viernes, 2 de noviembre de 2018

APROPIACIÓN CULTURAL Y DECOLONIALIDAD


Difícilmente es secreto a este punto que pienso que la propiedad privada y el capitalismo son un sistema lelo, de legitimidad falsa, alienador y explotador. Su naturaleza inherente es la del binario Ellos y Nosotros, los de Abajo y los de Arriba (la mayoría de veces sólo por nacer), algo que me desagrada. Naturalmente los derechos de autor entran en esta propiedad privada que también rechazo, es entonces normal hacerse la duda de en dónde quedaría mi posición en la apropiación cultural. Bueno, es algo curioso en realidad.

No creo en la apropiación cultural de la manera que se ha venido desarrollando, el concepto de derechos de autor, propiedad sobre una idea, me es algo muy ridículo por sí sólo, sin embargo no significa que no vea algo semejante sucediendo en el día a día.

Yo lo que observo y comprendo lo he denominado «comodificación cultural» en referencia a la comodificación (el convertir en producto comercial, una comodidad, un algo a consumir) de los paradigmas culturales, tal vez se pueda entender como la cosificación de la que se habla en textos marxistas.

El paradigma entendiéndose aquí como equiparable al concepto de pensamiento de grupo -groupthink- o su casi equivalente mindset -mentalidad-, como cuerpos de ideas, métodos y asunciones teóricas sostenidos y validados por una persona o grupo de personas, que incluye una serie de comportamientos, actitudes y creencias.

Por ejemplo, lo más sencillo: 
las rastas. Lo que he observado y escuchado es que a la persona negra se le castiga socialmente por ello; desde no darle trabajo o incluso ser despedida hasta ser acusada de mala higiene y atarle el estigma de la drogadicción, la pobreza y la falta de educación constantemente.





Todos a su vez racismos por sí solos; el que la persona negra entre más cercana a su cultura más estigmatizada es, no es una coincidencia aislada.

En cambio la persona blanca, de clase alta usualmente, se le considera chiq y al filo de la moda, especialmente en las pasarelas del primer mundo. Es también cierto que mucha gente blanca con rastas, usualmente de clase obrera e integrantes de una contracultura capitalista blanca, se les ata algunos de los mismos prejuicios que se imponen sobre los cuerpos negros pero los prejuicios son en resultado de pertenecer a la contracultura, no el de la cercanía a una cultura precolonial y a su vez resistencia a la alienación de ésta.

La persona blanca de la contracultura capitalista ejerce su privilegio de comodificar, bastardizar y desculturalizar este paradigma cultural para su disfrute como producto a consumir, mientras que la persona negra aún sin saberlo se resiste, y por ende se desvía, del orden establecido y los sistemas de dominación

No viene siendo un robo de una cultura como tal pues el concepto de propiedad sobre una idea como lo conocemos es de origen capitalista, sino la comodificación de un paradigma cultural y en consecuencia la asimilación y explotación de, en este contexto, los cuerpos negros por parte de la industria de la moda bajo un interés en función del capital.


La industria de la moda por sí misma es una industria que sigue y simultáneamente moldea el canon de belleza de forma un tanto paradójica. Éste es uno construido en base a las relaciones de poder, los sistemas de dominación y la clase dominante construidos a partir de varios siglos de historia hasta llegar a la contemporaneidad, por ende podemos entender este canon como una construcción histórica y como el aparato de un sistema de dominación más grande.

En especial para regiones postcoloniales pero también para individualidades fuera de la categoría social «blanco» en zonas de cuarto mundo, ésto se construyó a partir del modo de pensamiento, cultural y económico colonial que llevamos cargando desde hace más de 500 años, un momento en la historia que disparó un cambio drástico para la totalidad del planeta que a día de hoy arrastramos.

Al decir cuarto mundo se hace referencia a las condiciones materiales paralelas al tercer mundo en las que vive en especial la gente negra, indigena y racializada en general dentro del primer mundo, o en el caso del tercero viven en condiciones peores a las de la población dominante.


Ahora mismo contamos en latinoamérica con la herencia cultural colonial de varias formas, una de las más incisivas es la dominación incuestionable y suprema del catolicismo y la Iglesia sobre nuestro diario vivir, los sistemas de valores, el canon social y los discursos predominantes o tan sencillo como la inducida dependencia económica de naciones-estado autodenominadas desarrolladas y el propio menosprecio continuo de la propia cultura y comunidad y en extensión del sí mismo. Son cosas que tienen consecuencias materiales sobre los cuerpos de los sujetos sociales. La violencia cultural, las actitudes, y estructural, el rechazo de necesidades básicas. El poder simbólico.



Si la colonización, cristiandad y/o el capitalismo hubiesen surgido en África, Asia o las Américas, en las clases altas o bajas, entre cualquier grupo social, el resultado hubiese sido el mismo.

¿A qué vamos entonces? Simple, que la apropiación cultural, o mejor dicho la comodificación cultural, no es más que un accionar colonial en nuestro mundo globalizado y capitalista neoliberal. La satanización y paradójicamente la fetichización de aquello que caiga fuera de este imaginario que llamamos Occidente. Un producto y una herramienta más para la explotación, asimilación y violencia contra la persona no-occidental.

¿Qué se hace entonces? He escuchado que la praxis ideal es la de dejar de utilizar estos paradigmas culturales apropiados, o más bien comodificados, y llamarle la atención a quien lo haga, sin embargo me es una praxis un tanto pasiva e idealista. Lo que se debe de hacer es pelear contra la raíz, no contra el síntoma. De lo contrario sólo se provocará que la matriz de poder se adapte, neutralice, coopte y cree una nueva manera de jodernos, básicamente.

Lo que yo puedo sugerir si no te interesa mucho lanzar botellas en llamas a los bancos o crear comunidades autónomas en medio de Brasil en armas, es crear y participar en la concientización y deconstrucción de este modo de pensamiento colonial y sus tácticas y actitudes sobre los cuerpos de los sujetos sociales, que nos aliena como tercer y cuartomundistas de nuestra propia cultura y raíces, culturizarnos en nuestra regionalidad, normalizar la alteridad, crear discurso público del tema, rechazar y resistirse a la tendencia dominante actual en lugar de permitirnos ser cooptadas y coaccionadas por ella, compartir y si es posible traducir y crear recursos de acceso gratuito y fácil sobre el tema, y si vives en el primer mundo aliarte, deconstruirte, escucha y aprende sobre estos colectivos e igual traducir y compartir recursos de acceso gratuito y fácil sobre deconstrucción y resistencia.

O sea, la decolonización de nuestra mente, cuerpos y de nuestros espacios mediante numerosas praxis reproducibles en masa y la resistencia colectiva en ayuda e interés propio mutuo y cooperación no-jerárquica. Incluso si eres del primer mundo, ¿qué acaso no te gustaría liberarte de esa jaula de oro, poder disfrutar más allá del horizonte occidental? Sobretodo si eres del cuarto o tercer mundo, ¿no te gustaría romper las cadenas por y para ti y tus seres queridos? No más pensar y ser cómplices en los intereses de otros, no más abstracciones por encima de nuestros cuerpos.

Recordemos a su vez que nuestro propio interés en función de ideales, creencias y valores no se encuentra por encima de la realidad material ni mucho menos de la integridad misma de otras individualidades, pues ningún imaginario ni abstracción está por encima de un sujeto corpóreo. Ni el Occidente, ni la Felicidad, ni el Bien Común, ni la Tradición, ni el Capital.

¡Descolonicemos!

 fuente: Afroféminas

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