Mostrando entradas con la etiqueta VIOLENCIA DE GÉNERO; LEGÍTIMA DEFENSA;ARGENTINA.. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta VIOLENCIA DE GÉNERO; LEGÍTIMA DEFENSA;ARGENTINA.. Mostrar todas las entradas

domingo, 30 de agosto de 2015

JUICIO POR JURADOS: DEFENSA PROPIA EN CONTEXTO DE VIOLENCIA DE GÉNERO

Título original: "Juicio por jurados: absolvieron a una chica acusada de matar al padre".


Fue en el primer debate oral que se realizó, bajo esta modalidad, en el Departamento Judicial de Azul. Jennifer Ayelén Kysilka, de 21 años, era juzgada por apuñalar a su padre mientras intentaba defenderse de sus golpes. Para el defensor, el contexto de violencia de género y marginalidad fueron clave para el veredicto.




Jennifer Ayelén Kysilka se cubre el rostro con las manos. Llora. Acaba de escuchar la voz de la presidenta del jurado que anunció que la dejarán libre. “No culpable” es la palabra que usó la mujer, peluquera de profesión, que leyó el veredicto en nombre de los doce que tomaron la decisión. Jennifer había llegado a juicio oral detenida, acusada de asesinar a su padre. Nadie discutió la autoría del crimen; sí en qué contexto se desencadenaron los hechos. Para el jurado no hubo dudas: la chica era víctima, vivía inmersa en un mundo de violencia ejercida por su padre. “Defensa propia en contexto de violencia de género”, leyó la presidenta del jurado y ella, Jennifer, no pudo contener las lágrimas.
Con este fallo, en el día de ayer culminó el primer juicio por jurados en el Departamento Judicial de Azul. El Ministerio Público Fiscal estuvo representado por Martín Pizzolo, quien había pedido que se declarara culpable a la imputada por el delito de “homicidio agravado por el vínculo”. El defensor oficial Martín Marcelli, que asistió a Jennifer, pidió la absolución. Gustavo Borghi fue el juez que condujo el debate y confirmó el veredicto, otorgándole de inmediato la libertad a la chica.
En diálogo con Infojus Noticias, Marcelli explicó que fue central haber elegido la opción del juicio por jurados para el caso de Jennifer. “Era importante que se escuchara su historia, el contexto de violencia de género y marginalidad en el que estuvo inmersa en su vida”, contó. Además, el defensor dejó en claro que el veredicto no puede ser apelado por la Fiscalía y confirmó que ayer mismo Jennifer dejó la Unidad Penal 52 de mujeres.

El hecho

El 1 de febrero de 2014 arrancó como casi todos los días. Jennifer, por entonces de 19 años, y su padre, Juan Carlos Kysilka, de 39, discutieron. Pero él, como siempre, le pegó. En la cara y en el cuerpo. Entonces ella, agotada de años de recibir sus golpes y de ver cómo hacía lo mismo con sus hermanas y su madre, se defendió. Un cuchillo tramontina, que estaba sobre la mesa de la cocina de la casa ubicada en Guisasola y General Paz, Barrio Alberdi de Olavarría, fue su arma. La herida en el tórax causó la muerte del hombre, poco después.
A Jennifer la detuvieron, la Justicia le dictó prisión preventiva y, poco después, le concedió la excarcelación. Sin embargo, a un mes del beneficio, tuvo que volver al penal. Un amigo, que tenía problemas, la visitó y eso fue suficiente para que los jueces entendieran que debían revocarle la domiciliaria. Desde ese momento, hasta el día de ayer, permaneció en la UP 52.
Durante el juicio, su madre –que presenció el ataque del hombre, que terminó con su muerte– contó cómo fueron los hechos. También compartió el contexto de vida en el que se crio Jennifer. “Violencia psicológica, física, sexual”, describió el abogado defensor. También declararon los vecinos y dieron cuenta de los golpes que, en plena calle, el hombre les propinaba a sus hijas y a su mujer.
Con ese contexto en vista, los doce jurados analizaron el caso y, una hora después de juntarse a deliberar, volvieron a la sala. La presidenta llevaba en las manos el sobre de papel madera que contenía la decisión final. Los integrantes del jurado tomaron sus lugares y ella entregó al secretario del Tribunal el fallo, para que se lo acercara al juez.



—¿Han alcanzado un veredicto? –preguntó el magistrado.
La mujer respondió que sí. Minutos después, leyó:
Nosotros, el jurado, encontramos a la acusada Jennifer Ayelén Kysilka no culpable por haber actuado en un estado de legítima defensa en contexto de violencia de género.  
 Entonces, Jennifer lloró y se abrazó con su abogado, con su madre y con sus hermanas, con la certeza de que el jurado le había devuelto la libertad.

Fuente: Infojus

miércoles, 15 de abril de 2015

VIOLENCIA DE GÉNERO - LEGÍTIMA DEFENSA

título original: la defensa no legítima.


Durante doce años, Delia Moyano sufrió agresiones de su marido. La Justicia y la policía no la protegieron. Por defenderse, lo hirió; él murió. Hoy podría ser condenada por homicidio.

“Siempre fueron trompadas”, describió con timidez y voz entrecortada Delia Rosa Moyano. No necesitó más palabras para dar cuenta del contexto de violencia doméstica que atravesó la relación de doce años con su pareja, Jorge Cuello, con quien tuvo tres hijos. Delia, una mujer de 34 años, de condición muy humilde, del ámbito rural de Olavarría, se animó a decirlo y la escucharon los tres jueces del Tribunal Oral Criminal Nº 1 de Azul, que la juzgan por la muerte de Cuello: en la noche del 24 de agosto, la joven atinó a manotear un cuchillo de la cocina para defenderse de los golpes que le daba su marido, que la quería atar y no le daba tregua. Le dio un puntazo como última instancia, cuando sintió que su vida podía correr peligro. El hombre resultó herido, pero no fue a atenderse y a los tres días falleció, sin recurrir a una atención médica. Hoy se conocerá el veredicto. La defensa pidió su absolución porque entendió que actuó en legítima defensa. Pero la fiscalía no contempló el contexto de violencia de género y reclamó pena de prisión perpetua al acusarla del delito de homicidio agravado por el vínculo de convivencia.

Delia recurrió varias veces al destacamento policial, ubicado a unos cien metros de su rancho. Lo declararon dos efectivos de la Bonaerense de Espigas, el pueblo rural donde vive la mujer. También contaron que una noche la llevaron a dormir al hospital con sus tres hijos, que hoy tienen 9, 6 y 3 años, porque la mujer no quería volver al hogar por los golpes del hombre. Según contó, hizo denuncias y nunca prosperaron.

“Por los antecedentes de violencia de género que se ventilaron en el juicio, Delia no puede ser condenada: es imprescindible que el tribunal tome en cuenta ese contexto de malos tratos reiterados”, indicó a Página/12 Laurana Malacalza, titular del Observatorio de Violencia de Género de la Defensoría del Pueblo de la provincia de Buenos Aires. Ayer, el Observatorio hizo una presentación ante el tribunal donde enumera la jurisprudencia de casos similares, en los que la acusada fue absuelta, por considerar que el contexto de violencia de género es el que configura la legítima defensa. “Es muy preocupante la inacción de la Justicia en la provincia de Buenos Aires para proteger a las mujeres que denuncian violencia de género. Pero parece que funciona para investigar a las mujeres que se defienden”, señaló Malacalza.

El juicio contra Delia comenzó la semana pasada. Llegó al debate oral y público con arresto domiciliario, para poder seguir al cuidado de sus hijos y con permiso para llevarlos y buscarlos en la escuela. Pero antes estuvo detenida en la Unidad Penal 52 de Azul y sus hijos derivados al hogar Namasté.

En la primera audiencia del juicio recibió el apoyo de Fernando Wilhelm, titular de la Asamblea Permanente por los Derechos Humanos de Azul. Delia se crió en el campo, con su padre y sus hermanos, luego de que falleciera su madre, cuando ella era una niña. Con Cuello se fue a vivir a los 20 años; él tenía 48. Con el tiempo y el consumo excesivo de alcohol, el hombre desarrolló cirrosis.

Según se ventiló en el juicio, Delia hizo presentaciones, un año antes del trágico desenlace, que llegaron hasta la Comisaría de la Mujer de Olavarría. Pueden haber sido exposiciones civiles o denuncias. Ella no pudo precisarlo. No sabía que podía pedir la exclusión del hogar del golpeador. Nunca la citaron luego de recurrir a la policía en busca de ayuda. “Hice la denuncia cuando me agarró con un fierro, me golpeó toda, por todo el cuerpo, me puteaba, me pateaba, trompadas siempre”, contó. Su pareja la doblaba en edad y en peso: tenía 60 años y alrededor de cien kilos. En la zona, los vecinos sabían de las golpizas que ella sufría y del alcoholismo que potenciaba su violencia. También lo afirmó otra policía, Patria Torres, durante el juicio. “Siempre ella denunció, nunca él”, declaró y detalló que llegó a ver a Delia golpeada las veces que fue al destacamento a dar cuenta de la violencia física o a pedir que fuera a su casa un patrullero, para “calmar a Cuello”.

El defensor oficial, Martín Marcelli, pidió su absolución. Y encuadró el hecho como un caso de legítima defensa. La fiscalía pidió la pena de prisión perpetua. Hoy, está previsto que los jueces Marcelo Céspedes, Joaquín Duba y Gustavo Borghi dicten la sentencia.

Fuente. Página 12 - Por Mariana Carbajal.-