lunes, 16 de agosto de 2010

VIOLENCIA JUVENIL Y LOS MEDIOS DE COMUNICACIÓN


Hace unos días tuve la oportunidad de participar en un evento organizado por la International Youth Foundation y el Instituto Demos, sobre la iniciativa Obra, lanzada por el Presidente Obama para promover buenas prácticas en el tema de prevención de la violencia juvenil. En dicho evento, tuve la oportunidad de escuchar a cuatro comunicadores sociales que son considerados de lo más progresista en cuanto a la profesión se refiere. El tema que abordaron era el papel de los medios en la prevención de la violencia juvenil, y aunque los cuatro dieron una visión interesante del rol de los medios, más que en prevenir la violencia, como generadores de la misma, me llamó la atención que ninguno de ellos hiciera referencia alguna a las Directrices de Riad o las Directrices de las Naciones Unidas para la Prevención de la Violencia Juvenil, que tiene todo un apartado sobre las responsabilidades de los medios de comunicación en el tema de la Prevención de la Violencia Juvenil.
El Octavo Congreso de las Naciones Unidas sobre la Prevención del Delito y el Tratamiento del Delincuente (La Habana, 1990) dio lugar a dos importantes resoluciones relacionadas con el fenómeno de la delincuencia juvenil: las Directrices para la prevención de la delincuencia juvenil (Resolución 45/112), y las Reglas para la protección de menores privados de libertad (Resolución 45/113). Ambas resoluciones completan las Reglas mínimas uniformes para la administración de la justicia de menores (Resolución 40/33) adoptada anteriormente (1985).
Es interesante e importante poner en relación ambos documentos, tal y como lo estipula el punto número 8 del preámbulo a las Directrices, en que se pide al Secretario General que publique un manual integrado sobre las normas mínimas de las Naciones Unidas para la administración de la justicia de menores, ya que las Directrices de las Naciones Unidas para la prevención de la delincuencia juvenil, llamadas también Directrices de Riad, por alusión a una reunión internacional de expertos sobre el proyecto de texto que se encontraba en la capital de Arabia Saudita (1988), presentan asimismo cierto interés debido a muchas más razones. En ellas se pone de manifiesto un enfoque bastante proactivo y positivo de la prevención, sin duda es esa la razón de su gran exhaustividad. Entre tanto, las directrices manifiestan una creciente conciencia de que los niños son seres humanos de pleno derecho, un punto de vista que dista mucho de ser dominante en los países de cultura occidental en el siglo XXI, pero que es bastante obvio en otras normativas recientes como la Convención de las Naciones Unidas sobre los derechos del niño (1989).
Y me llama la atención que no hayan hecho referencia a ellas, porque la realidad de las cosas es que los medios de comunicación, por la forma de abordar la noticia, muchas veces se convierten en una fuerza motivadora para generar mayores niveles de violencia juvenil, o para exacerbar las percepciones ciudadanas en torno al tema. Ya un informe publicado por PNUD y elaborado por Demoscopía (con el apoyo de la cooperación sueca) decía, referente al papel de los medios de comunicación y la forma como informan sobre las pandillas juveniles, lo siguiente:
"El estudio de Demoscopía de forma exploratoria trató de abordar la calidad de la información ofrecida sobre las pandillas en la región centroamericana.Sus conclusiones confirman que la información ofrecida es poco fiable. Las informaciones sobre las maras presentan un marcado sesgo hacia los hechos puntuales, las versiones limitadas, las fuentes oficiales, los estereotipos y una cierta magnificación del fenómeno, y en contra de mayor contexto de los hechos, enfoques más amplios, diversidad de fuentes e iniciativas propias de los medios en cuanto a ángulos periodísticos que vayan más allá de lo noticioso"
"Aun tomando en cuenta que sus efectos pueden estar condicionados por múltiples factores, los medios de comunicación no contribuyen a generar visiones integrales sobre el fenómeno de las maras entre la población, limitan la visión ciudadana sobre la complejidad del problema y no propician un debate público de calidad al respecto. Además, al magnificar y estereotipar el fenómeno, pueden exagerar el verdadero poder de las maras y, en este sentido, distorsionar la conducta de los ciudadanos, las autoridades y los propios mareros. Aunque siempre respetando el principio de libertad de prensa, es importante promover desde las autoridades públicas prácticas más responsables desde un punto de vista deontológico y más profesionales de quienes trabajan en los medios de comunicación a la hora de informar sobre este problema".
Y ese profesionalismo de los medios de comunicación sobre el abordaje de la problemática de la violencia juvenil es lo que las directrices de Riad pretenden orientar. La realidad de las cosas es que, nos guste o no, los medios de comunicación son formadores y deformadores de opinión, y lo que publican y cómo lo publican tiene mucho que ver con la precepción ciudadana de un determinado problema, ya sea en seguridad ciudadana, ya sea en un problema social y económico. Cuando tuve la oportunidad de estar en Chile en un curso sobre diseño de políticas públicas de seguridad ciudadana, recuerdo claramente que, a la hora de generar herramientas de monitoreo y evaluación, se insistió mucho en que, no importa que tanto mejore la seguridad ciudadana, si la percepción de seguridad no mejora, entonces hay inseguridad ciudadana. Y allí está el papel de los medios de comunicación. Ellos son fuente principal para mejorar o deteriorar la percepción ciudadana.
Y no, las directrices de Riad no pretenden tergiversar la realidad, sino piden a los medios de comunicación ponderar a la juventud como actores que tienen que ofrecer aportes positivos a la sociedad. pero cuando el 99% de las noticias sobre jóvenes se enfocan en aspectos negativos, entonces se tiende a criminalizar a la juventud, que es un fenómeno que actualmente afecta a los jóvenes desde Estados Unidos hasta Panamá. Los jóvenes son percibidos ya como una amenaza a la seguridad ciudadana, son estigmatizados y se criminaliza tendencias como el piercing o el tatooing.
Creo que es importante que aquellos comunicadores sociales, hombres y mujeres que buscan democratizar la información, deben hacer un análisis del contenido de las Directrices de Riad, impulsar el debate a lo interno de sus medios de comunicación y comenzar a entender el rol que han jugado en fomentar, promover o alentar -inconscientemente- la violencia juvenil. Para contribuir a prevenir la violencia juvenil, hay varios elementos que los medios de comunicación necesitan tomar en cuenta, y aquí me atrevo a enumerar algunos de ellos:
a) Dedicar espacios centrales a la información de actividades positivas de la juventud, desde su participación cívica, hasta sus expresiones culturales, por muy extrañas que parezcan.
b) Regular el contenido de los programas televisivos por franjas y atendiendo a edades.
c) Revisar el contenido de sus programas: hoy en día desde los dibujos animados (en especial los exportados de Japón y Estados Unidos) contienen escenas de violencia que rayan en la sádico o novelas como El Cartel de los Sapos, las Muñecas de la Mafia o Sin tetas no hay paraíso, son programas orientados a exsaltar los antivalores y comportamientos delictivos (aún hay quienes tratan de justificar esos programas diciendo "pero los malos simpre pierden" ignorando que para un joven que ve la facilidad conque se obtiene dinero y la oportunidad que ve en ello de salir de la pobreza, el resultado final no tiene importancia, como lo demuestran entrevistas hechas a jóvenes integrados a las maras y cuya expectativa de vida no pasa los 22 años de edad)
d) Promover espacios para los jóvenes y de los jóvenes, pero no solo del área urbana y con educación univeristaria, sino verdaderamente incluyentes y con contenido formativo.
Como decía antes, estos son solo algunos ejemplos de como los medios de comunicación pueden, en base a las directrices de Riad, contribuir a la prevención de la violencia juvenil. Pero al no hacerlo, lo que han fomentado es esa precepción que los jóvenes son delincuentes y de la peor calaña, y que por lo tanto deben ser encarcelados, privados de todo derecho y, de ser posible, condenados a muerte. En un país acostumbrado a ver morir lo mejor de su ciudadanía, donde la vida se cotiza en quetzales, para los políticos es muy fácil cada cuatro años y coincidiendo con las campañas electorales, enarbolar la bandera de la pena de muerte como la gran solución a los problemas de delincuencia, tirando con ello una cortina de humo a los problemas estructurales que la promueven, como la desigualdad, la falta de oportunidades y la ausencia total de Estado. Y los medios de comunicación se prestan a informar de esas descabelladas y a todas luces des-humanizantes propuestas, y no promueven un debate franco y abierto sobre la temática, sesgando opiniones y anticipando conclusiones. A mi en lo personal me provoca responderle a un político petenero que se atreve incluso a proponer que Guatemala denuncie el pacto de San José para así poder aplicar la pena de muerte indiscriminadamente, demostrando que sus conocimientos jurídicos son dogmáticos y poco prácticos en un mundo donde la justicia tiende a ser cada vez más universal y basada en el respeto irrestricto a los derechos humanos.
Las Directrices de Naciones Unidas para la prevención de la delincuencia juvenil constituyen sin duda alguna un reto para todos aquellos que trabajan en la administración de la justicia de menores, debido a muchas y varias razones. Obviamente, los sistemas que muchos países aplican para solucionar el problema de la delincuencia juvenil están en entredicho. Desde que el mundo es mundo, la delincuencia juvenil siempre fue un problema controvertido. A este respecto, los esfuerzos de la Unidad de derecho penal de las Naciones Unidas por establecer normas universales en el ámbito de la justicia de menores (prevención, “sanción”, “reclusión”) son muy importantes. Pueden ser de gran utilidad y constituir un punto de partida para debates “en el acto”. El fomento y la difusión de los distintos textos (manual integrado) serán bienvenidos. Las Directrices de Riad constituyen uno de los documentos más modernos que existen, en el marco del derecho penal, ya que la separación, al menos parcial, entre las medidas de prevención y los comportamientos delictivos, vinculándolos a una política (social) de índole general es bastante novedosa. De esta forma, la prevención de la delincuencia juvenil se convierte en un efecto (colateral) de la política general, cuyo objetivo es promover el bienestar y la salud de todos.
Respetar las Directrices de Naciones Unidas para la prevención de la delincuencia juvenil podría constituir un paso en dirección de una sociedad más justa, equitativa y respetuosa, gracias en parte a un comportamiento distinto para con la niñez. Uno de los objetivos del movimiento de defensa de los derechos de la niñez es que se considere a los niños y niñas como miembros de pleno derecho en la sociedad y no como objeto de leyes y sanciones.
Hasta que los medios de comunicación, los gobiernos y los partidos políticos no entiendan que la delincuencia es un fenómeno que hay que prevenir y no reprimir, hasta que no entiendan que si no transformamos las causas estructurales que la fomentan, y hasta que no entiendan que sólo un Estado fuerte, estructurado para reducir las brechas entre ricos y pobres y orientado a promover la justicia social, la equidad y la libertad plena (que incluye la libertad de la pobreza) con respeto irrestricto a los derechos humanos, hasta que no entiendan eso, cada cuatro años estaremos reabriendo el debate insulso y sin sentido de si matando a nuestros jóvenes es la forma de terminar con la violencia


Publicado por Juan Enrique Quiñónez Schwank

No hay comentarios:

Publicar un comentario