martes, 23 de mayo de 2017

VIOLENCIAS: AYUDA EN CLAVE

TÍTULO ORIGINAL: Un secreto a cuatro voces

Bares y pubs de distintas ciudades alemanas promueven una frase en código para que muchachas puedan pedir ayuda al personal y salir ilesas de situaciones de acoso y violencia sexual. Una campaña que comenzó el pasado año en Gran Bretaña y continúa replicándose en otros países, más locaciones.





En Inglaterra, hay que pedir por “Jennifer” o “Ángela”, al igual que en ciertas urbes de España, Suecia, Sudáfrica o -incluso- del norte argentino; en Austria por “Sabrina”. Y solo recientemente, en Alemania, “Luisa” -nombre de origen germano que no tan curiosamente significa “guerrera”- se ha vuelto santa protectora de muchachas en potencial riesgo. Sucede que, haciéndose eco de exitosas campañas de distintos puntos del globo, la teutónica ciudad Münster recientemente ha lanzado Luisa Ist Hier: propuesta que invita a que damiselas en apuros, asediadas por hombres en bares, discotecas o restaurantes, pidan asistencia sin alertar al mentado perseguidor. “¿Tu cita se está propasando? ¿Te sentís amenazada? ¿Estás siendo sexualmente acosada? Andá a la barra y preguntá al staff: ‘¿Está Luisa aquí?’. Ellxs sabrán qué hacer”, ofrece la web oficial de la concienzuda iniciativa, donde la muchacha en cuestión solo necesita decir la frase decretada, un código pautado, y sin necesidad de dar explicación alguna, recibirá la requerida ayuda para escapar del mal trance… 

“Susi está celebrando con sus amigas Marie y Lisa, y hace contacto visual con un chico. Bailan. Él le invita una copa. Pero, en cierto momento, ella comienza a sentirse incómoda: el muchacho la acorrala, intenta besarla y reacciona violentamente cuando Susi detiene sus avances. Entonces ella mira a su alrededor; no encuentra a sus amigas ¿A quién puede recurrir?”,  se pregunta el sitio alemán Jetzt, previo a contestar con contundencia: ¡A Luisa! Léase, el/la bartender o mozo/a de ocasión, instruidos para lidiar con situaciones de ascendente peligro, amén de salvaguardar a posibles víctimas, dándoles un espacio seguro, asegurándose que lleguen a casa sin problemas, retirando del recinto al agresor. “La decisión última es de la mujer. Si decide abandonar el bar, el personal llamará a una amiga o le pedirá un taxi. Si decide quedarse, buscará el modo de que vuelva a sentirse protegida y a gusto”, anota Daniela Stöveken, impulsora junto a Andrea Werthmüller y Gerlinde Gröger -miembros de la organización contra la violencia sexual Frauen-Notruf-, de Luisa Ist Hier. Duchas, por cierto, en entrenar al staff de las locaciones que ya se han sumado a la propuesta, ofreciendo cursos temáticos, teléfonos de contacto de especialistas en acoso y violencia de género, afiches con información indispensable. 

“La acción está diseñada para atraer a mujeres y alentarlas en su derecho a pedir ayuda. Con una frase simple, sin complicaciones, buscando evitarles momentos desagradables, engorrosos”, advierte la tríada, entusiasmada porque cada vez más sitios se comprometan con la iniciativa (en la web, una guía de locales suscriptos evidencia que en otras ciudades -Flensburgo, Neuss, Leverkusen, Dusseldorf, etcétera- Luisa Ist Hier ya ha prendido). Y no se les caen los anillos al admitir que, en efecto, el modelo para la cruzada lo han tomado de la inglesa Ask for Angela, que debutó en el condado de Lincolnshire, en UK, el pasado septiembre, con sonados resultados y extensivas réplicas por coordenadas varias de Inglaterra y el mundo. Cuenta Hayley Child, coordinadora de estrategias contra la violencia y el abuso sexual de la región, que ciertos bares de la zona ya venían adoptando estrategias similares por cuenta propia, pero que la intención de sistematizar la acción responde a “promover un cambio cultural y empoderar a las víctimas para que tomen la decisión de reportar incidentes de acoso”. En su organizado caso, con afiches con similares sentencias a las antes mencionadas: “¿Tu cita de Tinder o Pof (Plenty of Fish) no es quien decía ser en su perfil? ¿Sentís que no estás en una situación segura? ¿Estás incómoda? Preguntá por Ángela, y el personal del bar sabrá que necesitás auxilio y te asistirá para salir de esa situación, llamará a un taxi o te socorrerá sin alboroto”. 

“Aunque se suponía que la idea inicial debía ser discreta para funcionar, con la viralización de la campaña esta opción ya no está en las cartas. Empero, el concepto aún es aplicable y cada local dispuesto a ponerla en práctica, puede hacerlo con su propia variedad, alternativa”, advierte Child, que contrario a lo que muchos presumen, no eligió el epíteto “Ángela” en referencia al ángel de la guarda: lo hizo en homenaje a su amiga Angela Crompton, que murió asesinada a martillazos por su marido en 2012...Ofrece además la inglesa que “al mirar la data de la policía, la tendencia es clara: la mayoría de los casos de violencia sexual suceden los viernes y sábados, y el alcohol a menudo está involucrado. Por tal razón, quería trabajar con pubs y bares, encontrar un modo sencillo de que se implicasen y dieran una mano a mujeres vulnerables”.   

En Estados Unidos, por cierto, una intentona semejante permuta nombre propio por trago: allí, la muchacha alarmada no pregunta por nadie; solícitamente solicita un trago de mentirillas, “el chupito Ángel”. De requerirse solito, el barman decodificará que la joven necesita que la escolten a su auto; con hielo, que velozmente le pidan un remís; con lima, que urgentemente llamen a la policía… 

Con todo, más allá de que pedir por Luisa, Ángela, Jennifer -y otras variaciones- sí ofrece una solución temporal a situaciones concretas de acoso, existen voces críticas que argumentan que lo que genuinamente provocaría un cambio cultural es pensar campañas que desalienten este tipo de conductas agresivas en varones. Para Geri Burnikell, de la ONG Support Line, en UK, por caso, “la prioridad debería ser que los hombres no actúen así en primer lugar, con sentencias más fuertes para disuadirlos. Todo debería estar orientado para decirles que su comportamiento es inaceptable, que será penado”.

Fuente: Página 12 - Por Guadalupe Treibel

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