domingo, 11 de junio de 2017

NO SON EXCESOS, NO SON ERRORES

En Argentina para presentar su libro Pax Neoliberalia -Editorial Madreselva- en el que recoge trabajos que analizan las relaciones y jerarquías sexo-genéricas en territorios distantes como Turquía y América latina, la filósofa feminista Jules Falquet habla de la violencia contra las mujeres como una forma de la tortura organizada por las guerras de baja intensidad a la vez que cruza radicalmente las cuestiones de género, de raza y de clase. Sin dudar, insiste en que mientras exista el capitalismo la violencia machista seguirá coartando vidas y mientras manifiesta su curiosidad por el movimiento Ni Una Menos alerta sobre las formas liberales del feminismo que en Europa se utilizan para cerrar la puerta a las poblaciones migrantes.



Constanza Niscolovos




La violencia doméstica no es solo un tema privado. Es público. Pero, además, tiene métodos y síntomas similares a los de la tortura. Y está dirigida, principalmente, a mujeres trabajadoras que son esenciales para las ganancias capitalistas. “Mientras no paremos el capitalismo y el neoliberalismo no va a parar la violencia porque van de la mano”, remarca la filósofa feminista Jules Falquet. 











Ella vino a la Argentina a presentar su libro Paxneoliberalia, perspectivas feministas sobre (la reorganización de) la violencia contra las mujeres, de Editorial Madreselva, en donde cuenta experiencias personales y trabajos académicos en El Salvador, México, Turquía, Francia, Alemania, entre otros países. Con una mirada global que va desde el uso del feminismo para cerrarle las fronteras a lxs migrantes hasta la admiración por el feminismo autónomo en tierra centroamericana, Falquet hace un aporte esencial para ligar las cuestiones de clase y raza a la pelea mundial contra la violencia hacia las mujeres.

“El feminismo está siendo utilizado por los gobiernos de derecha muy descaradamente para limitar la migración y para agredir a los hombres y las mujeres migrantes y eso va en contra de las luchas de las mujeres”, advierte Falquet que hoy se va a presentar en el Centro de Formación Profesional Número 24, de Morón 2538 (esquina Artigas) del Bajo Flores porteño, entre múltiples actividades que va a realizar durante quince días en Argentina invitada por la Editorial Madreselva.

Falquet se define como lesbiana y feminista. Y, fundamentalmente, como alguien que intenta combatir el racismo y el capitalismo. Vive en París. Pero sus pies conocen de la selva lacandona en México (donde participó de tribunales zapatistas) y del suelo tropical de Brasil de donde emergió el Movimiento Sin Tierra o El Salvador. Es Doctora en Sociología graduada en el Instituto de Altos Estudios sobre América Latina de la Universidad de la Sorbona y del Instituto de Estudios Políticos de Paris. La combinación entre teoría y tierra es imprescindible para hilvanar una mirada global no complaciente con fenómenos mundiales y locales.

Lo personal es político. Y ella descree de la lavada de cara de gobiernos de derecha en lo económico que, a cambio de explotación laboral o salarial, son capaces de ceder a políticas de diversidad sexual o matrimonio igualitario. Tampoco en lo personal cree en el matrimonio, ni fuera ni dentro de la ley, porque considera que la exclusividad provoca violencia. “No me gusta la dependencia exclusiva y que la felicidad de la otra persona dependa de tu relación con ella y de resolver todas sus expectativas sexuales y espirituales. No me gusta que me pidan eso ni pedirlo. Sí se puede ser muy fiel, pero la fidelidad no es lo mismo que la exclusividad. Vos puedes ser fiel a una idea, pero eso no significa que tengas una sola idea”, apunta.  



La violencia doméstica no es solo un tema privado. Es público. Pero, además, tiene métodos y síntomas similares a los de la tortura. Y está dirigida, principalmente, a mujeres trabajadoras que son esenciales para las ganancias capitalistas. “Mientras no paremos el capitalismo y el neoliberalismo no va a parar la violencia porque van de la mano”, remarca la filósofa feminista Jules Falquet. Ella vino a la Argentina a presentar su libro Paxneoliberalia, perspectivas feministas sobre (la reorganización de) la violencia contra las mujeres, de Editorial Madreselva, en donde cuenta experiencias personales y trabajos académicos en El Salvador, México, Turquía, Francia, Alemania, entre otros países. Con una mirada global que va desde el uso del feminismo para cerrarle las fronteras a lxs migrantes hasta la admiración por el feminismo autónomo en tierra centroamericana, Falquet hace un aporte esencial para ligar las cuestiones de clase y raza a la pelea mundial contra la violencia hacia las mujeres.


Entrevista


¿Por qué considerás que la violencia hacia las mujeres constituye una guerra de baja intensidad?

–Hay una guerra no declarada, no oficial, medio invisible y, al no ser declarada, no respeta las reglas mínimas de la guerra. Todo está permitido. Es interesante ver cómo se aplica, especialmente, a partir del 11 de septiembre del 2001 esta nueva forma de guerra que se libera de cualquier tipo de regulación clásica y de derechos humanos y ataca a civiles.

¿Qué opinas del fenómeno Ni Una Menos que nace en la Argentina?

–Me parece súper importante como el feminismo se reorganizó contra la violencia y el efecto continental. Pero quiero averiguar más durante mi visita a la Argentina par poder dar una opinión.

Durante las marchas y los Encuentros de Mujeres se producen asesinatos de mujeres en esas mismas fechas. ¿Qué implica esta lucha contra la violencia con la violencia enrostrada durante las protestas?

–Es triste y, en parte, desmoralizante ver que sigue la violencia. Pero sería un milagro que una marcha pudiera poner fin a un sistema que tiene una raíz de explotación del trabajo asalariado, productivo, sexual de las mujeres. Es lógico que la violencia siga. Y probablemente puede tener un efecto intencional que los medios saquen eso para intentar desmoralizar a las mujeres.

¿Estás de acuerdo con las teorías de Silvia Federici sobre la vuelta de la quema de brujas?

–Silvia Federici es muy interesante. La conocí cuando vino a presentar la traducción en francés de su libro y tenemos miradas parecidas aunque tengan un origen distinto. La reorganización de la violencia que toma la violencia contra las mujeres como su eje central es fundamental para la acumulación capitalista. Mientras no paremos el capitalismo y el neoliberalismo no va a parar porque van de la mano. 

¿Crees que la vulnerabilidad económica permite la vulnerabilidad a la violencia?

–No comparto el concepto de vulnerabilidad. Es como si dijéramos que el proletariado es vulnerable. Es un término psicologizante, desempoderante y victimizante que no nos sirve mucho. Las mujeres son explotadas, no son vulnerables. En la perspectiva del feminismo materialista francófono las mujeres son explotadas y apropiadas. Si solo fuéramos explotadas sería un lujo. Pero ni siquiera nos pertenecemos para vender nuestra fuerza de trabajo. Le pertenecemos al Estado, al padre y al marido: a los hombres. Las mujeres somos apropiadas y explotadas a través de la violencia y eso permite que haya violencia. Es un círculo vicioso.  Se dice que en Ciudad Juárez las mujeres son vulnerables y en realidad tienen una capacidad para el trabajo increíble, tienen mucha fuerza física para resistir los turnos de trabajo, están colocadas en una posición en donde es difícil que se defienden. Es distinto ser vulnerabilizada que ser vulnerable. Tienen la voluntad de defenderse pero les atan las manos.

¿Cómo enlazás la reorganización liberal con el recrudecimiento de la violencia hacia las mujeres?

 –Es muy difícil medir la violencia. Hay un recrudecimiento de las desigualdades sociales de clase y raza. El uno por ciento de la población mundial es más rica y tiene más propiedades que el 99 por ciento de la población. Es un capitalismo racista y sexista heteropatriarcal. Eso se da a través de una coerción brutal. El primer libro que escribí se llama Por las buenas o por las malas, las mujeres en la globalización, publicado en Colombia en castellano, en el comienzo de la aplicación de las políticas neoliberales más brutales, en los noventa y muestra cómo se intentó hacer participar a las mujeres en un capitalismo humano a través de microcréditos. Por eso fue muy importante el componente autónomo del feminismo continental.

 ¿El feminismo autónomo no se dejó utilizar por el capitalismo?

 –No fueron un brazo del Estado ni de organismos internacionales. Las feministas y lesbianas latinoamericanas empezaron a cuestionar, desde el sexto encuentro feminista en El Salvador, antes de la Cumbre de Beijing, en China, a las organizaciones no gubernamentales dirigidas por la ONU y la agencia de cooperación de Estados Unidos, que ha promovido esterilización forzada de mujeres afro e indígena. Esa reflexión fue muy novedosa.

 ¿Qué opinás de la pelea de la iglesia católica y evangélica contra lo que llama la “ideología de género”?

 –Es complejo. Yo estoy opuesta al pensamiento de género porque para mí es un debilitamiento del pensamiento feminista más radical. Yo me apego a una corriente de las relaciones estructurales de sexo. En cambio la perspectiva de género parte de la idea que hay una diferencia biológica que es el sexo y ahí la sociedad hizo una diferencia. Para mí eso es errado. No es por la vagina o el pene. Pero, obviamente, frente a otras concepciones retrógradas la vaina del género es un avance. La Iglesia católica muy claramente tiene un componente reaccionario con Juan Pablo II y Francisco porque están viendo que las mujeres estamos a punto de escapárseles. Y yo creo que un asunto esencial es que no quieren que se les escape el control del propio cuerpo a nivel de sexualidad y de la capacidad procreativa. Como saben que de todas formas la gente no va a poder cambiar el capitalismo y la gente va a estar jodida les avientan algo con que entretenerse. Por lo menos en Francia nos pusieron el matrimonio igualitario porque el gobierno socialista aplicó medidas económicas de derecha y no se diferenció en nada -ni en la política económica ni en la política exterior de la derecha- y en lo único que se podía diferenciar era en la cuestión moral.

¿Es una lavada de cara del capitalismo? ¿Es el efecto pink washing?

 –Son medidas que no cuestan como un aumento del salario. Dicen “se pueden casar” y no cuesta nada. En Francia, de todos modos, les salió el tiro por la culata porque hubo un gran revuelo y la derecha supo agarrarse de eso para repensarse.

 ¿Qué significa Ciudad Juárez en la lectura de la violencia hacia las mujeres en Latinoamérica?

 –A mí no me gusta decir que son crímenes misóginos porque la explicación de la misoginia es una explicación culturalista, no es una explicación material. Siempre son los otros los que son misóginos: son los negros, árabes, mexicanos, migrantes. Las clases populares. La misoginia es una forma de decir “son los otros” y de poner el foco en las cuestiones de sexo cuando para mí hay relaciones internacionales, relaciones sociales de clase y relaciones de raza. Las tres están co-construidas. Las mujeres que están matando son mujeres de clase y raza desprevilegiadas. Es muy importante para entender por qué las matan.

 ¿Por qué las matan?

 –Cada uno que mata a una mujer no tiene todo el esquema en la cabeza. Pero es muy significativo que maten y dejen asesinar a trabajadoras.

 ¿Hay un ataque a las trabajadoras?

 –Hay un ataque a los trabajadores. Los trabajadores más importantes, hoy en día, son mujeres porque están permitiendo unas ganancias muchos mayores que los varones. Las zonas francas donde hay maquiladoras, que es un dispositivo muy importante neoliberal, emplean mayoritariamente mujeres jóvenes. Están muy calificadas porque en la sociabilidad que han recibido como mujeres tienen calma, docilidad, la paciencia (aunque esa calificación no es reconocida y por eso no se tiene que pagar) pero permite muchas ganancias. También sobre las trabajadoras del sexo o del entretenimiento dicen también que no son calificadas pero han sido sociabilizadas para que sean seductoras, sepan agradarle a los hombres y eso también permite ganancias increíbles. Hay que reflexionar sobre eso para ver que sobre la mano de obra que permite más beneficios es la que más está siendo atacada para que no vea su valor o para que no tenga tiempo y energía para luchar porque están en la emergencia de no morir.

 Vos tomás como un emblema el caso de Dominique Strauss Kahn, ex director del FMI, que violó a una empleada doméstica de un hotel en Nueva York. ¿Por qué es un caso tan simbólico?

 –Los hombres crean la situación para poder ejercer violencia y ejerciendo violencia crean las condiciones para poder explotar. El mexicano, lejano, moreno, analfabeto, como lo ven desde Estados Unidos o Europa, no es el que ejerce más violencia sino un hombre blanco, educado y titular del FMI. No es la misoginia, sino algo más complejo político y económico. Siempre se ven a las pobres mujeres racializadas. Pero se me hace importante visibilizar dialécticamente la gente que está del lado privilegiado que son los hombres blancos burgueses. Siempre parece que son los jóvenes de bandas de Tijuana, narcos, pero el que manda más está en Francia y en el FMI.

 También hacés foco en las denuncias sobre abusos masivos en Colonia, Alemania, durante un 31 de enero, hace dos años, por parte de migrantes hacia mujeres alemanas, en una estación de transporte público como algo que estuvo armado.

–Las supuestas agresiones fueron mucho menores de lo que dijeron y, sobre todo, hubo robos. El circo que armaron estaba basado en mentiras mediáticas. Los medios de comunicación son soportes para vender publicidad y están en manos de los vendedores de armas. En Alemania la policía se metió mucho en la narración de esos acontecimientos. Los hechos de violencia sexual fueron muchísimo menores de lo que se manejó y hay una violencia ejercida por hombres alemanes mucho mayor de la que nunca se habla. El feminismo está siendo utilizado por los gobiernos de derecha, muy descaradamente, para limitar la migración y para agredir a los hombres y las mujeres migrantes y eso va en contra de las luchas de mujeres feministas y lesbianas. Es muy curioso y muy triste ver como el gobierno y la derecha y hasta la izquierda (que se ha vuelto de derecha) logran manipular y transformar las cosas y atacar a las y los migrantes a través de proclamas supuestamente feministas. 

Fuente: Página 12 - Soy - Por Luciana Peker

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