jueves, 7 de marzo de 2019

SEMANA DE LA MUJER: PREJUICIOS EN EL MUNDO DE LOS AUTOS




A más de cien años de que una mujer obtuviera en la Argentina por primera vez una licencia de conducir –fue en 1912, en la ciudad de Buenos Aires, según cuenta la historia–, todavía la presencia femenina al volante sigue siendo minoritaria. Se estima que apenas 2 de cada 10 conductores son mujeres, aunque un 30 por ciento de las licencias las sacan ellas. ¿Es el auto y su mundo –el automovilismo, incluido– el último reducto machista a conquistar? Los prejuicios sobre la relación de las mujeres con los autos son moneda corriente. Se escuchan en las calles, los padecen las con-ductoras y se sostienen en mitos sexistas más que en evidencias científicas.

Si se pone en Google la frase “mujeres manejando” lo primero que aparece son videos de youtube con títulos como: “Mujer al volante peligro constante”, “Mujeres torpes y peligrosas conduciendo”, “Las peores mujeres manejando” o “Choques y estupideces de mujeres manejando”. Los videos condensan una sucesión de situaciones que pretenden ser graciosas, y que van desde malas maniobras para estacionar y choques burdos hasta atropellar barreras bajas en un parking o irse de una estación de servicio con la manguera todavía colocada. Llama la atención que no siempre se puede ver quien conduce. Se asume que es una mujer.

Pero si en cambio se hace una búsqueda en Internet con la frase “hombres manejando” lo que surge en primer lugar son imágenes de varones conduciendo un vehículo. Nada más. Fotografías y no videos. Situaciones bien alejadas del ridículo. Parecen modelos posando.

El experimento casero y fácil, refleja uno de los estereotipos de género fuertemente arraigados en la cultura argentina –y el mundo occidental, me atrevería a decir–, y es aquel que afirma que la población femenina es más torpe y está menos capacitada para estar al frente de un volante, especie de okupas en un mundo históricamente masculino. ¿Cuánto hay de mito y de realidad?

CONQUISTA

El auto condensa el deseo masculino. Es símbolo de status y un imperativo para los más jóvenes. Es la proyección de su propio ser. Para las mujeres es distinto. Ellas más que seducir, buscan comodidad, seguridad, que el vehículo sea confiable, que no las deje: quieren un objeto funcional, que les permita, por ejemplo, ahorrar tiempo, y a la vez, les de libertad y autonomía. Aunque también el auto puede terminar siendo una sobrecarga: madres al volante convertidas en remise-ras de sus hijos e hijas, en la rutina diaria.

En otras geografías el acceso al auto puede significar para las mujeres igualdad de derechos. Como en Arabia Saudita, donde recién en junio de 2018 las autoridades gubernamentales levantaron la prohibición que les impedía conducir automóviles. Algunas de las mujeres que pelearon por esa conquista fueron encarceladas arbitrariamente y sufrieron campañas de desprestigio. El ejemplo saudí es extremo, pero deja a la luz –con claridad– la idea de que el auto ha sido dominio masculino y una “concesión” a las mujeres. Basta husmear en el automovilismo para ratificarlo: sigue siendo reducto de machos –incluso mucho más que el futbol–, y el principal rol y casi único que se le otorga a las mujeres es el de adornos sexuales, las tradicionales “grid girls”, o acompañantes de quien sigue alguna categoría o participa como parte de un equipo, salvo pocas excepciones. Hasta la palabra pilota suena mal, aunque su uso está aceptado. Nos parece rara porque como hay pocas, se emplea poco. No solo es cuestión de autos, la discriminación es más profunda en la conducción de otros vehículos. En Salta, por ejemplo, una mujer, Mirta Sisneros, viene luchando hace una década en la Justicia y llegó hasta la Corte Suprema, para que la contraten como colectivera: las empresas de transporte local la excluyen por ser mujer.

¿NO NOS VEN?

Hay múltiples ejemplos de lo poco amigable que es la industria de los autos con las mujeres. Para empezar, la mayoría de los vendedores en las concesionarias son varones. Y las mujeres les descon-fían. Porque les hablan en difícil. Parece que quieren enredarlas con la información; los costos: nunca son claros. Por eso muchas eligen ir acompañadas de un varón, –pareja, amante, amigo, padre o hermano–, y en esos casos, el vendedor le va a dirigir a ellos la palabra. Ellas desaparecen de la escena. Su opinión, parece, no resulta relevante. Una encuesta de 2018 del portal de origen inglés de compra-venta de automóviles Auto Trader1 encontró que el 94 por ciento de las mujeres –que participaron del cuestionario– no confían en los vendedores de coches, y el 37 por ciento cree que deberían existir más mujeres en la industria.

Casi un tercio de las personas que compran autos en el país son mujeres: 31 por ciento (contra 69 por ciento, de varones). Y si se analizan los datos en relación a los autos más económicos (Gol, Onix, Clio, Ka) la distribución es más equilibrada: 45/552. Pero todavía la industria nos registra poco y mal. Como quedó en evidencia con el “Manual del buen uso” que una popular marca de autos empezó a repartir en 2015, sin tomar nota del cambio de época con el surgimiento del movimiento Ni Una Menos. Se trataba de un compendio sexista y, literalmente, machirulo. Se entregaba con cada auto 0 km a modo de “souvenir chistoso” como complemento del manual técnico. Además de referirse a un conductor, siempre heterosexual y machista, se ejemplificaban situaciones donde la intimidad de la mujer y sus deseos aparecían vulnerados. Un ejemplo era el apartado sobre las ventajas de la calefacción, donde aconsejaba “inducir a una chica que le guste para que se saque algo de ropa” y, en cuanto al uso de la bocina, se sugería para “piropear a una chica que nos alegre el día”. En la sección “Ceder el paso”, por ejemplo, la guía recordaba la importancia de hacerlo “allí donde corresponda, aunque se puede hacer una concesión especial si la otra conductora está realmente buena”. En otro de los apartados donde se resaltaban las virtudes de un buen copiloto se señalaba que en caso de ser mujer “por lo menos que tenga lindas piernas”, dando a entender que ya que no reuniría ninguna capacidad ni intelectual ni automovilística, por lo menos que sirva a los ojos del conductor: un objeto más a lucir, como el volante forrado en cuero, las cinco puertas o el nuevo auto. El sexismo del manual lo denunció una mujer en Fecebook al año de la primera marcha de Ni Una Menos, y la fuerte repercusión –negativa– que tuvo en redes sociales, obligó a la firma automotriz a retirarlo. El librito había sido redactado por una de las agencias de publicidad más renombradas del país, Leo Burnett Argentina, filial de Leo Burnett Internacional. ¿A ninguno de los “creativos” les hizo ruido semejante contenido discriminatorio?

Las concesionarias podrían pensar en incorporar espacios infantiles, por si la compradora está acompañada por sus hijos pequeños. Sería un servicio muy valorado, junto con la posibilidad de interactuar con otras mujeres como vendedoras.

Por otra parte, las marcas siguen recurriendo a la joven de cuerpo escultural para posar al lado de su nuevo modelo en los salones internacionales. Les siguen hablando a ellos. Casi que ignoran a las mujeres como compradoras.

Y cómo olvidarse de los clásicos almanaques con fotografías de mujeres desnudas en talleres mecá-nicos. A veces, se pierde de vista el terreno hostil que han tenido que transitar las mujeres, en este como en otros campos: la cosificación y la discriminación han sido una constante.

CUPO FEMENINO

Lentamente –muy lentamente– las publicidades van dejando atrás un enfoque demasiado mascu-lino. Aquí, como en otros países, algunas campañas incluso tuvieron que ser levantadas luego de ser cuestionadas por organismos gubernamentales o las audiencias, por sus contenidos sexistas. El rol de las mujeres en los anuncios ha sido como objeto de conquista del propietario del auto, o acompañantes; raramente al frente del volante. Recién en los últimos años, al compás del reflore-cimiento feminista, las agencias empezaron a sacarlas de ese lugar y cada vez se cuidan más de colocar a los hombres en posición de superioridad frente a las mujeres. Los anuncios van incor-porando una “cuota” de mujeres. En la última publicidad de la pickup Ford Ranger, que siempre fue protagonizada por varones, aparecen mujeres en roles no tradicionales y una conduciendo la camioneta en el campo. El título del comercial es “Los mandatos fueron hechos para romperse”. Es de la agencia GTB Argentina.

Otro comercial reciente para destacar es el de Peugeot 2008 “Mensajito de las 2:08”, que muestra mujeres jóvenes al volante que no responden al estereotipo heterosexual, con estéticas no tradicionales. De todas formas, todavía se observa cierta desorientación sobre el rumbo que debería tomar la publicidad, en un contexto en el que movimiento de mujeres, lesbianas, travestis y trans está haciendo estallar los sentidos comunes más instalados socialmente. No queremos autos rosas. A veces esa es la única idea que ofrecen algunos publicistas para interpelar a un público femenino. Las “creativas” son escasas o no tienen lugar en las agencias. En la actualidad, en el país, hay una sola gerenta creativa. Es decir, la mirada que se plasma desde el mundo publicitario es casi exclusivamente de varones.

PÚBLICA Y PRIVADO

¿A qué mujer no le han gritado alguna vez en la calle “andá a lavar los platos” luego de una mala maniobra? La expresión, siempre lanzada desde una voz masculina, reafirma la división histórica del uso del espacio público y privado: el primero para ellos, el segundo, para ellas. “Andá a lavar los platos” dice demasiado: señala que esa mujer no tendría que haber salido nunca del ámbito doméstico, adonde históricamente se ha confinado a la población femenina. La calle, el espacio público, fue dominado desde tiempos inmemoriales por los varones: solo las mujeres en situación de prostitución ganaban la calle; se les decía callejeras, mujeres públicas. Las otras, las decentes, debían reinar en el hogar. Esa división sexual del trabajo se rompió, pero no tanto. El feminismo la viene denunciando hace décadas. Sin embargo, todavía las mujeres dedican el doble de tiempo que los varones a las tareas domésticas y de cuidados, no remuneradas, según la Primera Encuesta del Uso del Tiempo (2013, Indec): seis horas diarias en promedio, contra tres de ellos.

Otra frase típica: “Estacionás mejor que un varón”. El parámetro siempre es el hombre.

Una creencia arraigada sostiene que las mujeres tienen menos habilidades innatas para conducir. En realidad, no hay dos cerebros, uno masculino y otro femenino, tal como advierte Lucía Ciccia, doctora en Estudios de Género, investigadora asociada al CIEG-UNAM. “Los estudios demuestran que las habilidades visoespaciales, relacionadas con la conducción de autos, se mejoran con entrenamiento. Hay tantos cerebros como personas y en tal caso hay una presión social y de gé-nero de que la mujer lo va a hacer mal, peor que el varón. Y eso organiza a la sociedad para que después suceda, pero no tiene que ver con una incapacidad biológica. Hay mujeres que pueden manejar tan bien o mejor que los varones: eso depende del aprendizaje y de cómo se socializaron esas mujeres”, explica Ciccia4. Es decir, hay un atravesamiento de género, estructural, para que se cumpla la regla de que las mujeres están más exigidas para conducir bien. Y en tal caso, no están estimuladas de la misma manera que los varones. Lo fundamental, es entender que no hay una predisposición innata para manejar mejor en la población masculina. Esa diferencia no existe.

Hay mujeres y varones que manejan muy bien y también, hay hombres y mujeres que lo hacen mal. A conducir se aprende. Se trata de sumar experiencia. Pero el terreno de la conducción está atravesado también por el patriarcado. Hay familias, donde el padre empuja al hijo varón a conducir incluso, antes de los 16 años, pero a la hija mujer, nunca le ofrece enseñarle y llega al volante años más tarde, temerosa, porque escuchó en su entorno que las mujeres manejaban mal. Todavía hay maridos que le ponen trabas a la esposa para que maneje. O cuando se sube la familia al auto, prefiere conducir él porque se pone nervioso cuando lo hace ella.

Desde niñas, se les mete a las mujeres en la cabeza que los autos de juguete tampoco son para ellas. Aunque se va rompiendo lentamente ese sexismo, un análisis reciente del Centro de Economía Política Argentina (CEPA) sobre el consumo de juguetes con perspectiva de género, encontró que mientras los autos y accesorios representan un 19 por ciento de los juguetes categorizados para varón de la oferta en el país, esa categoría no existe para las niñas. La cultura nos va moldeando. A las niñas se les regala muñecas y cocinitas, mayoritariamente. El 40 por ciento de la oferta identificada para nenas son juguetes asociados a las tareas de cuidado. Desde chicas sabemos cómo acunar un bebé o dar una mamadera. Son siglos de formateo socio-cultural. Lejos de los autos, cerca de la cocina.

UN LARGO CAMINO POR DELANTE

A la hora de analizar las estadísticas de siniestros viales, surge que mueren más varones como consecuencia de siniestros viales que mujeres: Las cifras relevadas desde 2010 muestran que 7 de cada 10 víctimas mortales en incidentes viales son varones, con una preponderancia de los usuarios más vulnerables, motociclistas, peatones y ciclistas, sobre los ocupantes de rodados de 4 y más ruedas5. Estas cifras hay que leerlas teniendo en cuenta que casi 8 de cada 10 conductores son varones6, por lo tanto es esperable que tengan más incidentes viales. No obstante, las investigaciones muestran que ellas se apegan más al cumplimiento de las medidas de seguridad: con respecto al cinturón de seguridad, lo usan el 58,4 por ciento de las conductoras contra el 48,6 por ciento de los varones que manejan vehículos de cuatro ruedas (o más). También si el copiloto es femenino es mayor el uso (46,3 por ciento contra 35,9 por ciento). Y cuando el conductor es de género femenino se incrementa el uso del cinturón en todas las posiciones, según revela el Estudio Observacional del comportamiento de conductores y ocupantes de vehículos de 4 (o más) y 2 ruedas, realizado en 2016 y publicado por la Agencia Nacional de Seguridad Vial, del Ministerio de Transporte. También cuando el conductor es femenino “aumenta significativamente” el uso de sistema de retención infantil entre menores de 0 a 4 años que viajan en posición trasera (58,6 por ciento contra 42,3 por ciento). El relevamiento encontró además, que a mayor uso del cinturón de seguridad, se da un mayor uso de luces diurnas.

Al mismo tiempo, los varones que declaran haber conducido un vehículo luego de beber alcohol en los últimos 30 días, es cuatro veces mayor que las mujeres en la franja de 17 a 35 años –33 por ciento contra 8,1 por ciento de las mujeres—y seis veces mayor que ellas entre los de 35 a 49 años (23,9 por ciento contra 3,4).

Un estudio de 2012 del Centro de Experimentación en Seguridad Vial (CESVI) concluyó que las mujeres manejan mejor que los hombres. Son más prudentes y ellos, más agresivos y transgresores.

En momentos en que el grito de las mujeres está haciendo temblar al mundo, a las mujeres les queda todavía un largo camino para empoderarse en el terreno de los autos en condiciones igualitarias en relación a los varones. Sin dudas, falta una masa crítica de mujeres en diferentes territorios atravesados por los autos: al frente del volante, periodistas, diseñadoras, ejecutivas en las firmas automotrices, vendedoras, creativas publicitarias que piensen campañas de las marcas, más pilotas y menos promotoras. Romper las barreras culturales, los estereotipos de género y los prejuicios. La habilidad, finalmente, se gana con la experiencia.

Fuente: Autoblogs.com.ar - Por Mariana Carbajal



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