, y en lo que respecta a pruebas psicológicas, existe una concepción extremadamente patriarcal del tema. Forzar el discurso y verse en la obligación de decir cosas como: “Me encantan las muñecas/ Me encanta el fútbol”, es a veces el único pasaporte para que ese médico te permita abrir una puerta hacia el camino de lo que siempre fuiste.

No son las personas trans las que refuerzan los estereotipos, es el patriarcado.

Precisamente, durante todas estás décadas de lucha, las personas trans y no binaries, se han esforzado por defender que los estereotipos son absurdos y no representan a las personas. La desactivación de estas fórmulas se produce cuando cualquier género puede emplear símbolos o herramientas que el patriarcado ha usado para controlar a un grupo concreto.

He de decir que estas reflexiones, estas ideas, no llegan solas a mi cabeza. Son fruto de compartir tiempo con la comunidad trans. Si bien yo pertenzco a la comunidad LGTBI y soy activista feminista, existe un gran desconocimiento en ambos lados hacia las personas trans.

La suerte me ha acompañado al encontrar compañeras trans que han tenido los brazos abiertos para enseñarme y los oídos dispuestos a escuchar mis dudas. La asertividad y el respeto han sido los pilares de cualquier conversación que he tenido con ellas. Lo agradezco profundamente cuando pienso en la sociedad por la que lucho, una en la que tienen cabida todas las personas, incluso las que no están de acuerdo conmigo.

El cambio es imparable y lo mejor es que no estamos solas, nos tenemos a todas. La diversidad es la receta para una sociedad igualitaria.

Fuente: Tribuna Feminista. Por Lara Alcázar [ representante FEMEN  en España]

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