En Catamarca una joven falleció por un aborto clandestino, en Chaco una adolescente de 14 años parió un bebé resultado de una violación. ¿Quiénes son las Otras que aún en este siglo siguen viviendo en la precariedad absoluta?
I
Dicen los titulares en los diarios:
“Otra víctima de la clandestinidad”
“Otra nena violada”
“Otra persona obligada a parir”
“Otra muerte anunciada”
Otra vez la misma nota que se parece tanto a otra nota, que se parece tanto a aquella otra piba que también
se murió.
En la clandestinidad la puesta en escena de la tragedia es un loop.
8M intervención del grupo “Impacto teatral” | Fotos: Irina Lavallena |
II
Esta semana se cumplieron siete años del fallo FAL, a partir del cual la Corte Suprema de Justicia exhortó al Estado Nacional, a las provincias y a la Ciudad de Buenos Aires a implementar y hacer que se cumplan protocolos hospitalarios para quitar los obstáculos que limitan o impiden que las personas accedan a su derecho a la interrupción legal del embarazo.
Sin embargo, la realidad no es tal: al día de hoy, 4 provincias argentinas no tienen protocolos ni adhieren al del Estado Nacional. Día a día el sistema de salud argentino, nos llena de noticias y de nombres de mujeres y niñas que deben elegir entre ser obligadas a parir o morir en el intento.
En Chaco una adolescente de 14 años dio a luz un bebé resultado de una violación. Ambos debieron someterse a un tratamiento de Mal de Chagas. A los 11 años ella había sido entregada a un hombre de 59 a cambio de una moto. Luego de tener al bebé, pidió no quedar a cargo de su padre alcohólico.
En Catamarca, una joven de 30 años falleció por una infección generalizada que se inició a partir de un intento de aborto clandestino. Vivía en un pequeño pueblo de 300 habitantes, tenía dos hijes. Sus amigas sabían que intentó abortar, pero no lo sabía su familia.
En Tucumán, una niña de 11 años violada y embarazada solicitó la interrupción legal de su embarazo. El Estado dilató la intervención para finalmente decidir realizarle una cesárea a la semana 23 de gestación. A los pocos días, la bebé muere.
Aparece entonces -entre la rabia- la pregunta por esas personas cuyas vidas están expuestas a la máxima vulnerabilidad posible. Sus cuerpos son forzados a atravesar cualquier límite y optar por meterse una rama de perejil en sus vientres, aunque las lleve a la muerte con tal de haber decidido en su vida por lo menos algo.
Nos preguntamos por esas “Otras” que aún en este siglo siguen viviendo en la precariedad absoluta y sufren a diario la imposibilidad de pensar siquiera en exigir su legítimo derecho a la vida.
¿Quiénes son las Otras? ¿Dónde están? ¿Qué lugar ocupan en nuestros medios, en nuestras notas, en nuestras organizaciones, en nuestras movilizaciones? ¿En qué se parecen las Otras a las pibas que posan con glitter verde en la cara para las fotos que llenan nuestras redes sociales? ¿En qué se parecen las Otras a nosotras?
III
Simone De Beauvoir plantea en El segundo sexo que las mujeres somos lo Otro en la Historia; que toda la historia de la humanidad está escrita y protagonizada por varones. Y las mujeres quedamos por fuera, en los márgenes, en las sombras de los relatos, de las grandes hazañas, de la guerra, el arte y la ciencia. Las cosas cambiaron mucho desde 1949. Ahora hay mujeres y (en menor medida) identidades disidentes en la ciencia, en las artes, en las fuerzas coercitivas del Estado. Sus historias comienzan a tomar protagonismo e incluso los discursos sobre equidad de género son un ítem obligado en la agenda política actual. Sin embargo, sigue quedando lugar para sombras. Siguen invisibilizándose relatos. Ahora, las Otras son las pobres.
IV
El intelectual italiano Giorgio Agamben habla del homo sacer: la figura del derecho por la cual, aunque sea ilegal quitarle la vida a las personas, hay veces que cuando esto sucede, no hay pena para quien comete el acto.
Es decir, vidas cuyos asesinatos son legítimos. Por su parte, Judith Butler refiere a la distribución desigual del derecho a duelo, da cuenta de “aquellxs cuyas vidas no se ‘consideran’ susceptibles de ser lloradas, y por ende de ser valiosas, están hechxs para soportar la carga del hambre, del infraempleo, de la desenmancipacion jurídica y de la exposición diferencial a la violencia y la muerte”.
Bajo este paradigma: ¿Qué hace que una vida sea valiosa? ¿Qué hace que una vida no sea una cosa? Quizás la imposibilidad de vender ese cuerpo a cambio de una moto, la imposibilidad de violar ese cuerpo, la imposibilidad de forzar a ese cuerpo a gestar y parir… Esas atribuciones podrían servirnos como primer esbozo para pensar qué hace la diferencia entre lo humano y lo inhumano.
Las pibas pobres, trans, negras, niñas y originarias, quedan -sin dudas y con dolor- del otro lado de la frontera. Del lado de la violencia sistemática. Del lado de la compra y venta de cuerpos. Del lado de la hipocresía política y la vulneración estatal. Del lado de lo invisible. Son las Otras y se acumulan, se apilan sus iniciales en los titulares de los diarios.
Las pibas pobres, negras, trans, travas y originarias quedan del lado del genocidio silencioso.
Fuente: El grito del Sur - Por Roma Barrientos.
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