TÍTULO ORIGINAL: LOS GUARDIANES DEL PATRIARCADO
Quiénes son hoy los “guardianes del patriarcado” que están ejerciendo esa presión? ¿Cómo es posible que sigan ganando el pulso, incluso en sociedades donde la igualdad legal es una realidad, donde las mujeres han hecho una revolución personal tan potente que las ha llevado, por ejemplo, de tener prohibido el acceso a la Universidad a ser mayoría en las aulas e incluso concluir los estudios con mejores expedientes que sus compañeros?
Los guardianes son numerosos. Básicamente, todos aquellos que de ninguna manera están dispuestos a perder privilegios pero quienes ejercen la presión son quienes pueden. Es decir, quienes tienen a su disposición el poder y/o los altavoces necesarios (fundamentalmente acceso a los medios de comunicación) para difundir un discurso engañoso, profundamente reaccionario pero habitualmente adornado, bien con un falso discurso de defensa de la igualdad, bien con la autoridad que la sociedad les regala. Y ahí están incluidos los gobiernos retrógrados, las jerarquías de las iglesias (que además de altavoces también tiene colegios donde se educa a niñas y niños en la desigualdad), algunos académicos que continúan cerrando puertas y desprestigiando el saber de las mujeres, algunos columnistas que con acierto han sido descritos como “habitantes de la caverna” por sus insultos, descalificaciones y exposición de opiniones impropias de ninguna época… Es decir, quienes están poniendo lastres diariamente al cambio cultural necesario para dar el paso definitivo a una igualdad real entre mujeres y hombres.
En ese listado de ámbitos que lastran la igualdad en el momento actual, podemos destacar cuatro. En primer lugar, los medios de comunicación como altavoces del discurso retrógrado y neomachista; en segundo lugar, la cultura, entendida ésta en su acepción más amplia, aquella que se refiere al conjunto de los modos de vida y costumbres, los conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico e industrial en una época y grupo social. En tercer lugar, el mito del amor romántico que empuja a relaciones de pareja desiguales e incluso constituye el abono del maltrato. Y, por último, la escuela y la educación de niños y niñas tanto en el ámbito formal como en el informal.
Recuerdo el día que fui a comprar un mueble blanco, con cajones, para mi hijo de año y medio. La dependienta me consultó:
-¿Para un niño o para una niña?
No pude aguantar la curiosidad y le pregunté qué importancia tenía eso en un mueble blanco. Y ella me contestó:
-Pues claro que importa, si es niño le ponemos tiradores en forma de barcos y si es niña le ponemos corazones…
La dependienta tenía razón, importa y mucho. Nuestros niños no serán aventureros por los barcos con los que abran los cajones ni nuestras niñas creerán en el amor romántico por esos primeros corazones (probablemente rosas) pero la anécdota ilustra cuáles son los escenarios en los que colocamos a unos y a otras desde que nacen.
La inglesa Natasha Walter en su libro “Muñecas vivientes. El regreso del sexismo” rectifica su optimismo anterior sobre los cambios culturales conseguidos por las mujeres. “No me imaginaba que acabaríamos así”, es la rotunda primera frase del libro y su tesis principal consiste en afirmar que “lo que vemos cuando miramos a nuestro alrededor no es la igualdad que buscábamos, es una revolución estancada”.
Efectivamente, la revolución que significa la igualdad se estancó en la cultura. Se estancó cuando quienes defienden la desigualdad entre hombres y mujeres se apropiaron del discurso de la igualdad y aludieron desde todas las tribunas públicas a su disposición (que continúan siendo la mayoría) a la retórica de la libre elección. Para asegurarse de que esa “libre elección” que hacen actualmente las mujeres iba en la dirección adecuada, contraatacaron con lo más efectivo.
Contraatacaron desde lo lúdico, desde la cultura y desde la infancia: los juguetes, las películas, los cuentos, los videojuegos, las canciones, la ropa, ¡el diseño de los muebles infantiles!… Las niñas ya no solo juegan con muñecas, sino que ahora se visten como ellas y quieren vivir como ellas; los niños admiran a los superhéroes y les imitan porque han naturalizado la violencia con la que éstos se relacionan. Así que a pesar de tantas generaciones de mujeres empeñadas en la lucha por la igualdad, el mundo es más rosa y azul que nunca. Los barcos y los corazones no son tan inocentes.
FUENTE. NURIA VARELA
No hay comentarios:
Publicar un comentario