viernes, 11 de septiembre de 2020

PROSTITUCIÓN Y PROVOCACIÓN: las armas ideológicas del patriacapitalismo

 En otras oportunidades hemos compartido análisis sobre lo que se dice es "el oficio más antiguo del mundo", que las feministas decoloniales llamamos "el privilegio más antiguo del varón". En esta semana, nos dispusimos a analizar la ocurrencia de Jimena Barón, al promocionar su nuevo track como uno de los tristemente típicos "papelitos" del centro ofreciendo a bajo precio mujeres y adolescentes para el consumo ocioso.



Un poco de historia situada

En esta oportunidad, planteamos desde el devenir histórico, el elemento que consideramos distintivo del feminismo liberal. En lo personal, ubico el auge de este feminismo liberal en nuestro país en los '70 y '80 a partir del llamado "destape español" ocurrido como consecuencia de la caída del franquismo, conjuntamente con las luchas feministas por el divorcio. El derecho públicamente ocupado de vivir la sexualidad femenina libremente, voluptuosa, exhibicionista, y con la expectativa y realidad de liberarse del corset matrimonial-familiar. La secuencia continúa en los '90 con el refinamiento de las top models, en el mismo circuito, pero distinguido: las más bellas a la caza del mejor empresario.

Y como el patriarcapitalismo no da puntada sin hilo, esta liberación femenina debía ser aprovechada para traer agua al propio molino, no sea que se pierda la chance de apropiarse de la energía y el dinero proveniente del sacrificio de las mujeres. Así surge el revisionismo "empoderante" que nos plantea la profesionalización y regulación de la prostitución como una libre elección laboral a través de cuyo ejercicio las mujeres podemos ascender socialmente en el sistema patriarcal y capitalista.

La provocación como rasgo distintivo

En este contexto de destape que, en nuestro país paradójicamente se replica con el cine "picaresco" en auge durante la última dictadura cívico-militar; toma hoy un carácter de selecta rebeldía, entendiendo la raíz de esta distinción como la convicción de ser estas mujeres "destacadas" a través del régimen de exhibición mercadista de sus cuerpos y deseo sexual direccionado al lucro, mujeres privilegiadas en la escala social. Así, el aspiracionismo feminista se consagra con las vedettes y modelos, a través de la imitación de sus malas réplicas: las chicas de los papelitos captadas mediante engaños de una vida buena de fácil acceso. Porque, honestamente, ¿quién no prefiere una vida de dinero fácil por sobre otra plagada de sacrificios con retribuciones inciertas?

Y de esta manera, en la edad de la rebeldía adolescente, la viveza -no sólo criolla- hace mella en las jóvenes que además de anotarse en clases de perreo y twerking, piden en las calles y colegios que las "fiestas" del año de la promo sean con disfraces pasados de sugerentes a oferentes (colegialas, diablitas y otros privilegiados en el universo de las fantasías de Vladimir Nabocov) en las que se promueve que asistan semidesnudas o con los mentados "disfraces" de lencería erótica. Y esto porque aparece un único sentido de la diversión que promueve el estreno de la libertad adolescente como exhibición y descontrol en cuanto única forma de goce, en la vereda opuesta del "aburrido" recato familiar. Ser rebelde es provocar. Y la provocación es sólo sexual. Y el sexo es sólo heteronormado y a disposición del varón que paga entrada al boliche para ver a la adolescente desbocada y un "servicio sexual" por poseerla y dominarla.

Pues bien, Jimena Barón cayó en la trampa de la provocación adolescente perdiendo la sororidad para con las millones de mujeres, niñas, niños y adolescentes que día a día son coptados por inescrupulosos/as corruptores/as de menores, cafishos, madamas y demás figuras; pero fundamentalmente que son coptados ideológicamente por el sistema que pone precio a nuestros cuerpos y condiciona el propio deseo (móvil vital si los hay) a "empoderarse" satisfaciendo deseos y perversiones ajenas.

La colonización del deseo como adoctrinamiento

Las feministas decoloniales sostenemos que la colonización patriarcal del deseo femenino es la principal limitante a la luchas feministas. Si con Herbert Marcuse en su "Hombre Unidimensional" se denunció la colonización capitalista aspiracional como única meta y forma de vivir, las feministas decoloniales nos debemos la escritura de "La mujer unidimensional" caracterizada por su deseo vital desconectado de la intención y proyecto de vida. Y no sólo en la prostitución, también en el matrimonio y/o a la maternidad como destino impuesto, a servicio del hombre para atenderle y que nos dé un buen pasar económico; al servicio de la Patria, la Revolución o la República pariendo hijes... y a servicio del "cliente" que paga y tiene derecho a que hagamos lo que no queremos ni deseamos ni nos hace felices hacer. Porque necesitamos su dinero "empoderante".

No es casual tampoco que las compañeras de AMMAR recurran a dar charlas en colegios secundarios para la propaganda prostituyente, ofreciendo el corpus sindical como acuerpamiento para la pulsión gregaria adolescente y como marco de identidad subjetivante en la búsqueda de la propia individualidad el proyecto vital que de ella surge desde el propio deseo y referencia situada. Cuando algunas compañeras las llaman fiolas, hacen referencia a esta actitud de pretendido cuidado supliendo el clan familiar, ausente en muchísimas vidas prostituidas, en cuanto a protección e identidad representativa.

La violencia simbólica, la competencia individual vs. las luchas colectivas

Uno de los ejes que es frecuentemente invisibilizado por las feministas que se manifiestan defensoras de la prostitución es el relativo a la violencia simbólica que entraña la actividad en sí. Desde la hegemonización de los cuerpos, estéticamente medidos en función de captar la atención de la clientela masculina, intervenidos de mil formas para posicionarse en la competencia por el mejor cliente... incluso por aquél que, a semejanza del de la "mujer bonita", deje de ser cliente para convertirse en esposo; hasta la presunción de que "putas somos todas, lo que falta es plata", en el lugar (tan) común de hacernos creer que si falta el dinero siempre se puede "revolear la cartera y abrir las piernas".

En lo escueto de un análisis a priori, encuentro dos elementos estereotipantes relacionados con la prostitución, y que quedan opacados por todos los argumentos individualistas del "libre" ejercicio autónomo: la jerarquización de las mujeres en la sociedad, en función de su corporalidad hegemonizada; y la presunción de ser todas las mujeres prostituibles por más o menos dinero (u otro tipo de favores en especie, desde comida y habitación hasta ascensos o nombramientos laborales).

La violencia sexual naturalizada: el deseo y el dinero masculino es lo que importa

Más allá de la violencia simbólica, que transcurre en el abstracto plano ideológico de la construcción y atribución de sentidos, un poco más abajo, en la concreta y cotidiana materialidad de los cuerpos y la historicidad de las biografías de les sobrevivientes la prostitución hace estragos.

Vemos que las travestis y trans no superan sino es raros casos los 40 años de edad por causas vinculadas a la prostitución; y que las mujeres en su inmensa mayoría, tampoco logran casarse con Richard Gere para que adopte a sus bendiciones "hijas de puta" sino que dejan su cuerpo expoliado de deseo, energía, pulsión vital y amor, pero con diversas enfermedades de transmisión sexual, embarazos no deseados y abortos inseguros, adicciones, hambre, golpes, tuberculosis... e hijes convivientes de la violencia sexual hacia su madre quienes en varios casos son dadxs en prostitución también.

Abolicionismo para vivir

Desde la visión cuentapropista, el abolicionismo presenta el exterminio de un negocio sumamente lucrativo para unas pocas privilegiadas, y muchísimos proxenetas; pero que en contracara, hunde en la peor miseria a la enorme mayoría de mujeres, niñas, niños y adolescentes en situación no elegida de prostitución. Es por ello que no podemos legislar para una minoría privilegiada (ya sabemos lo que produce legislar para el poder en desmedro del pueblo). Por ello, no podemos avalar desde el ordenamiento jurídico la cristalización de las relaciones estructurales de desigualdad, sino que debemos bregar por su equiparación. Y que esa equiparación no pasa por dotar de fuerza gremial la explotación patriarcapitalista de mujeres, niños niñas y adolescentes sino por elevar las condiciones de vida de las mujeres, infancias y adolescencias, pero también de la dignificación del trabajo en general, para que "revolear la cartera y abrir las piernas" no sea una opción tentadora para lucrar y asecender rápidamente en la escala social del consumo de bienes.

Una vez más decimos que lo que el abolicionismo propone es equiparar las situaciones estructurales de desigualdad sobre las cuales la prostitución (en cuanto colonización del deseo y las relaciones humanas) se asienta y desarrolla y ello implica revisar y renunciar a nuestros privilegios. La pregunta es entonces, ¿estamos dispuestxs a ello?

(*) Abogada Feminista

Docente-Investigadora

PG en Cultura y Comunicación

Maestranda en Cs.Sociales y Humanidades


Fuente: El Tiempo. AZUL

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