La teoría de la indefensión aprendida la formuló Seligman en 1975, la indefensión es el estado psicológico que se produce frecuentemente cuando los acontecimientos son incontrolables…cuando no podemos hacer nada para cambiarlos, cuando hagamos lo que hagamos siempre sucede lo mismo.
Leonore Walker, partiendo de los experimentos de Seligman, inauguró una línea de de investigación hoy todavía vigente y que se puede resumir en que: repetidos malos tratos disminuyen la motivación de la mujer a responder .Ella llega a ser pasiva. Secundariamente, su habilidad cognitiva para percibir éxitos está cambiada. No cree que su respuesta acabará en un resultado favorable.
Los sentimientos de indefensión en mujeres maltratadas podrían debilitar la capacidad de solucionar problemas y la motivación para afrontarlos, favoreciendo de esta forma la permanencia en la mujer en la relación violenta.
L. Walker afirma que parece que una mayor permanencia en una relación violenta puede estar relacionada con haber vivido más experiencias de indefensión en la infancia.
Como conclusión, en la indefensión aprendida concurren tres componentes: pasividad, empobrecimiento de la capacidad para resolver problemas y sentimiento creciente de indefensión, incompetencia, frustración y depresión.
Ciclo de la violencia de género
En la violencia de género se pueden distinguir 3 fases: acumulación de tensión; agresión y fase de “arrepentimiento”.
Esta última fase genera en las maltratadas una ficción de reencuentro llamada luna de miel donde el agresor intenta cumplir con la forma idealizada de pareja que tiene su víctima.
Según Walker la repetición de estos ciclos sirve para atar muy fuertemente a una mujer maltratada con su agresor. Mientras tiene lugar la agresión la mujer sufre una disociación acompañada de un sentimiento de incredulidad, de que eso esté sucediendo realmente; esto iría seguido de un colapso emocional, similar al experimentado por víctimas de secuestros o desastres, este colapso se acompaña de inactividad, depresión, ansiedad, autoinculpación y sentimientos de indefensión.
Más sobre la Indefensión aprendida: "haga lo que haga, nada va a cambiar"
En un experimento de Martin Seligman, un grupo de perros fueron expuestos a descargas eléctricas que no podían evitar ni controlar. Cuando, más adelante, se les dio la oportunidad de escapar de las descargas, los animales permanecieron quietos, sin mostrar ningún tipo de respuesta. Este estado de inactividad se explicó por el fenómeno de la indefensión aprendida.
La indefensión aprendida (learned helplessnes) consiste precisamente en un estado en el que el sujeto no intenta escapar ni evitar los estímulos aversivos (en este caso, las descargas, pero podría tratarse de cualquier cosa) aunque tenga la oportunidad de hacerlo. ¿Por qué no lo hace? Parece ser que el estado de indefensión aprendida produce un déficit en el aprendizaje posterior, es decir, hace que sea más difícil aprender que alguna respuesta puede detener o evitar la estimulación aversiva.
La hipótesis de la indefensión aprendida supone que el animal ha aprendido que su conducta no puede influir de ninguna manera en los acontecimientos, por lo que permanece inactivo.
Este fenómeno se produce también en seres humanos, y puede llegar a ser grave y derivar en trastornos como la depresión. En estos casos, el individuo desarrolla expectativas de falta de control sobre los acontecimientos, y suele pensar que su actuación es inútil. Es habitual encontrar pensamientos del tipo “nunca voy a conseguirlo”, “da igual que me esfuerce”, etc. En estos casos el estímulo aversivo no es una descarga, por supuesto. Puede ser el fracaso en los estudios, en el trabajo o en las relaciones personales, por ejemplo. La persona deprimida aprende que no tiene ningún control sobre lo que le ocurre y esto es precisamente un factor importante que contribuye al desarrollo de la depresión.
La falta de control, además, puede derivar en mayores niveles de estrés y favorecer la aparición de otros problemas de salud, como úlceras o problemas cardiovasculares. En experimentos realizados con roedores, se encontró que los animales que recibían descargas que no podían detener mediante ninguna conducta desarrollaban más úlceras que aquellos que podían detener las descargas, por ejemplo, mediante la presión de una palanca.
La indefensión aprendida en humanos puede ser realmente incapacitante, ya que el individuo sufre un déficit de actividad, es decir, permanece inactivo ante los acontecimientos y es incapaz de reaccionar. El tratamiento que se da a las personas que se encuentran en esta situación suele ser lo que se conoce como terapia cognitiva, que consiste en ayudar a estas personas a “desaprender” que no tienen control sobre los acontecimientos.
FUENTE: MUJERES DEL MEDITERRÁNEO
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