viernes, 20 de julio de 2018

ABORTO NO PUNIBLE: ¡CRIMINALES!, NO UTILIZARON EL PROTOCOLO

Título original: " Pedí el aborto porque mi hijo se retorcía de dolor".





"Mamá, mamá, ¿quién es?". La voz de una niña de 3 años se escucha de fondo al otro lado del teléfono.

"Es una señora", le dice Fernanda Sandoval, su madre, a Renata.

"¿Cómo se llama?"

"Constanza. Llama de muy lejos".

"¿Por qué?", vuelve a preguntar. Está en la edad de los porqués.

Poco entiende Renata de la razón de esta conversación telefónica o por todo lo que ha pasado su madre durante los últimos tres meses. Sólo sabe que iba a tener un hermanito, pero de un día para otro este se convirtió en "un angelito" y el vientre de su mamá dejó de crecer.

"El hermanito se fue al cielo", le dijo Fernanda a su hija. Y a BBC Mundo le relató el infierno por el que pasó el fin de semana cuando todo sucedió.


Camino al infierno

Javier Lagos siempre supo que su hijo sería varón, aunque ninguna ecografía lo mostrara aún.

De hecho, él y Fernanda ya le tenían nombre: León. Pero, finalmente, no fue una ecografía la que les confirmó el sexo de su hijo; solo supieron que era niño el día en que Fernanda, acostada en la cama de una sala común en un hospital público chileno, lo expulsó entre sus piernas, sin doctora ni matrona asistiéndola, según su testimonio.

Tenía casi cuatro meses de embarazo y la pesadilla había empezado 60 horas antes.


El jueves 5 de abril había sido uno más de los monótonos días que Fernanda estaba viviendo desde la indicación de reposo. Como quedó embarazada con un dispositivo intrauterino, su embarazo era de alto riesgo.

Ese día fue a dejar a su hija al jardín infantil, volvió a la casa y se acostó a ver televisión. En la tarde llegó su novio y, como todos los días, se fue a dormir asumiendo que el viernes nuevamente haría lo mismo. Pero no fue así.

Esa madrugada, Fernanda despertó de dolor. "Fui al baño y vi que estaba sangrando". De inmediato su novio la llevó al hospital público de Quilpué, la ciudad vecina al pueblo en el que vive la pareja, en la zona central de Chile.




"Cuando llegamos al hospital la ginecóloga me dijo que se estaba empezando a desprender el huevo", relata Fernanda.

La hospitalizaron y la mañana siguiente, tras varios exámenes, los médicos encontraron una infección que fue la que provocó el desprendimiento.

Le dieron antibióticos y reposo absoluto. "No podía pararme ni al baño". Sin embargo, esa misma tarde sintió un líquido entre sus piernas. Había roto membranas y ya no tenía líquido amniótico, según confirmaron los exámenes.


Con el conocimiento básico de cualquier mujer que escuchó sobre la ley de "aborto tres causales" (peligro de vida de la madre, inviabilidad del feto y violación) que se aprobó el año pasado en Chile, Fernanda habló con el doctor y le pidió interrumpir su embarazo ya que sin líquido amniótico, su bebé no tenía posibilidades de sobrevivir.

"Me dijo que no, que era objetor (de conciencia) y que en estos casos había un 18% de posibilidades de que el bebé sobreviviera, así que no aplicaba la ley, y me ofreció un calmante", recuerda Fernanda.

"Había rotura de membrana, pero la ecografía mostraba un embrión viable", le dice a BBC Mundo Javier Pérez, director subrogante del Hospital de Quilpué.

Fernanda iba a pasar nuevamente la noche en una pieza común de maternidad. Mientras ella perdía lentamente a su bebé, sus vecinas estaban a punto de tener los suyos o los tenían en sus brazos.

El derecho a objetar 

La recién estrenada ley de aborto chilena le da la posibilidad a cualquier persona que intervenga directamente en el quirófano de apelar a la objeción de conciencia si no está de acuerdo con realizar un aborto.

Esta facultad "está sujeta a dejarla por escrito de manera previa al director del establecimiento de salud", le explica a BBC Mundo Camila Maturana, abogada de Fernanda y representante de la Corporación Humanas, una institución dedicada a la defensa de los derechos humanos y justicia de género.

Sin embargo, al objetor no se le pide ningún tipo de justificación, critica la profesional. "En la práctica se limita a llenar un formulario sin necesariamente que ese profesional tenga que explicar o dar cuenta de la seriedad de su decisión".

Si una paciente pide interrumpir su embarazo por una de las tres causales establecidas, el médico objetor tiene el deber de informar al director del hospital y este, a su vez, tiene la obligación inmediata de asignar otro médicoque no sea objetor para que realice el procedimiento y, si no hay ninguno, derivar a la paciente a otro establecimiento.

Sin embargo, en el caso de Fernanda, eso nunca pasó.

El director subrogante del hospital le confirma a BBC Mundo que nunca recibió la llamada de ese médico. "En ese momento no se hizo la comunicación", pero lo justifica. "La primera medida a aplicar ante una rotura de membrana es partir con el tratamiento antibiótico, antes de pensar en inducir el aborto".

"Hubo un problema de comunicación", asegura. "No era el minuto más adecuado para que el doctor se presentara ante la paciente como objetor de conciencia".

"Mi hijo se retorcía de dolor"

La mañana siguiente a Fernanda le hicieron una ecografía y le preguntaron si quería escuchar los latidos del bebé. "No los quise escuchar, ¡si me estaban diciendo que se iba a morir!".

Tenía latidos débiles y el resultado era inminente. "Me dijeron que se estaba retorciendo producto de la infección".

Entonces una matrona se acercó. Le comentó a Fernanda que sabía que había solicitado interrumpir el embarazo y que sí calificaba para hacerlo. Si todavía quería, podía llamar a la matrona jefa -quien por ser sábado estaba en su día libre- para comenzar el protocolo.

"Con el dolor de mi corazón, dije que sí. La guagua (bebé) estaba sufriendo y a mí me empeoraba la infección. Yo tengo una hija que me necesita y no podía quedarse sin mí", relata Fernanda.

Cuando llegó la matrona, la doctora de turno, que no era objetora, aprobó la administración de una primera dosis de medicamentos para comenzar el proceso. Eran alrededor de las 3pm del sábado y la segunda dosis debía ser administrada 24 horas después.


Pero al día siguiente, la montaña rusa de decisiones médicas en la que habían subido a Fernanda volvió a dar un giro, esta vez radical.

"Sentí que algo caía entre mis piernas"

El domingo, cuando llegó la hora de tomar la segunda dosis, no había receta.

Una nueva doctora se negó a firmarla. "Me dijo que era objetora, que todavía habían latidos, así que no me podía administrar el remedio".

Amparada en que este podía ser administrado entre 24 y 48 horas después del primer medicamento, la doctora le dijo que esperara el turno de otro médico para que se lo prescribiera.

El director del hospital le confirma a BBC Mundo que tampoco recibió ninguna llamada de esta profesional, pero nuevamente lo justifica. "El medicamento que se aplica por segunda vez se aplica a las 48 horas (…) la doctora estuvo en el periodo intermedio".

Fernanda cuenta que la segunda dosis no fue lo único que no le recetó.

Esa misma tarde comenzó con contracciones "muy dolorosas y sangrado" y su novio fue a pedir que le dieran algo para el dolor. "No sabíamos qué hacer", cuenta Javier.

Pero las enfermeras le dijeron que era normal, que se quedara tranquila y que no podían darle ningún analgésico porque la doctora no había dejado nada indicado. Al preguntar si podían llamar a la doctora la respuesta fue categórica: "está ocupada", aseguran Fernanda y Javier en entrevistas por separado con BBC Mundo.

A esa altura, Fernanda ya gritaba y lloraba de dolor. Tanto, que fue la propia paciente de la cama del lado la que se paró a pedir ayuda, según cuenta Javier.

"Sentí que algo caía entremedio de mis piernas. Pegué un grito", recuerda Fernanda.

"Ahí entró la doctora con parte del equipo… me dijeron que me acostara porque estaba sangrando. Cortaron el cordón [umbilical] y [al feto] lo metieron en una chata [instrumento de metal donde orinan o defecan los pacientes que no pueden pararse al baño]", recuerda Fernanda.

"Era un caos. La señora de la cama del lado salió llorando. Yo fui quien cerró la puerta", complementa su pareja.

En medio del caos y con Fernanda aún sangrando, la doctora les preguntó si querían o no llevarse al bebé.

"Le dije que primero atendieran a Fernanda, que de ahí veíamos eso", cuenta Javier. Pero la doctora insistió. "La segunda vez ya me enojé". Fue entonces cuando les dijo que se lo llevaran con cuidado.

La versión del hospital no coincide con la de Fernanda. Según el doctor Pérez la doctora sí estaba en la sala cuando ocurrió el alumbramiento. "Hicimos el análisis de los registros que tenemos. La matrona estaba en otras actividades atendiendo un parto, pero en la sala estaba el médico y un técnico paramédico que le administraron analgésicos y la pasaron a pabellón [quirófano]".

Quirófano indeciso

Mientras era trasladada al quirófano y sin perder nunca la conciencia, Fernanda escuchó cómo el equipo médico, en vez de comenzar el procedimiento de legrado -comúnmente conocido como raspado o raspaje- lo antes posible, discutía si debían o no realizarlo, por ser objetores.

Según lo que recuerda, el anestesista no dijo nada y procedió, mientras una paramédico le decía que estuviera tranquila. Todos los demás objetaban el procedimiento.

"Finalmente la doctora les dijo que por la infección estaba en riesgo vital. Que o me intervenían o me moría". Solo entonces procedieron. La doctora era la misma que se había negado a recetarle la segunda dosis de medicamentos.

Fuente: BBC - Tiempo Sur

viernes, 22 de junio de 2018

LA MAREA VERDE QUE ARRASA EL CONTINENTE

La aprobación del aborto legal, seguro y gratuito el 14 de junio en Argentina (aun cuando todavía falta el paso por el Senado) fue un despertador para toda América latina que comenzó a llamar a marchas, tuitazos y convocatorias para aprobar la interrupción voluntaria del embarazo en Brasil, México, Costa Rica, Perú, República Dominicana y Venezuela, entre otros países. También en Chile critican los obstáculos para cumplir con el aborto por causales aprobado el año pasado. Y solo en Cuba y Uruguay el derecho es pleno.



La aprobación del aborto legal, seguro y gratuito en la Cámara de Diputados, la mañana del 14 de junio, después de una vigilia popular de un millón de mujeres durante toda la trasnoche con un estallido de abrazos, festejos, cantos, lágrimas y emociones inyectó de feminismo a toda América Latina. En distintos países se motorizaron o iniciaron campañas para reclamar por el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo de mujeres y personas gestantes. Y las redes sociales se  plasmaron de dibujos que muestran que la ola verde (no importa qué color tenga el pañuelo o la insignia) no juega de local, sino que inunda los derechos de las mujeres afro, originarias, latinas y caribeñas. 

“Hoy Argentina, mañana Perú”, dice el dibujo que muestra a dos chicas, con camisetas nacionales de fútbol y sus brazos juntos y levantados, de la agrupación “Paremos el acoso callejero”. También en Perú convocan a un tuitazo por el aborto legal los viernes desde las 12 hasta las 15 horas “por el derecho a decidir sobre nuestros cuerpos y nuestras vidas”. “Aborto legal, seguro y gratuito en todo el país”, consigna el lema de la Campaña México Pro - Aborto, Educación Sexual para Decidir, en un país en donde en la Ciudad de México es legal, pero en el resto de las provincias no y además se criminaliza fuertemente. “Se Argentina Pode Brasil Também”, es el lema de Articulacao de Mulheres Brasileras, con un dibujo de una mujer sonriente y con un pañuelo verde (similar al de la Campaña argentina por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito). En Venezuela llamaron a una convocatoria para el 20 de junio en la Asamblea Nacional Constituyente por el aborto legal, desde el Frente Cultural de Izquierda y Rias y se repite la idea que el poder de Argentina tiene efecto dominó, desde la agrupación ¿Calladita más bonita?; entre otras convocatorias en todo el continente y el Caribe. 

El aborto legal, seguro y gratuito todavía tiene que ser aprobado por el Senado. Pero el efecto del trabajo de la Campaña por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito, la movilización popular, la militancia feminista pionera y tradicional, revolución de las hijas y la suma de actrices y figuras públicas, entre otros factores y el festejo en las calles con el verde como emblema, el brillo en las caras de las chicas y la emoción de una victoria política en tiempos continentales de derrota y desazón movieron el tablero latinoamericano. La abogada Natalia Gherardi, Coordinadora del Equipo Latinoamericano de Justicia y Género (ELA), desde un encuentro sobre violencia de género, en Bolivia, muestra el efecto patria grande de la victoria por el aborto legal, seguro y gratuito en el Congreso: “Compartiendo un seminario internacional en la ciudad de Cochabamba con colegas de varios países de la región fue evidente el interés por el proceso argentino, no solo por el logro que significa la media sanción de la ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo, sino, también, por el ejercicio democrático y participativo que llevamos adelante como sociedad”. 

El aborto es legal, seguro y gratuito solo en Uruguay (aprobado en el 2012) y en Cuba, el país pionero en garantizar el derecho a la salud sexual y reproductiva de las mujeres en 1965, en todo el continente. También en la Ciudad de México se logró implementar (en 2007) de modo seguro la práctica, pero con una brecha clara en el resto del país, en donde es fuertemente criminalizado. En Chile, Michelle Bachelet motorizó la discusión parlamentaria que logró conseguir, en septiembre del 2017, una aprobación que fue una clara victoria de género de Bachelet. Ella  dejó la presidencia con la meta cumplida de quitar la prohibición total que había impuesto el dictador Augusto Pinochet antes de terminar con la dictadura militar. La iniciativa, además, fue refrendada por el Tribunal Superior. Sin embargo, solo se logró implementar por causales (por violación, peligro de la vida de la mujer e inviabilidad del embarazo, pero no cuando corre riesgo la salud) y aun así hay problemas para la implementación efectiva de la norma y, mucho más, desde la llegada al gobierno del actual Presidente Sebastián Piñera con un claro tinte conservador.

La conquista argentina se sintió del otro lado de la cordillera “Indudablemente ha tenido un impacto en Chile donde recientemente se han presentado problemas en torno a la implementación de la ley de interrupción del embarazo en tres causales. Las organizaciones feministas hemos exigido siempre el aborto legal con sistema de plazos porque conocíamos los problemas de implementación de leyes por causales en otros países de la región. Los avances en Argentina han motivado en Chile la demanda por el aborto legal y se están articulando espacios entre las organizaciones convocando a manifestaciones de apoyo y la presentación de un proyecto de ley para presionar por la implementación de la actual norma y avanzar en la despenalización social del aborto para logar, a mediano plazo, una ley que respete el derecho de las mujeres a decidir sobre su cuerpo”, subraya Lorena Fries, abogada de Corporación Humanas. 

En el bando del machismo 100 por ciento están El Salvador  (donde está prohibido de forma total desde 1988, con casos emblemáticos de mujeres con duras condenas de cárcel por abortar y sin que puedan prosperar para aprobar el aborto por causales) y Nicaragua (en donde el aborto está prohibido en todos los casos por el gobierno de origen sandinista de Daniel Ortega que entregó los derechos de las mujeres a cambio de un pacto con la Iglesia, en un contexto de denuncias por abuso sexual y de violencia institucional) y, en la mayoría, se permite pero, solo, en algunos casos (como violación, riesgo de muerte o anencefalia) como en Brasil donde la Corte Suprema avaló la despenalización y se introdujo, durante la gestión del Partido de los Trabajadores, un sistema de hospitales amigables. En República Dominicana llevan adelante una gran campaña para despenalizarlo y uno de sus lemas es “Aborto por la vida”. En Ecuador y Venezuela las penas a las mujeres por interrumpir un embarazo son de hasta dos años y en Guatemala, Panamá y Puerto Rico de tres años, según un monitoreo del diario español Público. En Honduras también hay castigo para lxs médicos y en Perú hay que hacer tareas comunitarias como castigo por decidir sobre el cuerpo.

En septiembre de 2017, el Congreso de Bolivia aprobó la ampliación de causales, por ejemplo, cuando la mujer es estudiante, tenga hijos, mayores o personas con discapacidad a su cargo, y hasta la octava semana de embarazo, además de violación o incesto. Mientras que, desde Bolivia, Mónica Novillo, Directora de la Coordinadora de la Mujer e integrante del Pacto por la Despenalización en Bolivia remarca: “Los ojos y esperanzas de los movimientos de mujeres y feministas de la región y el mundo están puestos sobre los avances en el debate parlamentario en Argentina. Aunque existe una tendencia mundial a avanzar en el reconocimiento del derecho a decidir de las mujeres surgen, con fuerza, voces conservadoras que buscan negarlas. Las mujeres argentinas nos han dado grandes lecciones de las que aprender, entre ellas, que los derechos no son concesiones, son conquistas y que nuestras voces deben ser oídas en las calles”. 



En algunos países, como Paraguay o Costa Rica, siguen las penas a las mujeres que no quieren continuar con su embarazo, pero la palabra honor ejerce un raro sentido de la piedad, como si el honor fuera un atenuante para el ejercicio de la libertad. En Ecuador el  anterior gobierno de Rafael Correa, de tinte popular pero fuertemente conservador y anti derechos, amenazó a las mujeres con renunciar a su cargo si avanzaban con la idea de legalizar el aborto. La médica activista por la despenalización del aborto y directora de la Fundación Desafío, en Quito, Virginia Gómez de la Torre enfatiza: “En Ecuador violan y embarazan a dos mil niñas al año y el estado es cómplice con su indolencia e indiferencia porque las obliga a continuar con estos embarazos. El estado ecuatoriano obliga a las mujeres a autoincriminarse por abortos provocados y además las judicializa. Hasta el 2018, 250 mujeres han sido denunciadas cuando llegaron a los hospitales para que las atiendan. En varias ocasiones las llevaron primero a la fiscalía y luego al hospital atentando a su derecho a la vida y a la salud integral tal como dice la constitución ecuatoriana vigente desde el 2008”. ¿Cuál es el efecto del 14- J?: “Argentina nos ilumina, nos da valor y argumentos para seguir con nuestros procesos de despenalización social y legal del aborto”, valoriza. 

En Costa Rica el aborto está penado en el artículo 121 salvo “si se ha hecho con el fin de evitar un peligro para la vida o la salud de la madre y éste no ha podido ser evitado por otros medios”. Las organizaciones feministas la Colectiva por el Derecho a decidir y Acceder lucharon para que la Caja Costarricense del Seguro Social implemente el Protocolo de Atención para el Aborto Terapéutico en el sistema de salud pública y que el término salud, sea visto tal y como lo señala la Organización Mundial de la Salud (OMS), de manera integral y dónde se considera tanto la salud física, emocional y psicológica de las mujeres. Pero hay dos casos emblemáticos, el de Ana y el de Aurora, que fueron obligadas a llevar embarazos a término a pesar que eran incompatibles con la vida extrauterina porque no consideraban que estaba en riesgo ni su vida, ni su salud. 

“La vicepresidenta Epsy Campbell no se ha manifestado ni a favor ni en contra del aborto. Durante la campaña política del actual presidente Carlos Alvarado Quesada él se manifestó en contra del aborto, y no mostró ningún interés en la despenalización. Asimismo diputados como José María Villalta (Frente Amplio) y Enrique Sanchez (PAC) y la diputada Paola Vega (PAC) han manifestado a favor de la despenalización del aborto. Costa Rica es un país muy conservador y continúa siendo un estado confesional. Además, en esta nueva administración, se cuenta con un bloque de catorce diputados y diputadas de un partido de corte religioso neopentecostal que están contra el aborto en todas sus formas”, radiografía Nadiezda Serrano Álvarez, activista feminista autónoma de Costa Rica. Ella también grafica el impacto de la movilización desde el sur. “El movimiento en Argentina por el aborto legal nos ha inspirado como feministas costarricenses para generar acciones y convocatorias abiertas a colectivas feministas, para organizarnos en torno a la lucha por el aborto legal, siempre basada esta lucha en el contexto costarricense”. 

Desde Brasil -y definida como “preta pra sempre”- Dríade Aguiar, editora y columnista de MidiaNINJA y ForadoEixo marca como los vientos feministas cruzan fronteras y contagian una alegría verde y unida: “Aquí estamos tremendamente inspiradas por la victoria de Argentina. Varias mujeres, dentro y fuera de las organizaciones institucionales feministas, se están movilizando en esta lucha que ya tiene casi cincuenta años. Debido a la conmoción generada en la última semana, aquí también se adoptó el mismo color de lucha y, con ese empujón de las hermanas, la onda verde debe tomar nuestro país. Esto junto a las movilizaciones que acontecieron en Irlanda, país que tiene una sociedad muy religiosa, como la brasileña, nos dejan un escenario bomba. El punto alto serán los actos realizados el 22 de junio cuando aproximadamente diez grandes ciudades saldrán a las calles, entre ellas San Pablo, Río de Janeiro y Belo Horizonte. En el mes de agosto, el Supremo Tribunal Federal realizará una audiencia pública sobre aborto, para hablar sobre el proceso que debe llevar la votación para la aprobación o no de la ley. Hasta ese día, seguiremos luchando incansablemente por el derecho de nuestros cuerpos”. 

“El proceso argentino está siendo observado con mucha atención desde Perú, ya que se muestra no solo como un debate de argumentos entre expertos y autoridades, sino como un proceso de afirmación de ciudadanía en el que la sociedad reconoce auténticamente la calidad de sujeto de derecho de las mujeres y lo reivindica públicamente en los espacios que encuentra”, destaca Jeannette Llaja, de la Asociación Estudio para la Defensa de los Derechos de la Mujer (DEMUS), de Perú. La situación peruana no es amable y solo permite la interrupción voluntaria del embarazo cuando corre riesgo la vida de la mujer: “Tenemos un Congreso dominado por una mayoría fujimorista explícitamente  en contra de cualquier posibilidad de ampliar la despenalización del aborto, incluso el de un embarazo producto de una violación sexual. En ese marco, las movilizaciones generadas y los discursos presentados por el Poder Legislativo argentino han sido comentados y viralizados por líderes de opinión y autoridades (incluyendo congresistas) afines al derecho a decidir de las mujeres, además de organizaciones y activistas feministas. Paralelamente, ya están convocando a acciones de articulación para retomar el debate de la despenalización del aborto en Perú, en donde se calcula que se producen 371.000 abortos clandestinos y sobre el que recaen dos resoluciones supranacionales en contra por haber violado los derechos humanos de adolescentes al negarles el acceso al aborto”. 

Llaja también puntualiza: “En Perú, producto de una iniciativa ciudadana llamada #DéjalaDecidir, entre el 2014 y el 2016, se debatió la propuesta de despenalizar el aborto por violación sexual en el Congreso, pero fue finalmente archivada, pese a tener apoyo de la mayoría de la población. Y, actualmente, existe una iniciativa similar, pendiente de debate”. Por su parte, la abogada feminista Adriana Benjumea, Directora de la Corporación Humanas, de Colombia, profundiza: “Avanzar en el derecho al aborto en la región es un asunto de justicia que no puede esperar y, en ese sentido, la movilización de las mujeres argentinas y el debate serio y profundo en la Cámara de Diputados sobre la ley de aborto en Argentina manda un mensaje contundente en la región de como legislar sobre nuestros derechos, con nuestras demandas y nuestras voces”. 

El 97 por ciento de las mujeres que viven en la región no tienen acceso a aborto legal, seguro y gratuito, según un informe del Instituto Guttmacher. Por eso, el reclamo, igual que lo que ya pasó con el grito de Ni Una Menos, se extiende por el continente, se multiplica en las redes, se convoca a hacer cuerpa en la calle y se ejerce como una forma de presión frente a la política indiferente o conservadora. Que sea ley. Y que sea en toda Latinoamérica.

Fuente: La 12 - Por Luciana Peker.-

FALLO HISTÓRICO DE DIANA SACAYÁN, FUE CRIMEN POR ODIO

Título original: La Sacayán lo hizo de nuevo 


Líder travesti, periodista de este suplemento, imbatible luchadora por los Derechos Humanos, Diana Sacayán, aun después de muerta, acaba de conseguir un fallo histórico en la Justicia argentina. En el tramo final del juicio que Soy viene siguiendo paso a paso, su asesinato fue calificado como crimen de odio. Se espera para principios de julio que la palabra travesticidio aparezca en los papeles. Su asesino, Gabriel David Marino, quien muy probablemente estuviera esperando la misma impunidad con la que históricamente los asesinos de travestis se vieron favorecidos, fue condenado a prisión perpetua. Aquí, la crónica de este momento histórico en el que la familia Sacayán y la familia lgbtti celebraron un acto de justicia que sienta un precedente de dignidad y que, además, no termina acá.

Completo silencio en la sala. Son las 12 y 3 minutos. El presidente del Tribunal Oral Criminal Nº 4 tamborilea los dedos de la mano izquierda, nervioso, sobre el estrado. En pocos segundos leerá el veredicto que marcará un antes y un después para las travestis y las trans en los tribunales argentinos. Sobre tres jueces pesa la responsabilidad de dictar sentencia por el crimen de la militante travesti y defensora de los derechos humanos Diana Sacayán. Un asesinato que reviste el carácter de “crimen político” para el colectivo lgbti. Diana Sacayán fue la activista argentina que caracterizó al travesticidio como último eslabón de las violencias que sufren las travestis. 

Ingresan en la sala Say Sacayán -hermano de Diana-, Nora Cortiñas y Marlene Wayar. Sobre la valla de madera de alto artesanado que separa al público del Tribunal, dos estampitas del Gauchito Gil y de Diana Sacayán amparan del frío de los Tribunales. Solo pueden verlas quienes están sentadxs en primera fila.

-¿Estamos todos?- pregunta el juez Calvete, acomoda el micrófono. Y comienza a leer.



“En la Ciudad de Buenos Aires, a los 18 días del mes de junio de 2018, siendo las 12 horas, se constituyen en la sala de audiencias del Tribunal Oral en lo Criminal Nº4 de la Capital Federal los doctores Ivana Bloch, Julio César Báez y Adolfo Calvete, este último como Presidente, a fin de dar lectura a la parte dispositiva de la sentencia dictada en la causa 62.182 del 2015 seguida a Gabriel David Marino, argentino, soltero, estudios secundarios completos y actualmente alojado en el Complejo Penitenciario Federal 1 de Ezeiza”.

El público en la sala aprieta los puños, traga saliva, cuesta respirar. Es muy veloz el desenlace. El acusado Marino permanece impávido. Tuvo oportunidad de hablar al comienzo de la audiencia, pero la rechazó. Su defensor, Lucas Tassara, no está presente. Lo reemplaza el defensor Ramiro Rúa.

“El Tribunal por mayoría resuelve condenar a Gabriel David Marino por ser coautor del delito de homicidio calificado por odio a la identidad de género”. Aplausos, abrazos y llantos en la sala. Marino traga saliva pero no se mueve, ni siquiera pestañea. “Y por haber mediado violencia de género, a la pena de prisión perpetua, accesorias legales y al pago de las costas del proceso”.

El juez Calvete levanta la mirada dos veces hacia el público. “Firme que sea, insértese en el registro de sentencias del Tribunal. Es todo”.

Cinco agentes penitenciarios retiran al condenado por homicidio por odio a la identidad de género travesti. Sale por detrás del estrado de lxs jueces. No hay la menor señal de jurar venganza hacia el acusado. A todxs les gana la tristeza por la ausencia de Diana y saber que lxs jueces esta vez escucharon las voces del colectivo travesti-trans. Que la vida de Diana y de todas las travestis y trans valen. Que ya no van a ser impunes quienes pretendan arrancarlas.

AL CALABOZO NO VOLVEMOS
La lectura del veredicto duró siete minutos. Que pueden ser la diferencia entre la vida y la muerte. La consideración de la vida travesti como digna de ser protegida, o no. Después de estos siete minutos comienza otra historia para travestis y trans en la Argentina.


Conoceremos la sentencia completa recién el viernes 6 de julio. Habrá que esperar hasta entonces para saber si el Tribunal empleó la categoría de “travesticidio” en los fundamentos. “Es preciso que el concepto de travesticidio se incluya como concepto jurídico. Diana venía reclamando el uso de este concepto social y político y Say Sacayán continuó con esta lucha”, dice Luciana Sánchez, abogada de la querella familiar.

Afuera de la sala, sobre el pasillo que da a las claraboyas con vitrales que permiten pasar la luz del sol, hay un mar de abrazos, lágrimas, gritos de justicia que por primera vez se plenifican con una realidad potente y esperanzadora. No es afán por punitivista sino la buena noticia de que por primera vez la Justicia da una señal de que se terminó la impunidad para los travesticidios. Y quizá también de que deben terminar los ataques cotidianos y la violencia institucional contra las travestis.

Decenas de cuerpos que saltan enlazados en abrazos activistas, por primera vez, en los pasillos helados y que siguieron la transmisión del Centro de Información Judicial, porque la sala era chica y no entraban todas, todos y todes. Esos rostros y esos cuerpos que se conocen durante años en las calles y en los espacios de militancia compartida entre el movimiento lgbti, el feminismo, los movimientos sociales, partidos políticos y sindicatos. Hasta el acceso a los ascensores jaula del sexto piso de Tribunales quedaron completamente ocupados por activistas. Cientos de voces cantan “Diana corazón/ acá tenés las travas para la liberación” y “Lo dijo Lohana y Sacayán/ al calabozo no volvemos nunca más”. Say Sacayán recordó a Lohana Berkins como “nuestra travestiarca, así la llamaba Diana. Lohana nos guió pero no pudo resistir el dolor que le provocó la muerte de Diana”. En la declaración que hizo Lohana tres días después del asesinato de Diana, dijo: “Me importa que el hecho quede encuadrado como travesticidio”.

La Comisión de Justicia por Diana Sacayán trabajó dos años hasta arribar a esta sentencia que condena este asesinato como crimen de odio y como violencia de género. “La condena como crimen de odio señala que las travestis tienen derecho a la identidad y que la identidad travesti es una forma de vida que vale. Por otro lado, la calificación como violencia de género señala que todas las identidades femeninas, sin distinción, tenemos derecho a vivir sin violencias. Así como se habla hoy de las muertes por aborto evitables, los asesinatos de nuestras compañeras travestis y trans son completamente evitables. Tenemos que evitar que se sigan produciendo estas muertes”, sostuvo Luciana Sánchez. 

Un hito fundamental para que el trabajo actual fuera posible es la Ley de Identidad de Género, promulgada en 2012 en Argentina, y por la que luchó Diana Sacayán. “La despatologicación de las identidades trans en nuestro país se produjo en 2012 -dice Luciana Sánchez en relación a la reciente declaración de la Organización Mundial de la Salud (OMS)-. Con la Ley de Identidad de Género se abrió la posibilidad de sentirnos sujetas y sujetos dentro del sistema de Justicia. Pero no alcanza con un reconocimiento abstracto sino que el reconocimiento debe ser material. Ya no afuera, quejándonos y excluidxs. O adentro y quejándonos por no ser escuchadxs. Ahora seguiremos adentro y afuera, como hacen los movimientos sociales”, sostiene. 

UNA NUEVA JURISPRUDENCIA
Una fila interminable de activistas y militantes bajan las escaleras de Tribunales agitadxs pero sin gritar. Lo más difícil ya pasó: la descarga de adrenalina, el temor y la desconfianza, que predominaron en las primeras audiencias. Patricia Sacayán, hermana de Diana, le cuenta a Soy que no pudo respirar hasta que anunciaron que se daba comienzo a la lectura del veredicto. “Hoy cuando entré temprano, me ataqué mal. Tomé aire y me hicieron masajes. Solo así pude volver a entrar. Cuando escuché la sentencia pude empezar a respirar bien”. La sensación que cuenta Patricia fue de muchxs. Más tarde, ya pronunciada a sentencia, el desfile de cientos de jóvenes bajando por las escaleras de Tribunales para ganar Plaza Lavalle, removió toneladas de prejuicios impregnados en tomos apolillados de jurisprudencia. Lxs jóvenes con su estela de sol de invierno es la sensación que recordaremos quienes vivimos este día histórico. En estos meses el movimiento travesti-trans logró derrumbar las más macizas murallas patriarcales. Y todavía le esperan otras, tanto o más compactas.

En Plaza Lavalle, Nora Cortiñas señala que estamos ante un fallo histórico. “Que los jueces nos vean a todas. Gracias a eso se despiertan. Hay que exigir que este fallo esté en los anales de la historia jurídica. Diana está presente”. Se preparan los tambores. Distintas activistas travestis y trans ponen el acento en que este 18 de junio y este juicio marcan un precedente mundial. No lo sabían, pero mientras un tribunal de Buenos Aires dictaba esta sentencia, la Organización Mundial de la Salud retiraba la transexualidad de la lista de enfermedades mentales. Johana Sacayán, otra de las hermanas de Diana -que padeció cárcel junto con ella, por su identidad travesti-, dice que Diana sigue estando presente de muchas maneras. Nada quiere quedarse quieto.

MULTIPLICAR ES LA TAREA
Dos eran las preguntas que se escuchaban en los pasillos de Tribunales, antes de comenzar cada audiencia: 1) ¿llegó el imputado? y 2) ¿llegó la combi con lxs Sacayán? El juicio no podía comenzar sin lxs hermanxs y sobrinxs de Diana.

Son quince lxs hermanxs Sacayán, por orden de edad: Salomón, Viviana, Mirta, Gladis, Nieves, Rosa, Julio, Fabián, Patricia, Arturo, Daniel, Silvia, Johana y Say. Falta Diana. Los rostros tan parecidos a Diana, y multiplicados durante toda la audiencia en cada punto de la sala, interprelaron en silencio al Tribunal. Con una historia de lucha detrás. Arturo dice que cumplió el papel de papá de Diana. Comenzó a trabajar a los 9 años en una verdulería lavando en fuentones galvanizados papa negra para convertirla en papa blanca. Con el tiempo, Diana comenzó a tomar iniciativas que ayudaron al grupo familiar a salir adelante y se puso al frente de los reclamos barriales. Luego vino la lucha por mejorar las condiciones de vida de todas las travestis y trans, la lucha por la Ley de Identidad de Género y el cupo laboral travesti-trans. La mayoría de lxs Sacayán continúan viviendo en Gregorio de Laferrere, donde se criaron con Diana. También llenaron la sala de audiencia lxs sobrinxs Sacayán.

El menor de lxs hermanxs, Say, se hizo cargo de coordinar el M.A.L. (Movimiento Antidiscriminatorio de Liberación) que fundó Diana y cargó sobre sus hombros la querella judicial y los momentos de máxima tensión durante la investigación judicial. Darío Arias, coordinador de Conurbanxs por la Diversidad y amigo de Diana, lo acompañó a lo largo de este difícil proceso. “Esto no hubiera sido posible sin el acompañamiento del movimiento travesti-trans, de los movimientos políticos y de lxs activistas individuales. Hicimos justicia por las compañeras asesinadas y sobre las que la Justicia no se pronunció. Lo que ocurrió hoy en Tribunales habla de la inmensidad de la lucha de Diana. Aun cuando ya no esté acá, Diana nos sigue marcando el camino. Hemos logrado darle todas las herramientas a la Justicia, las personas travestis y trans pudimos hablar (Say estuvo entre lxs testigxs, así como otrxs integrantes del colectivo). Y sobre todo pudimos hablar en el expediente de la violencia estructural y del travesticidio social”, dice Say Sacayán. La querella familiar también recurrió a las organizaciones internacionales trans y así fue como la activista muxe Amaranta Gómez Regalado viajó desde México para declarar en el juicio como testigo experta. A esto se sumó un trabajo arduo con el Ministerio Público Fiscal, especialmente a través de la UFEM (Unidad Fiscal Especializada en violencia hacia las mujeres y las personas LGTTBI)  y la DOVIC (Dirección de Orientación, Acompañamiento y Protección a Víctimas). 

La tarde cierra con un homenaje con velas en Plaza Lavalle a las travestis y trans que ya no están. Hay conciencia en el movimiento travesti-trans de que aumentaron los ataques del colectivo, incluso hacia quienes tienen un perfil militante. Pero el homenaje no pretende una plegaria sino conjuro potente para emerger del dolor con fuerza transformadora. Quedan muchas barreras que derribar. Y se precisa toda esa fuerza.

Fuente: Página 12 - Por Adriana Carrasco.


viernes, 8 de junio de 2018

MÁQUINAS DE VIOLENCIA







¿Por qué los hombres matan a las mujeres? En la inmensa mayoría de los casos, porque no hacen lo que ellos quieren o porque no pueden poseerlas completamente. Por decir un número: en la provincia de Buenos Aires, donde reside el 39 por ciento de la población de nuestro país, los femicidas fueron ex parejas en el 75 por ciento de los casos. ¿Por qué será? ¿Por qué será que se desata la violencia homicida cuando ellos se convierten en ex? ¿Será porque sienten que ellas salieron de su control? ¿Y cómo se genera esta idea loca de que se puede poseer a una mujer? Son siglos de trabajo abnegado de un sistema de opresión llamado patriarcado –literalmente, “gobierno de los padres”– que se reproduce a sí mismo por la seducción o por la fuerza. Las brujas quemadas al fin de la edad media, las amas de casa sostenidas adentro de sus hogares inmaculados a fuerza de antidepresivos, las que todavía son lapidadas hasta la muerte en Medio Oriente por el atrevimiento de gozar del sexo por fuera del matrimonio; el hecho de que a todas nos vean “solas” cuando no hay un hombre al lado –y no importa si la que está al lado es tu pareja o tu compañera sexual–, la idea instalada del instinto materno –animalitas del señor, ellas quieren reproducirse a toda costa–, la figura de la media naranja, el amor de tu vida, las reinas del hogar, o peor, el corazón del hogar. Los cuentos maravillosos que todavía se estudian en las escuelas primarias y que siempre terminan en matrimonio –frente a la envidia de la fea de la madrastra–, las telenovelas, los boleros, el trap, las revistas llamadas femeninas, las publicidades que insisten en la felicidad de dejar la casa libre de gérmenes, la idea cristalizada que las “peleas” se solucionan en la cama, que los varones tienen “necesidades” sexuales y en cambio las mujeres están enfermas cuando les gusta disfrutar del sexo. La lista es infinita y si tuviera que describirla en tres palabras diría: es una máquina de violencia. La reproducción de un modelo de familia, de los roles de género que es necesario cumplir para poder salir en la foto, la frustración de no poder cumplir con el objetivo, el encierro que produce el contrato de fidelidad superpuesto al juramento de amarse para toda la vida; todo eso es violencia y esa violencia, en la mayor parte de los casos –casi el 70 por ciento del registro de episodios de violencia “doméstica” en la Ciudad de Buenos Aires tiene como víctima a una mujer– las que lo sufren se reconocen en femenino. Sobre el porcentaje remanente, la mayoría son niños y niñas. La pareja, más especialmente la pareja heterosexual, tal como la conocemos, es una máquina de violencia. Las mujeres y las niñas corren más peligro dentro de sus casas que fuera de ellas, saberlo lastima, enfrenta al más siniestro de los terrores que es que vuelve ajeno lo que se supone cotidiano, filoso lo que nos presentan como blando, helado lo que debería ser abrigo. Pueden enfurecerse, sacar ejemplos particulares de felicidad conyugal, creer que el amor todo lo cura pero lo cierto es que una estructura que está pensada y alimentada desde prácticamente todos los discursos sociales y culturales para sostener el gobierno de los padres y para articular un régimen de control sobre las generaciones que desde ese encierro se aventuran al mundo. Cuando las ex hijas de genocidas desprecian la filiación de sangre y contra todo contrato de confidencialidad –que también se da en las familias, aquello de los trapos sucios que se lavan en casa– hablan de lo que lo que no toleran más y se desasocian de una complicidad que les habían impuesto señalan de qué se trata la familia y la pareja como lugar de fundación de la familia: un lugar de encierro donde la fantasía de los buenos vecinos que riegan el jardín delantero se desarma. La crueldad se alimenta del encierro, por eso los campos de concentración donde la crueldad podía ejercerse porque después saldrían con la camisa limpia y la raya del pantalón bien planchada. Esas hijas son subversivas, mal que les pese a los que fueron sus padres. Subversivas de un orden que antecede a la dictadura y que la sucede, aun cuando en ese periodo de terror extremo que se hayan sujetado más fuerte las sogas de los lazos familiares para dejar afuera a las que no sabían ejercer el control que debían: “¿Usted sabe dónde está su hijo ahora?” Igual de subversivas son las madres que denuncian a los progenitores de sus hijos o hijas por abuso sexual, o las niñas y niños mismos cuando pueden hablar, apuntan al corazón del gobierno de los padres exhiben cómo la opacidad de las paredes de un hogar y los atributos de un mandato pueden traducirse en crueldad. Entonces, ¡silencio! Apunten contra las que hablan y salven a quienes perpetran. Así actúa la Justicia patriarcal, así se defienden a diario los que se sienten amenazados por la revolución feminista que lo cuestiona todo, que lo quiere cambiar todo y que no va contra el deseo heterosexual si no contra un modelo de pareja, de amor, de familia; obligatorio y violento que, mal que les pese a muchos y a muchas, es un riesgo para la vida, sobre todo de las mujeres.

Fuente: Página 12 - Por Marta Dillón.-

martes, 29 de mayo de 2018

FEMICIDIO: 17 AÑOS DESPUÉS, EL ULTIMO JUICIO

Título original: El último juicio, 17 años después

Los padres de la joven secuestrada, abusada sexualmente y asesinada en 2001 declararon en el proceso contra Ricardo Panadero, sobreseído al comienzo de la investigación.


Con el testimonio de Gustavo y Laura, los padres de Natalia Melmann, comenzó en Mar del Plata el juicio oral contra el cuarto policía involucrado en el femicidio de la adolescente, ocurrido en 2001 en Miramar. El acusado es el policía bonaerense Ricardo Panadero, quien al principio de la investigación había sido sobreseído, mientras que los otros tres acusados, Ricardo Suárez, Oscar Echenique y Ricardo Anselmini, fueron condenados a prisión perpetua en el primer juicio, realizado en 2002. En el momento del hecho, en los juicios no se había incorporado como agravante la violencia de género, de manera que Panadero –al igual que sus cómplices– es juzgado por privación ilegal de la libertad, violación y por el homicidio de la joven, un típico caso de femicidio. Los padres de Natalia recordaron que en el cuerpo de la víctima encontraron ADN de Panadero, motivo por el cual cuestionaron a la Justicia por la demora en juzgarlo y por la decisión que hoy les permite, a los tres condenados, gozar de salidas transitorias cada 15 días (ver aparte). 

Gustavo Melamann le repitió a PáginaI12 lo que había dicho ante los jueces del Tribunal Oral 4 de Mar del Plata: “Lo que pedimos es una condena ejemplar porque desde el principio se sabe que Panadero participó en el crimen de mi hija y con su condena, se va a terminar de hacer justicia”. Laura, la mamá de Natalia, recordó que Panadero tuvo “la misma responsabilidad que los otros policías condenados; parece mentira que hayan pasado 17 años para que lo juzguen, cuando el ADN de Panadero siempre estuvo en el cuerpo de mi hija y es increíble que no hayan querido juzgarlo   hasta ahora”.

“El cuerpo de mi hija tiene quemaduras de cigarrillo y el único que fumaba de los policías era Panadero. Yo se que el hecho de que vayan presos o no, no me devuelve a mi hija, a quien no puedo abrazar, no le puedo hablar, no puedo besarla, pero igual saco fuerza para seguir por mis otros hijos, por mis nietos, que me necesitan”, recalcó Laura. Mientras tanto, Gustavo Melmann insistió en señalar que “no hay ninguna duda de la participación de Panadero en el crimen de Natalia”. Dijo que esperan que la Justicia “condene a este sujeto, como a los otros tres policías que fueron condenados a perpetua”. 

El juicio a Panadero está a cargo del Tribunal Oral 4 de Mar del Plata, integrado por los jueces Jorge Peralta, Fabián Riquert y Juan Manuel Sueyro. El sargento Panadero llegó al debate acusado de los delitos de “privación ilegítima de la libertad agravada por el uso de violencia, abuso sexual agravado por acceso carnal y por la participación de dos o más personas y homicidio agravado por la participación de dos o más personas y criminis causa”, es decir que asesinaron a la víctima en un intento de ocultar los delitos iniciales, el rapto y el abuso sexual. El cuerpo de Natalia Melmann fue hallado el 8 de febrero de 2001 en el Vivero Dunícola de Miramar, cuatro días después de su desaparición.

Fuente: Página 12 - Por Carlos Rodriguez

DEL ABUSADOR NO SE HABLA

Título original: Infancia robada 


La nena llora acurrucada en los brazos de una mujer extraña, que conoció apenas el día anterior. Pero que la abraza. La abraza fuerte, como queriendo espantar fantasmas. Esa mujer y otra compañera del Foro de Mujeres por la Igualdad de Oportunidades de Salta, mujeres de corazón feminista, se acercaron a su casa, en un barrio pobre de la capital salteña, para poder ofrecerles a ella y a su familia lo que necesiten, y especialmente, contención e información. No es fácil la escena. Sienten impotencia. También ellas lloran. 


La nena tiene un embarazo que nunca buscó. Y que es consecuencia de los abusos sexuales a los que la sometía la pareja de su mamá. Ese hombre, que seguramente se excitaba con el sometimiento y la humillación de la pequeña, está preso. Pero su mamá ahora que él no está, no tiene con qué parar la olla. No tiene nada. No pudo cumplir con las casas a las que iba a planchar y limpiar. Pide ayuda, lo que sea, dice. Tiene la mirada perdida, y en brazos un bebé de un año y medio, que seguramente tuvo con quien torturaba hasta hace poco a su nena, la segunda de sus hijas, la que cumplió 11 años en febrero. La mayor tiene 13. Pero de ese hombre no se habla. No es momento.

En la misma casa vive la abuela, que tiene unos 45 años, y que cuenta que ella también fue abusada por su propio hermano. Dice que no le creyeron, ni sus padres. Ni nadie. Y a los 11 años, producto de esos abusos, tuvo a la mamá de la nena, esa nieta que ahora, a esa misma edad, vive una historia repetida. ¿Cómo romper con esa cadena de abusos perpetrados por varones que se consideran con derecho a apropiarse de cuerpos de niñas vulnerables? Por eso, entre otras razones, queremos que caiga el patriarcado. 

La nena tiene el cuerpo esmirriado, flaquito, y ya se le empieza a notar eso que tiene ahí, que va creciendo y deformando su vientre, que nunca deseó y que tal vez, todavía no termine de comprender de qué se trata. 

En febrero la mamá la llevó al Hospital Papa Francisco, del barrio Solidaridad, en la capital salteña, porque le dolía la panza. Le hicieron análisis de sangre y orina, buscando un problema en el hígado o gastrointestinal. La mamá los muestra. Tienen fecha del 17 de febrero. En ese momento, la gestación llevaba 8 semanas aproximadamente. Pero le dijeron que la nena estaba constipada, que tenía materia fecal atascada, recuerda. Si en ese momento la hubiera atendido un equipo interdisciplinario atento, preparado, para ver más allá, quizás podría haber sospechado, captado algún otro síntoma –que seguramente exhibía– de los abusos y pensar en la posibilidad de un embarazo forzado. Pero nada de eso pasó y la mandaron a la casa. 

La nena tenía otra mierda atascada: las palabras, la posibilidad de contar, de romper el silencio y decir que eso que le venía haciendo la pareja de su mamá, no le gustaba. Es probable que la tuviera amenazada para callar. Como suelen hacer los perpetradores de abuso sexual a niñas. La mayoría de estos episodios ocurren en el ámbito intrafamiliar. La nena ahora juega con su hermanita más pequeña. Su mamá muestra que también le indicaron otros análisis de sangre y orina en marzo: tienen fecha del 15 de marzo. Tampoco ahí se buscó constatar un embarazo. Ya rondaba las diez semanas. 

El aborto en esa instancia hubiera sido más sencillo. Incluso, con el marco normativo restrictivo que impuso hace seis años el gobernador peronista Juan Manuel Urtubey, hubiera podido interrumpir esa gestación en un hospital salteño, siempre y cuando, claro, no le pusieran algún otro obstáculo arbitrario e ilegal. ¿Le habrían informado sobre el derecho a un aborto en casos de violación en el mismo hospital? 

La asesora de Incapaces, Patricia González, le hizo firmar a la madre, su beneplácito para continuar con la gestación. Lo hizo antes de que Urtubey derogara, el jueves, el protocolo restrictivo que establecía un límite de 12 semanas para el aborto en casos de violación. Es probable que también le haya dicho que en Salta no tenía derecho a un aborto porque superaba ese plazo. Después del escarnio público que forzó al gobernador a adherir al Protocolo Nacional, que sigue los lineamientos de la Corte Suprema para casos de abortos legales, la mamá recibe insistentes llamados de funcionarios públicos del gobierno salteño, para preguntarle si ahora la nena va a abortar. ¿Se puede ser tan perverso?

Apenas unos días antes, a la mamá le dijeron que con un aborto “van a morir los dos”, en referencia a la nena y el producto de la violación. ¿Se lo dijeron funcionarios públicos del hospital Materno Infantil de Salta, donde le detectaron finalmente la gestación el 9 de mayo, a la semana 19 o de Tribunales? Qué importa a esta altura. La mujer, claro, está aterrada. No quiere que su hija corra riesgos. Pero los corre. 

Primero la violó un varón. Después, el Estado, con sus tentáculos patriarcales. 

La nena pesa alrededor de 32 o 35 kilos, según estimaron quienes la vieron. Con ese peso va a cursar un embarazo de alto riesgo. El aborto, con casi 22 semanas de gestación, tampoco sería un procedimiento sencillo, aunque no imposible. ¿Quién está en condiciones de tomar la mejor decisión, poniendo por delante el interés superior de la niña, que sin dudas es su salud, física y psíquica? 

Pienso en esa madre, en esa nena, en su abuela y en tantas otras nenas abusadas, embarazadas, despojadas de sus derechos, con un Estado que les da la espalda, que las ignora. Y lloro. 

Fuente. Página 12 - Por Mariana Carbajal 

miércoles, 16 de mayo de 2018

SEMANA DEL PARTO RESPETADO: PARIR ES UN HECHO POLÍTICO

Título original: El parto es un hecho político

Cuando deseamos ser madres, ¿cómo sobrevivimos al maltrato y la violencia? ¿Cómo recuperamos el protagonismo? La medicina tiene poder para decidir sobre el cuerpo de las mujeres con cesáreas innecesarias e intervenciones rutinarias. A veces el personal de salud no recuerda nuestros nombres y nos llama mamá o mamita. En la semana del parto respetado contamos algunas historias que buscan desnaturalizar la violencia obstétrica.




Voy por la semana 37 de embarazo. Acabo de entrar en la sala de preparto. La partera me hace el tacto más doloroso del mundo. Sufro en silencio, se me caen las lágrimas.

- Está verde. Puedo ponerte el goteo pero podemos seguir 24 horas así. Y no te aseguro que dilates.

Siento pánico. Llama al obstetra y le avisa que estamos listas para ir al quirófano. Ella estará lista, yo no. Caminamos juntas, yo con mi bata de hospital, ella con su ambo azul. Son 20 o 30 metros. Tiemblo. Me da la mano, me la dará durante todo el proceso.

Abrimos la puerta. La sala es impoluta, blanca radiante, llena de luces. Hace frío. Es la segunda vez que estoy en un quirófano. Un año atrás el mismo médico me operó un mioma subseroso más grande que mi útero: creció con las hormonas de un embarazo perdido en la semana 9 y había que sacarlo antes de intentar otra vez. Llegué a él por recomendación de una amiga. Era el quinto médico al que iba: ninguno me había parecido comprensivo ni me había explicado suficiente. En una de esas consultas, un ginecólogo mediático que milita a favor del derecho al aborto me dijo:

- A mí todo tu deseo de ser mamá y lo triste que estás no me importa. Yo te voy a explicar lo que pasa de acá hasta acá.

Y dibujó algo que simulaba ser un cuerpo femenino: una raya por encima del estómago, otra sobre los cuádriceps. En el medio, la parte que a él le importaba: el órgano reproductor.

Otra vez me tocó uno que apenas escuchó el relato puso fecha para la operación. Nunca me preguntó cómo estaba ni se acordó cómo me llamaba. Menos intentó explicarme que uno de cada cinco embarazos no continúan.

Elegí al médico que me operó casi por cansancio, un poco por temor. La intervención fue en diciembre, antes de las fiestas. Anestesia completa, dos días de internación, hotelería de lujo, sin lugar para muchas preguntas.Tuve que llamar al médico por teléfono para que me diera el alta.



En la primera operación llegué al quirófano acostada, ahora entro caminando. Me subo a la camilla sola, me acuesto.





- La cosa es así: tenes que apoyar los brazos en los estribos y si te movés te vamos a tener que atar. ¿Está claro?

¿Atar? ¿De verdad me están diciendo eso? El anestesista me interrumpe el pensamiento.

Me incorporo, me explica que si me muevo no me hará efecto la peridural. No reconozco ese estado, me siento una muñeca de trapo. ¿Así era parir? Después todo pasa muy rápido. Me untan con pervinox, hacen pasar a mi compañero -la partera le dice que mire de costado porque estoy desnuda en la camilla con la luz encandilando mi cuerpo dormido y pintado de una sustancia oscura-. Él hace caso, creo. Ya no siento desde la cintura para abajo. Solo percibo que mi cuerpo se mueve para un lado y para el otro, como los autos cuando el mecánico prueba si funciona la suspensión. En esa distracción estoy cuando el anestesista, un hombre robusto de cuarenta y tantos, se me sube encima y me aprieta la panza desde arriba hacia abajo. ¿Qué es esto?

Después pierdo la concentración en el bebé y escucho el ruido de los instrumentos quirúrgicos, el movimiento de las por lo menos seis o siete personas que están del otro lado de la cortina que divide mi cuerpo en dos. Recuerdo apretarle la mano fuerte a la partera, el calor de los brazos de mi compañero sobre mi cabeza.


Ilustración: Florencia Gutman


Hay experiencias mucho peores. La cesárea impuesta por comodidad del obstetra, la falta de respeto por el tiempo del embarazo, la prohibición de tocar al bebé cuando nace, la sala impoluta con luces de interrogatorio apuntando, las conversaciones ajenas sobre temas diversos, el anestesista subido a la panza. Las escenas se repiten en los relatos de las decenas de mujeres que entrevisté. A Carolina le confundieron el nombre durante el parto y la llamaron mamá, mamita, mami, gorda. A V. le rompieron la bolsa sin necesidad. A Natalia le hicieron una cesárea innecesaria (la Organización Mundial de la Salud sugiere un 15 por ciento, en hospitales públicos llega a más del 30 y en privados a más del 70). La episiotomía es rutina (la OMS recomienda no hacerlas de manera rutinaria, en Argentina la cifra llega al 60 por ciento en primerizas). Y escasea la información: no te explican los procedimientos, deciden por vos, te dejan sola. La ley 25.929 de Parto Respetado sancionada en 2004 establece que las mujeres pueden atravesar el preparto, parto y posparto acompañadas. Pero según el Observatorio de Violencia Obstétrica de Las Casildas, una de cada cuatro mujeres lo hace en soledad.



El primer hijo de Malena nació por cesárea. El bebé venía de cola y no hubo médico que se animara a intentar un parto vaginal. Ella fue la primeras de su grupo de amigas en quedar embarazada y la información que consiguió fue a través del obstetra y de un grupo de maternidad respetada. Después de la operación quedó golpeada, como si hubiera tenido la culpa de no poder parir, como si no hubiera querido.

Dos años y dos meses después le pasó lo mismo con el segundo hijo: el bebé estaba en posición podálica. Pero esta vez la obstetra la esperó hasta la semana 40 y el parto se desencadenó con contracciones. Cuando ya estaba todo listo para la cesárea, en el quirófano del Sanatorio Anchorena, el anestesista la pinchó:

- Todavía siento las piernas – dijo ella.

- Estás asustada – le respondió.

La obstetra empezó a cortar y Malena pegó el grito de su vida. La entubaron y durmió durante el nacimiento de su segundo hijo.




Tres años después volvió a quedar embarazada. Ya no tenía expectativas: en Argentina dos cesáreas son una condena perpetua, aun cuando la OMS dice que no hay pruebas que lo justifiquen y recomienda intentar partos vaginales (PVDC). En los grupos de Facebook sobre maternidad las mujeres se incentivan unas a otras para lograr partos que respeten los tiempos fisiológicos de los cuerpos de mamás y bebés. Eso incluye el parto vaginal, la no inducción sin justificación, la no ruptura de bolsa sin necesidad y muy especialmente la elección de la posición durante el trabajo de parto y parto y el respeto por la hora sagrada. “Ningún procedimiento de observación del bebé justifica la separación de su madre”, dice la OMS. Cada parto después de una cesárea es un logro compartido y celebrado con cientos de comentarios y me gustas.

En las últimas semanas de embarazo la beba de Malena se colocó en el canal de parto. Si quería parir había que hacer el trabajo en casa y llegar justo a la clínica. La segunda noche de contracciones, la partera la visitó:

- Tenés ocho de dilatación. Si querés tener un parto natural, podés.

Malena lloró.

Dos horas y un par de pujos después nació su tercera hija.

 El parto como hecho político



María entró en el hospital y quedó conectada al suero, Sabrina peleó porque no quería tener puesto el monitoreo del bebé ni estar acostada. Desde esa posición el médico tiene la vista privilegiada en el momento del nacimiento y nos ordena qué hacer. Estamos embarazadas pero nos tratan como enfermas. Las mujeres que parimos sabemos que los avances científicos disminuyeron la mortalidad materna a cifras impensadas hace apenas cien años aún sin alcanzar las cifras que exige la ONU. La tecnología que usan los neonatólogos también redujo la mortalidad infantil.



Bárbara tenía fecha de parto para el 25 de diciembre. La obstetra, que fue su ginecóloga de toda la vida, la esperó hasta la semana 41. Durante los monitoreos previos ella no dilataba ni sentía dolor. La beba se movía, la panza se puso dura pero nunca llegaron las contracciones de parto. El 28 la médica le dio un ultimátum: el fin de semana se iba de vacaciones. Le hizo tacto y apenas tenía dos centímetros de dilatación.

- Te recomiendo que te vengas a internar mañana y hacemos una inducción. El bebé está para parto y sino vamos a entrar en riesgo.

Bárbara le creyó: es la mejor opción, se dijo. La idea del riesgo asusta. Recién después del parto, ya con la beba en casa, pensó “¿y si hubiese esperado unos días más? Por ahí ese no era el momento”. Pero la voz autorizada es de la médica. La familia que esperaba al primer nieto y al primer sobrino también presionaba: “¡Es la semana 40!”, decían todos. Bárbara y su compañero sintieron que eran ellos los que estaban decidiendo y el 29 de diciembre llegaron a la Maternidad Suizo Argentina.

Nadie les explicó cómo es el proceso de inducción. Entraron en una sala que le parecía un quirófano, “un lugar horrible”, frío, con luces blancas, gente con barbijos. “¿Acá voy a parir?”, pensó Bárbara.

- Desvestite y ponete la bata – le dijo una partera desconocida; la del curso estaba de vacaciones.

Cuando deseamos ser madres, ¿cómo sobrevivimos al maltrato y la violencia? ¿Cómo recuperamos el protagonismo? 

Bárbara obedeció la orden y se acostó. El equipo médico puso en marcha el listado de procedimientos de un parto intervenido:  le conectaron la oxitocina y el suero, le pusieron el monitoreo para controlar las contracciones y corazón del bebé. Después le pincharon la bolsa para acelerar. Le pusieron la pelela para hacer pis. La peridural llegó con ocho de dilatación, una hora antes del nacimiento.

Durante las seis horas que duró el trabajo de parto la obstetra iba y venía de la sala, la revisaron varios médicos, escuchó conversaciones sobre otros temas: se enteró que alguien se había olvidado el cargador del celular, que otro se iba de vacaciones en enero y que un tercero era aficionado al buceo.

Antes de que llegue el anestesista, la obstetra dijo:

- Mirá, falta un poco porque no terminó de bajar pero yo quiero que sea parto, esto va a ser parto. Yo ahora me voy a hacer una cesárea y cuando vuelva vemos.

Bárbara lo vivió como un ultimátum. Después ya nadie le explicó, ella fue adivinando mientras le daban órdenes. “Ahora empezá a pujar. Cada vez que sientas la panza dura, pujá”. Cuatro o cinco veces alcanzaron para que nazca la beba. Por las dudas le hicieron una episiotomía de rutina.

“Mientras me cosían, entraba y salía gente. Yo estaba contenta porque había salido todo bien, estaba sana, la beba también. Estaba eufórica. Después pensándolo me pregunto ¿qué onda? No tiene por qué ser así”, dice.

Al final, antes de ir a la habitación, la obstetra la miró y le dijo:

- Te felicito, yo sabía que ibas a poder tener parto porque hay algunas que no quieren ni pujar.



Cuándo empezamos a parir acostadas, cuándo fuimos a tener hijos a una institución, cuándo cambiamos las parteras y matronas por los obstetras, cuándo nos sometimos al poder médico, cuándo decidimos acatar órdenes, cuándo naturalizamos la violencia. Desde cuándo necesitamos leyes y protocolos para combatir la violencia contra las mujeres dentro de la sala de partos.



Violeta parió a su primera hija en Colombia. Fue una cesárea de apuro: no por riesgo de vida sino porque el médico se iba de viaje. Las cicatrices sobre el cuerpo pesan como sellos que no se borran y marcan los destinos de muchas mujeres. A Violeta le costó recuperarse, más que de la cesárea, del primer encuentro con su beba. “Recuerdo estar en la habitación mirándola y diciéndome “ok, ésta es mi hija”. Era como tener que poner racionalidad y cultura donde tendría que haber instintos”. Ahí, justo después del atropello, comenzó para ella la militancia por el parto respetado. Y seis años después parió a su segunda hija en su casa. No hubo corridas ni intervenciones, sino una mujer y su compañero varón (que es partero) haciendo lo que soñaban. Nadie le puso un dedo encima, no hubo ruptura ni rareza en el encuentro. Fue como haber estado siempre ahí.


Violeta canaliza su experiencia en Las Casildas y Fortaleza 85, los espacios en los que lucha para que las mujeres puedan tomar sus propias decisiones. “Ingresaste en la institución caminando pero estás en una silla de ruedas. Y te enchufan un suero: eso ya muestra el poder simbólico, es el cordón umbilical que te ata a la institución. De la misma manera que la vida de tu bebé depende de tí, a través del cordón umbilical, tú de aquí en adelante dependes de la institución. Y ahí quedaste. Luego te acuestan, te restringen el movimiento, estás mirando para arriba mientras los otros trabajan sobre tí. Lo que está pasando no tiene nada que ver contigo”, dice. 

El rey Luis XIV de Francia quería presenciar el parto de sus hijos y ordenó a su esposa María Teresa de Austria que se acostara: sin saber que esa postura dificulta los movimientos, armó el escenario para tener una vista privilegiada. La aparición de obstetras profesionales desplazó a las parteras y desechó los saberes transmitidos por otras mujeres: los médicos estudian para salvarnos la vida. Las políticas higienistas de los Estados de fines del siglo XIX y principios del XX construyeron una forma “correcta” para los nacimientos. “El parto intervenido, medicalizado, es sólo un aspecto de la nueva concepción fuertemente biologista de la reproducción humana y de la salud humana en general. Y son las instituciones de la salud espacios en los cuales estos procesos encuentran su lugar”, explica la filósofa Laura Belli en La violencia obstétrica: otra forma de violación a los derechos humanos. No es casual, para ella, que la aparición de la obstetricia como disciplina hace que las mujeres nos subordinemos al saber médico. La experiencia del nacimiento cambia de territorio: de la casa en las que las mujeres estaba rodeadas de otras mujeres, se pasa a las instituciones de salud, donde hay profesionales, personas extrañas a la parturienta y una “idea de asepsia que se enfrenta” a la posibilidad de compañía.

La partera Raquel Schallman explicó el cambio: “hace 70 años las mujeres parían en su casa o en la de la partera, eso de los partos institucionales apareció después. El parto era una instancia fisiológica, como hacer el amor, como menstruar, así que ir al hospital no tenía ningún sentido. En la institución se diluye todo: el deseo, el amor, el placer. Diluyendo eso, la institución te garantiza que si hay un ‘quilombo’, entre todos se van a ocupar de hacerlo desaparecer”.

Si pensáramos en una genealogía del parto, necesitaríamos entender “cómo un hecho sano, fisiológico y que respondía a la vida íntima y familiar de esa mujer de pronto pasa a ser asunto de los cirujanos. Porque los obstetras son cirujanos y se forman en las universidades como héroes que salvan vidas”, explica Violeta Osorio.

Para el sistema médico hegemónico la salud equivale a que la mamá y el bebé tengan signos vitales: “lo que les importa es que no perdiste una pierna en el camino y que tu hijo está respirando. No tienen en cuenta ni la parte emocional, ni psicológica aún si saliste destrozada emocionalmente”.


Fuente:Revista Anfibia - UNSAM  - Por Leila Mesyngier