viernes, 16 de junio de 2017

PARA HIGUI LA LIBERTAD

El lunes pasado la Cámara de Apelaciones de San Martín le concedió a Higui la excarcelación extraordinaria. Eso significa que esperará en libertad el juicio oral. Estuvo casi ocho meses presa por matar a su agresor, por intentar defenderse de una violación, pero fundamentalmente por ser mujer, pobre y lesbiana. El reclamo por su liberación movilizó en todo el país a organizaciones de mujeres y de lesbianas. Los argumentos de su abogada, Raquel Hermida Leyenda, y el dictamen marcan un hito, ya que ponen sobre la mesa el concepto de violación correctiva, un método de tortura que pretende modificar la orientación sexual de las lesbianas, una figura que hoy no está contemplada en el Código Penal. ¿Cómo sigue el futuro de Higui y también el de todo un movimiento articulado en pos de su liberación y, a partir de ahora, de su absolución?


Atrás quedaron el grito seco “De Jesús” y el clic clic de las esposas. Las noches del Destacamento de San Martín, en las que apenas podía estirar las piernas. Las tardes en el penal de Magdalena, esperando la llegada de martes y jueves, los días de fútbol en la cárcel de mujeres. Hace cuatro días que Higui puede caminar libre.


La Cámara de Apelaciones de San Martín le concedió la excarcelación extraordinaria el lunes al mediodía, a partir de los fundamentos presentados por la abogada defensora Raquel Hermida Leyenda. Antes de que se conociera el dictamen de la Cámara, Higui respondió preguntas de los jueces Carlos Julio Hermelo, Patricia Toscano y Javier Agustín Mariani.


Hasta entonces había dos posibilidades en juego: el pedido de prisión domiciliaria (a través del Juzgado de Garantías 6) y el pedido de excarcelación extraordinaria (libertad en espera del debate oral). La balanza se inclinó por la libertad de Higui.

Lesbianas, feministas, movimientos sociales, partidos políticos se movilizaron durante meses con consignas como “Higui presa por lesbiana, organizadas te vamos a sacar”, “Higui presa política del patriarcado”, “Higui mujer presa por defenderse de una violación”.

Por primera vez en la historia argentina, los disciplinamientos y abusos correctivos que padecen las lesbianas se suman a los reclamos de las organizaciones feministas. La noción de “violación correctiva” surgió hace más de una década, de las colectivas lésbicas y organismos de derechos humanos de Sudáfrica, para referirse a las violaciones que sufren las lesbianas para “curarles” la orientación sexual. Una forma de tortura para “sacarles el lesbianismo”. Y esos fundamentos los incluyó la abogada Raquel Hermida Leyenda en la defensa de Higui. El propósito de su defensa, junto con la absolución de Higui, es sentar jurisprudencia sobre la legítima defensa en casos de violaciones correctivas. La defensa de Higui fue la primera de este tipo en los tribunales argentinos.

En todo el país hubo movilizaciones y partidos de fútbol de mujeres y lesbianas por la libertad de Higui. El reclamo estuvo presente en las marchas del 8 de marzo y del 3 de junio en muchas ciudades. El documento Ni Una Menos incluyó, entre otras consignas, “El odio hacia las lesbianas mata”. También “Somos mujeres, somos lesbianas, travestis, trans y bisexuales. No hay una sola forma de ser llamada en femenino. La heterosexualidad obligatoria también es violencia”. Otras pedían por cese de discriminación laboral, cese de trabajos precarios y paridad para las lesbianas en los empleos estatales.



Pero la gran consigna de 2017, trabajada a partir del caso ocurrido en el barrio Mariló de Bella Vista, quedó redactada finalmente así: “Exigimos la liberación de Higui, atacada por lesbiana. Presa por defenderse de sus violadores. Presa política del patriarcado. 


Todas las violaciones se pretenden correctivas, pero sobre los cuerpos de las lesbianas son doblemente disciplinadoras. No vamos a tolerar más violaciones correctivas a nuestros derechos y nuestros deseos”.

En total son seis las menciones a las lesbianas en el documento del colectivo Ni Una Menos, que leyó en Plaza de Mayo la periodista Liliana Daunes. La enorme bandera verde “Libertad a Higui, atacada por lesbiana, presa por defenderse” encabezó la columna de mujeres y llegó a flanquear la Pirámide de Mayo. El canto “Para la Higui la libertad” se mezcló con la letra del poema “Torta”, de Clodet García, “aunque parezca que no soy, soy torta. Aunque parezca que soy, torta”. La Pirámide entre azul y lila, rostros pintados con témpera violeta, bigotes queer. La Pirámide de la ronda de las Madres. Y estas tortas empoderadas, en marea de cuerpos y voces, que también marcharon días antes contra la concesión del 2x1 a los genocidas del Plan Cóndor.

Entretanto, pocas horas antes de la libertad, ardían las redes sociales. Los hashtags #LibertadAHigui e #HiguiLibre se convirtieron rápidamente en tendencia. #HiguiLibre se mantuvo durante horas en el puesto número uno para Argentina. El arquero colombiano René Higuita ya le había enviado su solidaridad por twitter a la guardavalla argentina. A Higui le pusieron ese sobrenombre porque ensayó mucho la atajada escorpión, al estilo del ídolo colombiano. El apellido Higuita disparó el tuitazo a los medios internacionales. BBC Mundo, El País de España y Telesur estuvieron atentos al pedido de excarcelación extraordinaria.

Ahora comienza una nueva lucha: conseguir la absolución de Higui. Se defendió de un intento de violación correctiva. Si no se defendía, la iban a asesinar a golpes. Entonces, se trata un caso de legítima defensa. Por eso le corresponde la absolución.

Se viene una etapa de ajustes y reconfiguraciones políticas. Porque el caso Higui es político. Y lo es de muchas maneras. Desde la consigna más elemental del feminismo, “Lo personal es político”, hasta la intervención de partidos políticos, instituciones de la comunidad lgbtiq, feminismos y no-feminismos asamblearios y movimientos sociales sin (o con muy endeble) perspectiva de géneros. Higui en libertad analizará panoramas y hará elecciones. Tomará muchas decisiones, que dependen también del margen que le da la sentencia que le concedió la libertad en espera de la etapa del debate. No es fácil hacerlo. Juegan los miedos, las simpatías personales. Son muchos y diversos los movimientos políticos que la apoyan y las posiciones pueden diferir diametralmente. Higui se considera mujer lesbiana. Y no es lo mismo poner el acento en un término que en el otro. Pero una cosa es la movilización junto con las consignas, y otra cosa distinta, el expediente judicial. “Te voy a hacer sentir mujer, forra, lesbiana” -la frase que le gritaron a Higui antes de atacarla por la espalda- es la garantía de que a continuación llega la violación correctiva. Un agresor encima arrancando el pantalón y el bóxer, y un grupo de amigos moliendo a patadas a una lesbiana, son la confirmación de la violación correctiva y quizá también la muerte. El riesgo de cambiar la perspectiva “lesbiana” por una perspectiva genérica “mujer” es del orden de la coherencia.

Una vez más sonará en las calles la consigna “Organizadas ya te vamos a sacar”. Pero los tribunales no reciben consignas en los escritos sino fundamentos de hecho y de derecho.

La vida después

Mientras tanto, en algún rincón del país que no puede mencionarse, Higui aprende nuevamente el significado de la palabra libertad. Fueron ocho meses de contar baldosas dentro de un pabellón, de manualidades con botellas de plástico y de coser muñecos de peluche. De leer la Biblia. Son las cinco de la madrugada y el noticiero de la radio está hablando de ella.

Higui no puede creerlo. “Parece que estoy soñando”, es la frase que más pronunció en estos cuatro días, luego de haber recuperado la libertad. Está agradecida con las personas que la visitaron en la cárcel de Magdalena y en el Destacamento de Mujeres de Villa Maipú.

La libertad nunca podrá volver a ser lo que fue, para Higui. Ahora la libertad está velada por el miedo, miedo a toparse con varones, miedo a tomar decisiones, miedo por estar lejos de casa. Algunos amigos del hombre que mató, amenazan con vengarse. Para ellos una violación correctiva es algo “natural”, que puede pasar, por qué no. Una lesbiana debería callarse la boca. O morir.

Los sueños de Higui están hechos de guantes para atajar y herramientas de jardinería. Pero estos son días para pensar y ubicarse en su nueva situación. Tiene amigas y familiares que la ayudan a hacer más llevaderas las horas, hasta que el almanaque marque la fecha del debate oral.

Higui sigue soltera, hace tiempo que no tiene compañera. El puesto de arquera siempre es solitario, pero puede que ya no le quede tan cómoda esa posición en la cancha. Ahora hay un colectivo de lesbianas que corre a abrazarla.

Libérese
Noche helada en la Unidad 51 del Servicio Penitenciario Bonaerense. Llega el fax al penal. “Libérese a Eva Analía De Jesús”. Y otra vez el grito seco. Le ordenan juntar sus pertenencias. “Firme acá”. La letra chiquita y prolija. Del otro lado la esperaba un grupo de amigas. Es pasada la medianoche del martes 13 de junio.

Recién a las 23 se confirma el egreso del penal. Higui ya está lista para salir. Faltan algunos detalles de papeles. Van y vienen mensajes de guasap, inbox, messenger, confirmando la libertad de Higui. Pero la realidad efectiva la cantó el viejo y borroso fax: “Libérese”.

Atrás quedaron ocho meses de suplicio. Las patadas, el pantalón arrancado, las requisas, los viajes esposada.

La peor pesadilla de Higui, Eva Analía De Jesús (43 recién cumplidos), comenzó el 16 de octubre pasado en el barrio Lomas de Mariló, a metros del campo de golf de Bella Vista. Higui trataba de no volver a ese barrio donde le hacían la vida imposible por lesbiana. Era una regla que se había puesto para no tener problemas. Pero extrañaba a los sobrinos y quiso pasar a verlos. Se quedó un rato más y pasó por la casa de unos amigos. Le habían dicho que Cristian, uno de los varones del barrio que la molestaban, no andaba más por ahí. Pero se lo encontró en aquella casa. Higui se quedó un rato conversando, de compromiso.

Al retirarse, Cristian y otros dos hombres la siguieron a lo largo del pasillo. Y la frase que suena como un despertador en la conciencia de miles de lesbianas que no habían pensado todavía en su propia situación: “Te voy a hacer sentir mujer, forra, lesbiana”, le gritó el agresor. Higui se paralizó. Cristian la tira al piso y le pega patadas, no le da oportunidad de salir corriendo. Ella siente que no es el único hombre que le está tirando patadas por todo el cuerpo. Medio atontada por los golpes advierte que entre varios le rompen el pantalón para violarla. Como puede, Higui saca un cuchillo que lleva en el corpiño y se lo clava en el pecho. Defensa propia, ¿ alguna duda?



Fuente: Pagina 12 - Por Adriana Carrasco

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